Entramos en el siglo XVI; y la riada más importante de este siglo fue al mismo tiempo una de las más considerables, que se tiene noticias, ya que a las 3 de la tarde del día 17 de septiembre de 1517, llegó el Turia a la ciudad, tan crecido y con tanta fuerza, como nunca nadie había visto. En poco más de una hora, derribó los puentes del Portal Nuevo (San José), de los Serranos y del Real, y gran parte de los antepechos de los puentes de La Trinidad y del Mar. Las aguas penetraron en la ciudad, llegando a la Mancebía, mientras por el margen izquierdo, penetraron en el convento de la Zaidia y al convento de La Trinidad, cuyas monjas tuvieron que trasladarse al Palacio Arzobispal, algo que también hicieron las monjas de San Julián, al ver como las aguas inundaban el camino de Murviedro, donde derribaron 120 casas y se cobraron más de 100 muertos. Ante tamaña catástrofe, el Cabildo de la Catedral, hizo salir en procesión el Corpus Domini, junto al Lignum Crucis, a los portales.
El 3 de octubre de 1517, los Jurados, dirigieron una carta al rey don Carlos I, dándole la bienvenida —puesto que había desembarcado en Villaviciosa, el día 19 del mes anterior—, al tiempo que le comunicaban el tamaño infortunio sufrido por la ciudad. Mientras tanto los Diputados de la Generalidad del Reino de Valencia, aprobaron dotar a la ciudad con 40.000 sueldos, que habrían de destinarse a reconstruir los puentes derribados, siempre y cuando en las próximas Cortesaprobaran dicha subvención y los dineros fueran restituidos. Cosa que fue aprobado el 23 de octubre.
Tras esta riada de 1517, habrían de transcurrir veintitrés años de tranquilidad. Pero el día 5 de octubre de 1540, llegó el río tan caudaloso, que se salió de su cauce, causando graves daños en las alquerías y molinos cercanos a la capital, llevándose la madera depositada en la Rambla (sector del río comprendido entre el camino de Murviedro —hoy calle Sagunto—, y la partida de Algirós. De nuevo se sacó en procesión el Lignum Cristi, hasta el puente de La Trinidad, dejando de subir las aguas, y comenzando a decrecer.
De nuevo un pequeño periodo de tranquilidad, roto el 19 de marzo de 1546, cuando llegó otra riada que afecto al convento de Nuestra Señora del Remedioque, como su nombre indica estaba situado en el Plá del Remei o Llano del Remedio, donde formaría la avenida de Navarro Reverter.
De escasa importancia fue la riada de 1555, salvo porque destruyó un embarcadero que había en el Grau, cuya concesión tenía don Honorato Juan, señor de Tous. Circunstancia que fue aprovechada por la Ciudad para recabar su derecho, sobre dicho embarcadero, cosa que consiguió, tras un largo pleito, y una indemnización a don Honorato.
El 31 de octubre de 1577, volvió de nuevo a desbocarse el Turia, en una riada más caudalosa que la del año 1517, aunque, por suerte, causó menos daños.
Transcurren casi cuatro años, sin que el río de muestras de su poder de destrucción, hasta que, a mediados de septiembre de 1581, comenzó a llover intensamente. El día 18, entre las diez y las once de la mañana, se desencadenó un fortísimo temporal de agua, relámpagos y truenos; y a las cinco de la tarde, llegó el río tan crecido como nadie recordaba, pasando por encima del puente del Real. La riada continuó hasta el día 25 de septiembre, y sus efectos se dejaron notar, desgraciadamente, por todo el Reino de Valencia.
Pero no podemos dar por acabado el siglo con las riadas del Turia, ya que el mes de octubre de 1589, de nuevo comenzó a llover, torrencialmente, durante dos días. El día 19 llegó el río tan henchido que destruyó parte de la cerca del huerto del Real, todo el puente del Mar(aún de madera), parte del puente del Real, y un trozo de muralla, desde la puerta del Real, hasta la puerta del Temple
Esta riada de 1589 se puede comparar con la ocurrida el año 1358, por las consecuencias constructivas que tuvieron ambas. El día 20 de agosto, el rey de España don Felipe II, mediante una carta dirigida a los Jurados de la ciudad de Valencia, les conminaba a poner remedio a los desastres que, las constantes riadas del Turia producían en la ciudad. De tal manera, tanto los Jurados como la Fábrica Vella dita de Murs i Valls, se pusieron a buscar las necesarias cantidades de dinero para realizar dichas obras, y como la Generalitat declarara que no podía hacerse cargo de los mismos, no hubo más remedio que aumentar los arbitrios sobre la carne. Con dichos fondos se construyó la puerta y el puente del Real, se dieron por finalizadas las obras de construcción del Puente Nuevo, y se levantaron los diques y pretiles que encauzan el río desde Mislata hasta Monteolivete.
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Ramón Martín