Las promesas perdidas de Trudeau

Publicado el 31 octubre 2017 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

La popularidad de Justin Trudeau y el prestigio de sus políticas humanitarias han sido las marcas de identidad del Gobierno canadiense desde hace dos años. No cabe duda de que Canadá y Trudeau son el ejemplo internacional de un país solidario y un presidente transparente. Más dudas genera el recorrido político del primer ministro en el país, donde no está claro que sus promesas electorales hayan llegado a un reconocimiento internacional tan destacado como su imagen.

Joven, carismático, influyente, cercano a la ciudadanía y, sobre todo, a las minorías sociales. Así podríamos definir a Justin Trudeau, el presidente de Canadá. Un dirigente capaz de dar lecciones sobre teoría cuántica en medio de un encuentro con científicos, considerado feminista y multiculturalista y que no teme asistir a manifestaciones y marchas de movimientos sociales de Canadá. Pocas veces encontramos un presidente tan transparente y proclive a la aparición pública, ya sea por su presencia física o por medio de las redes sociales, las cuales le han permitido expandirse como la pólvora.

Trudeau ha reconducido al país como el claro prototipo internacional con la acogida de refugiados. Canadá se ha convertido en un ejemplo mundial y la figura del presidente está más que halagada por la prensa internacional y la opinión pública. De hecho, el fenómeno Trudeau ha creado escuela, arquetipo de un grupo de políticos con características similares —jóvenes, con poca experiencia política, de partidos liberales-conservadores y con un claro apoyo juvenil — que empiezan a destacar en buena parte de Europa.

Para ampliar: “Generación Kennedy al poder”, Fátima Ruiz en El Mundo, 2017

Sin embargo, valorar al presidente canadiense por sus apariciones y conocimientos sobre determinados temas resulta poco productivo. El análisis efectivo de un mandato gubernamental reside en la evaluación de lo que se ha hecho y no de lo que se ha dicho. Sabiendo que refleja una imagen pública reputada, cabe preguntarse qué medidas ha realizado en Canadá y, sobre todo, si el presidente ha rendido cuentas a la ciudadanía. Y no de una manera puramente comunicativa, sino más bien si realmente todas las propuestas y promesas realizadas en campaña han satisfecho a la ciudadanía.

Victoria presidencial y remontada electoral

Tras nueve años de un Gobierno conservador dirigido por Stephen Harper, el Partido Liberal necesitaba un boom que le hiciera resurgir de sus cenizas. Fue en 2013 cuando Justin Trudeau —hijo del expresidente canadiense Pierre Elliott Trudeau— obtuvo las riendas del partido con un apoyo del 80%. Desde entonces, el candidato liberal centró sus esfuerzos en recorrer diferentes puntos regionales del país para dar percepción de su figura política y su candidatura presidencial.

Las promesas políticas de Trudeau en la campaña de 2015 mezclaron propuestas económicas liberales con un cierto tono populista. Prometió reducir impuestos a las clases medias y a las pymes canadienses, fomentar una política medioambiental respetuosa y desarrollar una reforma electoral que transformara el sistema electoral —basado en el sufragio directo— por un sistema de carácter proporcional. Siempre fiel a sus ideas feministas y de integración social, el candidato fue obteniendo paulatinamente más simpatizantes, sobre todo entre la población joven y los pueblos indígenas de Canadá.

Para ampliar: “A new plan for a strong middle class”, Partido Liberal de Canadá, 2015

Todo hacía vaticinar que el ganador de los comicios sería, de nuevo, Stephen Harper, pero los análisis politológicos fallaron ante la holgada victoria de Trudeau tras una remontada histórica durante las últimas jornadas de la campaña electoral. Con una participación cercana al 70%, Trudeau obtuvo un total de 184 escaños —casi un 40% de todos los votos—, en detrimento de los 99 escaños del conservador Harper y los 44 del demócrata Mulcair. El efecto Trudeau había irrumpido en la política canadiense y el Partido Liberal crecía, con respecto a las últimas elecciones generales de 2011, un 150% en votos.

El apoyo a Trudeau —en rojo— fue creciendo poco a poco durante la campaña electoral, mientras que los conservadores —en azul— se mantuvieron con altibajos y los demócratas —en naranja— perdieron de manera perceptible su apoyo electoral. Fuente: Wikimedia

Existen dos razones principales que explican la victoria de Trudeau en los comicios. Por un lado, el endurecimiento del acceso a la ciudadanía canadiense impuesto por el antiguo presidente Harper en 2014 desató la volatilidad electoral de las minorías étnicas e inmigrantes. Este hecho, unido al aumento de la participación electoral de estos y de los jóvenes en las elecciones de 2015, benefició a Trudeau, quien representaba las promesas dirigidas a dichos segmentos poblacionales, como desarrollar una economía propia del pueblo indígena métis —con la inversión de 25 millones de dólares durante cinco años— o la legalización de la marihuana —a partir del verano de 2018—.

Para ampliar: “Comment Trudeau a gagné”, Alec Castonguay en L´actualité, 2015

Más de 700 días después en el cargo, parece claro que el mayor de sus logros ha sido el reconocimiento personal y humanitario obtenido. A nivel internacional, ha reestablecido las relaciones diplomáticas con Irán y ha acordado la venta de armas a Arabia Saudí por once mil millones de dólares. Incluso ha conseguido reconducir el Acuerdo Integral sobre Economía y Comercio —más conocido como CETA— con la Unión Europea, a pesar de la crítica social que atrae el acuerdo. Lo que aún queda por demostrar es en qué ha repercutido la elección de Trudeau para los canadienses en la práctica.

Distribución de escaños de los cinco partidos representativos del Parlamento de Canadá. Fuente: Wikimedia

La rendición de promesas electorales

Sus primeros pasos siguieron los proyectos que tan popular lo habían convertido. Configuró un Gobierno paritario, donde la representación femenina y la especialización de los ministros fueron acogidos con gran agrado por la sociedad. Sin embargo, su promesa estrella fue el cambio del sistema electoral. Debido a la influencia anglosajona, Canadá posee desde 1867 un sistema de sufragio directo conocido como escrutinio mayoritario uninominal —first-past-the-post en inglés—. A pesar de haber realizado una encuesta online, previa tramitación en el Parlamento, el cambio electoral quedó en el olvido por falta de acuerdo parlamentario.

A Trudeau también le ha gustado figurar como un fiel defensor del medioambiente y promotor de políticas verdes, aun siendo Canadá uno de los pocos países que no reconoce el derecho del medio ambiente en su legislación o acuerdos. Dos años después, el nivel de gases no se ha reducido, han aumentado los precios del carbón y del petróleo y el acuerdo sobre la confección del oleoducto KeystoneXL entre Alberta y Estados Unidos no ha hecho más que fortalecer las críticas de los grupos ecologistas sobre el laissez-faire de la Administración Trudeau mientras la provincia de Alberta sufre los efectos y costes ambientales.

Para ampliar: “Cowboy Indian Alliance: indígenas y vaqueros contra la tiranía del petróleo”, Enric Rodríguez en El Orden Mundial, 2016

En el plano económico, las propuestas electorales de Trudeau todavía no han logrado llegar al puerto electoral prometido. Los impuestos progresivos aplicados a las clases medias han supuesto el gasto de 1.200 millones de dólares a la tesorería canadiense y, hasta hace pocas semanas, Trudeau no confirmó que se reduciría del 10,5% al 9% los impuestos fiscales a las pequeñas empresas en los próximos años. La deuda pública en relación con el PIB ha aumentado un 1% de 2015 a 2016 —la subida más relajada desde 2006—, pero Canadá sigue siendo uno de los países con mayor deuda por habitante. Menos excusa tiene el aumento del déficit público en 2016, cuando creció hasta los 25.000 millones de dólares, un 60% más que en 2015.

Lo que sin duda ha cumplido el presidente canadiense ha sido fomentar su modelo de acogida a refugiados, en el que empresas y ciudadanos cubren los gastos del asilo. La incorporación de Trudeau al Gobierno canadiense supuso la creación del Ministerio de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía. El presidente prometió acoger 25.000 refugiados sirios y en 2017 Canadá ya ha acogido más de 40.000.

De las 226 promesas hechas por Trudeau, la mayoría se encuentran aún en fase de tramitación o han sido incumplidas. Destacan las referidas a inmigración, en su mayoría cumplidas o en tramitación. Fuente: Cartografía EOM

Más controversia está creando en materia de pueblos indígenas. Si el presidente prometió reducir la desigualdad socioeconómica entre estas minorías y el resto de canadienses, Oxfam Canadá asegura que ni él ni su Gobierno han realizado nada tangible en este tipo de políticas. No ha resuelto aún el proyecto de ley C-262, por el cual habría un marco de implementación de la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos del Pueblo Indígena. Tampoco se ha interesado en el misterio de las más de 4.000 indígenas desaparecidas durante los últimos 30 años ni que estas mujeres estén fuertemente estigmatizadas por representar un tercio de todas las canadienses en prisión.

Para ampliar: “Los derechos indígenas, la asignatura pendiente de Canadá”, Lorena Muñoz en El Orden Mundial, 2017

Trudeau y Trump: dos estilos antagónicos

La estrategia electoral de Obama durante las elecciones estadounidenses de 2008 supuso un nuevo planteamiento electoral para los partidos políticos: una campaña dirigida a la personalización del candidato como marca electoral, representado por medio de las redes sociales, que favorecen la transmisión y cercanía de los candidatos ante los ciudadanos. Este fenómeno genera mayor confianza y atracción de los votantes hacia los candidatos, y más en países como Estados Unidos o Canadá, donde el voto ya no se entiende como voto al partido, sino más bien como voto de confianza o al candidato.

El ejemplo de Obama transformó las dinámicas electorales de los partidos. No se buscaba ya subrayar los principales puntos ideológicos de los partidos políticos, sino mostrar reiteradamente la imagen de su candidato, transparente y cercano al electorado, e impulsar propuestas que atajasen las principales inquietudes del público objetivo. Así fue como obtuvo la victoria Trudeau: dejó de un lado propuestas sociales y económicas liberales para maximizar su apoyo y empatía hacia las clases sociales más desfavorecidas: jóvenes, mujeres, indígenas, clases medias…

Desde la proclamación del presidente Trump, los dos dirigentes norteamericanos se han reunido en dos ocasiones. Lejos está esa imagen de comprensión y alianza entre Trudeau y Obama que tan buen impacto mediático transmitía. Se trata de dos países aliados, con la frontera más extensa del mundo y que se configuran como dos de las grandes potencias mundiales. El matrimonio entre los dos parece evidente cuando el 75% de las exportaciones de Canadá van hacia Estados Unidos y 35 estados estadounidenses tienen a Canadá como principal socio comercial de importaciones.

Aunque Canadá es el socio comercial mayoritario en siete de cada diez estados, en la mayoría las exportaciones estadounidenses al país vecino no superan el 30%. Fuente: The Globe and Mail

Por otro lado, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte está en peligro debido a la crisis diplomática entre Trump y Peña Nieto, presidente de México. Esta crisis evidencia, en cierta medida, las diferencias personales e ideológicas que comportan Trudeau y Trump. El primero hace halago de su política de acogida de inmigrantes como marca de su Gobierno, mientras que el segundo ha enfocado sus esfuerzos en afirmar la necesidad de parar el flujo migratorio en Estados Unidos y evitar la entrada de inmigrantes irregulares. Dos formas de entender sus países y la sociedad mundial, dos maneras de mostrarse a los votantes y dos modos de obtener votos en sociedades antagónicas.

Si bien la figura de Trudeau recoge mayor simpatía y reconocimiento en los dos países, la realidad es que los apoyos a las políticas de uno y otro están repartidos entre los canadienses: el 53% prefiere la economía y la seguridad nacional que ha implementado la Administración Trump y el 41% está en desacuerdo con las políticas económicas de Trudeau —con Trump, solo el 22%—. La sociedad canadiense valora positivamente la imagen de Trudeau como un líder compasivo e influyente, pero poco arreglará una buena imagen si no viene acompañada de políticas eficaces y ajustadas al programa electoral y el apoyo social.

El reflejo de Trudeau: Jagmeet Singh

Más allá de sus apariciones públicas y su continua presencia cibernética, la realidad es que la política de Trudeau ha alcanzado pocos de sus retos, lo cual hace preguntarse si dentro de dos años, en las elecciones generales de 2019, podrá repetirse una nueva victoria electoral. En este sentido, la irrupción de un nuevo político está haciendo tambalear el apoyo a Trudeau. Desde el comienzo de octubre de 2017, Jagmeet Singh se ha convertido en el líder del Nuevo Partido Democrático (NDP).

Los malos resultados del NDP de Tom Mulcair durante las últimas elecciones provocaron la pérdida de patrocinio del partido y la irrupción de Singh con un apoyo de más del 50% del partido. De origen indio, el joven canadiense había cambiado años antes su apellido de casta por Singh con el propósito de criticar la estructura desigual de las castas en la India.

Presentación del candidato demócrata Jagmeet Singh. Fuente: Youtube

Actualmente, Singh está programando una gira de campaña por varias ciudades canadienses para favorecer su visibilidad social y política. Posee características muy similares a Trudeau: los dos son jóvenes, con escaso recorrido en política, defensores de las minorías sociales y étnicas y, sobre todo, atraen la simpatía de la población joven canadiense. El problema reside en la posible evaluación que hagan los ciudadanos en las elecciones de 2019: tendrán que elegir entre un primer ministro que no ha cumplido muchas de las promesas con las que obtuvo la victoria y un nuevo candidato ligado directamente a las minorías étnicas. De hecho, si Singh llegara a ser presidente de Canadá, se convertiría en el primer presidente no blanco del país.

El gran escollo que tiene que resolver son los votantes de Quebec, cuya sociedad apoya mayoritariamente al Partido Liberal pero tiene como competencia al electoralmente ventajoso Bloque Quebequense, todo ello unido a que la sociedad quebequesa tiene un rasgo fuertemente católico, en contraposición al sijismo de Singh. Este carácter religioso se ve reflejado en que hace tan solo unas semanas se prohibiera a todas las mujeres de la provincia de Quebec llevar nicab o burka en la vía pública. No obstante, todavía puede tener esperanzas en la peculiar provincia francófona: Trudeau se muestra reacio respecto a la autodeterminación de Quebec, mientras que Singh defiende el uso del francés y de la cultura propia de la provincia.

Para ampliar: “Entre en federalismo y la independencia: la cuestión nacionalista en Quebec”, Javier Esteban en El Orden Mundial, 2016

Poco a poco, los problemas de Trudeau empiezan a amontonarse unos sobre otros. Llegados al ecuador de su mandato, sería necesaria una evaluación de su gobierno hasta entonces. La prensa internacional y las potencias occidentales apuntan a Canadá como modelo que seguir para otros países. Sin embargo, no son ellos a los que Trudeau tiene que gustar ni son su soporte presidencial; su apoyo depende de la ciudadanía canadiense. Y parece que la ciudadanía está perdiendo la fe en el presidente: su popularidad ha pasado del 58% en noviembre de 2016 al 42% en abril de 2017.

O comienza a desarrollar políticas nacionales que respondan las demandas ciudadanas o su mandato quedará en el olvido. Trudeau tiene dos años para rendir cuentas a sus votantes y no quedar en los libros como el “presidente guay” de Canadá que, internamente, careció de la repercusión política que tuvo su padre.