Las razones del corazón, de Arturo Ripstein 10/09/2013
Posted by María Bertoni in Cine.trackback
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La presentación de este largometraje es interesante por dos razones fundamentales: la oportunidad de reencuentro con la reconocida dupla de realizadores mexicanos y la invitación, por un lado, a asistir a una versión libre de Madame Bovary y, por otro lado, a reflexionar sobre la vigencia de la novela que Gustave Flaubert publicó más de siglo y medio atrás.
En esta entrevista concedida a Página/12, Garciadiego (que viajó a nuestro país para dictar una masterclass y de paso acompañar el estreno) confiesa detestar a la decimonónica Emma porque la considera una imbécil. Seguro esta mirada despectiva inspiró la caracterización de la Emilia que protagoniza el largometraje, y que algunos espectadores encontramos tan unidimensional como la opinión de la guionista y como la personalidad estereotipada que las telenovelas suelen asignarles a sus heroínas y villanas.
De hecho, este mismo público rechina los dientes ante la ocurrencia de trasladar la historia de la pequeño-burguesa normanda a un presente cuya recreación retoma tres elementos de los melodramas catódicos de los años ’70: imagen en blanco y negro, interiores de decoración artificiosa, actuaciones excesivamente marcadas. Si no fuera por la presencia de una pantalla LCD en el living del hogar y por la referencia a tarjetas de crédito y a Internet, más de un espectador creerá estar ante una vieja soap opera mexicana.
Desde una perspectiva opuesta a la de la opinión especializada, Las razones del corazón vale menos por sus presuntas cualidades que por la discusión que suelen provocar las adaptaciones cinematográficas de obras literarias. En este caso algunos lamentamos la suerte de jibarización que Ripstein y su guionista practicaron sobre la criatura (¿el alter ego?) de Flaubert.
Sin duda, la sociedad occidental sigue engendrando Emmas Bovaríes (con perdón del plural) en pleno siglo XXI. De ahí el interés en la original invitación a imaginar este prototipo de mujer en el contexto actual. De ahí la eventual desilusión ante un intento tan mezquino y poco prometedor como la reducción de un personaje minuciosamente elaborado a la categoría de imbécil.
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