Las yemas de muchos árboles, como los sauces o los abedules, ya se han abierto hace dejando ver sus hojas tiernas y nuevas. Las de otras especies, como los robles o las hayas, sobre todo los que habitan en zonas más altas, aún tardarán varias semanas en cubrir sus ramas.
En nuestras latitudes, al contrario que en el trópico, los cambios en el fotoperiodo, que podríamos definir de una forma sencilla como la relación entre horas de luz y horas de oscuridad, son los que desencadenan los cambios fisiológicos que condicionan las distintas fases vitales de la mayoría de los seres vivos (hibernación, reproducción, latencia, etc.). En el caso de las plantas, esa longitud relativa del día y la noche es la que determina el momento de floración.
Pero además de las plantas, muchos animales han cambiado su comportamiento al aumentar las horas de luz diurna. Ya hace varias semanas que muchas aves que han pasado el invierno entre nosotros han regresado a sus lugares de reproducción en el norte de Europa, mientras que otras aún apuran la partida para atiborrarse de alimento para emprender el viaje. Otras muchas, como las cigüeñas o los milanos negros, ya han empezado a llegar desde sus cuarteles de invierno en África y mientras unas ya hace semanas que incuban sus huevos, los otros se afanan en reparar el viejo nido del año pasado, bastante deteriorado después de los últimos temporales.
También se escuchan los cantos de muchos pájaros que ya habíamos olvidado. Vestidos con sus mejores galas, acentores, petirrojos, jilgueros y otros muchos, se encaraman a sus atalayas para llamar la atención de las hembras y demostrarles con su canto que serán buenos padres para sus hijos. Muchas de ellas sólo tendrán una oportunidad para reproducirse y no hay tiempo que perder.
Las hembras de muchos mamíferos han quedado preñadas antes del invierno y con la llegada de la primavera parirán sus crías, coincidiendo con el momento de mayor abundancia de alimento. Las osas han parido a sus desvalidas crías hace mucho tiempo en la oscuridad de su osera, durante el invierno se han alimentado de la leche de su madre y han crecido lo suficiente para salir a ver el mundo. Pronto saldrán a dar sus primeros pasos, siempre acompañadas de sus madres que tras varios meses de ayuno necesitarán comer en abundancia para recuperar las reservas perdidas y seguir produciendo la leche con la que seguirán alimentando a los oseznos durante los meses siguientes.
No hace falta mirar el calendario para darse cuenta del cambio de las estaciones, sólo hay que fijarse en las pistas que nos dan los seres vivos que tenemos a nuestro alrededor.