Transcurrida una buena parte del siglo XVIII, con una relativa tranquilidad, cuando el 16 de septiembre de 1731, a las dos y media de la tarde, los que tuvieron ocasión de verlo, se asombraron por la rapidez con que se formó el alud de aguas; las cuales arrastraron todas las maderas almacenadas en el cauce. Corrieron los puentes gran peligro, debido a la velocidad con que la madera chocaba con los puentes. Tal es el caso cuando más de treinta jácenas chocaron al unísono contra el puente del Real. Venía el río tan furioso que, había derribado un buen trozo de la pared de piedra.
Cerca de la torre de Santa Catalina, levantada en la actual confluencia de las calles de Na Jordana y de Guillén de Castro, el río rompió el paredón, inundando el convento del Corpus Christi. A su vez, comenzó a entrare el agua por la puerta de los Serranos, por lo que, el maestro albañil de la Ciudad, tuvo que derribar una parte de la barbacana situada en pretil del río, entre los puentes de los Serranos y de la Trinidad; aunque por el boquete abierto entró el agua, dañando el desaparecido convento de los Trinitarios.
Por la orilla izquierda del cauce, el agua rompió, por dos sitios, la pared que protegía el convento de Zaidía, que fue muy dañado. También sufrió daños considerables, el Hospital del Rey, donde se estropearon medicinas y menaje. Fueron considerables los daños producidos en el convento de La Trinidad y en el colegio de San Pio V
Trinta y cinco años después, el 1 de febrero de 1766 por la noche, las aguas arrancaron la mitad del azud de la acequia de Rovella.
Las autoridades declararon que, la riada dl 21 de octubre de 1776, fue una de las mayores, que había sufrido la ciudad. El pretil junto al puente Nuevo (San José) fue derribado en un buen trozo; y justo en la Zaidía, fue derribado el muro que resguardaba el contrafuerte entre los puentes de los Serranos y de la Trinidad. Casi toda la obra existente junto al puente del Mar cayó al río, teniendo que derribarse el resto para evitar males mayores. El puente fue reparado, concluyéndose la obra en 1782.
Pronto sería probada la resistencia de la reparación, pues la noche del 24 de noviembre de 1783, llegó otra riada que causó grandísimos perjuicios en la Huerta. Las aguas socavaron el paredón correspondiente a la Zaidía, inundando el óvalo de la Alameda y haciendo caer un gran trozo del pretil del puente Nuevo (San José).
Pero no habría de acabar el siglo XVIII, sin que el río Guadalaviar, se hiciera notar, aunque los daños, esta vez, no fueron de consideración. Era el 1 de septiembre de 1800.
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Ramón Martín