Es evidente que el erotismo que se percibe depende de algunos factores que se nos pueden escapar en la actualidad. Para nosotros resulta una tarea ardua adivinar que parte de la danza puede excitarnos, aunque no seré yo quién le discuta a nadie el potencial erótico del documento, sobre todo para una mentalidad y una época concreta. Como era de esperar, los moralistas de entonces se echaron las manos a la cabeza ante semejante dislate libertino y las ligas de decencia y buenas maneras consiguieron ejercer su particular censura. Consiguieron colocar sobre el mismo celuloide unas barras paralelas que mitigaran el efecto erótico de las imágenes. Pero, como todo proceso de prohibición, el efecto fue inverso y el público de aquellos Peep-shows se incrementó de forma notable. Aquellas barras despertaban la imaginación sobre lo que podían ocultar y los usuarios se afanaban por ver más allá de lo evidente. Algo así como aquellas películas porno codificadas de no hace mucho tiempo, que tenían un índice de audiencia que se escaparía de cualquier lógica razonable. Una vez más el hecho de sugerir tiene más interés que el de mostrar.
La tentación de San Antonio
En 1895, un inventor en nómina de la compañía de Edison, William Kennedy Dickson, se independizó y creo su propia empresa, la American Mutoscope y Biograph Company, utilizando su propia patente de captura de movimientos, el Mutoscope, siendo también un proveedor habitual de los Peep-shows. Dickson utilizaba el truco de ajustar unas mallas al cuerpo de la actriz de turno para dar la sensación de desnudo integral, tal y como lo podemos observar en su producción de 1900 "La tentación de San Antonio".La pornografía no sería ajena a todo este fenómeno y sus creaciones vieron la luz casi al mismo tiempo que esta incipiente forma de erotismo. Curiosamente uno de los primeros pioneros fue Eugène Pirou, que había sido conocido por ser el primero en producir una película sobre la vida de Cristo, pero que entendió que en la pornografía había todo un suculento negocio, dando lugar a la filmación de una de las primeras películas del género titulada "Léar". Tras estos inicios, el cine demostraría, a lo largo de su historia, que sería el conductor ideal para el erotismo y que, del mismo, surgirían mitos de incuestionable atractivo. Pero eso, es otra historia.