Coger una rabieta no es sinónimo de ser un niño maleducado o problemático: todos los niños pillan una rabieta alguna vez. Surgen cuando los desborda una emoción negativa y no logran expresarla o no se les entiende. Un ejemplo: estás ocupándote de tu hijo pequeño, y el mayor quiere jugar contigo a las cartas. Entonces, se siente frustrado, se enfada y empieza a lloriquear.
Como no puedes dejar al bebé para jugar con él, su frustración y su descontento se desbocan: grita, solloza y hasta patalea... A ti te corresponde enseñarle, poco a poco, a «parar la máquina» antes de llegar a este extremo de irritación y hacerle comprender que el problema no es sentirse enfadado o herido, sino dejarse llevar por la propia violencia interior.
Cómo calmar una rabieta infantil
De nada sirve ordenarle que se tranquilice cuando está en plena crisis: el niño no domina la cólera que le desborda. Gritar tampoco funciona. ¡Y ni pensar en darle un azote! Entonces, ¿qué hacer? Pues intentar explicarle con sencillez lo que le está ocurriendo (que es algo que no comprende): «Te has enfadado porque estoy con tu hermanito y tú quieres que juegue contigo. Tienes razón, es normal que te enfades».
Además, conviene contenerlo físicamente: abrazarlo con ternura, pero con firmeza: «No puedo dejar que te hagas daño, ni que me lo hagas a mí». Con el tiempo, aprenderá a reconocer su enfado cuando surja y a explicarlo con palabras en lugar de dejarse invadir. Y asimilará el hecho de que dejarse llevar por la violencia no es bueno ni tolerable.
Leer cuentos al niño para superar rabietas en los niños
El objetivo es que llegue cada vez con menos frecuencia a la fase de la crisis. Los padres deberán estar atentos a lo que el niño vive y siente en el día a día: sólo así podrán entender mejor sus emociones, transmitirle el vocabulario preciso para verbalizarlas y animarlo a explicar lo que no va bien: «Ya veo que estás de mal humor. En vez de llorar, dime por qué».
Un recurso útil para enseñarle a comprenderse mejor y a familiarizarse con sus emociones es leerle cuentos: la ficción le permite vivir pataletas a través de ciertos personajes con los que se identifica fácilmente, así como desahogarse en el contexto de la fantasía sin necesidad de «pasar a la acción».
Antídotos contra las pataletas infantiles
Los mejors antídotos: aire libre y relajación. Cuantas más oportunidades tiene un niño de moverse a sus anchas y de liberar las tensiones acumuladas a lo largo del día, menor es el riesgo de que cualquier pequeña contrariedad pueda desembocar en una rabieta. Por lo tanto, antes de volver a casa, hay que procurar pasar por el parque media horita para que corra, grite y salte. También un buen baño tiene efectos relajantes. ¿Y por qué no enseñarle a relajarse mediante el control de la respiración? Túmbate con él en el suelo y respirad dilatando y contrayendo el vientre mientras oís una música suave. O haz con él los ejercicios que se proponen cada mes en esta sección de la revista.
Los arrebatos de furia no son sólo cosa de niños
También los padres perdemos los nervios. Presenciar la pérdida de control del adulto impresiona al niño: un referente fundamental para él se tambalea. Si ya ha pasado, no podemos actuar como si nada. ¿Hay que disculparse? Pues contrariamente a lo que se pueda creer, no es lo primordial. Es más útil preguntar al niño qué ha sentido: «¿Qué has pensado cuando me has visto tan enfadado?». Si el niño nos responde: «Creía que ya no me querías», podremos tranquilizarle rápidamente. De no ser así, corremos el riesgo de que se guarde este temor, que no desaparecerá por mucho que nos disculpemos.