La noticia principal de estas últimas semanas es la huelga de guionistas que ha convocado el Sindicato de Escritores de América (WGA), tras una negociación que parecía claro que no iba a llegar a ningún acuerdo, especialmente porque no aborda solo temas salariales, sino una redefinición de lo que se entiende por la labor de un escritor de series, películas o programas audiovisuales. Es la primera huelga desde hace 15 años, pero el panorama audiovisual, la crisis del coronavirus, la llegada de las plataformas digitales y, sobre todo, la incapacidad de los gestores de esas plataformas por conseguir que sean rentables, ha provocado una situación completamente diferente. Sin embargo, en parte ha sido propiciada por los propios guionistas, que hace seis años llegaron a un acuerdo que evitó otra huelga, pero con el que se sentaron las bases de aquello con lo que ahora no están de acuerdo: un sistema de producción que minimiza y precariza su trabajo. Las rechazadas minirooms, mesas de guionistas que durante dos semanas trazan las líneas argumentales de una temporada sin participar en otras etapas de la producción, no es una práctica tan reciente, pero en 2017 la WGA estaba más interesada en las recompensas salariales por la reducción de las temporadas tradicionales de 22 a 8 episodios que en estructurar adecuadamente la profesión. El sindicato ha actuado respecto a las plataformas digitales como los ayuntamientos que abrazaban la llegada de Uber a sus ciudades porque venía acompañada de abultados cheques, para luego darse cuenta de que suponía la destrucción del transporte público, o los periodistas que aceptaron la reconversión de los periódicos tradicionales en digitales sin darse cuenta de que eso suponía la extinción del periodismo asalariado. Cuando se reivindican los llamados residuals, que son los derechos de autor de producciones que han cumplido su ciclo comercial, argumentan que la falta de transparencia sobre los visionados impide que se pueda compensar adecuadamente, pero Netflix, y posteriormente el resto de los streamers, siempre se ha negado a proporcionar estos datos.
En España, la profesión ya es precaria, con la mayor parte de los guionistas trabajando como autónomos. Según Natxo López, uno de los miembros de la Junta Directiva del Sindicato ALMA, en declaraciones a EFE, las condiciones de los trabajadores del audiovisual español son peores, y la construcción de un gran centro de producción por parte de Netflix en Madrid solo ha servido para precarizar aún más el sistema. El proyecto de Ley del Cine que aún está en trámite parlamentario incluye la obligación de que se proporcionen datos de visionados por parte de los streamers, pero parece dudoso que este requerimiento llegue hasta el final.
En Estados Unidos la sindicación es obligatoria y los guionistas deben acatar las decisiones de la WGA, es decir, están obligados a hacer huelga, lo que supone un grave perjuicio para muchos de ellos, ya que dependiendo de la duración del conflicto laboral, pueden llegar a estar todo el año sin trabajar. La reticencia de los estudios y streamers proviene del temor a dejar de disfrutar de los beneficios que proporciona la escasa transparencia y el control del mercado. Y como última incorporación ha adquirido fuerza la Inteligencia Artificial, y la forma en que se puede hacer uso de ella. Algunos analistas comentan que ésta es una negociación de futuro, pero no es verdad, porque los streamers ya utilizan herramientas de IA en la traducción de subtítulos, por ejemplo. Netflix experimentó una polémica con la traducción de El juego del calamar (2021-) para la que utilizó la llamada posedición, el uso de una herramienta de traducción como Google Translator para contratar a un traductor profesional como simple corrector (Cinemanía, 14/10/2021). Aunque las productoras no parecen demasiado preocupadas en cómo afecte la huelga a sus producciones, ya se ha retrasado el rodaje de las próximas de Stranger things (Netflix, 2016-2024), y Hacks (HBO Max, 2021) y la solidaridad de algunas asociaciones de guionistas internacionales como las de Gran Bretaña o India, puede suponer un problema, aunque son solo recomendaciones, nunca obligaciones. Sin embargo los programas de televisión sí están afectados directamente y posiblemente la ceremonia de los premios Emmy pueda tener algún problema para celebrarse.
Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas de las series que destacamos este mes y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.
Rain dogs se beneficia no solo de las dos espléndidas interpretaciones de Daisy May Cooper, que parece cómoda en personajes maltratados después de su floreciente y divertida Kerry de This country (Filmin, 2017-2020) y Jack Farthing, al que hemos visto durante muchos episodios en Poldark (RTVE Play, 2015-2019), pero también de unos diálogos ágiles e inteligentes sin llegar a ser pedantes. Costello es una madre soltera, pero aspira a convertirse en escritora, contando sus experiencias, lo que remite también a la biografía de Cash Carroway. A pesar de toda la sordidez que les rodea, ambos tienen conversaciones sobre referencias literarias: "Henry Miller empezó a escribir a los 44 años", dice Selby. "Bukowski a los 55", le contesta Costello en This is not an exit (T1E8). Quizás él no consiga ser el hombre respetable que su familia espera, tan demente que incluso "me podría dedicar a la política", y ella tiene difícil llegar a publicar un libro, pero hay algo de esperanza en estos personajes marcados por la desesperanza. Los directores Richard Laxton, del que comentamos en nuestra anterior crónica la miniserie The thief, the wife and the canoe (BritBox, 2022), inédita en España, y Jennifer Perrott, directora de varios episodios de Gentleman Jack (HBO Max, 2019-2022) se reparten la mitad de los episodios de la temporada, aportando sutileza al retrato de la sordidez en la que se desarrolla la historia, marcada por el excelente trabajo del director de fotografía español Carlos Catalán, afincado en Londres, y manteniendo la dignidad de los personajes a pesar de ese ambiente de peep shows y habitaciones comunitarias. Rain dogs es una serie brillante gracias a una construcción de personajes nada complacientes, tan imperfectos como sus propias vidas.
Lo que hace que Snowfall sea una serie diferente a otras muchas que han tratado el tema del narcotráfico es la manera en que ha conseguido crear un grupo de personajes sólidos y establecer una serie de alianzas consistentes, como la relación entre Franklin y el agente Teddy MacDonald (Carter Hudson), o la amistad sinuosa con Leon Simmons (Isaiah John), sin olvidar la trayectoria del mexicano Gustavo "El Oso" Zapata, que posiblemente es la mejor decisión que ha tomado el actor español Sergio Peris-Mencheta a lo largo de su trayectoria profesional. La última temporada supone la precipitación definitiva del protagonista, enfrentado a su propio entorno, aunque resulta una de las más irregulares, quizás demasiado enfocada en delinear la narración para conseguir un desenlace final convincente que resulta trágico y poético al mismo tiempo, mostrando esa fila de palmeras que representa la ciudad de Los Angeles pero al mismo tiempo se siente como las barras de una prisión. Lo que mejor ha hecho la serie a lo largo de su trayectoria es mostrar lo difícil que resulta salir del círculo inevitable de la delincuencia, aunque sea desde una perspectiva de liderazgo de un imperio construido sobre los cadáveres provocados por las adicciones. Una desintegración moral que arrastra incluso a aquellos personajes que tienen al principio convicciones éticas muy sólidas, como Cissy Saint, interpretada por una espléndida Michael Hyatt, a la que podemos ver brevemente en el lánguido thriller Lo último que me dijo (Apple tv+, 2023).
Esta imposibilidad de salir de un círculo que atrapa como si se tratara de una tela de araña está expresamente planteada en el desarrollo de esta última temporada, en la que Franklin se convierte en un personaje obsesionado por recuperar el dinero que le ha sido robado, casi de una manera psicopática, y a pesar de llevarle a un enfrentamiento con su propia familia. El desenlace, de hecho, tiene mucho que ver con aquellos episodios en los que los personajes solo han podido salir de su realidad a través de experiencias surrealistas. Como cuando durante la boda de Jerome (Amin Joseph) y Louie (Angela Lewis), el psicopático Skully (Terrence Brown) disuelve LSD en una fuente de chocolate en Celebración (T5E8), que está precedido por otra evasión de la realidad cuando en esa misma temporada Gustavo y Franklin viven también una situación surrealista en los episodios La Ilíada: Parte 1 (T5E5) y La Ilíada: Parte 2 (T5E6). Esta última temporada ha sido dirigida por dos de los habituales directores de la serie, como Ben Younger (1972, Nueva York) y Alonso Álvarez (1982, México), que se han encargado de los principales capítulos y se han repartido el penúltimo y último episodios, y ha contado con el debut como director de Amin Joseph, el actor que interpreta al personaje de Jerome Saint. Snowfall ha demostrado ser una de las series más sólidas de la llamada Black TV, una incursión inteligente en el mundo de las drogas que ha abordado de forma clara la intervención del gobierno norteamericano en la epidemia de adicciones que destrozó ciudades como Los Angeles a finales de los años ochenta.
Esta producción inauguró el carácter competitivo de Berlinale Series a partir de su última edición, consiguiendo el principal galardón con una historia basada en el libro Las buenas madres (2018, Ed. Ariel), del periodista norteamericano residente en Gran Bretaña Alex Perry (1970, Philadelphia). Aunque ha sido corresponsal de la revista Time en África y ha publicado numerosos libros sobre el continente, uno de los mayores éxitos de Alex Perry fue este retrato inspirado en hechos reales sobre varias mujeres pertenecientes a la familia 'Ndrangheta calabresa, considerada la mafia más poderosa del mundo, que controla el 70% del negocio de la droga y la venta de armas en Europa. Cuando la nueva fiscal antimafia Alejandra Cerreti accedió al cargo, inició una estrategia de captación de mujeres tras la desaparición de Lea Garofalo, que había sido testigo protegida aunque finalmente decidió dar un paso atrás. El libro se centra en la fiscal pero también en cuatro mujeres que acabaron testificando en contra de sus familias, describiendo el entorno de opresión en el que viven. La adaptación llevada a cabo por Stephen Butchard, guionista de series como El último reino (Netflix, 2015-2022) y Baghdad Central (Channel 4, 2020) en principio iba a ser solo una producción británica dirigida por Julian Jarrold, pero finalmente se decidió incorporar a la productora italiana Wildside, responsable de series como The young Pope (HBO Max, 2016) y La amiga estupenda (HBO Max, 2018-), que supuso la aportación como directora de Elisa Amoruso y algunos cambios en el guión para darle el contexto y la sonoridad calabreses. De forma que una serie principalmente producida en Reino Unido ha terminado adquiriendo una textura principalmente italiana, cerca de otras producciones como Gomorra (HBO Max, 2014-2021) o Suburra (Netflix, 2017-2020). Sin embargo, donde aquellas describen principalmente el entorno mafioso masculino, Las buenas madres convierte en protagonistas al tipo de personajes que suelen tener un papel secundario en las historias sobre la mafia, mientras que los hombres se convierten en villanos que sirven como contrapunto de las historias personales de las cuatro protagonistas. Junto a la fiscal Anna Colace (Barbara Chichiarelli), la descripción de ese estado de amenaza constante que supone haber nacido mujer en la familia 'Ndrangheta está representada por Marisa Garofalo (Alessandra Roca, de nuevo espléndida como en su intervención en La amiga estupenda), la hija de Lea Garofalo (Micaela Ramazzotti), que desaparece sin dejar rastro, posiblemente asesinada, después de haber decidido regresar al lado de su marido Carlo Cosco (Francesco Colella). Es el eje central de las diferentes tramas, mostrando la relación entre madre e hija a través de flashbacks con los que comienzan casi todos los episodios. Por su parte, Giuseppina Pesce (Valentina Bellè) y su amiga Maria Concetta Cacciola (Simona Distefano) comparten sueños imposibles alejadas de ese entorno, y mantienen relaciones extramatrimoniales como una vía de escape momentánea a la realidad que viven cada día. Mientras que para los hombres la posibilidad de ser detenidos supone el encarcelamiento temido, las mujeres viven constantemente atemorizadas y aprisionadas, condenadas a la cadena perpetua de una realidad que les impone con quién y cuándo deben casarse, y las reduce a ser madres y esposas complacientes pero, sobre todo, silenciosas. Las buenas madres elabora un drama rotundo y claustrofóbico incluso sin necesidad de recurrir a escenas particularmente violentas. El mérito de los directores es el de conseguir describir la opresión sin recurrir a los estereotipos de una violencia que sobrevuela sin estar representada de forma explícita, como la ausencia de una madre que sin embargo es la constatación de que las promesas de perdón son solamente excusas para atraerla y callarla para siempre. O la relación entre Carlo y su hija Marisa, que se expresa a través de miradas y frases que tienen un subtexto amenazador, aunque en la superficie estén envueltas en afecto paternal. Esta representación de la mujer en un entorno masculinizado también describe a las que son cómplices porque asumen la posición que se les ha asignado, y se convierten por convencimiento en parte de la opresiva atmósfera que rodea a quienes aspiran a una libertad que no se reduce a no ser detenidas por la policía. La historia se construye con precisión para ir transformando la subyugación en temor por las amenazas y las dudas por tomar una decisión que no entiende a la familia como sinónimo de fidelidad y sumisión. Y Las buenas madres adquiere el perfil de un drama contundente y certero sobre la vida en el infierno.
En esta segunda temporada de Schmigadoon! (Apple tv+, 2021-) la narración juega de nuevo con los tópicos de los libretos de los musicales, con personajes antagonistas como el villano Octavio Kratt (Patrick Page), pero sin que se sienta en ningún momento que resulte demasiado simple. Porque sabe utilizar de una manera muy divertida las referencias a clásicos de las décadas de los sesenta y setenta que trataban temas más controvertidos, como Cabaret (1966), constantemente referenciado en el bar de mala muerte en el que se desarrolla la historia. La introducción de una comunidad hippie liderada por Danny (Aaron Tveit) permite ironizar sobre musicales como Hair (1967), Godspell (1970) o Jesucristo Superstar (1971), aportando cursilería y luminosidad frente al lado más oscuro que representa el carnicero Dooley Blight (Alan Cumming), un homenaje muy acertado a Sweeney Todd (1979), con algunas truculentas referencias a musicales como Oliver! (1969) y Annie (1977), sobre todo porque Alan Cumming, que ya destacó en la primera temporada, vuelve a apoderarse de la pantalla cada vez que aparece en escena. Esta segunda temporada consigue evitar la repetición con el cambio de foco hacia musicales más modernos, aunque también plantea dudas sobre si es posible alargar mucho estos planteamientos. Pero por el momento sigue siendo tan divertida y entretenida como la primera, y sobre todo incluye excelentes números musicales: Ariana DeBose, que ya protagonizó uno de los mejores momentos de la primera temporada y después hizo una magnífica Anita en West Side Story (Steven Spielberg, 2021), realiza una maravillosa parodia del musical Dreamgirls (1981) al principio del episodio Over and done (T2E6), con una canción que debería llevarse el Emmy. Precisamente Apple ha intentado que la serie compitiera este año, no en la categoría de comedia, sino como programa de variedades con guión, que podría darle más posibilidades de llevarse premios principales, pero la Academia de la Televisión no considera justificado este cambio, por lo que seguirá compitiendo en una categoría con demasiados contrincantes.
Jane Krakowski como la abogada Bobbie Flanagan también tiene un momento de lucimiento en el episodio Bells and whistles (T2E3), igual que Aaron Tveit, Alan Cumming o Martin Short, que aunque hace prácticamente un cameo en esta temporada, tiene un dueto consigo mismo muy divertido, y en general se puede decir que Cinco Paul es generoso a la hora de proporcionar a cada uno de los protagonistas su momento de gloria gracias a una banda sonora especialmente lograda. Aunque para disfrutar de la serie no hace falta tener un conocimiento amplio del teatro musical, para los aficionados resulta especialmente entretenido encontrar los guiños a obras menos conocidas como Sweet charity (1966), Mame (1966), Company (1970) o Pippin (1972). En este sentido hay que destacar también el doblaje español de la serie, bajo la dirección de Eduard Doncos y la dirección musical y ajustes de David Suárez, en el que el nivel de la interpretación de las canciones no desmerece en absoluto a la versión original, con las voces principales de Mark Ullod, Marc Gómez, Cristina Mauri, Eduard Doncos, Iván Labanda, Laura Fernández y Roser Aldabó. Es de agradecer que Apple tv+ cuide especialmente el doblaje de una serie musical como ésta.
La contraposición entre las culturas de Francia y Japón aporta un interés especial para el desarrollo de los personajes. Camille es una joven impetuosa pero traumatizada por un recuerdo de su padre que ha hecho que un sorbo de vino le provoque una hemorragia nasal, mientras que Issei es un experto catador que se ha criado en una familia adinerada y con una madre estricta para la que las apariencias son lo más importante. Si bien a veces puede parecer demasiado tópica la confrontación entre la luminosidad del campo francés y la oscuridad de la urbe de edificios en Tokio, entre la explosión de emociones que experimenta Camille y la seriedad desafecta de Issei, ésta permite al desarrollo de la historia trazar dos subtramas que se vinculan a través de la figura controvertida de Alexandre Leger, padre de la primera y maestro del segundo. De forma que la intriga que propone la competición también se convierte en una intriga que tiene que ver con el concepto de familia. A lo largo de la temporada, ambos se enfrentan a diferentes pruebas que al mismo tiempo les acerca cada vez más a la auténtica personalidad de Alexandre. El trabajo como director de Oded Ruskin (1971, Israel), que se encarga de toda la temporada, es especialmente notable en la representación de las sensaciones que provoca en Camille la cata de las diferentes variedades de vino, evitando las cuestiones técnicas para referirse más a las emociones, por lo que la mayor parte de las catas se hacen desde el punto de vista de la joven francesa.
El episodio Foundation (T1E4) es un flashback en el que conocemos la historia de Alexandre, lo que aporta al espectador una mayor identificación con esa figura que hasta ese momento aparecía enturbiada por los puntos de vista de los dos protagonistas, y especialmente su relación con una Guía de vinos que se convertirá en un elemento fundamental en el desarrollo de la historia. Pero el episodio más hermoso visualmente es Legacy (T1E6), cuando Camille visita la provincia de Trento en Italia, con los paisajes espectaculares de las pequeñas poblaciones donde se mantienen con dificultad diversas bodegas familiares del siglo XIX. Es un viaje que acabará siendo importante no solo desde el punto de vista físico sino también emocional. Las gotas de Dios, cuyo título hay que esperar hasta el último episodio para ser explicado, desarrolla de esta forma un drama que se alimenta de elementos de intriga y de suspense aportados por la competición, pero al mismo tiempo elabora un interesante acercamiento al mundo del vino que se siente menos convencional que el de otras películas y series.
Se transmite la diversión que ha podido ser para Alice Birch dar esta capacidad de poder a sus dos protagonistas, pero también se nota lo que ha podido disfrutar Rachel Weisz componiendo a dos personajes tan semejantes físicamente como diferentes psicológicamente. Frente a la exploración de la misoginia en Inseparables (David Cronenberg, 1988), esta versión se reivindica con mayor contundencia en la representación de las inquietudes femeninas, no solamente lideradas por las dos doctoras, sino también por sus patrocinadoras, especialmente la inquietante Rebecca Parker (Jennifer Ehle), que desde el episodio Two (T1E2) ya muestra su visión de un mundo que únicamente sirve para sacar el máximo partido económico de él (hay alguna mención a que la familia Parker se benefició de la estafa de los opiáceos). Y la representación de los procedimientos médicos está certeramente alejada de la idealización de la maternidad: hay mucha sangre, fluidos y suciedad cuando se exploran los órganos genitales femeninos en las intervenciones, un poco a la manera en que la serie Esto te va a doler (Movistar+, 2022) mostraba lo repugnante que puede ser dedicarse a la profesión médica. En cierta manera se podría decir que la serie hereda de la película de David Cronenberg la forma en que los instrumentos médicos utilizados se representan como si se trataran de auténticas herramientas de tortura, como la sonda transvaginal para realizar una ecografía interna.
La lista de directores y directoras que se han incorporado al proyecto es especialmente atractiva: Sean Durkin, nominado a un BAFTA por la miniserie Southcliffe (2013) y director de la película The nest (2020), se encarga de los dos primeros episodios que presentan el tono de la serie y la evolución de las protagonistas. En algún momento se plantea, como lo hacía Cronenberg, si la dependencia entre ellas es absolutamente imprescindible o de alguna forma ambas pueden existir sin la otra, aportando sus diferentes talentos, pero planteando también una ambigüedad notable cuando la relación de cierta estabilidad que Beverly tiene con su novia Genevieve (Britne Oldford) en realidad solo se ha podido conseguir gracias al intercambio que hizo con Elliot para que la sedujera. Pero la serie brilla especialmente en los dos últimos episodios: Five (T1E5), dirigido por Karyn Kusama, responsable del thriller La invitación (2015), se desarrolla en una reunión con la extraña familia de Susan Parker (Emily Meade) cuyo patriarca Marion (Michael McKean) parece obsesionado con la idea de la duplicación de seres humanos, y adopta un tono inquietante y cada vez más surrealista; mientras que Six (T1E6), codirigido por Sean Durkin y Lauren Wolkstein, es uno de los mejores episodios del año, conmovedor y aterrador al mismo tiempo, cuando realmente se muestran las consecuencias de la separación de las gemelas Mantle. Menos complaciente de lo que podría haber sido, Inseparables es una serie que arriesga y que tiene momentos fascinantes, incorporándose a propuestas intrigantes que ha venido estrenando Prime Video en los últimos meses, como Enjambre (Prime Video, 2023), que quizás no son especialmente comerciales pero son creativamente audaces.
Aunque parezca sorprendente, el veterano naturalista David Attenborough (1926, Reino Unido) nunca había presentado en las ocho décadas que ha dedicado a la televisión una serie documental centrada específicamente en la fauna y flora de las islas británicas. La producción de la BBC Islas salvajes (Prime Video, 2023) ocupa ese hueco en la amplísima filmografía del popular divulgador, porque se centra principalmente en los ecosistemas de Inglaterra, Irlanda y Escocia, recorriendo en cinco episodios parte de la vida natural que sobrevive en estas zonas. Y se siente en parte como una especie de despedida, un regreso a casa para el que posiblemente sea el último proyecto que presenta en exteriores, ya que tiene pendientes las terceras partes de las miniseries Planeta azul (BBC, 2001) y Planeta Tierra (BBC, 2006), pero solo como narrador. Producida por Alastair Fothergill, que también produjo esas series, en esta ocasión nos presenta una fauna quizás más cercana que la de continentes como África o Asia, pero con un tratamiento igualmente atractivo. Resulta espectacular por ejemplo asistir a las luchas entre caballos salvajes machos en Cambridgeshire (Inglaterra), a la persecución de un ganso por un águila real en Islay (Escocia), al ciclo completo de la vida de una gran mariposa azul en la llanura de Salisbury (Inglaterra) o a las manadas de ciervos rojos en el Parque Nacional de Killarney (Irlanda). La serie tiene una estructura más o menos tradicional que presenta en los últimos diez minutos cómo se rodaron algunas de las secuencias más espectaculares, y cuenta con una excelente banda sonora de George Fenton, que también supone su regreso a la colaboración con David Attenborough.
A lo largo de la narración, el naturalista de 97 años no solo presenta las maravillas naturales de las islas británicas, sino que también lanza sus habituales alertas sobre la disminución radical de las especies que nos están sorprendiendo en la pantalla. Se afirma que el 97% de los campos de heno en el mundo se han perdido, tratándose de un ecosistema fundamental para la vida de numerosas especies, o que el 60% de los insectos que se encontraban en las islas ha desaparecido en los últimos veinte años. Comenta la riqueza milenaria de estos hábitats, la existencia del roble más antiguo de Europa o de los singulares arroyos de tiza, mientras nos alerta de la escasez del salmón en los ríos: "En las islas británicas el 100% de las aguas están contaminadas", afirma David Attenborough. Pero también ofrece algunos datos para la esperanza sobre la posibilidad, si realmente se quiere, de repoblar buena parte de estos hábitats. El gobierno británico parece que no está por la labor, porque este mismo año aprobó la extensión del uso de un pesticida que está prohibido en el cultivo de la remolacha azucarera, y en España solo hay que leer las noticias sobre la desertización de las marismas de Doñana provocadas por la agricultura con la complicidad de la Junta de Andalucía. Lo que engrandece la labor de series como Islas salvajes es que nos presenta las maravillas naturales, nos alerta sobre las amenazas y nos ofrece las alternativas. Otra cosa es que se quieran escuchar sus mensajes. En la adquisición que hizo Prime Video de la serie no está incluido un documental que se rodó inspirándose en esta producción, sobre la forma en que los trabajadores medioambientales intentan recuperar las especies de las islas, y que provocó una notable controversia el pasado mes de marzo cuando la BBC decidió no emitirlo en lineal, solo a través de la plataforma iPlayer, para no levantar protestas por parte de los partidos conservadores. Aunque los productores afirmaron que no se trata de un sexto episodio, sino de un documental adicional, también mostraron su rechazo por la decisión de la BBC. En todo caso, los cinco episodios que se pueden ver en Prime Video ofrecen una perspectiva lo suficientemente clara de un ecosistema que cada vez se encuentra en mayor peligro.
Lo que hace la serie a partir de la petición controvertida de Tully a su amigo es reconstruir la amistad de ambos utilizando flashbacks que muestran su relación cuando eran jóvenes en el año 1986 y que, a diferencia del libro, en el que la juventud de los personajes ocupa toda la segunda parte, en la serie está intercalada con las escenas del presente. En esa época, Tully (Tom Glynn-Carney) y Jimmy (Rian Gordon) soñaban con dedicarse a la música, formando su propia banda y experimentando con los nuevos sonidos musicales, marcados por las canciones de Skid, New Order o Cocteau Twins. Y aunque a veces estas secuencias pueden resultar demasiado convencionales, los flashbacks consiguen establecer esa conexión especial entre ambos protagonistas, que se distanciaba respecto a otros compañeros de aventuras juveniles. Hasta que la separación resulta inevitable con el acceso a la Universidad de Jimmy lejos de Ayrshire. Pero el nexo de unión permanece incluso en la difícil decisión que tiene que tomar éste último sobre si ayudar a su amigo o contarle a Anna sus intenciones lo que, en cualquier caso, se siente como una traición a cualquiera de los dos. La dirección de Peter Mackie Burns (1967, Escocia) evita el melodrama en la medida de lo posible, pero su capacidad para enfrentar temas dolorosos en torno a la muerte ya la demostró en la excelente película Rialto (2019), protagonizada precisamente por un hombre que tenía que confrontar el fallecimiento de su padre y sus propios errores con su hijo. Hay un ritmo sutil y sosegado en esta historia que prácticamente podría ser considerada un largometraje dividido en dos partes, pero al mismo tiempo que construye el vínculo de una amistad férrea a lo largo de los años, también plantea reflexiones interesantes sobre el tipo de control que se puede ejercer sobre la muerte una vez que ya se ha establecido una fecha final.
Entre las propuestas documentales que ofrece Arte una de las más interesantes es esta ambiciosa producción que consigue resumir en cuatro episodios de cincuenta y cinco minutos la complejidad de los movimientos de resistencia surgidos en Francia contra la ocupación nazi, primero de una parte del territorio aceptada por el armisticio firmado por Philippe Pétain en junio de 1940 y posteriormente del resto del país. El director Patrick Rotman (1949, Francia) ha realizado varias series documentales sobre acontecimientos históricos y ha escrito algunos guiones de ficción para películas como L'ennemi intime (Florent-Emilio Siri, 2007), pero en este caso hace un acercamiento más personal como un homenaje a quienes pusieron en marcha esta resistencia, dado que su propio padre fue médico con los maquis. Pero la tarea de intentar explicar una oposición a la sumisión de Pétain frente a los nazis, que de forma errónea se considera como homogénea pero que estaba formada, según los historiadores, por 268 movimientos y 44 redes diferentes, es lo suficientemente compleja como para arriesgarse a perder el rumbo. Algo que el director, asesorado por el historiador Fabrice Grenard, consigue evitar al centrarse en una treintena de personajes relevantes para estas Resistencias, con numeroso material de archivo surgido de sus investigaciones durante tres años en diferentes videotecas, principalmente alemanas, extrayendo imágenes muy significativas y entrevistas grabadas a algunos de sus protagonistas. Pero también recuerda algunos aspectos más oscuros, como cuando el gobierno de Vichy promulgó una ley que autorizaba el internamiento de judíos extranjeros en 1940, contra la que no hubo demasiadas reacciones contrarias.
Cada uno de los cuatro episodios está dedicado a una etapa diferente, desde la ocupación nazi del Norte y el Oeste del país en 1940 hasta la Liberación en 1944, en un período gobernado por el héroe de la I Guerra Mundial Philippe Pétain y que encontró en Charles De Gaulle el referente principal de quienes se negaban a aceptar esta ocupación. Pero la resistencia comenzó muy temprano, protagonizada en algunos casos por aquellos que se vieron decepcionados por la actitud de Pétain, como el capitán Henry Frenay. En Valor e improvisación: verano de 1940-junio de 1941 (T1E1) se muestra que los primeros movimientos surgieron pronto, y se considera el 18 julio de 1940 como el nacimiento de una resistencia exterior en torno al General de Gaulle, pero las primeras acciones no estaban organizadas. Nombres como Jean Moulin, Lucie Aubrac y Emmanuel d'Astier de Vigerie surgen con relevancia en estas primeras redes que comienzan a partir de grupos de amigos como Musée de l'Homme de París. Jeanne Bohec es una de las primeras mujeres que firma el compromiso con las Fuerzas Libres de Francia en 1941, recibiendo formación en técnicas de sabotaje y trabajando en la fabricación de explosivos.
Resistencias estructura bien el relato, apoyada por numerosas y sorprendentes imágenes de archivo, y también por algunos fragmentos que tratan de contar, a través de animaciones, algunos acontecimientos de los que se conocen los detalles pero no hay imágenes. Es un recurso habitual y comprensible, pero que no termina de encajar del todo dentro de la narrativa más clásica de la serie, en la que son mucho más interesantes las aportaciones audiovisuales históricas. Sobre todo porque el guión cuenta con claridad los momentos más relevantes de estos movimientos, con la narración del actor Alexis Moncorgé (1986, Francia), nieto de Jean Gabin, que sobre todo trabaja en teatro y solo ha hecho escasas incursiones en el cine. Pero Resistencias tampoco evita algunos aspectos menos conocidos, como las numerosas disensiones dentro de los movimientos de oposición, especialmente cuando se plantea la posibilidad de unificar lo que se denominaba la resistencia exterior con la resistencia interior. En el episodio Unificación: noviembre de 1942-junio de 1943 (T1E3) se hace referencia a la celebración de la conferencia de Casablanca, a la que asistieron el primer ministro inglés Winston Churchill, el presidente norteamericano Franklin Roosevelt, y en representación de las fuerzas de la Francia Libre, Charles De Gaulle y Henri Giraud, mostrándose unas significativas imágenes en las que Churchill y Roosevelt parecen especialmente interesados en que los franceses aparezcan saludándose frente a los fotógrafos. Por entonces ya se había formado la primera base de los llamados maquis, formados por miembros de la resistencia francesa y republicanos españoles. Nombres como Philippe Vianney y Helene Viannay, que lideraron una red de falsificaciones de pasaportes, Genevieve De Gaulle o Jean-Pierre Levy surgen como héroes de estos movimientos. Pero también algunos colaboradores de los nazis, como Rene Hardy quien, tras ser detenido, acabó convirtiéndose en un agente doble, propiciando el arresto de numerosos líderes de la resistencia, como Jean Moulin, cuya desaparición cambió por completo al movimiento. Pero también se recuerda en Liberación: junio de 1943-otoño de 1944, cómo la victoria de los aliados provocó numerosos juicios sumarísimos que acabaron con el asesinato de más de 7.000 personas. Resistencias es una interesante aproximación a las complejidades de unos movimientos a veces improvisados que consiguieron convertirse en ejemplo de patriotismo frente a la sumisión hacia la ocupación nazi.
Sherwood *****Filmin, 2 de mayoCreada por James GrahamDirigida por Lewis Arnold, Ben A. WilliamsSerielizados Fest '22: Sección Oficial
Con una audiencia de más de seis millones de espectadores, Sherwood (BBC, 2022-) fue uno de los grandes éxitos británicos del año pasado, incluso por encima de la decepcionante segunda temporada de The capture (BBC, 2019-). Sus creadores son el reconocido guionista James Graham, responsable de solventes películas como Brexit, una guerra incivil (Toby Haynes, 2019) y espléndidas series como Quiz, el escándalo de '¿Quién quiere ser millonario?'" (Movistar+, 2021), y el director Lewis Arnold, que ha dirigido contundentes dramas británicos como Des (itv, 2020) y Condena (Time) (Prime Video, 2021). Pero sobre todo incluye uno de los mejores repartos que hemos visto en mucho tiempo, con nombres quizás no tan conocidos pero caras absolutamente reconocibles en la tradición actoral de Inglaterra. Y efectivamente se trata de un excelente drama policial, con una combinación de investigación, secretos y conexión entre pasado y presente, y al mismo tiempo con la constante sombra de la tradición legendaria de los relatos históricos. Porque la trama principal, inspirada en un caso real, se desarrolla en los alrededores del bosque de Sherwood y la persecución tiene como protagonista a un arquero que está cometiendo asesinatos. Cuando uno de los policías que investigan junto al detective Ian St. Clair (David Morrissey) va a hacer un comentario sobre Robin Hood, éste le detiene inmediatamente: "No lo hagas, por favor". Sherwood (BBC, 2022-) comienza con un perfecto primer episodio en el que se reflejan las tensiones entre los vecinos de la comunidad de Nottinghamshire, con una mirada retrospectiva a los acontecimientos que han marcado las relaciones entre ellos: la huelga de mineros entre los años 1984 y 1985 que el gobierno de Margaret Thatcher reprimió con dureza, pero que también provocó una división en la propia comunidad. Parte de los vecinos no se sumaron a la huelga, y fueron amenazados por los piquetes que a su vez sufrieron la represión violenta de la policía llegada desde Londres.
De forma que nos encontramos con una comunidad que no ha olvidado después de 30 años, en la que todavía hay enfrentamientos en el bar cuando Gary Jackson (Alum Armstrong), miembro del Sindicato Nacional de Mineros (NUM) que impulsó la huelga, llama "esquirol" a Dean Simmons (Sean Gilder), que formaba parte de la Unión Democrática de Mineros (UDM), una organización más flexible con la negociación y la privatización de la industria del carbón. La huelga de mineros fue la más larga de la historia laboral de Reino Unido, a pesar de que Margaret Thatcher la declaró ilegal, extendiéndose durante más de un año hasta que finalmente fue derrotada. Aquella era una de las numerosas privatizaciones que llevó a cabo la Primera Ministra, provocando una grave crisis económica, pero las privatizaciones fueron, como se demostró posteriormente, un camino hacia el total desmantelamiento de la industria minera. La brecha psicológica que provocó es uno de los temas que explora con inteligencia esta serie envuelta en las formas de un drama policial. Julie Jackson (una soberbia Lesley Manville) lo expone en el último episodio: "Mira cómo nos seguimos llamando: "antiguo pueblo minero". ¿Por qué? ¿Cómo demonios vamos a pasar página cuando la forma en que hablamos de nosotros mismos es por lo que ya no somos?". Esta reunión entre los vecinos de Mansfield es una de las escenas mejor escritas e interpretadas que nos ha dado la televisión en los últimos meses. La amenaza del arquero se extiende a lo largo de todo el bosque de Sherwood, pero lo interesante de la historia, que se nos dice que está inspirada en unos asesinatos reales que tuvieron lugar en Nottinghamshire en la época en la que el guionista John Graham era joven, es que destapa nuevamente los sentimientos encontrados y el recuerdo de una noche especialmente violenta en la que estuvo implicado el propio detective Ian St. Clair y el inspector Kevin Salisbury (Robert Glenister), uno de los policías metropolitanos de Londres que fue enviado para reprimir las protestas de los mineros. Mientras se desliza también una subtrama de traiciones que se convertirá en una de las motivaciones personales de los investigadores. Hay tanta riqueza en los elementos que va introduciendo el guión que la serie nunca se estanca, siempre está un paso por delante de los espectadores, como en el sorprendente final del Episodio 2. Decir que los actores están bien es casi redundante, son rostros fácilmente reconocibles de otras producciones británicas que aprovechan cada palabra de unos diálogos perfectamente construidos, componiendo personajes que cobran vida sin esfuerzo, que son creíbles desde que aparecen por primera vez en pantalla. Si la resolución de la trama policial puede ser algo decepcionante, aunque plantea cómo un hecho concreto puede acabar despertando los fantasmas personales, el último episodio tiene su gran momento en esa congregación de los residentes en el salón municipal que mencionamos antes. Al final de su emisión, la propia BBC anunciaba que ya había renovado Sherwood (BBC, 2022-) para una segunda temporada.
A pesar de estar protagonizada por un limpiador de escenas de crímenes, esta comedia creada por George Davies camina por un tipo de humor más bien blanco, en el que predominan algunas ironías sobre aspectos más o menos actuales, pero sobre todo desprende una cierta ternura a través de sus personajes. Quizás resulta más inofensiva que muchos episodios de Inside Nº 9 (Filmin, 2014-), pero proporciona un entretenimiento lo suficientemente inteligente como para ser algo más que una sucesión de sketches. Lo que hace bien el equipo de guionistas de la serie es crear personajes que acaban siendo representativos de una determinada mirada hacia nuestra sociedad, y en esta segunda temporada se abunda en este tratamiento. Las diferentes escenas de crímenes en las que se desarrollan las historias de El limpiador (Movistar+, 2021-) permiten que la serie pueda incorporar estrellas invitadas en cada episodio, lo que resulta especialmente entretenido. La idea está basada en la comedia alemana Der tatortreiniger (NDR, 2011-2018), que llegó a tener seis temporadas, y con la que mantiene una puesta en escena muy similar, aunque la mayor parte de los argumentos son diferentes. Esta temporada de El limpiador mantiene las constantes de la primera, aunque suaviza algo el sentido del humor negro que tenían los episodios previos.
La segunda temporada comienza con La transacción (T2E1), que se desarrolla en un pub al que tiene que acudir Paul Wickstead, "Wicky" (Greg Davies) justo después de haber prometido a su novia Ruth (Zita Sattar) que va a dejar la bebida. La propietaria Lisa (Harriet Walter) no se lo pone demasiado fácil, y el hallazgo de un secreto que mantenía el fallecido también complica la relación con ella. Si el primer episodio de la temporada anterior contaba con Helena Bonham Carter como estrella invitada, la presencia de Harriet Walter, a la que ahora podemos ver en Silo (Apple tv+, 2023-) también es un reclamo interesante para éste. Pero lo que aporta el cómico Greg Davies es su capacidad para reírse de sí mismo y de esos casi dos metros de altura que le otorgan un físico casi de gigante. Al final del episodio interpreta una especie de videoclip con la canción "(I just) Died in your arms", que incluía la banda inglesa Cutting Crew en su album Broadcast (1986, Virgin Records), que resulta especialmente divertido. Esta tonalidad retro de las referencias musicales es otra de las características que le dan personalidad a la serie, incluso con algún cameo como el del cantante Shakin' Stevens, al que llamaban en los ochenta el Elvis de Cardiff, en el episodio El chamán (T1E4). Pero uno de los episodios más interesantes es La estatua (T2E7), que hace algunas reflexiones inteligentes sobre la cultura de la cancelación, cuando en un pequeño pueblo se ha sustituido la efigie de un antiguo gobernador esclavista por la figura de un garbanzo gigante en honor al negocio de importación de garbanzos que se desarrolló en la localidad en el siglo XIX. El enfrentamiento de Wicky con Lucille (Zoe Wanamaker), que está decidida a devolver la estatua del gobernador al lugar que le corresponde, es uno de los mejores momentos de la temporada. El último episodio, El callejón sin salida (T2E8) tiene como invitados a Rudi Dharmalingam, al que podemos ver en Wakefield (Filmin, 2021), Roisin Conaty y Mark Lewis Jones, y adopta un tono de pesadilla y un argumento enrevesado que podría ser perfectamente un capítulo de Inside Nº 9. Pero El limpiador es una comedia que tiene una mirada más humanista, que está más interesado en el lado amable de las personas.______________________________________Películas mencionadas:
Miró se puede ver en TV3.Chinatown y Brexit se puede ver en Movistar+. Gru, mi villano favorito se puede ver en Movistar+ y SkyShowtime. West Side Story se puede ver en Dsney+ y Movistar+.Inseparables se puede ver en Filmin, FlixOlé y Prime Video. Descifrando Enigma se puede ver en Movistar+ y Prime Video.