Felipe González, ex presidente del gobierno español, sorprendió hace pocos días a su audiencia, cuando pronunciaba una conferencia en Sevilla, al afirmar que "lo que va a ser noticia dentro de cuatro meses ya está hoy en las redes sociales".
Edward Snowden, el espía que puso patas arribas el espionaje norteamericano con sus revelaciones sobre violación de la intimidad de los aliados y de los jefes de Estado y gobiernos, está hoy considerado por Estados Unidos como su mayor enemigo y está siendo aprovechado por Rusia, donde Snowden reside, como un as en la manga para futuras confrontaciones con Washington.
Esa búsqueda frenética de información valiosa en las redes es la que ha impulsado a Estados Unidos a traspasar barreras y fronteras y a violar reglas que preservaban la intimidad de las personas escuchando conversaciones telefónicas, analizando el correo electrónico y escudriñando en las redes sociales de todo el planeta, rompiendo, incluso, las defensas y encriptamientos de protección, lo que le ha generado conflictos con sus aliados.
Pero es que la tarta de los secretos es demasiado apetitosa, hasta el punto de que uno de los principales rasgos que delatan el poder de un país en el mundo es el grosor y la potencia de sus servicios de inteligencia.
Ya en plena guerra fría, la CIA nortemericana contrataba a miles de analistas y lectores especializados para que buscaran secretos e indicios en la prensa diaria y en los libros. Aquello respondía a lo que un día declaró John Foster Dolles, el que fuera secretario de Estado norteamericano: la información mas ansiada por los espías está escrita en la prensa diaria; sólo hay que saber descubrirla".
Aquella verdad tiene hoy mas vigencia que nunca. Los expertos pueden descubrir en las redes sociales no sólo el proyecto de atentar con bombas dentro de seis meses, sino el nacimiento de sentimientos de protesta, la gestación de un nuevo partido político y decenas de argumentos y tesis que ponen en peligro la estabilidad mundial y el poder de las castas políticas, que, gracias a su detección temprana, son neutralizados y abortados.
La excusa para penetrar en la intimidad del ciudadano y controlarlo hasta límites que violan los derechos básicos es la "seguridad" y la prevención de delitos terroristas, pero los expertos creen que es una excusa burda e insolvente, ya que el terrorismo es un fenómeno sumamente elitista que es ajeno al 99.9 por ciento de la población espiada y violada por los estados.
Lo que el espionaje consigue espiando la intimidad es miedo e indefensión del ciudadano frente a los aparatos del Estado, un fenómeno típoco de las tiranías, cuyo verdadero objetivo es neutralizar la protesta cívica y las exigencias populares, no prevenir atentados. Es evidente que el espionaje masivo a los ciudadanos responde a un fenómeno que se hace masivo y que ya es un rasgo perverso de nuestro tiempo: el Estado siente que su verdadero enemigo es el propio ciudadano, no las potencias extranjeras o las fuerzas terroristas internacionales.
En un mundo cada vez mas desarmado éticamente y con un concepto laxo y bastardo de la democracia, no existen barreras para el espionaje de los estados, que ya se atreve a invadir hasta los mas íntimos rincones del ser humano. La única defensa frente a esa invasión es el rearme ético de la sociedad y la derrota en las urnas de los actuales partidos políticos, corrompidos por el tiempo de permanencia en el poder y los privilegios. El mundo necesita una revolución etica, mas que ninguna otra cosa.