Las aguas continúan revueltas en el mundo del streaming. La noticia más significativa fue el regreso por sorpresa de Bob Iger a la dirección de The Walt Disney Company para sustituir precisamente al sucesor que él mismo había elegido, Bob Chapek, cuyas formas no contentaron a la parte creativa de la compañía, con enfrentamientos públicos con actrices como Scarlett Johansson cuando denunció que no estaba de acuerdo con el estreno simultáneo en cines y en la plataforma Disney+ de la película Viuda negra (Cate Shortland, 2021), lo que se resolvió con un cheque encima de la mesa. Pero sobre todo tras los malos resultados económicos del tercer trimestre de 2022, a pesar de que Disney ha seguido superando a Netflix en el número total de suscriptores sumando las plataformas Disney+, Hulu y ESPN+, con un total de 235,7 millones, por encima de los 223,1 del gigante rojo. Recordemos que Bob Iger fue el responsable del crecimiento de la productora después de una época de crisis profunda, con adquisiciones importantes como la de 20th Century Fox y la puesta en marcha de la plataforma Disney+, pero también es el responsable de las pésimas adaptaciones en imagen real de las más emblemáticas películas de animación de Walt Disney. En realidad, Bob Iger, que tiene ahora 71 años, nunca llegó a irse del todo, amagó con la jubilación en varias ocasiones, cambiando de opinión después, y no parecía demasiado satisfecho con el trabajo de su sucesor, aunque parte de las decisiones tomadas por Bob Chapek han sido continuistas respecto al camino marcado por aquel. Es más, lo que ha anunciado Bob Iger como su principal eje de dirección para los próximos meses es, a su vez, continuista respecto al de Bob Chapek, como la congelación de contrataciones. Lo que más ha sorprendido es la forma en que éste ha sido destituido a través de un mensaje de texto a los accionistas la misma noche en la que Disney+ transmitía su primer concierto en vivo, Farewell from Dodger Stadium, el último concierto de Elton John en Estados Unidos. Cuando el cantante británico se encamina hacia el camino de baldosas amarillas como despedida, los ejecutivos parecían ver recortarse la figura de Bob Chapek en el multiverso de Walt Disney.
Algunas compañías continúan haciendo ajustes presupuestarios, entre las que se encuentra AMC Networks, que en los últimos días ha despedido a la directora ejecutiva Christina Spade, que solo ha disfrutado del cargo desde el mes de septiembre, mientras ha programado recortes de entre 300 y 400 millones de dólares, lo que ha llevado a cancelar series como Moonhaven (AMC+, 2022), a pesar de que hace cuatro meses fue renovada para una segunda temporada.
Otro de los retos a los que se enfrentan las compañías audiovisuales es la forma en que compaginan los estrenos en salas de cine con sus plataformas de streaming. Los exhibidores ya han conseguido volver a una normalidad previa a la pandemia, pero el gran problema que abordan en la actualidad es la falta de películas de alto perfil que atraiga al público. Mientras en las plataformas se estrenan decenas de producciones cada semana, las salas no encuentran títulos que ofrecer a los espectadores, con algunas excepciones como los éxitos de Top Gun: Maverick (Joseph Kosinski, 2022) o Black Panther: Wakanda Forever (Ryan Coogler, 2022). Resulta especialmente significativo el puente de Acción de Gracias en Estados Unidos, una de las fechas más importantes para la oferta cinematográfica familiar, pero que este año se ha desplomado no tanto por la falta de espectadores sino por la falta de películas. Mientras Netflix estrenaba a regañadientes Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion (Rian Johnson, 2022) a petición de su director, pero en pocos cines y sin dar información sobre la taquilla, Walt Disney apostaba por Mundo extraño (Don Hall, Qui Nguyen, 2022), una película de animación de target difícil de definir, que no obtuvo buenas recaudaciones. La estrategia de Disney está siendo algo caótica en los últimos meses, estrenando títulos familiares como La maldición de las brujas 2 (Anne Fletcher, 2022) o Desencantada: Vuelve Giselle (Adam Shankman, 2022) directamente en streaming y dejando películas más inclasificables como Mundo extraño para los cines. De esta forma, la vencedora en la taquilla durante Acción de Gracias volvió a ser Wakanda Forever, que se llevó la mitad de la recaudación total, mientras que Top Gun: Maverick regresa a las salas antes de que se estrene en las plataformas Paramount+ y SkyShowtime este mes de diciembre. La única esperanza de los exhibidores para estas Navidades es Avatar: El sentido del agua (James Cameron, 2022).
A continuación repasamos las series más destacadas de las que se han estrenado entre octubre y noviembre, y para nuestra próxima crónica mensual hablaremos de algunas de las series que llegarán a España en los próximos meses.
Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas de las series mencionadas y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.Aunque pueda parecer extraño, lo que ha conseguido una serie como ésta a lo largo de sus doce episodios ha sido colocarse a un nivel superior frente al resto de precuelas y secuelas que se han venido estrenando en los últimos años para acercarse como ninguna otra al espíritu de Star Wars (George Lucas, 1977) sin necesidad de utilizar algunos de los elementos más característicos de la saga galáctica. El trabajo de Tony Gilroy y de sus guionistas consigue crear en Andor (Disney+, 2022-) lo que ni El libro de Boba Fett (2021-) ni Obi-Wan Kenobi (Disney+, 2022) han logrado. Pero también es cierto que, a pesar de que se ha convertido en la que mejor recibimiento ha tenido por parte de la crítica entre las series derivadas de Star Wars, no ha despertado un especial interés en los espectadores, que en general parecen haberse mostrado algo distantes. El hecho de que Disney decidiera transmitir los dos primeros episodios en sus canales abiertos y de cable como FX, Hulu, ABC y Freeform durante los festivos de Acción de Gracias, coincidiendo con la transmisión del último episodio en Disney+, es bastante sintomático respecto al rendimiento de una serie a la que desde la compañía parecen querer dar un impulso. Pero, a pesar de las excelentes críticas, Andor no es The Mandalorian (Disney+, 2019-), lo que supone un reto importante para la compañía sobre los sacrificios que está dispuesta a hacer respecto a la audiencia para conseguir el reconocimiento crítico.Andor es la precuela de la pelicula Rogue One. Una historia de Star Wars (Gareth Edwards, 2016) y desarrolla el proceso de transformación del protagonista, Cassian (Diego Luna) dentro del crecimiento de los grupos rebeldes que actúan en contra de un Imperio acomodado que parece sentir que el control que ejerce es irrebatible. Que uno de los principales guionistas de la serie sea Beau Willimon, que proviene de series y películas de marcado carácter político como House of cards (Netflix, 2013-2018), Los Idus de marzo (George Clooney, 2011) y María, reina de Escocia (Josie Rourke, 2018) indica bastante bien cuál era el camino que el creador Tony Gilroy quería seguir. Y este aspecto más "adulto" que consiste en la construcción de un trasfondo de entresijos y maquinaciones dentro del poder establecido es lo que marca la diferencia frente a otras propuestas que solo rascan la superficie de una saga que precisamente se sostenía en la fantasía enmarcada en una representación del poder. Posiblemente el caso más significativo es el arco del personaje del inspector Syril Karn (Kyle Soller) a través de la relación con su madre Eedy Karn (Kathryn Hunter) a partir del episodio The axe forgets (T1E5), que establece también un cierto paralelismo con Cassian y su madre Maarva (Fiona Shaw). La aportación de Dan Gilroy, hermano de Tony y director de la interesante película Nightcrawler (2014), contribuye a reforzar una historia que se sostiene principalmente en el desarrollo de los personajes. Los diferentes arcos narrativos en los que se estructura la serie sirven para construir caracteres como Dedra Meero (Denise Gough), en su profunda fidelidad a un Imperio que parece despreocupado; Luthen Rael (Stella Skarsgård), un personaje que se desdobla en dos personalidades y al que se le brinda un excelente monólogo sobre los sacrificios de la rebelión en No way out (T1E10), posiblemente uno de los mejores episodios que se han estrenado este año; o el interesante desarrollo del personaje de la política Mon Mothma (Genevieve O'Reilly) que aparecía en la serie de animación Star Wars Rebels (Disney+, 2014-2018), quien apoya a la Alianza Rebelde. Es notable también el uso de la música compuesta por Nicholas Britell que se desmarca de los sonidos habituales de la saga galáctica, con la introducción de sintetizadores que tienen un sonoridad a veces de banda sonora de película de los años ochenta, pero al mismo tiempo consigue aportar una épica a las estrategias de los rebeldes. Los directores Toby Haynes, Susanna White y Benjamin Caron coinciden con los arcos narrativos en los que se divide la temporada, pero es el primero, que ha dirigido episodios de series como Doctor Who (BBC, 2005-), Sherlock (BBC, 2010-2017) y Black mirror (Netflix, 2011-) el que consigue resultados especialmente brillantes en el arco que se desarrolla en la prisión imperial Narkina 5. Pero Tony Gilroy renuncia en cierta manera a las escenas de acción espectaculares, aunque él es uno de los responsables de la saga Bourne por ejemplo, para construir una narración más lenta, más centrada en los detalles y menos deudora de los elementos tradicionales de la saga galáctica. Lo que otorga a la serie una personalidad propia, que es precisamente lo que la hace mucho más efectiva como ejercicio independiente, pero al mismo tiempo más cercano al universo de Star Wars. Cuando ya se está produciendo la segunda temporada, Andor se ha convertido en una inesperada propuesta de calidad que nos reconcilia con el entramado de secuelas y precuelas ideado en torno a la saga galáctica, aunque no haya conseguido un respaldo notable por parte del público.
Pero quizás una de las lecturas más destacadas de la temporada, es la posibilidad que ofrece este camino en torno a las relaciones entre Gilead y Canadá de analizar la llamada realpolitik que de alguna manera conecta con el panorama geopolítico actual, en el que las antiguas tensiones se han visto disminuidas por la necesidad de mantener buenas relaciones ante la crisis energética. Y así países condenados por la comunidad internacional como Venezuela, Arabia Saudí o Irán se convierten en aliados improbables hace unos años. De la misma manera, el entramado político que está representado en la figura más destacada de Joseph Lawrence (Bradley Whitford), que trata de mostrar un aperturismo que en realidad conduce al mismo sitio, va desentrañando una progresiva justificación de la opresión, una postura diplomática en la que el país libre se va pareciendo cada vez más al país opresor, en vez de ocurrir lo contrario. Y los refugiados que habían sido recibidos con los brazos abiertos se acaban convirtiendo en apestados a los que nadie quiere. De todas formas, hay una sensación de temporada bisagra en la que no hay grandes avances en la narrativa o la evolución de los personajes, incluso con algunos de ellos como Tía Lydia (Ann Dowd) que pierden protagonismo, aunque si la serie se conecta con la novela Los testamentos, ella es una de las principales narradoras. Y también hay que reconocer que la serie ha perdido algo de esa elegancia visual que encontrábamos en las primeras temporadas, posiblemente por la ausencia en esta ocasión de algunos de los directores más emblemáticos de la serie, como los veteranos pero siempre efectivos Jeremy Podeswa o Mike Barker. Por el contrario, la propia Elisabeth Moss, que debutaba como directora en la temporada anterior, vuelve a dirigir tres episodios, reservándose los más destacados, como son el primero y el último, y otro de los actores principales, Bradley Whitford, se pone detrás de las cámaras en el penúltimo capítulo, Allegiance (T5E9). Entre el resto de directoras encontramos a la española Eva Vives, que debutó en el largometraje con Nina al desnudo (Eva Vives, 2018) y ha dirigido episodios de The affair (Showtime, 2014-2019) y Chicas buenas (Netflix, 2018-2021). Pero en general falta buena parte de esa composición visual impactante en la que el contraste de colores se utiliza de una forma metafórica, que hacía de El cuento de la criada una de las series más elaboradas de la televisión. Es interesante sin embargo la visualización de la libertad que ofrece Canadá como un espacio grisáceo frente al colorido entorno de Gilead, que contrasta con la opresión. Hay una cierta falta de impulso a pesar del tratamiento interesante de algunos aspectos de la trama, pero especialmente en los arcos de June/Serena se transmite una sensación de acomodo que al menos en el episodio final puede llevar hacia terrenos más jugosos en la próxima temporada. A pesar de ello, la serie mantiene todavía una personalidad definida que la sigue convirtiendo en una de las distopías más inquietantes del momento, especialmente cuando refleja aspectos de nuestra propia realidad.
Ya hemos comentado algunos k-dramas que han tenido un notable éxito en Corea del Sur y a nivel internacional, como Woo, una abogada extraordinaria (Netflix, 2022), y en esta ocasión regresamos a las producciones coreanas para acercarnos a uno de los títulos más destacados estrenados en los últimos meses. Las hermanas (Netflix, 2022) consiguió a lo largo de sus emisiones semanales durante el mes de octubre en el canal tvN los índices de audiencia más altos de su franja horaria, mientras que a nivel internacional en Netflix también se ha estrenado con dos episodios cada semana pero sin alcanzar el éxito de series como la anteriormente mencionada. Sin embargo, este proyecto tiene algunas características destacables, como el hecho de ser la primera serie creada por
Jung Seo Kyung (1975, Corea del Sur), habitual colaboradora del director Park Chan-woo en los guiones de películas como Soy un cyborg (2006), Thirst (2009), La doncella (2016) o la espléndida película de próximo estreno Decision to leave (2022). La capacidad de la guionista para construir personajes y tramas complejas se pone de manifiesto en esta serie de doce episodios que, a pesar de su título original, Little women, y de que se anunció como una versión moderna de la novela de Mary Louise Alcott Mujercitas (1869, Ed. Planeta), quizás ha estado inspirada en ella, pero en realidad solo coincide en el hecho de que está protagonizada por tres hermanas, que en la novela son cuatro. Pero no se trata en este caso de un relato sobre adolescentes que afrontan la madurez para convertirse en mujeres. Por el contrario, dos de ellas tienen ya trabajos más o menos estables, aunque sí coincide en la forma en que toma como elemento de confrontación la pobreza frente a la ambición por la riqueza. Cuando a Oh In-joo (Kim Go-eun) se le presenta la oportunidad de disponer de 2 millones de wones (unos 70 millones de dólares) surge el planteamiento principal de la serie, en torno a cómo los personajes reaccionan frente a la posibilidad de cambiar radicalmente de estrato social.En esta trama se involucran las otras dos hermanas, la joven artista Oh In-hye (Park Ji-hu) que está a punto de conseguir una beca a través de la familia del político Park Jae-sang (Uhm Ki-joon), y la periodista Oh In-kyung (Nam Ji-hyun), que está investigando precisamente las actividades poco claras de éste. A lo largo de la temporada se construye un thriller intenso y repleto de giros de guión a veces sorprendentes y otras veces algo más aleatorios dentro de una historia que trata sobre corrupción política, traiciones, asesinatos y estafas internacionales. Y que tiene como eje principal el descubrimiento de una extraña orquídea azul en las escenas del crimen, que la guionista Jung Seo Kyung tomó como inspiración del relato Las cinco semillas de naranja del libro Las aventuras de Sherlock Holmes (1891, Ed. Penguin Clásicos), el único caso en el que no se resuelve del todo el misterio. La capacidad que ha demostrado para entretejer una historia con numerosas ramificaciones sin perder el eje principal es uno de los elementos más destacables de unos episodios que, aunque a veces puedan parecer algo complejos, nunca son aburridos y siempre introducen elementos de sorpresa jugando con habilidad con los cliffhangers y creando un entramado que en cierta manera coloca al final a las hermanas en una situación parecida a la del principio, pero con una consciencia mucho más madurada. Y está especialmente logrado el retrato de tres hermanas que en cierta forma pueden ser vistas como diferentes personalidades de una misma persona, a través de sus dudas, sus malas decisiones o sus propias aciertos. Las hermanas es un thriller contundente que también reflexiona, como algunas de las más populares series y películas provenientes de Corea del Sur, sobre el capitalismo y la obsesión por el dinero, lanzando una mirada hacia los grupos más desfavorecidos de la sociedad coreana.
Babylon Berlin - Temp. 4 ****Movistar+, 19 de octubre-4 de eneroCreada por Henk Handloegten, Tom Tykwer, Achim von BorriesDirigida por Henk Handloegten, Tom Tykwer, Achim von BorriesComo la serie europea más cara de la historia, Babylon Berlin (Movistar+, 2017-) ha conseguido convertirse en uno de las producciones más suntuosas de la actualidad, a través de su retrato de la República de Weimar en Alemania, la etapa democrática previa al auge del nazismo. La serie adapta en sus dos primeras temporadas la novela Sombras sobre Berlín (2008, Ed. B de Bolsillo), primera de las que el escritor Volker Kutscher ha dedicado a retratar el final de la etapa Weimar y el comienzo del nacionalsocialismo, a través de la figura del comisario Gereon Rath, cuya novena entrega, Transatlantik (2022) se ha publicado este mismo año. La tercera temporada adapta la segunda novela, Muerte en Berlín (2009, Ed. Ediciones B) y esta cuarta temporada se basa en el tercer caso del comisario, Un gángster en Berlín (2010, Ed. Ediciones B), desarrollándose un año después del final de la anterior, en la víspera del Año Nuevo 1930/1931, abordando la crisis económica que provocó el descontento de los alemanes y con ello el aumento de los conflictos sociales y el auge del nacionalsocialismo. Mientras que las primeras temporadas la serie mostraba un Berlín fastuoso, alegre y centrado en la música, que la hacían parecerse a una especie de Cotton Club (Francis Ford Coppola, 1984), las dos siguientes adquieren una tonalidad más oscura y seria, aunque esta cuarta temporada recupera parte del espíritu musical de las primeras, a través de uno de los famosos maratones de baile que se celebraban en los clubes de Berlín. Los temas de swing están interpretados por Moka Efti Orchestra, una big band creada para la serie cuyo nombre proviene de dos clubes que funcionaron en Berlín en los años 20 y 30, y que se ha independizado como una formación musical autónoma que actualmente se encuentra en una gira de conciertos por Europa. Hay una interesante evolución en una serie que ha ido desarrollándose a través de un retrato de la época en el que se mezclan los hechos históricos con la ficción, y que adquiere un tono diferente en una excelente cuarta temporada en la que algunas tramas quedan algo aisladas, pero que en conjunto sigue siendo una magnífica muestra de género noir perfectamente elaborada por sus guionistas y directores, Henk Handloegten, Tom Tykwer y Achim von Borries. Pero también se aparta de la novela original en el desarrollo de algunos personajes como Elizabeth Behnke (Fritzi Haberlandt), aunque quizás es esta una de las subtramas que no encajan del todo con el resto de la historia. Al comienzo de la temporada tiene especial protagonismo Toni (Irene Böhm), la hermana de Charlotte Ritter (Liv Lisa Fries), mientras esta última mantiene una cierta distancia con el comisario Gereon Rath (Volker Bruch) porque ha comenzado a involucrarse en las SA, una organización paramilitar desvinculada del Partido Nazi, a la que se la conocía como los "camisas pardas" porque llevaban uniformes marrones para diferenciarse de los uniformes negros de las SS, e incluso en muchas ocasiones se enfrentaron entre sí, como se muestra en la serie. Esta organización nacionalsocialista llevó a cabo actos de violencia callejera bajo el lema "Solo se puede acabar con el terror mediante el terror", y aunque jugó un papel fundamental para el ascenso de Adolf Hitler al poder, fue desarticulada en 1934. Babylon Berlin continúa su propuesta de género negro a través de los personajes protagonistas, pero con un trasfondo más político. Y mantiene una mirada muy cinematográfica que en la tercera temporada se centraba en el desarrollo del cine expresionista, y que en esta ocasión conecta más con el cine negro norteamericano a través de la figura de un gángster judío norteamericano, Abraham "Abe" Goldstein (Mark Ivanir), que llega a Berlín en busca de una conocida joya, y que sirve a los cineastas para introducir referencias al cine clásico, pero también para enfocar parte de la historia en el entorno de la vida judía en la ciudad. Es cierto que esta cuarta temporada puede resultar algo confusa en su parte central, y el hecho de que, como ocurriera en la anterior, esté compuesta por doce episodios frente a los ocho de las dos primeras temporadas en ocasiones no juega a su favor. Pero le permite enfocarse más en los personajes y desarrollar algunas tramas interesantes, como la que protagonizan el aristócrata Alfred Nyssen (Lars Eidinger) y su esposa Helga (Hannah Herzsprung), que explora las relaciones de la clase alta berlinesa con la militarización de la sociedad alemana a través de la venta de armas. Babylon Berlin se revela así como una serie que consigue mezclar con eficacia una envoltura de cine negro con una lectura que es ahora más política. Y aborda sin prejuicios la representación del progresivo crecimiento de un nacionalsocialismo que se apoyaba en el descontento de la sociedad alemana, lo que la conecta con el auge de los populismos de extrema derecha que se viene produciendo en Europa en los últimos años. Con un final algo desconcertante, y ciertamente llamativo de cara a una muy posible quinta temporada, sigue siendo una de las series europeas más espectaculares, cuya filosofía no obstante se asienta en la vitalidad de sus números musicales.
El presidente. El juego de la corrupción es una producción de la empresa francesa Gaumont y Amazon Studios, y está producida por el conocido director Pablo Larraín y su hermano Juan de Dios Larraín, que administra una de las productoras más importantes de Chile. Esta segunda temporada utiliza al protagonista para describir la evolución del fútbol brasileño en el panorama internacional, con la figura de Pelé (Demetrio Nascimento Alves) como uno de los instrumentos que utilizó João Havelange para ganarse la confianza de los países africanos, con cuyos votos logró llegar a la presidencia. Y se centra especialmente en el polémico Mundial de 1978 en Argentina, que el brasileño quería celebrar a toda costa, a pesar de la dictadura militar hasta llegar al desenlace en el Mundial de 1982 en España, donde según la serie comenzó el modelo de corrupción que se mantendría bajo su mandato y el de Joseph Blatter (Manuel Ossenkopf). La segunda temporada refuerza el tono satírico utilizando el humor cínico como principal herramienta para ser incisivo en la crítica a la gestión de la FIFA, no solo la de Havelange, sino que prácticamente retrata a los europeos como burgueses acomodados. Pero esta exageración en el tono satírico juega en contra de la credibilidad de la historia que cuenta, que se convierte en una especie de fantasía surrealista menos verosímil que la primera temporada, en la que también había un humor incisivo pero en situaciones mucho más realistas. En este sentido, el personaje de João Havelange, al que interpreta en una sorprendente transformación física el actor portugués Albano Jerónimo, acaba siendo una caricatura que, no obstante, ha provocado las críticas de sus descendendientes reales por el retrato que se hace de él, especialmente su buena sintonía con las juntas militares de Brasil y Argentina.
La segunda temporada también juega con la metanarrativa a través del narrador Sergio Jadue, que no solo se limita a aclarar algunas de las tramas, sino que se incorpora como un personaje más a la historia, incluso interviniendo en ella, especialmente con el personaje de Vitoria Havelange (Polliana Alexio) con el que se implica emocionalmente. Las apariciones de Sergio Jadue, enriquecidas por la excelente vis cómica del actor chileno Andrés Parra, al que hemos visto en películas como La odisea de Giles (Sebastián Borensztein, 2019), son divertidas a través de sus vicisitudes que le llevan incluso a ponerse en huelga en uno de los episodios para presionar a la productora de la serie, pero a veces pueden llegar a estorbar en el desarrollo de la historia, sobre todo en los episodios finales. El presidente. El juego de la corrupción funciona como una sátira equilibrada que cuenta en tono de comedia lo mismo que podemos ver en otras series documentales como la que comentamos a continuación.
Pero el principal protagonista de la serie es Joseph Blatter, el sucesor de Havelange que se mantuvo en la presidencia de la FIFA desde 1998 hasta 2015, año en el que, a pesar de las investigaciones y las detenciones del FBI a buena parte de los miembros de su Comité ejecutivo, fue reelegido como presidente, aunque dimitió pocos días después y posteriormente fue inhabilitado por 8 años. Durante su mandato se produjeron los mayores casos de corrupción que se destaparon en 2015, no está claro si como venganza del gobierno norteamericano por haber perdido en 2011 la elección del Mundial de 2022 a favor de Catar. Pero si Estados Unidos hubiera conseguido ser sede del Mundial, cabe la duda de si se hubieran puesto en marcha las investigaciones en torno a la corrupción en la FIFA. A lo largo de la serie queda claro que ésta ha sido (y posiblemente siga siendo) una organización que se sostiene en la corrupción, comparada con la mafia por parte de algunos agentes del FBI que participaron en las investigaciones. Nombres como Horst Dassler, el dueño de Adidas, implicado en sobornos en el Mundial de España 1982, Chuck Blazer, que se convirtió en soplón del FBI para no ir a la cárcel o Jack Warner, presidente de la Concacaf, que aún está en busca y captura, forman parte de un conglomerado de favores que promovieron la corrupción. Cuando en un Congreso los miembros del Comité Ejecutivo recibieron pagos del catarí Mohammed bin Hamman, que disputó la presidencia a Sepp Blatter, en una grabación se afirma que no pasa nada por aceptarlos, pero que si alguien quiere devolver el dinero puede hacerlo, asumiendo el soborno como una estrategia habitual para conseguir votos. La serie sin embargo pierde la oportunidad de profundizar en algunos momentos, como en una entrevista a Sepp Blatter demasiado indulgente que no hace preguntas incómodas, o dejando fuera del relato nombres destacados en el entramado de corrupción como el chileno Julio Grondona, mano derecha de Blatter, sobre el que Pablo Larraín y Armando Bó realizaron la primera temporada de la serie El presidente (Prime Video, 2020). La conclusión es pesimista, como afirma Guido Tognoni, ex-director de medios: "Si la pregunta es si la FIFA puede librarse de la corrupción, debería preguntarse si el mundo se puede librar de la corrupción. Tal y como está estructurado ahora, es imposible".
La aparición de un extraño barco dado por desaparecido que no por casualidad lleva el nombre de Prometheus provoca una serie de acontecimientos extraños y, sobre todo, una confrontación entre las diferentes clases sociales que viajan en el Kerberos. Como en otras creaciones de sus autores, 1899 es una combinación perfecta de ciencia-ficción y terror que proporciona también un profundo contenido filosófico en el que la percepción del tiempo y la realidad cobran una especial relevancia. En este caso, la idea principal tiene relación con la forma en que lo real es interpretado, de forma que a lo largo de la primera parte de la serie lo que vemos está siempre en función de la perspectiva de cada uno de los personajes, pero sobre todo de Maura Franklin (Emily Beecham). Y para cuando se revela parte del significado de la historia, ya ha habido algunas claras referencias al Mito de la caverna de Platón, una alegoría que muestra cómo unos individuos encadenados en el interior de una cueva solo perciben la realidad a través de las sombras que se reflejan en las paredes. Y de qué forma el filósofo guía a los prisioneros hacia el conocimiento liberándoles de sus cadenas y llevándoles hasta la verdad, aunque éstos se sintieran cómodos en su ignorancia.
La utilización de un año significativo como 1899 que marcaba la llegada de un nuevo siglo, la industrialización y las migraciones masivas conecta con realidades actuales como la crisis de los refugiados en los años 2015 y 2016, en los que Jantje Friese y Baran do Obar escribieron el primer borrador de la historia. pero también tiene un significado misterioso, como explicaban en una entrevista reciente: "Hemos escuchado a personas decir que es el momento perfecto porque los problemas de 1899 están muy presentes hoy. Pero claro, el número también es muy mágico. Puedes hacer muchas cosas con él. Uno más ocho es nueve. Así que tienes 999. Si le das la vuelta, es 666, el número de la bestia." (Hollywood Reporter, 16/11/2022). Pero precisamente el hecho de que la idea principal se iniciara en 2016 también levanta sospechas sobre una acusación de plagio que se ha hecho pública por parte de la autora Mary Cagnin (1990, Brasil) en torno a las similitudes con su cómic Black silence (2016): "Todo está ahí: la pirámide negra, las muertes dentro de la nave, la tripulación multinacional, las cosas aparentemente extrañas e inexplicables, los símbolos en los ojos, códigos, las voces que los llaman. Detalles sutiles de la trama, como los dramas personales de los personajes, incluidas sus misteriosas muertes", escribió en su perfil de twitter que actualmente ya no está disponible. Los creadores de 1899 han negado tajantemente el plagio, aunque la controversia podría acabar en los tribunales.Esta segunda temporada utiliza el formato de interrogatorio e incluye también la aparición del protagonista de la primera en el episodio La prisión (T2E4). Asimismo repiten algunos de los actores de la anterior temporada, pero se incorporan otros nombres conocidos del cine nórdico, como el danés de origen iraquí Dar Salim, o la actriz sueca Pernilla August. Hay una cierta apertura en la puesta en escena, que esta vez sale al exterior o tiene lugar en espacios que están en movimiento, como el episodio El tren (T2E7), protagonizado Pernilla August junto a Trine Dyrholm, que nos permite disfrutar de dos grandes actrices, enfrentándose con un diálogo que establece la tensión principal a través de las palabras. Una de las virtudes de la serie es la de poder centrarse en las interpretaciones y en la puesta en escena utilizando escenarios únicos que sirven como reflejo del descubrimiento progresivo de los entresijos de la trama principal. Renovada por la productora Viaplay para una tercera y última temporada, ésta tendrá como protagonista al personaje del magnate Holger Lang (Lars Mikkelsen) que aparecía en el episodio El hipódromo (T1E6) de la primera temporada, y que había financiado el proyecto blacknet en el que trabajaba Christina Rsamunssen, aunque no sabemos si la historia tiene conexión con esta trama. La serie ha tenido también un remake inglés estrenado recientemente en España como Caza al culpable (Movistar+, 2022-), que está protagonizado por Joe Nesbitt y un plantel de actores ingleses reconocidos como Richard E. Grant y Joely Richardson, para la que se ya se ha anunciado una segunda temporada, pero que no consigue alcanzar el grado de tensión y habilidad narrativa de la original danesa.
De hecho, la propia serie funciona como un producto de marketing de los inversores, cuya popularidad y capacidad para promocionar al equipo permitió conseguir patrocinadores de ámbito global como Tik Tok y Expedia. Hay suficiente espacio en la serie para dar visibilidad a estos patrocinadores, incluso mezclando la ironía con el product placement en el episodio A Hollywood distraction (T1E14) que es una especie de broma consciente sobre las posibles críticas al emplazamiento publicitario, incluyendo directamente spots de empresas como 1Password o Mint Mobile, de la que es inversor Ryan Reynolds. Así que esta serie documental funciona como proyecto audiovisual pero sobre todo como gran estrategia publicitaria. Sin embargo, desde el punto de vista narrativo es una interesante crónica, no sabemos hasta qué punto honesta, de las vicisitudes que los nuevos dueños de un club deben afrontar para tratar de conseguir que un equipo que está por debajo de la Liga Nacional, algo así como la 3ª División en Gran Bretaña, al menos tenga la posibilidad de ascender. Y también funciona en dos vertientes distintas: por un lado la propia presencia de los dos actores, siempre salpicada por el sentido del humor, y por otro lado el reflejo del sentido de comunidad que se construye a partir de la afición a un deporte como el fútbol en pequeñas poblaciones. La primera es la parte más entretenida, mientras que la segunda es la más interesante. Porque Welcome to Wrexham resulta especialmente atractiva cuando el equipo de filmación se centra en los habitantes del pueblo, tanto los aficionados como los jugadores, que no son grandes estrellas con millonarios contratos, sino amantes del deporte que tienen que alternar los entrenamientos con un trabajo alternativo.
"En alguna parte de la historia nosotros somos los villanos", reflexiona Rob McElhenney como principal motor de esta apuesta inversora (Ryan Reynolds parece muchas veces una estrella invitada). Esta aceptación de que los aficionados a un club de fútbol pequeño pueden percibirles como tiburones financieros que solo buscan sacar el máximo rendimiento a su inversión, ofrece una mirada más o menos cercana a la honestidad que decíamos antes. Está claro que ninguno de los dos parecen depredadores como Alex Hamilton, un antiguo dueño del club que, como se describe en el episodio Hamilton! (T1E6) compró el equipo en 2002 con la intención de desvalorizarlo tanto que tuviera que clausurarse, y así poder utilizar los terrenos del estadio de fútbol para desarrollo inmobiliario. Quizás este es uno de los episodios más claros en la ambigüedad moral de la propuesta, porque al mismo tiempo que retrata las dificultades por las que ha pasado Wrexham a lo largo de su historia, también aprovecha esta especie de villano para contraponerlo a los nuevos inversores, más interesados en formar parte de la comunidad. También hay episodios innecesarios como Wide World of Wales (T1E7), un divertimento de Rob McElhenney y Ryan Reynolds en el que parodian algunos programas de televisión para mostrar algunos aspectos característicos de Gales, o Wromance (T1E17), una inconsistente reflexión sobre la amistad masculina a través de las teorías de una podcaster. Ciertamente, 18 episodios son muchos episodios, aunque duren poco más de 20 minutos, y la estrategia de Disney+ de estrenarlos semanalmente no juega a favor de mantener el interés en la serie.
Más destacados son los aspectos relacionados con la comunidad, incluso aquellos más negativos. En Hooligans (T1E10) se aborda el complejo tema de los aficionados violentos en los clubes de fútbol, haciendo una retrospectiva sobre cómo la violencia surgida de los hooligans se desarrolló en los años 70 y 80 impulsada por la depresión económica que provocó la reestructuración económica del gobierno de Margaret Thatcher. Y adopta una perspectiva interesante a través de Jonny Taylor, un seguidor del Wrexham que, tras unos altercados violentos, tiene prohibida la entrada al estadio y ni siquiera puede acceder a The Turf Pub los días en los que el equipo juega, ya que es donde se reúnen los aficionados para ver los partidos. Es uno de los mejores episodios, aunque no tiene tiempo para profundizar demasiado. Un poco a la manera de Ted Lasso, el arco principal acompaña al equipo durante la temporada 2021/2022 para comprobar si es capaz de romper la mala suerte y ascender de categoría, con las decisiones difíciles que conlleva, especialmente cuando durante el mercado de fichajes de mitad de temporada Rob McElhenney y Ryan Reynolds deben aprobar la compra y venta de jugadores, como se refleja en Sack the gaffer (T1E11), pero sobre todo la serie brilla cuando ellos mismos se introducen dentro de la comunidad del Wrexham en una visita que realizan a la ciudad en Welcome home (T1E9). Welcome to Wrexham es una serie interesante que a veces provoca algunas reticencias sobre hasta qué punto se trata de una campaña de márketing, pero su visión del fútbol desde el punto de vista de los aficionados, la forma en que éste se convierte en algo más que un deporte para servir como conexión entre las relaciones humanas, es lo que la hace especialmente notable.
Algo parecido le ocurre a esta serie cuya emisión semanal no es la mejor forma de disfrutarla, teniendo en cuenta que cada uno de sus diez episodios dura poco más de veinte minutos, aunque Disney+ España la emite casi completa (esta semana se estrenan los episodios 5, 6 y 7). Producida por FX para Hulu, este nuevo proyecto de Joseph Weisberg, creador de la estupenda The Americans (Disney+, 2013-2018) y Joel Fields, que también escribió guiones para esa serie y para Fosse/Verdon (Disney+, 2019), se estructura a partir de dos personajes principales que en la mayor parte de las ocasiones dialogan en un único espacio. Cuando el joven Sam Fortner (Domhnall Gleeson, hijo del actor Brendan Gleeson) acude a la consulta del psicoterapeuta Alan Strauss (Steve Carell), éste último no puede imaginarse que se encuentra ante una sesión de terapia muy diferente. La serie pone las cartas sobre la mesa desde el principio, mostrando a Strauss en una habitación encadenado, hasta que un flashback que ocupa buena parte del episodio La llegada (T1E1) descubre que ha sido secuestrado por Sam y que éste es un asesino en serie que de alguna forma trata de encontrar ayuda frente a sus deseos irrefrenables de matar. Desde ese momento, El paciente se ha revelado como una de las series más impredecibles de los últimos meses, pero también en algunos aspectos en una de las más insatisfactorias, lo que la convierte en una propuesta arriesgada que no siempre consigue su propósito pero que introduce elementos de reflexión interesantes sin necesidad de hacer demasiadas concesiones.
Porque el ejercicio de tensión que se va construyendo en este encuentro entre los dos personajes, con la aparición esporádica de la madre del asesino, Candace Fortner (Linda Emond), que adopta una posición de pasividad frente a los problemas psicológicos de su hijo, en realidad es un instrumento para adentrarse en las problemáticas de los traumas y las insatisfacciones. La relación de Sam con su padre está marcada por el abuso, pero la serie también analiza la problemática relación de Alan Strauss con su hijo Ezra (Andrew Leeds), e introduce la dependencia de la religión en la vida familiar. Los Strauss son una familia judía no practicante, y la salida que encuentra el hijo a los continuos enfrentamientos con su padre es precisamente la de adoptar una práctica ortodoxa del judaísmo. De alguna manera, las sesiones obligadas de terapia hacia Sam se convierten en un vehículo también terapéutico para el médico, una especie de asunción de sus errores como padre, especialmente presente en la última parte de la temporada. La curación parece menos efectiva en el caso de Sam que en el del propio Alan, quien asume poco a poco sus errores como padre, que se expresan sobre todo en el episodio Ezra (T1E8), dedicado a su hijo. De manera significativa, es el segundo episodio más largo de la temporada, con 39 minutos de duración (el episodio final dura 47 minutos). De forma que el paralelismo que se establece entre Sam con su padre y Alan con su hijo marca uno de los elementos más interesantes de la serie. En este sentido, la virtud principal de El paciente consiste en establecer un punto de partida que tiene un tono de thriller de suspense para ir desarrollándose en diferentes variaciones, adoptando la envoltura de un drama psicológico sobre la familia y la tolerancia, pero también de una exploración de la religión como una barrera que separa. El origen judío de los dos creadores, que afrontaron el guión sin más colaboradores, aporta asimismo algunas reflexiones sobre la condición el judaísmo y la herencia de la persecución, especialmente en el episodio Auschwitz (T1E9), en el que la imagen del judío encerrado y obligado a cavar su propia tumba inmediatamente encuentra una referencia psicológica en el drama del Holocausto.
El desarrollo de la serie no es siempre satisfactorio, y a veces da la sensación de que la historia se pierde momentáneamente para encontrar de nuevo su camino, quizás como una deuda del planteamiento inicial que era el de seis episodios de una hora de duración, en los que el punto de vista se abría a otros personajes y subtramas paralelas. No es una mala decisión limitarse principalmente a los dos protagonistas, lo que ayuda a establecer una tensión y una sensación claustrofóbica, pero precisamente algunos personajes como Candace, la madre de Sam, parecen desaprovechados y poco desarrollados. Sin embargo, hay que agradecer que los creadores no hagan demasiadas concesiones en el desenlace tratando de buscar una especie de redención fácil, y que su propuesta asuma el riesgo desde el principio para no soltarlo en toda la temporada.
______________________________________Películas mencionadas:
Decision to leave se estrena en cines el 20 de enero de 2023.
La Guerra de las galaxias, Rogue One: Una historia de Star Wars, Dos hombres y un destino y Alien. El octavo pasajero se pueden ver en Disney+. María, reina de Escocia se puede ver en Netflix. Nightcrawler se puede ver en Filmin y Prime Video. La niebla y El resplandor se pueden ver en HBO Max y Movistar+. La doncella y Bailando con lobos se pueden ver en Movistar+. Sidney y El espíritu de la Navidad se pueden ver en Apple tv+. Un día volveré (Paris blues) se puede ver en Filmin. Rebelde sin causa, Sin perdón y Matrix Resurrections se pueden ver en HBO Max. El golpe se puede ver en Filmin y Movistar+. Reina de corazones se puede ver en RTVE Play. La odisea de Giles se puede ver en Netflix y RTVE Play.