Las primeras pirámides de Egipto
La necrópolis de Menfis vio cómo las antiguas mastabas de la Dinastía I se convertían en pirámides por obra de Djoser y su arquitecto Imhotep. En los tiempos de la unificación de Egipto, Saqqara fue el lugar escogido como necrópolis real. Aunque han pasado más de cuatro milenios desde entonces, las arenas de Saqqara aún no han desvelado todos sus secretos.
Saqqara es la necrópolis más importante de la era faraónica abarcando muchos monumentos de distintas épocas de la historia faraónica. La estructura más famosa es la pirámide escalonada del constructor Imhotep por encargo de Djoser, primer rey de la Dinastía III. La historia de esta necrópolis se remonta a la primera dinastía, hacia 3100 a.C. cuando los grandes dignatarios de Egipto se enterraban en esta meseta en Menfis.
Durante la Dinastía II se convirtió en la necrópolis real y de altos dignatarios, pero todavía no se han descubierto todas las tumbas. Se abandonó durante un tiempo pero resurgió en el Imperio Nuevo y permaneció en uso hasta la época romana.
Saqqara alberga una treintena de pirámides, quince de la cuales son tumbas de reyes. Las otras fueron construidas para las reinas o como tumbas simbólicas ajenas a los monumentos principales.
La primera pirámide de Egipto fue la de Djoser, escalonada, que data de la dinastía III. Alcanza los 60 metros de altura ye stá dividida en seis niveles y domina toda la meseta de Saqqara. Le rodea un recinto rectangular, con modelos simulados en piedra de los patios y los altares de madera y juncos que solían emplearse en Menfis para los rituales y ceremonias.
El único monumento de la Dinastía IV que hay en Saqqara es la mastaba de Faroun, una enorme tumba en forma de banco que fue construida por Shepseskaf, último rey de la estirpe de Keops, el mismo que mandó levantar la Gran Pirámide de Gizeh. Su parde, Micerino, mandó construir la pirámide de Gizeh. Del Imperio Nuevo data el primer monumento importante descubierto en Saqqara cuando en 1853 Mariette localizó una avenida de esfinges. Su construcción comenzó con Amenhotep III y se prolongó hasta el periodo grecorromano.
Las excavaciones que se realizan en la actualidad revelan la trascendencia del lugar y sugieren los muchos tesoros que debe haber aún bajo sus arenas.