Las series españolas de 2022: Parte 2

Publicado el 28 marzo 2022 por Enprimerafila
Nuestra nueva incursión en las series españolas estrenadas en las últimas semanas se acerca a ocho producciones que han tenido cierta repercusión en plataformas y televisiones con resultados irregulares. Hay interesantes propuestas como La edad de la ira (Atresmedia, 2022) o Pajares & Cía (Movistar+, 2022), éxitos que no alcanzan el nivel exigible como La unidad (Movistar+, 2020-) y Entrevías (Telecinco, 2022-), series directamente prescindibles como Señor, dame paciencia (Atresmedia, 2022-) o Érase una vez (pero ya no) (Netflix, 2022-) y producciones como Operación Marea Negra (Prime Video, 2022-) que pierden efectividad respecto al relato documental de la misma historia, como el que hace la serie documental Operación Marea Negra. Una travesía suicida (Prime Video, 2022). 

Es un comienzo de año convulso, en el que las audiencias en la televisión tradicional están aumentando respecto a la ficción, incluso en propuestas que ya han tenido una vida en plataformas digitales, como ha vuelto a ocurrir con Alba (Atresmedia, 2021-), después de los buenos resultados de Mentiras (Atresmedia, 2020-). Una tendencia que, aunque no parece que pueda tener demasiada repercusión en los hábitos de consumo tendentes a las plataformas digitales, sí están teniendo una importante repercusión en la renovación de unas televisiones privadas que comienzan a notar el desgaste de fórmulas repetitivas, especialmente en el caso de Mediaset, que lleva varios meses viviendo la peor crisis de audiencias de toda su historia. Una especie de agonía de su formato tradicional para la que Paolo Vasile no parecía haber preparado un plan de emergencia (ahí están por ejemplo las improvisaciones de La Fábrica de la Tele en sus programas del corazón), lo que viene beneficiando desde hace más de seis meses a su principal competidora, Atresmedia, que ha realizado un trabajo de fragmentación y digitalización de su contenido muchos más acertado que Mediaset. También es cierto que el liderazgo de Atresmedia está basado principalmente en dos programas que fueron parte de Mediaset: El hormiguero, que empezó en 2006 en Cuatro, y Pasapalabra, una marca que va más allá de su condición de concurso. Mientras que el sentido contrario no le ha funcionado tan bien a Mediaset, especialmente con la adquisición de la serie Pasión de gavilanes (Telecinco, 2022-), que había sido la telenovela estrella de Antena 3. Mientras se reajustan las programaciones, y sobre todo se buscan nuevos targets de audiencia, las series están actuando de nuevo como tabla de salvación en las franjas nocturnas. Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.

Cuando el gobierno aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005, nuestro país se colocaba a la vanguardia de los derechos sociales en el mundo, ya que solo Holanda, Bélgica y Canadá, que lo aprobó el mismo año, tenían leyes similares. Desde entonces, 29 países han aprobado el matrimonio igualitario, los últimos de ellos Chile, que lo aprobó en diciembre, y Suiza, cuya ley entrará en vigor a partir del 1 de julio de 2022. La novela La edad de la ira (2011, Ed. Espasa Libros), apareció publicada seis años después de aquel avance social, pero denunciaba que la situación de bullying, desprecio y homofobia en los centros educativos no había cambiado demasiado en España. Su autor, Fernando J. López, conocía la problemática desde dentro, porque era profesor de instituto, una figura que parece paralela a la del profesor Álvaro (Eloy Azorín) en la adaptación que han realizado las productoras Big Band Media (The Mediapro Studio) y M&Masficción para Atresmedia, que se ha estrenado en ATRESplayer Premium. La novela, que previamente ha sido llevada al teatro por la compañía La Joven Compañía en el año 2017, cuenta la historia de Marcos (Manu Ríos), un joven que ha matado a su padre y ha dejado malherido a uno de sus cuatro hermanos (en la serie, los hermanos de Marcos se reducen a uno, Ignacio (Carlos Alcaide)). La reconstrucción de los días previos a este parricidio conforman la historia de Marcos, pero también la de sus amigos Sandra (Amaia Aberasturi) y Raúl (Daniel Ibáñez), y revelan la violencia doméstica, la homofobia y la dificultad de ser aceptado y aceptar la propia identidad. La adaptación elimina el personaje del periodista que investiga el suceso, para centrarse exclusivamente en los cuatro personajes principales: Marcos, Sandra, Raúl e Ignacio, dedicando un episodio a contar la historia desde cada uno de los cuatro puntos de vista. Una decisión de los guionistas Juan María Ruiz Córdoba y Lucía Carballal que es asumible desde la perspectiva de convertir un relato adulto en una historia con un enfoque más centrado y dirigido a los adolescentes, pero sí es discutible en cuanto a la emisión semanal que ha decidido Atresmedia. Porque esta estructura fragmentada hubiera funcionado mejor en un formato de emisión completo. 

A pesar de todo, el director de la serie Jesús Rodrigo consigue un relato fluido que ofrece, en realidad, la historia de Marcos desde distintos puntos de vista, pero todos ellos completan la atmósfera de opresión constante en la que vive el personaje, primero en la aceptación de su sexualidad y también en el constante juicio al que es sometido dentro de su familia y dentro de su entorno. Marcos acude regularmente al Cine Doré a ver películas clásicas y se identifica con Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), envuelto en una oscuridad que le impide encontrar un lugar dentro de una sociedad que no acepta versos sueltos. Hay quizás en el relato demasiadas referencias tan evidentes que resultan superfluas, como la lectura de un poema de Federico García Lorca, o la propia figura del profesor de Literatura gay que es un personaje excesivamente discursivo, cuyas frases parecen sentar cátedra constantemente. Pero el retrato que se hace de los protagonistas (aunque la producción audiovisual parezca incapaz de encontrar actores adolescentes para interpretar a personajes adolescentes) es muy certero, especialmente en el caso de Raúl, cuyo episodio (T1E3) muestra la representación precisa de la espontaneidad y la voluntad propia, bien retratada por Daniel Ibáñez. Pero La edad de la ira, con sus defectos, pone sobre la mesa una visión de nuestra sociedad que es incómoda, y lamentablemente demasiado actual. Porque, en estos diecisiete años desde que aquel 1 de julio se aprobó la modificación del Código Civil en materia de Derecho a Contraer Matrimonio los sentimientos homófobos se han recrudecido apoyándose en una cierta relajación de los movimientos de derechos civiles. Y tampoco ha cambiado demasiado la podredumbre de nuestra sociedad, como demuestran las insinuaciones de medios de comunicación sobre el hecho de que el adolescente parricida de Elche, que mató a sus padres y a su hermano el pasado mes de febrero, había leído la novela La edad de la ira como recomendación del Instituto en el que estudiaba. 

Movistar+ ha apostado por La unidad (Movistar+, 2020-)como una de sus series más destacadas, confirmando una tercera temporada incluso antes de que se estrenara la segunda. Y eso a pesar de que otra serie de la plataforma estrenada el mismo año, Antidisturbios (Movistar+, 2020), que consiguió mejores críticas, no consiguió ser renovada. Algunas pistas las dan las declaraciones que han hecho recientemente responsables de Movistar+ respecto a la buena sintonía con la Dirección General de la Policía, que ha permitido disponer de los medios necesarios para el desarrollo de La Unidad. Es decir, se ha sacrificado una serie incómoda para la imagen de la policía en favor de otra que estimula la representación humana de las fuerzas especiales del orden, aunque ésta sea incluso más inverosímil, garantizando así la plena colaboración de la policía española. Otra de las circunstancias curiosas de esta segunda temporada es el sorprendente cambio de productora. La primera temporada fue desarrollada por Vaca Films, productora gallega que ha estado detrás de todas las películas de Dani de la Torre desde su debut con El desconocido (Dani de la Torre, 2015), produciendo también La sombra de la ley (Dani de la Torre, 2018). Pero en una entrevista a finales de 2020 un portavoz de Movistar+ confirmaba que ya no se iba a contar con Vaca Films, justificándose en el hecho de que "le damos mucha importancia a los creadores, por lo que el encargo de producción siempre lo cerraremos con quienes ellos se sientan cómodos para trabajar" (ECD, 21/12/20). Se podía intuir que ya no había una buena relación entre Dani de la Torre y los productores Borja Pena y Emma Lustres, pero la explicación más plausible está en la nueva relación entre el director y Atresmedia, que le produjo su última película, Live is life (Dani de la Torre, 2021) y el nacimiento en 2020 de Buendía Estudios, productora nacida de un acuerdo entre Movistar+ y Atresmedia. 

La segunda temporada de la serie creada por Dani de la Torre y Luis Marini pretende ofrecer más adrenalina que la primera, enfocando a los propios miembros del cuerpo especial antiterrorista como víctimas de los ataques yihadistas. Pero en realidad se distancia poco en cuanto a la construcción de los personajes y los defectos de representación que viene sufriendo desde el principio. Y es cierto que ha ganado en recursos técnicos, pero ha perdido en el desarrollo de la historia, que parece llegar tarde al thriller policial que se está produciendo actualmente. Esto es especialmente perceptible en la representación del mundo árabe, que parece más sacada de las películas post-11S que de un trabajo de investigación que intente darle verosimilitud actual, y especialmente en la descripción de las mujeres. La incorporación de una agente de origen árabe a la Unidad, por ejemplo, es bastante significativa en este sentido. Se trata de un personaje sin apenas arco narrativo, cuya función principal es protagonizar una subtrama de falso culpable y que solo necesita un episodio para caer en los brazos del macho argentino. Por un lado se ofrece una visión crítica de la situación de la mujer en el entorno patriarcal árabe, pero por otro lado se construye un personaje femenino que justamente ocupa esa posición en el equipo policial. A veces se ha comparado a La unidad con la producción francesa Oficina de infiltrados (Canal+, 2015-), sobre todo en cuanto a esa visión de la acción desde el punto de vista de quienes la organizan en el centro de mando, pero en este caso Dani de la Torre pretende situarse en un término medio que no justifica adecuadamente este punto de vista. Hay una cierta búsqueda en los diálogos de la naturalidad, pero ésta parece forzada, sobre todo en las actrices Nathalie Poza y Marian Álvarez, pero éste no parece tanto un problema de interpretación como de dirección. Incluso la propia resolución acaba siendo poco arriesgada, anticlimática en algunos momentos, debido a esos saltos continuos entre diferentes escenarios que no permiten centrar la tensión en el lugar adecuado. La unidad sigue siendo una serie con más fachada que contenido, irregular en su narrativa y fallida en la construcción de personajes. 

Comentábamos en nuestra anterior aproximación a las series españolas de 2022 la curiosa circunstancia que rodeó a la serie Mentiras (Atresmedia, 2020-), convertida en un éxito de audiencia en su emisión lineal a pesar de que ya se había estrenado en la plataforma de Atresmedia hacía dos años, algo parecido a lo que está ocurriendo con Alba (Atresmedia, 2021), otra serie estrenada en 2021 en digital que en sus primeros episodios en lineal mantiene una audiencia que supera el millón y medio de espectadores. Otro acontecimiento destacado en estos primeros meses lo ha protagonizado Entrevías (Telecinco, 2022-), que se ha convertido en la serie revelación de la temporada y casi la única tabla de salvación de una cadena que lleva acumulados más de seis meses de retroceso en audiencias, colocándose por detrás de su más directa rival, Atresmedia. Ni sus habituales programas del corazón, ni el reboot de la telenovela Pasión de gavilanes (Telecinco, 2022), que ha sido el mayor fracaso de lo que llevamos de año, ni siquiera el oportunismo de la guerra de Ucrania con un programa informativo que trataba de recoger los buenos resultados que estaban teniendo los oportunistas especiales de El objetivo en La Sexta, han conseguido frenar este retroceso. Sin embargo, la nueva ficción del guionista David Bermejo y el actor José Coronado, después de Vivir sin permiso (Telecinco, 2018-2020) lo ha logrado, con un inicio que tuvo un 19,7% de share (2.183.000 espectadores) y que ha mantenido una audiencia fiel hasta el 16,2% (1.772.000 espectadores) en el último episodio de la temporada. Una media notable para una serie de ficción en una emisión lineal. Tal es la repercusión de estos datos de audiencia que Telecinco decidió estrenar la "segunda temporada" el 29 de marzo, inmediatamente después del final de la primera, en una estrategia inusual que trata de salvar un mes de marzo que Atresmedia sigue liderando. Pero hay que recordar que la serie ya estaba planteada (y fue rodada) como una historia de 16 episodios, aunque el plan inicial era separar su emisión en dos tandas de ocho capítulos. Es decir, Telecinco simplemente ha decidido volver al planteamiento original, aunque se promocione como una temporada dos. 

Entrevías es un nuevo thriller que lleva la firma principal de David Bermejo, pero también cuenta con la producción de Aitor Gabilondo, responsable de la adaptación de Patria (HBO, 2020), pero también del melodrama plañidero Madres. amor y vida (Prime Video, 2020-), y en cierta manera continúa el enfoque de series como El príncipe (Telecinco, 2014-2016), centrándose en un barrio marginal en el que destaca el retrato de personajes que abrazan el estereotipo pero que consiguen cierto realismo sucio. Tirso Abantos (José Coronado) es un exmilitar hastiado de la situación de degradación que vive su barrio y con mentalidad xenófoba que intenta ayudar a su nieta Irene (Nona Sobo) a mantenerse al margen de las pandillas del barrio, a las que pertenece su novio Nelson (Felipe Londoño). Hay evidentes paralelismos entre Tirso Abantos y el Walt Kowalski de Gran Torino (Clint Eastwood, 2008), también un exmilitar cascarrabias y racista, y en ambas se utiliza el recurso del humor para suavizar los comentarios xenófobos de los personajes. Aunque sea algo inverosímil, es el personaje principal el que sostiene buena parte de una historia que camina por terrenos poco arriesgados, pero que sobre todo conecta bien con la pérdida de fe en el ser humano que tiene el protagonista y con la corrupción, la gentrificación y la falta de futuro que reflejan los barrios de la periferia en las grandes ciudades. También es cierto que la falta de profundidad impide que la serie aborde los aspectos que menos le favorecen para la construcción de la trama criminal, y el retrato del barrio madrileño de Entrevías es necesariamente unidimensional y sesgado, solo para justificar las acciones del protagonista, e incluso la ocupación de pisos, sin que haya ningún tipo de reflexión. Lo que se plantean no son problemáticas sociales, sino que se utilizan las problemáticas sociales para construir una especie de western en el que únicamente vale la venganza personal. La serie funciona por tanto en la epidermis, y solo si se entiende a los personajes como caricaturas, algo que sobre todo parece haber entendido bien Luis Zahera en su histriónica representación del policía corrupto Ezequiel. Entrevías acaba siendo tan efectiva como intrascendente. 

La estrategia de Atresmedia de convertir en series algunas de sus películas de éxito ha tenido resultados desequilibrados. El estreno de Buscando el Norte (Antena 3, 2016), basada en el largometraje Perdiendo el Norte (Nacho G. Velilla, 2015) comenzó sus emisiones con un 20% de share (3.765.000 espectadores) pero fue decayendo progresivamente, algo parecido a lo que ocurrió con Cuerpo de élite (Antena 3, 2018), adaptación de Cuerpo de élite (Joaquín Mazón, 2016), que tuvo un excelente 24,6% de share (4.193.000 espectadores) en su primer episodio pero fue cayendo el interés del público. De hecho, ninguna de estas series ha conseguido afianzarse con más de una temporada. Los intentos continúan, y se anuncian algunas producciones en formato seriado basadas en las primeras películas de dos de los directores más reconocidos del cine español, como Los sin nombre (Jaume Balagueró, 1999), que desarrolla el propio director junto a Pau Freixas; y Tesis (Alejandro Amenábar, 1996), en cuya producción no se ha confirmado aún si participará el realizador, sobre todo tras el descalabro de su primera serie, La Fortuna (Movistar+, 2021). El último intento de Atresmedia por sacar partido de un éxito de taquilla es Señor, dame paciencia (ATRESplayer, 2022-), una producción de Buendía y DLO Producciones, que encabeza el productor José Manuel Lorenzo, y que se basa en la película Señor, dame paciencia (Álvaro Díaz Lorenzo, 2017) que recaudó casi siete millones de euros con más de un millón de espectadores, y que en su emisión en Antena 3 en 2020 logró reunir ante la pantalla a más de dos millones de espectadores. 
La serie no es una secuela, sino que retoma la historia desde el principio en torno a un banquero conservador que se queda viudo y sin trabajo, teniendo que pasar a depender de sus cuatro hijos, cada uno llevando tipos de vida muy diferentes. El único actor que repite de la película original es Jordi Sánchez (Gregorio), mientras que los hijos están ahora interpretados por Norma Ruiz (Sandra), Carol Rovira (Alicia), Adam Jezierski (Goyito) y Félix Gómez (Carlos), y aunque se anunció en principio que Rossy De Palma repetiría como María, la esposa fallecida que se aparece de vez en cuando a Gregorio, finalmente también fue sustituida por Silvia Abril. Pero si hay un cambio en el reparto y en la propia historia, que antes estaba centrada en un viaje que debía compartir toda la familia, en esta ocasión se traza una trama horizontal sobre los intentos del protagonista por retomar su vida laboral mientras va conviviendo con cada uno de sus hijos. Escrita por Benjamín Herranz, guionista de Allí abajo (Antena 3, 2015-2019) y Juan Ramón Ruiz de Somavía, creador de la serie 3 caminos (Prime Video, 2021), el sentido del humor es básico, tratando de abordar problemáticas sociales actuales, pero sin lograr ese reflejo de la sociedad que otras comedias sí consiguen, quedándose en la superficie del tópico y la previsibilidad. Incluso la representación de la pareja homosexual suena a esas españoladas de las que hablaremos más adelante, aunque envuelta en la modernidad de la gestación subrogada. Los actores parecen cómodos en sus papeles, especialmente Jordi Sánchez, asentado en su clásico personaje de cascarrabias conservador que ya desarrolla en La que se avecina (Telecinco/Prime Video, 2007-), pero se trata de caricaturas construidas con poca sutileza, lo que no permite demasiados matices. La estrategia de Atresmedia es parecida a la que ha funcionado sorprendentemente bien con Mentiras (ATRESplayer, 2020-), que se emitió primero en la plataforma premium para, dos años después, llegar a la televisión convencional, y recientemente pasando a formar parte del catálogo de Netflix. Aunque todavía no hay fecha de estreno en la emisión tradicional, está por ver si Señor, dame paciencia logra romper la maldición de las adaptaciones de películas que en su formato seriado no han conseguido despertar el interés del público.  El mexicano Manolo Caro se ha convertido en uno de los destacados directores de contenido latino para la plataforma Netflix, sobre todo tras el éxito de la serie La casa de las flores (Netflix, 2018-2020), que se convirtió en una sorpresa. Tanto es así que en 2019 firmó un acuerdo de exclusividad para desarrollar proyectos solo para la plataforma durante varios años (no se especificó cuántos), un compromiso que le obliga a desarrollar contenidos para Netflix, pero con la posibilidad de dirigir largometrajes para otras productoras. De este acuerdo nacieron las temporadas 2 y 3 de La casa de las flores, además del largometraje La casa de las flores. La película (Manolo Caro, 2021), la miniserie Alguien tiene que morir (Netflix, 2020) y ahora la serie musical Érase una vez (pero ya no) (Netflix, 2022-). Y aunque no ha conseguido revalidar los buenos datos de su primera apuesta para la plataforma, ha tenido cierto seguimiento especialmente en el mercado hispano. Con La casa de las flores, Manolo Caro trasladó al formato que parecía el más idóneo las incursiones en los resortes de la telenovela, pero con una mirada más actual y más queer que había ofrecido en sus primeras películas como No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (Manolo Caro, 2013) y Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando (Manolo Caro, 2015), que además tenían esa reverencia absoluta al cine de Pedro Almodóvar, una de las más evidentes influencias del director. Incluso aportó ese toque especial de culebrón a Perfectos desconocidos (Manolo Caro, 2018), la versión mexicana de la comedia italiana Perfectos desconocidos (Paolo Genovese, 2016), de la que se han hecho adaptaciones en España, Hungría, Corea del Sur, Francia, China, Rusia, incluso este mismo año se estrenan nuevas versiones en Rumanía, República Checa, Egipto y Noruega. 
En Érase una vez (pero ya no), Manolo Caro se entrega completamente al universo kitsch para realizar un ejercicio de subversión parecido al que ha venido haciendo con las telenovelas, pero ahora enfocado al mundo de los cuentos de hadas. La estética es todo lo exagerada que se podía esperar, con un castillo lleno de luces de neón (se rodó principalmente en el Castillo de Guadamur (Toledo)) y una puesta en escena llena de colores primarios que resaltan esta mirada particular del director mexicano. Se intenta realizar una reinvención de los cuentos clásicos, con príncipes, princesas, hadas y brujas pero acaba cayendo en la rutina superficial de una historia que no parece lo más importante, y que trata de sacar partido, sin lograrlo, de las escasas dotes interpretativas de Sebastián Yatra, aunque hay que reconocerle a Manolo Caro buen ojo al elegirle antes de que el cantante colombiano participara en la banda sonora de Encanto (Jared Bush, Byron Howard, Charise Castro Smith, 2021) y actuara en la gala de los Oscar. Dentro de una historia básica, por no decir infantil, hay cierta obsesión por introducir elementos inclusivos tanto en la representación de los personajes como en el lenguaje, con una cierta mirada irónica en ocasiones, pero que acaba resultando recargada. Esta supuesta modernidad no solo es falsa sino también hipócrita, porque se utiliza la inclusividad para seguir estableciendo normas de imagen tradicionales. Es decir, solo los personajes con físico estándar son admitidos en esta inclusión. En la parte musical, la participación de Lucas Vidal, que ya colaboró con Manolo Caro en Alguien tiene que morir, se enfoca en las composiciones originales y sobre todo las adaptaciones de canciones populares de Miguel Bosé, Mónica Naranjo, Alejandro Sanz que podrían ser perfectamente la playlist de un bar de Chueca. Pero el trabajo de Lucas Vidal no es especialmente notable, especialmente en casos como "Yo no soy esa" (1971), un himno feminista que el compositor madrileño envuelve en unos caóticos arreglos orquestales eliminando todo el sentido a la letra profundamente reivindicativa que compuso e interpretó Mari Trini (en realidad, era una versión de la canción "Ce n'est pa moi" que ella misma había compuesto en 1965). No hay brillantez en las coreografías ni en la puesta en escena de los números musicales, como ocurre en otras series que utilizan recursos parecidos como Schmigadoon! (Apple tv+, 2021), sin posibilidad de salvar la propuesta del simple divertimento mamarracho. Tras su incursión en el mundo de la corrupción futbolística con la serie Todo por el juego (Directv, 2018-2019), Daniel Calparsoro regresa a una historia de acción física en Operación Marea Negra (Prime Video, 2022), basada en la historia real del primer narcosubmarino que consiguió detener la Guardia Civil después de atravesar el Atlántico desde Brasil en el año 2019. El thriller es terreno conocido del director catalán responsable de películas como Cien años de perdón (2016), El aviso (2018) y Hasta el cielo (2020), de la que este año se estrenará una continuación en formato serie en Netflix. Pero la dificultad de Operación Marea Negra estriba en que la acción transcurre en su parte central dentro del semisumergible que finalmente fue capturado. El trabajo de dirección se alterna literalmente con Oskar Santos, otro especialista en thrillers que ha dirigido la segunda unidad de series como Hierro (Movistar+, 2019-2021) y La unidad (Movistar+, 2021-). La historia se centra en un ex-boxeador y pescador gallego que se embarca en el mundo del narcotráfico en Galicia para acabar manejando este submarino de transporte de droga, y está contada desde el punto de vista de Nando (Álex González) y su escalada en la delincuencia, a la que se dedican los dos primeros episodios de los cuatro que conforman la serie. Pero da la impresión de que la narración es demasiado precipitada, buscando el momento central, pero también el menos dinámico, que ocupa los dos últimos episodios, y donde se incorpora el punto de vista de la Guardia Civil. Álex González regresa al mundo del boxeo/delincuencia que ya visitó en Segundo asalto (Daniel Cebrián, 2005) y Alacrán enamorado (Santiago A. Zannou, 2013), y hay que reconocer que la faceta macarra de su personaje está bien desarrollada. Pero la serie tiene problemas de equilibrio en su narración, incluso resulta forzada en la introducción de escenas de acción como las que tienen lugar en Brasil, antes de centrarse en la travesía del semisumergible. 
La historia real se nos cuenta con precisión en la serie documental Operación Marea Negra: La travesía suicida (Prime Video, 2022), que estrenó la plataforma dos semanas después que la serie de ficción. Dirigida por Luis Avilés, realizador de la interesante película Retornos (Luis Avilés, 2010), cuenta con la participación de altos mandos de la Guardia Civil y las policías costeras española y portuguesa, así como con entrevistas con dos de los ocupantes del semisumergible que fue detenido, y explica con bastante detalle los pormenores de la operación policial. El incautamiento confirmó los rumores que había sobre la existencia de este tipo de semisumergibles, y el éxito de las fuerzas del orden consistió en localizar este medio de transporte en mitad de su travesía, debido a la dificultad de su localización en el Atlántico. Se echa en falta una aproximación más general a cómo funcionan las organizaciones del narcotráfico en España, aspecto que se menciona solo en el último episodio, remarcando que tanto en Galicia como en Andalucía solo hay infraestructura para organizaciones dedicadas a la logística, que no tienen capacidad para financiar este tipo de travesías. Aunque se trata de una serie documental convencional, más cercana al reportaje, algunos aspectos técnicos incluso mejoran a la serie de ficción, como la música de Sergio Moure para La travesía suicida, mucho más efectiva que la poco convincente partitura de Carlos Jean para Operación Marea Negra. Pero es interesante establecer el paralelismo entre los hechos reales y la narración ficticia, que al menos en el trayecto del semisumergible parece aferrarse a lo que ocurrió realmente, una travesía complicada con tormentas, averías y hasta un peligroso accidente. Pero da la impresión de que ni Oskar Santos, director del Episodio 3, ni Daniel Calparsoro, director del Episodio 4, consiguen extraer del pequeño espacio interior del semisumergible la carga de tensión adecuada, a lo que no ayudan personajes estereotipados y poco realistas (aquí se puede comparar con el relato del documental). Aunque Operación Marea Negra se anunció como una miniserie, y de hecho el relato parece confirmarlo, Prime Video ha anunciado este mes de marzo la producción de una segunda temporada con Daniel Calparsoro, Oskar Santos e Igor Legarreta como directores.

Entre las series documentales sobre personajes destacados de la transición española, como Lola (Movistar+, 2021), Ruiz-Mateos. El primer fenómeno viral (RTVE Play, 2021) o Raphaelismo (Movistar+, 2022), le toca el turno ahora a Andrés Pajares, protagonista de Pajares & CIA (ATRESplayer, 2022) que recorre la carrera artística del actor desde que formó pareja con Fernando Esteso en algunas de las películas más taquilleras del cine español, hasta que cayó en desgracia con sus constantes apariciones en programas del corazón, pasando por su breve y frustrada etapa como actor dramático que le valió un Goya por su trabajo en la película ¡Ay, Carmela! (Carlos Saura, 1990). Escrita y dirigida por Carlos Torres, y producida por Jordi Évole y Ramón Lara, responsables de los programas Salvados (La Sexta, 2009-) y Lo de Évole (La Sexta, 2020-), lo más interesante de la serie es que ofrece un repaso a la evolución cinematográfica en España desde que comenzó la democracia, con la etapa del destape y las denominadas "españoladas" que reflejaban el ansia de libertad que se vivía en el país, aunque esta representación se limitara a historias de tono machista protagonizadas por "españolitos medios" frente a exuberantes mujeres que se quitaban la ropa con cualquier excusa. Pero, como apunta David Trueba, el entrevistado que aporta las ideas más interesantes, "todo estaba ilustrado desde la perspectiva de una derecha conservadora, pero al mismo tiempo tan claramente transparente de la sociedad". Efectivamente, las nueve películas protagonizadas por Pajares/Esteso, desde Los bingueros (Mariano Ozores, 1979) hasta La Lola nos lleva al huerto (Mariano Ozores, 1984) se convirtieron en grandes éxitos de taquilla, y representaron una sociedad patriarcal y machista que utilizaba la representación sexual de la mujer como una forma de liberación. "En los personajes de Pajares y Esteso hay la sublimación del lugar y el país en el que crecieron nuestros abuelos", comenta David Trueba. "Son cosas que nos definen, y hay que verlas como las cuevas de Altamira".  
El auge de estas "españoladas" que aportaron, no obstante, algunos de los nombres más ilustres del cine español como Alfredo Landa, José Sazatornil Saza o José Luis López Vázquez, acabó con la llegada del PSOE al gobierno en 1982 y de Pilar Miró a la Dirección General de Cinematografía, y con la aprobación de ayudas que daban prioridad a las películas "de calidad", dejando a las producciones comerciales abandonadas a su suerte. El periodista Juan Sanguino apunta que fue "una intención un poco paternalista de "reeducar" al público español. La Ley Miró de 1983 funcionó, pero relegó toda una industria de cine de serie B al ostracismo". Pero también es cierto que las películas de Andrés Pajares y Fernando Esteso comenzaban a dar signos de agotamiento entre los espectadores, y la decisiva ley cinematográfica contribuyó al éxito internacional de películas como Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), ganadora del Premio de Interpretación en el Festival de Cannes para Francisco Rabal y Alfredo Landa. Después de separarse de Fernando Esteso como pareja artística, Andrés Pajares tenía más aspiraciones como actor y trabajó en películas como Moros y cristianos (Luis García Berlanga, 1987), recibiendo el Premio Goya por ¡Ay, Carmela! (Carlos Saura, 1990) y el Premio ACE Latino en Nueva York por Bwana (Imanol Uribe, 1996)

Mientras esta evolución del cine español en paralelo con la sociedad es abordada en los tres primeros episodios, los dos siguientes están más centrados en los problemas psicológicos de Andrés Pajares que le llevaron a un infierno alimentado por los medios de comunicación. Hay que alabar en la serie la participación de entrevistados que aportan argumentos interesantes, huyendo de la presencia de personajes populares que no tienen mucho que decir, como ocurre en otras de las series documentales recientes (la única entrevistada que no aporta gran cosa es la youtuber Carolina Iglesias). Pero David Trueba, José Sacristán, Concha Velasco, Antonio Resines, Carmen Maura, María Barranco, Emma Ozores, Fernando Colomo, Javier Cámara, Sara Mora incluso jaime Cantizano y Rosa Villacastín, hablan desde el conocimiento, lo que ofrece aportaciones relevantes. Hay un ritmo, sin embargo, que hace que la serie se acerque más al formato de La Sexta columna (La Sexta, 2012-) y a otros programas informativos de la cadena, lo que le perjudica como una producción con entidad y personalidad propia, pero es un problema habitual en los documentales producidos por periodistas. 

La edad de la ira y Señor, dame paciencia se pueden ver en ATRESplayer Premium. Entrevías se puede ver en Mitele. La unidad y Pajares & CIA se pueden ver en Movistar+. Operación Marea Negra y Operación Marea Negra: La travesía suicida se pueden ver en Prime Video. Érase una vez (pero ya no) se puede ver en Netflix.

Life is live se estrena en cines el 24 de junio.