Nada de particular ofrecen las avenidas del Turia en las cuatro primeras décadas del siglo XX. Desde antes de 1936, el ancho cauce del Turia, a su paso por la ciudad de Valencia, fue aprovechado para cultivos por personas modestas, que encontraron en ellos una forma de remediar en parte sus necesidades.
Fueron muchas las personas que, debido al trasiego de personal que se había producido entre los años 1936 a 1939, durante la Guerra Civil, careciendo de vivienda, se decidieron a edificarla en el cauce del río, no teniendo en cuenta la tradicional frase valenciana: “A la vora del riu, no faces el niu”. Así las cosas, llegó el 28 d septiembre de 1949. Serían las cinco y media de la tarde, cuando obreros que trabajaban en un molino de Manises, pudieron observar el aumento del nivel de las aguas. Pronto se avisó a la capital valenciana.
A las seis de la tarde, las aguas ya rebasaban en dos palmos el puente que une Manises con Paterna, y derrumbaban numerosas casitas que se encontraban próximas al cauce. En cuando a la ciudad de Valencia, media hora más tarde, las aguas se extendían de parte a parte del cauce, llevándose por delante las carracas que había en el, en la zona de la Pechina.
A las siete y media, la riada se llevó los tramos centrales del Pont de Fusta. Las aguas fueron invadiendo los barrios a su paso, siendo el de Nazaret, el que más sufrió.
Para acabar este siglo XX, y este artículo, tenemos que dedicar un momento a la lectura del artículo que con motivo de la Riada de 1957, escribí para la revista digital Cinco NoticiasA continuación todos los enlaces que conforman esta serie de artículos:
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