Hace unos meses me recomendaron un artículo de The Huffington Post, titulado “How to Talk to Little Girls” (Como hablarle a las niñas), escrito por Lisa Bloom.
En él, la autora menciona cómo muchas veces, al ver a las niñas pequeñas, con su belleza natural e inocencia, nuestro primer impulso es decirles lo lindas que se ven y resaltar su ropa y atributos físicos como el cabello, ojos o sonrisa.
Ella sostiene que, al dirigirnos a ellas de esa forma, los adultos les enseñamos (inconcientemente claro) que su apariencia física es lo primero que notamos y que es lo más importante.
Todo esto me puso a pensar en cómo me dirijo a mi hija Daniela y qué aspectos resalto más en ella. Si bien es cierto Lisa Bloom hacer un análisis muy acertado de toda la cultura del cuerpo que invade a nuestras niñas y mujeres de todas las edades; creo que asegurar que todas las mujeres que no hablan de maquillaje y que gustan de los libros son inteligentes es también caer en estereotipos. Y eso de poner viñetas a mi no me gusta.
Creo que el reto para quienes tenemos hijas es enseñarles a ser mujeres integrales y que la belleza externa debe ser reflejo de una belleza interna. Las niñas deben saberse bellas, sino, tendremos un montón de mujeres inseguras de si mismas al verse al espejo en el futuro o peor, se dejarán invadir por el concepto de belleza artificial e irreal que ronda algunos medios y entornos.
Debemos enseñarles el concepto de belleza en casa. Enseñarles que ser princesas no es malo, sino que el punto está en qué es ser princesa realmente, en el sentido más profundo de la palabra. Que valen por lo que son y por lo que pueden llegar a lograr, por el impacto positivo que pueden y deben tener en los demás.
Que ser princesa no es verse impecable, con ropa bonita ni agradarle a todo el mundo, o que su vida será color de rosa, según su arreglo personal. Ser princesas es tratar con respeto a los demás, mostrar carácter ante las dificultades, educarse, superarse, tener una meta en la vida y luchar por ella, ser perseverantes y aprender de los errores.
Si bien es cierto la imagen es importante y el arreglo e higiene personal también, no debe ser un fin en la vida, sino una herramienta para socializar y comunicar lo que somos por dentro.
Esto me invita a decirle todos los días a mi hija que es hermosa, que es una princesa y que en un futuro esa belleza que tiene por fuera deberá ser coherente con la belleza que lleva en su alma. Enseñarle desde hoy que es tan bella como inteligente y que la belleza con que la ven o la verán no radica en lo exterior, sino que debe ser reflejo de su esencia.