La extrema fragilidad de las relaciones entre Roma y los longobardos desde finales del siglo VI y a lo largo del siglo VII explica porqué quienes se ocupan de este tema se concentran generalmente en el pleno siglo VIII.
Para Gasparri el siglo VII marcaría por tanto la fase “misionera” de las relaciones entre Roma y los longobardos, intermedia entre el impacto inicial -puramente bélico- con una estirpe bárbara carente, para los romanos, de características dignas de mención y de jefes, y cuyo único lenguaje era el botín, y la fase “política” del siglo VIII. Sin embargo, es necesario insistir que el cuadro dibujado por Bognetti debe ser radicalmente redimensionado, puesto que su fundamento en las fuentes resulta muy débil18.LEER MÁS »