Las principales fuentes de la teología de Gustavo Gutiérrez (I)

Por Zegmed

Gutiérrez no es un pensador aislado, sino parte de una corriente de pensamiento teológico que atraviesa, por lo menos, todo el siglo XX. Algunos referentes, sin embargo, son más claros, ya sea por el reconocimiento abierto por parte del teólogo peruano, ya sea por lo que puede uno notar en su obra. A continuación desarrollaré una breve referencia a las figuras más representativas en el imaginario de nuestro autor, aunque, antes de eso, presentaré una aún más breve contextualización. La mayor parte de estas reflexiones provienen del ilustrativo libro La teología del siglo XX de Rosino Gibellini.

Antecedentes

La controversia modernista

Posiblemente el giro más importante que ha dado la teología católica desde la época de Tomás de Aquino haya acontecido en el s. XX y, probablemente, el eje del mismo esté, precisamente, en la toma de distancia progresiva de la escolástica. El surgimiento de la modernidad, con sus demandas de racionalidad, autonomía y libertad, fue el principal motor de este giro en la teología. Esta disciplina tenía que responder a las demandas modernas que ya se habían instaurado en la cultura y que requerían alguna respuesta teológica. En ese sentido, desde la tribuna católica el primer renovador de la teología fue Alfred Loisy (1857-1940), quien busca una refundición del pensamiento cristiano a partir de la atención a los estudios histórico-críticos sobre la biblia y lo que estos podían decir sobre su relación con la tradición de la Iglesia. Loisy recibió el rechazo del Vaticano (fue excomulgado en 1908) y, en general, su obra fue recibida con aspereza; sin embargo, sus intuiciones iniciales generaron una serie de reacciones que transformaron la teología católica que vendría.

Maurice Blondel (1861-1949)

Una de sus obras centrales, La acción, ahonda en la relación entre el orden natural y el sobrenatural, tema central para la teología. La idea central consiste en destacar la insuficiencia del orden natural (humano) para resaltar la necesidad del orden sobrenatural, orden divino que es el único capaz de consumar la acción humana. Esto a su vez conecta con la tesis de que el orden sobrenatural nos resulta inaccesible, pero que, sin embargo, se nos entrega como don en la revelación cristiana (173). Esto conduce, además, a ver la relación entre revelación y acción humana y constatar si la primera es capaz de responder a las demandas más profundas del ser humano (173). Esto recuerda al método de correlación de Tracy.

Blondel busca las huellas de lo sobrenatural en lo natural y para ello la revelación histórica del cristianismo es central, se trata de la “necesidad de la realidad concreta del verbo” (174). En este marco, al autor le preocupan dos posturas antagónicas: a) los dogmas de fe se ven como revelados por la divinidad y no se cuestiona su contenido; b) se pone demasiado énfasis en la reconstrucción histórica y se pierde la perspectiva sagrada (175). La respuesta que da Blondel consiste en revalorar el rol de la Tradición como síntesis viviente que articula historia y revelación (176). Como se ve, progresivamente se va introduciendo el rol determinante de la historia y su dinamismo, de la acción en la reflexión teológica, situación que va dando marco a las motivaciones de la teología de la liberación.

La «nouvelle theologie»

Aquí inicia nuestro camino de más directa relación con Gutiérrez, aún cuando Blondel es citado por el teólogo peruano cuando este delinea las condiciones generales que han dado el contexto para el surgimiento de la teología de la liberación (TL, 77). La llamada «nouvelle theologie» tuvo una notoria influencia en nuestro autor, particularmente a partir de dos figuras con las que Gutiérrez estuvo en contacto directo: Chenu y Congar, ambos teólogos dominicos de la célebre escuela de Le Saulchoir. Indiquemos primero, sin embargo, algunas características centrales de Le Saulchoir para pasar luego a las figuras centrales de la renovación teológica francesa.

Le Saulchoir

Escuela teológica dominica y uno de los centros de renovación teológica más importante del catolicismo del s. XX. Su primer rector fue Ambroise Gardeil (1859-1931), quien marcó la pauta de su orientación. Esta escuela tuvo una serie de ideas fuerza que rigieron su desarrollo: a) la primacía del dato revelado (i.e., vuelta sobre las fuentes bíblicas), sobre la base del cual se hace la elaboración teológica; b) relevancia de la crítica bíblica e histórica: para adherirse más plenamente al dato revelado en tanto revelado en el tiempo, en la historia; c) rol especulativo de la teología: pero no entendido este como repetición de las fórmulas previas ni como un ejercicio escolástico de deducciones (179). La teología debe elaborarse con apego a las fuentes, pero también a la experiencia pastoral de la Iglesia y, más aún, del pueblo cristiano, afirmaba Chenu (180); d) una fe solidaria con el tiempo: de ahí que la teología deba estar abierta al propio tiempo, a la experiencia actual de la cristiandad. Por ello Chenu habla de lugares teológicos en acto.  Todo esto nos debería ayudar a entender el contexto a partir del cual Gutiérrez habla de la teología como una “reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la Palabra” (TL, 85). Frase que, para los gustan de escandalizarse, es perfectamente intercambiable por la de “inteligencia de la fe” (TL, 67). La reflexión crítica sobre la praxis no es otra cosa que el acto de recibir de modo crítico, inteligir, nuestra fe. La fe, nuestra vivencia del don de Dios, acontece en la historia y es sobre este acontecimiento –la encarnación del Señor en nuestra vida—que hace reflexión la teología. Es una reflexión, además, que se hace a la luz de la Palabra: presupone el dato revelado y es a partir de él que se construye. La revelación ilumina la praxis del creyente ya sea para la ejecución cotidiana del mensaje cristiano, así como, ya en el contexto de la teología, para su reflexión teórica. Quizá una formulación un poco más explícita sea la siguiente: “reflexión crítica sobre el dato revelado en tanto encarnado en la praxis histórica”. Pero se trata solo de matices, la idea de fondo permanece. Allá quienes ven en estas fórmulas horizontalismo o marxismo.

 Lyon-Fouvière

Escuela jesuita en la que se destacan las figuras de Henri de Lubac y Jean Daniélou. Sus autores destacaban los problemas que había abierto la crisis modernista: la ruptura entre teología y vida (182). Se proponía como alternativa: a) retorno a las fuentes (la Biblia, los Padres de la Iglesia); b) contacto con las corrientes del pensamiento contemporáneo (para enriquecer y ensanchar la visión); c) contacto con la vida (tener en cuenta las necesidades de las almas). Se demanda, en resumen, una mayor atención por la historicidad de la experiencia de fe, así como por su dimensión subjetiva. Ambas habrían sido descuidadas por la teología escolástica y correspondía recuperarlas (183).

*Imagen tomada de http://fr.topic-topos.com/le-saulchoir-etiolles

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