Millones de preescolares normales y amorosos arman rabietas como una forma de manifestar su frustración y rabia, o para decirle al mundo que ellos también pueden ejercer poder. Esas rabietas pueden evitarse o volverse menos frecuentes al no conceder audiencia al ejecutante, y al no ceder a sus demandas. Aunque usted quiera rendirse o arrastrase bajo la caja registradora más próxima cuando su hijo arma una rabieta en público, sea paciente hasta que termine y elogie su recuperación del control cuando se haya calmado.
Nota: Los gritos comunes y periódicos no son rabietas y deben ser manejados de forma distinta. Busque ayuda profesional si su hijo arma más de dos o tres rabietas por día.
Prevenga el problema
Enseñe a su hijo a manejar la frustración y la ira
Muestre a su hijo cómo los adultos como usted encuentran otras formas para arreglárselas en vez de gritar o llorar. Por ejemplo, cuando se le queme la comida, en vez de arrojar la olla a la basura, diga: “Estoy enojada, mi amor, pero puedo manejarlo. Voy a buscar la forma de arreglar este desastre y cocinar otra cosas para la cena”. Sin tener en cuenta la situación, enseñe a su hijo a buscar soluciones al problema en lugar de enojarse al respecto.
Elogie la capacidad para sobrellevar los problemas
Pesque a su hijo portándose bien. Por ejemplo, elógielo por pedirle ayuda para armar juntos un complicado rompecabezas que lo frustraría si no logra completarlo. Diga:”Me encanta que me pidas ayuda en lugar de enojarte con el rompecabezas”. Ayudarle en forma calmada a su hijo a manejar la frustración y la ira le permite sentirse bien consigo mismo. Lo sorprenderá repitiendo técnicas de solución de problemas cuando sabe que será elogiado por eso. Manifiéstele que entiende su frustración, al decirle: “Sé cómo te sientes cuando las cosas se ponen difíciles, y estoy muy orgullosa de ti por ser capaz de resolver los problemas con calma”.
No permita que el tiempo de juego sea sinónimo de soledad
Preste atención a su hijo cuando juega adecuadamente con sus juguetes; así él no tendrá que recurrir a jugar inadecuadamente para llamar su atención.
No espere una invitación
Si usted observa que se avecinan problemas en el juego de su hijo o a la hora de comer, no deje que se cocinen por mucho tiempo. Si nota que la situación es difícil o frustrante para él, diga:”Apuesto a que esta pieza del rompecabezas va aquí” o “Hagámoslo en esta forma”. Muéstrele cómo funciona el juguete o la forma cómo se come un alimento, y permita que él termine la tarea para que se sienta bien con su disposición a permitir que otros le ayuden.
Resuelva el problema
Qué Hacer
Evite darle importancia a las rabietas de su hijo
No haga nada con, para o a su hijo mientras él esté en plena función. Enséñele que las rabietas no son un camino para llamar su atención o para que se cumplan sus exigencias. Claro ¿pero como no se tiene en cuenta un tornado cuando gira alrededor de una habitación? Aléjese de él mientras dure la rabieta, dele la espalda, enciérrelo en su habitación o enciérrese usted. Si se vuelve destructivo o genera peligro, tanto para él como para lo demás, enciérrelo en un lugar seguro. Ni siquiera le dirija la mirada durante este aislamiento. Aunque es difícil alejarse, ocúpese n otra habitación de la casa o en otra actividad si está en público.
Trate de permanecer firme
A pesar del poder de los gritos y el escándalo de su hijo, asegúrese de conservar el control al permanecer ceñido a la regla. Dígase que es importante para su hijo aprender que no puede tener todo lo que quiera. Su hijo está aprendiendo a ser realista, y usted está aprendiendo a ser consistente y a fijarle los límites para lo aceptable y lo inaceptable.
Permanezca tan calmado como pueda
Dígase:”esto no es gran cosa. Si puedo permanecer controlado, le enseñaré a mi hijo a controlarse. Él trata de enojarme pero no va a lograrlo”. Conservar la calma mientras no hace caso de su rabieta es el mejor modelo para él cuando está enojado.
Elogie a su hijo
Cuando el juego de la rabieta queda reducido a cenizas, elogie inmediatamente a su hijo por recuperar el control, y emprendan unos juegos favoritos juntos o una actividad que no resulte frustrante para ninguno. Diga: “Me alegra que te sientas mejor. Te amo, pero no me gusta que grites”. Si este es el único comentario que usted profiere sobre las rabietas, esa reacción le ayudará a su hijo a entender que lo que usted no tuvo en cuenta fue la rabieta y no a él.
Explique los cambios en las reglas
Si usted y su hijo se encuentran en el centro comercial y él le pide un juguete que antes estuvo prohibido, usted puede cambiar de decisión, pero también tiene que cambiar el mensaje. Diga:”¿Recuerdascuando estuvimos aquí antes y armaste una rabieta? Si te portas amablemente y permaneces junto a mí, decidiré si puedes tener el juguete”. Esto le ayudará a entender que no fue la rabieta lo que le hizo cambiar de decisión; usted le va a comprar el juguete por otra razón. Si quiere, explíquele porqué cambió de decisión, especialmente si incluye un elogio por su buena conducta.
Lo que NO debe hacer
Razonar o explicar durante una rabieta
Tratar de razonar con su hijo DURANTE la rabieta es una pérdida de tiempo. A él no le interesa; se encuentra en medio de un espectáculo donde él es la estrella. Cualquier diálogo en este momento sólo alienta la rabieta porque el niño obtiene la audiencia que desea.
Armar usted una rabieta
Dígase:”¿Porqué debo salirme de casillas? Sé que cuando digo no, lo digo por una razón”. Perder la calma sólo alienta a suhijo a mantener activo el fuego, y le muestra que no necesita aprender a controlarse.
Restarle importancia a su hijo
El hecho de que su hijo posea un humor propenso a las rabietas no significa que es una mala persona. No le diga: “¡Niño malo! ¿No estás avergonzado de ti mismo?”Su niño puede perder el respeto por sí mismo y sentir que no merece lo que quiere.
Evite ser un historiador
No le recuerde a su hijo la rabieta más tarde. Eso sólo le concede más atención a esa conducta e incrementa las oportunidades para armar otra rabieta, sólo para volver a ser el centro de su conversación.
Cobrarle a su hijo las rabietas
No tener nada que hacer con él después de la rabieta, solo incita al niño a armar más rabietas para ganar su atención. No le envíe mensajes que lo lleven a pensar que no es amado o que es indeseado por el comportamiento que tuvo.
La hora de la Rabieta
Daniel y Luisa Delgado estaban preocupados por su hija de dos años, Amanda, quien sufría un ataque de “rabietitis” cada vez que le negaban una galleta cuando la pedía antes de la cena. Cuando los padres decían “No”, ella decía “¡Sí!” y halaba la manga del pantalón de su padre, antes de saltar en el piso de la cocina hasta que los consternados padres quedaban tan exhaustos que se rendían.
En medio de su frustración, los Delgado pensaron que tal vez estaban actuando mal. ¿Era tan terriblemente malo decir no a las peticiones de Amanda? Finalmente, sucedió que las rabietas de Amanta se volvieron más frecuentes cada vez que le decían que no. También notaron que rendirse ante el incontrolable deseo de la niña por la galleta antes de la cena sólo alentaba su mal comportamiento.
LA siguiente ocasión en que Amanda armó una rabieta, ellos estaban listo con otra estrategia. En vez de decir “No”, Luisa dijo fríamente: “Amanda, sé que quieres una galleta, pero no la tendrás hasta que te portes bien y termines la cena”.
La niña no detuvo su rabieta, pero sus padres simplemente se alejaron, dejándola sin espectadores para su gran actuación. Aunque resultaba duro permanecer lejos de los berridos de su niña, los Delgado esperaron hasta que su hija se calmara antes de volver a la cocina. Sin recibir atención física o verbal alguna, Amanda finalmente dejó de dar aullidos y esperó para ver sis sus adres CUMPLÍAN LO QUE PROMETIERON.
Su padre volvió, luciendo una sonrisa, y dijo:”Amanda, sé que quieres esa galleta ya mismo, pero cuando hayas cenado y estemos listo para el postre, entonces podrás tener tu galleta. Me alegra que no grites ni llores ahora. Es muy bueno ver cómo te controlas a ti misma”. Amanda cenó con calma y, como le fue PROMETIDO, recibió una galleta.
Los Delgado se felicitaron a sí mismos más tarde por el autocontrol que mostraron al no rendirse ante la rabieta de su hija. Aunque después se vieron tentados a rendirse, siguieron alejándose de la niña cuando armaba sus rabietas, y la elogiaban cada vez que reaccionaba con calma cuando se le negaba algo. La frecuencia de las rabietas disminuyó hasta el punto en que Amanda sólo gritaba de vez en cuando si se veía frustrada, pero dejó de armar las explosivas escenaslas que estaba acostumbrada.