Este fin de semana se entregaron asimismo los Globos de Oro, recuperando su tradicional ceremonia, ahora con el apoyo de los principales medios de comunicación, entre otras cosas porque Variety, Hollywood Reporter y Deadline pertenecen a los mismos propietarios. En el apartado cinematográfico Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023) logró cinco estatuillas, entre ellas Mejor Banda Sonora para Ludwig Göransson, pero sobre todo sorprendió que Pobres criaturas (Yorgos Lanthimos, 2023) venciera como Mejor Comedia a Barbie (Greta Gerwig, 2023), que se tuvo que conformar con los premios a la Mejor Canción y Mejor Película taquillera. Emma Stone, a la que podemos ver desde este mes en la serie The curse (SkyShowtime, 2023), consiguió el Premio como Mejor Actriz de Comedia. En el apartado televisivo, Succession (HBO Max, 2018-2023) dominó en Drama, mientras que The bear (Disney+, 2022-) lo hizo en Comedia y Bronca (Netflix, 2023) en Serie Limitada. La mayor sorpresa fue que Elizabeth Debicki por su papel de Diana de Gales en The Crown (Netflix, 2016-2023) venciera a Meryl Streep por Solo asesinatos en el edificio (Disney+, 2021-) en la categoría de Mejor Actriz de reparto. La audiencia de esta edición, que recibió críticas muy negativas sobre todo por parte de los medios no relacionados con sus propietarios, alcanzó los 9,4 millones de espectadores en CBS, frente a los 6,3 millones del año pasado en NBC. Variety destacaba que "aumentó un 50% con respecto al desempeño de 2023", una interpretación más optimista que la que ha dado The New York Times: "El número de espectadores fue mayor que el año pasado, pero aún así fue significativamente menor en comparación con los totales de audiencia antes de la pandemia". Hasta 2020, los Globos de Oro atraían una media de entre 17 y 20 millones de espectadores.
Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas de las series comentadas y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.En este episodio se describe con ese sentido del humor soterrado que hacía tiempo que no veíamos en la serie la cantidad de puestos de trabajo aparentemente innecesarios que se mantienen en el palacio real pasando el testigo de generación en generación, como el guardián de los cisnes, la herbaria de la reina, el guía de las arenas (quien antiguamente ayudaba a los monarcas a cruzar las arenas de la Bahía de Morecambe y que ahora es un puesto decorativo que solo recibe 16₤ al año) o el alabardero de la despensa de cristal y porcelana. Y reflexiona de una manera precisa sobre cuál es la función de las tradiciones dentro de una sociedad moderna, el deber de construir un entorno diferente, rodeado de la "magia y misterio" que la reina describe: "Lo arcano, lo excéntrico y lo simbólico. Lo trascendente. El pueblo quiere sentir que ha entrado en otro mundo. Ese es nuestro deber. Elevar su ánimo y transportarlo a otro reino, no bajarle a la tierra y recordarle lo que ya tiene". Y debe tener razón, porque son menos interesantes precisamente aquellos episodios que se desvían de ese misterio, los que son una proyección de la sombra de Diana, como Pasión por Guillermo (T6E5), que describe la conversión del príncipe Guillermo (Ed McVey) en una especie de ídolo de adolescentes, o Alma mater (T6E7), sobre su paso por la universidad, lo que le conecta con el episodio Tywysog Cymru (T3E6) en el que el príncipe Carlos (Josh O'Connor) era enviado a Aberystwyth en Gales. También se describe el comienzo de la relación con Kate Middleton (Meg Bellamy), de la que se sugiere que su madre podría haberla empujado hacia los brazos del príncipe. Son menos interesantes porque sus personajes son más actuales, pero también porque adoptan una especie de envoltura teenager que no parece tan trascendental como la juventud de la realeza en otras temporadas. Hay quizás demasiado interés en mostrar la faceta más paternal de Carlos de Inglaterra (Dominic West), pero es especialmente inteligente, incluso conmovedora, la forma en que el episodio La calle de la esperanza (T6E9) describe la cada vez más estrecha relación entre la reina y su nieto Guillermo durante la celebración de un Jubileo que se plantea como un examen a la aceptación de la monarquía.
La temporada recupera a la mayor parte de los directores que trabajaron en la anterior, como el alemán Christian Schwochow, la danesa May el-Toukhy o el noruego Erik Richter Strand, pero es Alex Gabassi el responsable de iniciarla con Persona non grata (T6E1) y devolver el esplendor de anteriores relatos de The Crown (Netflix, 2016-2023) en el mejor de todos, Ritz (T6E8) porque, como describíamos en nuestra lista de los Mejores Episodios de 2023, consigue mezclar hechos reales con momentos ficcionados en los que, a través de un personaje secundario en realidad se apunta un aspecto destacado de la personalidad de Isabel II. Es un episodio más reposado, que se centra en los últimos meses de la princesa Margarita (Lesley Manville), pero realiza un flashback hasta el Día de la Victoria en 1945, en el que unas jóvenes Isabel (Viola Prettejohn) y Margarita (Beau Gadsdon) salen del palacio real para perderse entre la multitud que celebra el final de la Segunda Guerra Mundial y acabar en un bar clandestino del Hotel Ritz (para más detalles sobre qué es ficción y realidad en esta historia se puede consultar nuestro reportaje mencionado antes). Al margen de los momentos íntimos entre las hermanas, interpretados por dos grandes actrices, el episodio habla de la última vez en que Isabel fue Isabel antes de convertirse en Isabel II. Es el episodio que se estaba rodando cuando la reina falleció en 2022, y establece una conexión certera con las dudas que surgen en el final de la serie, Sleep, dearie sleep (T6E10), cuyo título hace referencia a una canción de cuna tradicional escocesa, una de las que se tocaron durante su funeral. Stephen Daldry, productor de la serie y director de algunos episodios de las dos primeras temporadas (que se pueden considerar las mejores), vuelve para despedir al personaje en este espléndido desenlace que quizás está perjudicado por los cambios realizados en el guión por Peter Morgan, especialmente una subtrama en la que la reina debe tomar decisiones sobre los preparativos de su funeral, que se nota efectivamente algo forzado por las circunstancias. Pero sigue siendo un final notable que plantea los grandes temas de la serie, una especie de reflexión sobre si ha merecido la pena el sacrificio de las personas en favor de la institución, y que hace un magnífico homenaje a las actrices Claire Foy y Olivia Colman que interpretaron a Isabel II en temporadas anteriores.
El mayor éxito de la BBC en 2021, cuando el mundo estaba sumido en un confinamiento debido al coronavirus, fue precisamente un drama policial que confinaba a la agente Amy Silva (Suranne Jones) en el interior de un submarino rodeada de militares y testosterona para investigar un asesinato, que precisamente utilizaba con astucia la imposibilidad de escapar de ese entorno claustrofóbico como un elemento que contribuía a aportar suspense a la historia, mientras otra investigación paralela protagonizada por Kirsten Longacre (Rose Leslie), pareja sentimental de Silva, aportaba un cierto respiro exterior al espacio cerrado del submarino. Creada por Tom Edge, guionista del drama criminal basado en las novelas de J.K. Rowling Cormoran Strike (HBO Max, 2017-) y co-escritor del biopic de Judy Garland ganador del Oscar a la Mejor Actriz Judy (Rupert Goold, 2019), el éxito de la que parecía planteada como una miniserie ha provocado una segunda temporada que sigue titulándose Vigil (Movistar+, 2021-2023) aunque ya no tenga como escenario el submarino que le daba nombre. Lo mejor de esta nueva investigación de la agente Amy Silva es que consigue evitar la fácil tentación de recluirla en otro espacio cerrado (un avión, un edificio...) para introducirla en un escenario principalmente exterior que, eso sí, vuelve a ser un entorno militar, ese recurso tan facilón y recurrente de unas fuerzas armadas poco colaborativas con los investigadores civiles, que ha sido utilizado recientemente en otras series como la segunda temporada de Rapa (Movistar+, 2022-2024). Y desde el primer episodio la historia parece encontrarse cómoda en este entorno, construyendo una introducción que tiene los elementos de tensión que recuerdan a la primera temporada, con una secuencia de acción espectacular durante una exhibición de RPA (drones) de fabricación británica ante los responsables militares del ficticio país de Wudyan, que se convierte en una ratonera cuando los drones parecen actuar por su cuenta.
A la agente Amy Silva le encargan averiguar quién ha podido ser el responsable de este ataque, mientras el vicemariscal Marcus Grainger (Dougray Scott) parece evidentemente más preocupado por no perder el millonario contrato con el gobierno de Wudyan que en colaborar en la investigación. Si en la primera temporada se introducían algunos apuntes políticos, en esta segunda entrega resultan más evidentes, abordando temas como la venta de armas desde países occidentales a gobiernos sospechosos de utilizarlas para reprimir a los grupos que se rebelan contra la autocracia, mientras despliega el habitual desfile de falsos culpables y cliffhangers que en esta temporada resultan mucho más obvios: cada episodio termina con alguien apuntando a alguien o alguien atacando a alguien. Siguiendo la estructura de la anterior investigación, Vigil separa de nuevo a la pareja de agentes de policía, con Amy Silva viajando hasta la base militar británica comandada por la oficial Eliza Russell (una poco convincente Romola Garai) en Wudyan, un país donde "meten en la cárcel a los homosexuales", como le recuerda su hija, mientras la embarazadísima Kirsten Longacre interroga a un sospechoso en Escocia. Pero a veces da la impresión de que la serie tiene más dificultades para hacer empáticas a sus protagonistas, sobre todo cuando Kirsten discute con Amy en torno a los peligros de su investigación en Wudyan, mientras ella participa en su estado en redadas de la policía. Esa representación de una relación de pareja homosexual, que también tiene su reflejo en alguna subtrama dentro de la base militar, resulta tan estereotipada como en la primera temporada.
Vigil consigue mantener la tensión, pero utiliza recursos demasiado fáciles y se vuelve más convencional una vez que ya no tiene el elemento del espacio claustrofóbico. Incluso hay episodios francamente mediocres como el Episodio 4, que en su desarrollo y descripción del entorno militar recuerda a los malos guiones de la serie Fuerza de paz (RTVE Play, 2022), tan tópicos sobre la representación de los gobiernos represivos de países de Oriente Medio. La investigación resulta mucho más predecible y poco imaginativa, y la ausencia de un director tan solvente como James Strong, quien se encargó de los primeros episodios de la anterior temporada, se manifiesta en un trabajo de dirección más convencional de Andy De Emmony, que proviene del género de la comedia, como principal responsable de la serie Los Larkin (Filmin, 2021-2022), y Joss Agnew, que ha realizado algunos episodios de Outlander (Movistar+, 2014-2023), quienes no consiguen aportar el grado de tensión que necesita la trama. Ni siquiera por la presencia de actores veteranos como Dougray Scott, que el año pasado ofreció un trabajo espléndido como protagonista de la serie Irvine Welsh's Crime (BritBox, 2021-). Con un comienzo a la altura de lo que se podía esperar, la segunda temporada de Virgil se va hundiendo progresivamente en una historia que pierde interés conforme se desarrolla.
Al final del último episodio de esta serie se recuerda que "miles de personas, adultos y niños, necesitan donaciones de sangre, plasma, plaquetas o médula ósea para seguir viviendo", y que cualquiera de nosotros puede hacer donaciones de manera segura y gratuita. Es un mensaje necesario y que merece la pena repetirse, aunque pueda dar la impresión de que se trata de la conclusión de un melodrama sobre la enfermedad infantil. Y, efectivamente, en Alphonse (T1E1) se presenta a la familia Vasseur-Lafarge, que se enfrenta a la constante permanencia en el hospital de Rose (Angèle Roméo), una niña de nueve años, debido a que padece leucemia y espera un trasplante de médula ósea que no termina de salir todo lo bien que se esperaba. Se trata de la primera serie creada por Camille de Castelnau (1979, Francia), guionista de Oficina de infiltrados (Canal+, 2015-2020) junto a su creador Éric Rochant (1961, Francia), que en esta ocasión se encarga solo de producir y dirigir los dos primeros episodios. Éric Rochant ha sido uno de los autores que ha reivindicado en los últimos años el concepto de showrunner, una figura que no es habitual en Francia, y ha apoyado a Camille de Castelnau en esta primera colaboración con Disney+, cuya filial francesa está realizando producciones muy interesantes como El caso Oussekine (Disney+, 2022) o Irresistible (Disney+, 2023), y que en el pasado Séries Mania 2023 presentó cuatro series, un documental y dos largometrajes de ficción. Pero aunque la enfermedad de Rose está muy presente, y es especialmente protagonista en el dramático episodio Romy y el océano (T1E7), que trata de equilibrar cierta tendencia al melodrama, Todo va bien (Disney+, 2023) se construye en realidad como el retrato de una familia algo disfuncional en la que enfrentarse a una situación tan extrema hace aflorar las tensiones y las dificultades que afrontan cada uno de ellos. Y se revela como un drama sólido que tiene todas las constantes del estilo narrativo francés, deambulando entre las historias personales con una mezcla de clasicismo y sentido del humor que ayuda a aliviar los efectos trágicos del relato, ofreciendo además un reparto de auténtico lujo. La madre de Rose es Marion (Sara Giraudeau), que ha aparcado el distanciamiento de su marido Stéphane (Yannik Landrein) para ocuparse de su hija en común, pero que confiesa sentirse sola ante la situación, y acaba consolándose en una aventura con Louis (Mehdi Nebbou), quien se dedica a hacer un trabajo de voluntario como clown en el departamento de oncología infantil.
Su hermana Claire (Virginie Efira) está casada con Antonio (Eduardo Noriega), y se ve involucrada en la batalla por la custodia de la hija de éste Lou (Camille Bouisson), una niña malcriada que ha tenido con su anterior esposa. Mientras el hermano menor Vincent (Aliocha Schneider), que trabaja como azafato, parece enfrentar con mayor dificultad la enfermedad de su sobrina. Es reticente a visitarla en el hospital y sustituye su presencia regalándole souvenirs de tazas de las diferentes ciudades del mundo a las que viaja. La madre de los tres hermanos, Anne (Nicole García) es una popular escritora de libros de autoayuda a la que hace tiempo dejó de soportar su marido Pascal (Bernard Le Coq) y que tuvo una aventura con su editor Philippe Deschamps (Hippolyte Girardot), ahora envuelto en acusaciones de acoso sexual por parte de algunas de sus trabajadoras. Este entramado de personajes permite a Camille de Castelnau construir un guión excepcional, lleno de matices, de comportamientos a veces extravagantes de sus personajes y de relaciones complejas, como la que tiene Claire con su madre, reflejada sobre todo en el episodio El ciervo (T1E2), en el que ésta atropella accidentalmente a una cierva, dejando a un cervatillo huérfano y seguramente víctima de algún depredador. Todo va bien habla sobre la manera en que una enfermedad grave puede afectar a una familia, pero también sobre la forma en que ésta provoca que se sientan más unidos, aunque mantengan sus diferencias, como cuando se reúnen por Navidad juntos en La niña bendita (T1E6), que Rose celebra en su casa porque quizás sea la última de su corta vida.
La serie no solo se apoya en un guión brillante que se dedica al desarrollo de personajes para elaborar una trama compleja, sino que cuenta con algunos de los mejores intérpretes del panorama francés, con especial mención al trío más protagonista: Virginie Efira, Sara Giraudeau y Nicole García, pero también al actor español Eduardo Noriega, quien parece haberse acomodado en producciones francesas en los últimos años, como los largometrajes Los traductores (Régis Roinsard, 2019) y Paris Paradis (Marjane Satrapi, 2024). Y aunque parece algo encorsetado por los diálogos en francés, perfila adecuadamente un personaje que trata de mantener el equilibrio entre las exigencias de su ex-esposa Caroline (Sandra Choquet), que no está muy satisfecha con que su hija viva la experiencia traumática de otra niña con una grave enfermedad, y la ansiedad que sufre Claire como el objeto de los ataques de aquella. Con la dificultad añadida de que la serie da más protagonismo a los personajes femeninos, que pueden parecer el eslabón más emocional en situaciones dramáticas pero que acaban reivindicandose como aquellas que afrontan con mayor entereza este tipo de experiencias. En Palmera solitaria (T1E5) Marion y Claire deciden tomarse las vacaciones que la primera había contratado para su hija Rose, y que las enfrenta a comentarios críticos de su entorno sobre cómo pueden estar en la playa mientras la niña se encuentra en el hospital, pero está contado con una sutileza muy certera en la descripción de los personajes. Todo va bien incorpora un giro de guión que se interpreta desde diferentes perspectivas por parte de los miembros de la familia, lo que el padre, Pascal, zanja con cierto pragmatismo: "¿Por qué no concluimos que se trata de un misterio, y que cada uno lo llame como quiera?". Es una perfecta definición del entorno familiar, la coexistencia de puntos de vista, personalidades y formas de vida distintas que sin embargo necesitan ser aceptadas sin juicios de valor.Durante años circuló la leyenda de que el escritor Frank Striker se había inspirado en Bass Reeves para crear el personaje de El Llanero Solitario, cuya primera aparición fue en un programa de radio en 1933, pero una tesis publicada en 2018 por Martin Grams Jr. desmontó estas afirmaciones. Sin embargo, esta es una muestra de la importancia histórica que ha tenido a lo largo de los años, y la serie se recrea en esta idea introduciendo el personaje de Billy Crow (Forrest Goodluck) a partir de Parte III (T1E3), un nativo americano que se convierte en una especie de ayudante del protagonista, y que recuerda a la figura del indio Tonto (renombrado en los países de habla hispana como Toro por considerarlo un nombre despectivo), el acompañante habitual de El Llanero Solitario. Pero Agentes de la ley: Bass Reeves no trata al personaje como una figura heroica, sino que le rodea de una serie de cuestionamientos morales que le dan un carácter mucho más circunspecto. "Es un trabajo duro. Exige su precio. Pocos hombres sobreviven lo suficiente para llegar a ser buenos", le dice el juez Isaac Parker (Donald Sutherland) cuando le nombra alguacil federal en 1875. David Oyelowo aporta profundidad a un Bass Reeves con un bigote algo más estilizado que el que tenía en la realidad, y ofrece una representación compleja de la rabia y la frustración del personaje a lo largo de la historia. Efectivamente, durante la temporada asistimos al costo moral que supone para el protagonista llevar a cabo su trabajo, muchas veces enfrentado a la persistencia de las actitudes racistas (lo que finalmente acabaría siendo su condena). Incluso alrededor de personajes secundarios, como su esposa Jennie (Lauren E. Banks), para quien comprar su propio piano se reivindica como un acto de libertad, como le explica a su hija Sally (Demi Singleton) en Parte II (T1E2): "La dueña de la plantación se consideraba generosa por enseñarme a tocar. El piano era suyo... pero la música era solo mía".
Hay en la serie algunos tics del estilo de Taylor Sheridan, aunque solo ha ejercido en este caso como productor, provocadas seguramente por las colaboraciones de la directora Christina Alexandra Voros en series como 1883 y Yellowstone, empezando por el tono nostálgico de la música original, otro de los interesantes trabajos de la compositora Chanda Dancy (1978, Texas), quien se dio a conocer gracias a su excelente banda sonora para la película Devotion. Una historia de héroes (J.D. Dillard, 2022). En la estructura de la serie, y en el arco narrativo del personaje principal, hay dos partes bien diferenciadas: los primeros episodios cuentan la crónica de un hombre que se libera de la esclavitud para tratar de llevar una vida en libertad, mientras que la segunda mitad, una vez que Bass Reeves adopta su posición como hombre de ley, se adentra en una contradicción personal sobre la manera en que se ha convertido en un representante de las propias leyes creadas e impuestas por el hombre blanco, las mismas que justificaban la esclavitud. En Parte V (T1E5), Bass Reeves debe escoltar al prisionero Jackson Cole (Tosin Morohunfola), acusado de asesinar al antiguo dueño de una plantación que había ordenado quemar a su esclavos, hasta entregárselo al ranger Esaú Pierce (Barry Pepper), que le hará regresar a Texas, donde aquel no tiene jurisdicción: "Tú honras tu placa. Pero incluso con ella, un hombre como tú no podría arrestar a un hombre como yo cuando crucemos el río", le dice Pierce a Reeves: "Si llegas a la otra orilla, es otra ley". Pero este carácter introspectivo que adopta la historia ralentiza el ritmo y la hace algo más pesada en sus últimos episodios. Que Agentes de la ley: Bass Reeves sea una serie antológica no quiere decir que no exista la posibilidad de una segunda parte de su historia, algo que Chad Feehan parece dispuesto a abordar si se propusiera: "Definitivamente hay material para abordar si se diera la oportunidad. Siento que nuestra serie cuenta la historia y honra su legado, pero hay temas que no hemos incluido y que me interesaría abordar absolutamente" (The Wrap, 5/11/2023).
El episodio For the party (Por el partido) (T1E1) comienza en "1974", cuando los líderes del Partido Laborista discuten sobre si deberían estar más cerca de la izquierda o acercarse más hacia la derecha, tratando de encontrar un difícil equilibrio en el centro. La serie no intenta hacer una representación exacta de los personajes, y de hecho muchos de ellos ni siquiera se parecen físicamente a los políticos reales, quienes en algunos casos han expresado su desacuerdo en la forma en que han sido retratados. Pero se trata de una sátira que, por otro lado, refleja una de las épocas más extrañas y sorprendentes de la política noruega. Power play presenta su planteamiento de forma irónica, advirtiendo al principio de cada episodio que se trata de una serie sobre "verdades, mentiras y mala memoria". Su carácter satírico, que a veces puede recordar a series como Veep (HBO Max, 2012-2019) se sostiene sin embargo en hechos tan absurdos como reales, como la surrealista manera en que se desarrollaron las elecciones de 1977 o la campaña electoral para las elecciones municipales de 1979 que protagonizó el Partido Laborista en un tren que recorría Noruega, y que permite elaborar el "episodio botella" Wild goose chase (Búsqueda inútil) (T1E3), uno de los mejores de la temporada. Pero una de las figuras más sorprendentes de la época fue Arvid Engen (Trond Espen Seim), el dueño de una fábrica de muebles en Jessheim que nunca tuvo una relevancia dentro del Partido Laborista, pero que contaba con buenas relaciones, especialmente con Reiulf Steen, quien le hacía importantes confidencias sobre asuntos internos cuando hablaban por teléfono. Arvid Engen grabó todas esas conversaciones en cintas de cassette que años después serían reveladas por los medios de comunicación. En la serie, este peculiar personaje es mostrado como un entrevistado narrador que rompe la cuarta pared. Gro Harlem Brundtland es médica de formación, habla inglés y ha estudiado en Harvard, un conocimiento que muchos de los políticos del Partido Laborista sienten como una amenaza. Hay mucha insistencia en la contraposición entre la formación intelectual del personaje femenino y unos personajes masculinos algo obtusos, lo que a veces enturbia la perspectiva de una serie que parece destacar las capacidades de la protagonista en contraste con la ineptitud de sus compañeros. El proyecto surgió en 2017 a partir de una idea de las actrices Kristin Grue, a la que hemos visto en Countrymen (Filmin, 2021) y Silje Storstein, que ha participado en películas como Traicionados (Eirik Svensson, 2020), interesadas en llevar a la pantalla la trayectoria de Gro Harlem Brudtland, aunque al tratarse de su primer guión, han contado con la colaboración del reconocido guionista Johan Fasting, que ha escrito películas como Ninjababy (Yngvild Sve Flikke, 2021) y Storm (Erika Calmeyer, 2022). Aunque estaba previsto hacer una crónica histórica al estilo The Crown (Netflix, 2016-2023), pero con elementos anacrónicos, la propuesta ha ido adquiriendo mayor libertad creativa a lo largo de su desarrollo. Las oficinas del Partido Laborista se representan con despachos en los que hay reuniones secretas, maquinaciones, batallas internas y traiciones. En el episodio The spider (La araña) (T1E5), el primer ministro Odvar Nordli está obsesionado con las filtraciones que se producen a la prensa, y cuando descubre una entrada secreta a su despacho detrás de una estantería, su paranoia le lleva a una experiencia que parece sacada de un guión de Charlie Kaufman. Sátira política de nivel sobresaliente, aunque algunos acontecimientos puedan resultar menos conocidos para los espectadores de fuera de Noruega, Power play ofrece una incursión divertida e imaginativa a la crisis existencial de unos partidos políticos como resortes tambaleantes de la democracia. La primera parte de la temporada, que comienza en 1974 y llega hasta 1981, está compuesta por seis episodios, mientras que los otros seis, que se desarrollan en los ochenta durante el gobierno presidido por Brundtland, se estrenan en Noruega el 7 de enero.
Una de las constantes en el documental es la separación entre Raffaella Pelloni (su verdadero nombre) y Raffaella Carrà, la representación de su personalidad artística. Y la forma en que la segunda servía como una barrera para que la primera pudiera mantenerse en un plano discreto. Aunque no se habla demasiado de su muerte, en el episodio Lella (T1E1), algunos de sus amigos confiesan que nunca les reveló que estaba enferma, y de hecho por voluntad propia se desconocen las razones de su fallecimiento, aunque las informaciones apuntan a un cáncer de pulmón. Aunque la serie ofrece un recorrido cronológico, se estructura en bloques temáticos que hablan, por ejemplo, de la proyección de su figura como un icono LGTBIQ+, reforzado por la letra de canciones como "Luca" (1978) que hablaba del amor sin límites de género, y que se ha mantenido hasta la actualidad: el desfile del Orgullo Gay de Roma en 2022 estaba dedicado a Raffaella Carrà con el lema "Faciamo rumore" (Hagamos ruido), en referencia a uno de sus mayores éxitos, "Rumore" (1979). Antes de escandalizar a los ejecutivos de la RAI y el Vaticano enseñando el ombligo en el programa Canzonissima (1971), Raffaella Pelloni tuvo una incipiente carrera como actriz en los años sesenta, aunque Marco Bellocchio (1939, Italia), que la conoció en la Escuela de Cine Experimental de Roma, comenta que: "Cada artista se expresa de una manera. Ella era sobre todo el cuerpo, los primeros planos no funcionaban". Pero eso no le impidió participar en la película El coronel Von Ryan (Mark Robson, 1965) junto a Frank Sinatra y Trevor Howard, y conseguir un contrato por tres años con 20th Century Fox en Hollywood, que sin embargo decidió abandonar para regresar a Italia.
Raffaella (Disney+, 2023) describe la construcción de un mito, como cuando la actriz y guionista Caterina Rati, autora del libro Raffaella Carrà. Cinquant'anni di desiderio (2019), hace referencia a su nombre artístico: "Ese nombre le iba a la perfección, porque parece un motor arrancando: Rrrrrrafaella... que explota al final: Carrà". Pero siempre permanece la carga de aspectos de su vida privada: el abandono de su padre convierte a sus dos únicas parejas, Gianni Boncompagni y Sergio Japino, que también fueron colaboradores profesionales durante muchos años, en figuras paternas. Y la estricta educación de una madre que se proyectaba en el deseo maternal que llegó demasiado tarde, después de haberse dedicado a una carrera por la que sacrificó la otra parte de su vida. La trayectoria en España de Raffaella Carrà está representada por intervenciones de colaboradores como el productor musical José Luis Gil, el guionista Juan Luis Iborra y la actriz Loles León. A España llegó por primera vez en 1975, cuando la dictadura y el dictador agonizaban, y el anuncio de la muerte de Franco que abrió el camino hacia la democracia está representada en el documental bajo los compases de la canción de ritmo rumbero "Fiesta" (1977). Después regresaría en otras épocas, como cuando en 1992 presentó una versión española de uno de sus programas de mayor éxito, ¡Hola, Raffaella! (TVE, 1992-1995) junto a Loles León. En Italia, se dejó seducir por Silvio Berlusconi para trabajar en el Canale 5 de Fininvest, el comienzo del grupo mediático Mediaset, y su marcha de la RAI se consideró como una especie de traición, después de haber conseguido el contrato más lucrativo de la televisión pública italiana, cuyo salario fue debatido incluso en el Parlamento. Daniele Luchetti mantiene la mirada siempre pendiente de la representación de Raffaella Pelloni frente a la figura de Raffaella Carrà, adoptando en el episodio Carrà (T1E3) un tono poético cuando coloca los vestidos que llevaba la artista en el trasfondo del paisaje marítimo de Argentario, el pequeño municipio de la Toscana italiana en el que Carrà se refugiaba para volver a ser Pelloni.
La hermana de Billy, Vera (Julia Ragnarsson) ha tratado de aislarse del peso de una tragedia que ha permanecido a lo largo de los años (su madre se suicidó) alejándose de la localidad de Reftinge, donde no ha vuelto desde hace tiempo, llevando una vida solitaria en Estocolmo y dirigiendo una terapia de grupo especializada en el procesamiento del duelo. Lo que finalmente resulta en realidad una manera de seguir conectada con su propio trauma. Cuando en una de las sesiones aparece Isak (Erik Enge), quien comienza a describir acontecimientos que hacen referencia a recuerdos que Vera comparte, el drama de la desaparición regresa. La memoria de Erik parece haber sido borrada por algún trauma de un pasado del que solo sabe que fue adoptado, lo que despierta en Vera la esperanza de que pueda tratarse de su hermano Billy. El regreso a Reftinge, sin embargo, la enfrenta con una familia y un entorno que parece haberse acomodado en la idea de que Billy nunca regresará y que prefieren no agarrarse a una esperanza débil, como su padre (Lars Schilken) o su otro hermano (Vilhelm Blomgren), quien piensa que Isak podría ser un impostor que trata de aprovecharse económicamente del dolor de la familia. End of summer explora en un formato de suspense las consecuencias del trauma y la manera en que éste se aferra a las vidas de quienes lo han sufrido, algunos rendidos a una evidencia y otros todavía abiertos a nuevos hallazgos.
Adaptada por los guionistas Björn Carlström (1963, Suecia) y Stefan Thunberg (1968, Suecia) esta es la primera novela de Anders de la Motte que se ha llevado a la pantalla, y se construye adoptando la forma de un drama psicológico que se equilibra bien con el misterio que rodea a Isak, aunque el actor Erik Enge, al que hemos visto en series como Fejkpatient (TV 2 Play, 2023) o Delete me. Watch me (Viaplay, 2023), resulta menos ambiguo de lo que requiere su personaje. Con una intro de cada episodio cuyas textura de grabaciones caseras en 8 mm. recuerda inmediatamente a la famosa intro de la serie Succession (HBO Max, 2018-2023), End of summer se desarrolla con firmeza aunque quizás con demasiada lentitud, pro sabe rodear a los personajes de una cierta sensación de intriga, apuntada sobre el dolor del duelo, como cuando al final del Episodio 3, el padre de Vera baila recordando a su esposa mientras suena "Stuck on you" de Lionel Richie. Es interesante el Episodio 4, un regreso al pasado que muestra el trabajo del investigador Krister Månsson (Simon J. Berger, uno de los protagonistas de Exit (Filmin, 2019-2023)), quien se centra en el interrogatorio a Tommy, el principal sospechoso, pero cuya decisión final provoca el enfrentamiento con Harald (Torkel Petersson) quien le culpa del suicidio de su hermana. Bajo la dirección de Henrik Georgsson (1964, Suecia), responsable de series como El puente (SVT, 2011-2018) o Reza, obedece, mata (SkyShowtime, 2021) y Jens Jonsson (1974, Suecia), director de Blinded (Filmin, 2019-2022), que también protagonizaba Julia Ragnarsson, este drama psicológico adopta a veces un tono parecido al de Blackwater (SVT, 2023), con planos cercanos y zooms lentos que recuerdan al cine policíaco de los años setenta. La serie está disponible en Primeran solo con subtítulos en euskera.
Emma Stone podría parecer un elemento extraño en esta creación de dos guionistas que siempre se han movido en el terreno independiente y han reflexionado, especialmente en el caso de Nathan Fielder, sobre los mecanismos de la telerrealidad, como en la espléndidamente extraña Los ensayos (HBO Max, 2022), pero inmediatamente es fácil reconocer el interés que despierta un personaje tan complejo y lleno de matices como Whitney para una actriz que consigue construirlo con maestría. Especialmente en las interacciones con otros personajes como Cara (Nizhonniya Austin) una artista nativa de la que ella se considera amiga (no está claro si es recíproco), y que evoluciona a lo largo de la temporada, desde que Whitney participa en una performance de Cara en el episodio La presión viene bien por ahora (T1E2) que tiene que ver con el pavo de Acción de Gracias, y que cuando la artista explica su significado en Auto-exclusión (T1E7) se convierte en un reflejo de la personalidad de Whitney. O la relación de Asher con una familia de inmigrantes que han ocupado una casa de la que es propietario, y cuya hija pequeña le lanzó una maldición en el primer episodio que en cierta manera es el catalizador de algunos de sus comportamientos. The curse es una serie llena de lecturas que resulta fascinante ir descubriendo, especialmente por lo cringe que pueden llegar a ser sus protagonistas. Whitney, por ejemplo, decide afrontar un robo en una tienda de ropa que se encuentra en un centro comercial del que es propietaria, dándole a la dependienta su tarjeta de crédito para que cargue en ella el valor de los robos que se produzcan, porque considera que las personas roban por necesidad. Pero esta decisión tiene consecuencias, como veremos en Abajo y sucio (T1E8), que comienza con un grupo de jóvenes dirigiéndose a Española porque se ha corrido la voz en las redes sociales de que se puede robar en una pequeña tienda de ropa sin sufrir consecuencias. La decisión de Whitney le cuesta 14.000 dólares en su cuenta bancaria.
Hay una extrañeza en el tono inquietante y la música electrónica de John Medeski que le dan una textura especial a la serie, con esa planificación en la que la cámara parece estar espiando, como si se estuviera grabando de forma oculta otra realidad diferente a la serie que está dirigiendo Dougie Schecter. Una forma de presentar la historia, con tomas desde la distancia y zooms lentos que convierte a los espectadores en voyeurs. La serie hace un uso espléndido del fuera de campo, como cuando en el episodio Corazones jóvenes (T1E9) se escucha a Asher detrás de la puerta de un cuarto de baño, pero deja al espectador que decida si está masturbándose o simplemente fantaseando. Y en algunas ocasiones nos da la impresión de que Dougie, otro personaje cringe, parece más interesado en la relación de la pareja que en el proyecto inmobiliario de unas casas pasivas eco-friendly con exterior de espejos tipo Kusama que provoca que los pájaros se estampen contra sus paredes, y que a nivel formal muestra reflejos distorsionados, una representación certera de esa realidad deformada que hemos mencionado. Para los espectadores que esperan ver el resultado del programa piloto que están realizando, Corazones jóvenes (T1E9) ofrece un amplio fragmento que resulta incluso atractivo como espacio de telerrealidad ecologista. Pero la historia se va enfocando cada vez más en la relación de la pareja, con momentos de vergüenza ajena como cuando tratan de reproducir un destello de naturalidad cómplice para subirlo a las redes sociales, y que les sale totalmente forzado, en el final de Questa Lane (T1E3), o cuando Whitney se burla de Asher en una de las escenas más humillantes entre una pareja que se han retratado en la televisión, en Auto-exclusión (T1E7). The curse es una serie que invita al espectador a salir de su zona de confort, construyendo situaciones incómodas que sin embargo despiertan la atención, incluso aunque algunos momentos parezcan absurdos como el comienzo del episodio El gran árbol (T1E4), que sobre todo desarrolla al personaje de Dougie. La maldición no actúa por sí sola a lo largo de la serie, sino que su efecto es más psicológico, un catalizador emocional que sirve para modificar comportamientos y actitudes, pero que no se puede forzar, ni siquiera aunque el propio Dougie trate de conseguir que la niña le maldiga a él también para comprobar si tiene un efecto real.
Este mes coincide el estreno en España de dos de las series protagonizadas por el actor israelí Yehuda Levi, uno de los más populares de su país: por un lado, el drama en formato de thriller East Side (Filmin, 2023) y por otro lado la historia sobre embarazos subrogados La tercera persona (SundanceTV, 2023), que comentamos más adelante. Creada por Yael Rubinstein-Nitsan y Yossi Madmoni (1967, Jerusalén), quien anteriormente trabajó como editor de guión en la popular serie Shtisel (Netflix, 2013-2021), East Side aborda un tema relativamente poco conocido que está relacionado con la corrupción del sector inmobiliario en la zona oriental de Jerusalén, principalmente poblada por árabes, a través del personaje de Momi Ben Dahan (Yehuda Levi), un ex agente del Shin Bet (Agencia de Seguridad de Israel) que ahora se dedica a servir como intermediario entre un grupo judío que compra inmuebles en Jerusalén y sus posibles vendedores, generalmente palestinos que habitan la zona. Sin embargo, para la Autoridad Palestina se considera una traición vender propiedades a los judíos, por lo que Momi está encargado de buscar compradores ficticios (generalmente falsos jeques qataríes) que sirvan como puente entre los palestinos y los judíos. Uno de los aspectos más desconocidos, sin embargo, es la influencia que en Jerusalén tienen los cristianos de la Iglesia Ortodoxa Griega, quienes son una minoría pero ejercen un gran poder al ser propietarios de numerosos inmuebles. La llegada de un nuevo patriarca, Theodorus (Panos Koronis) se convierte en un problema para Momi, porque toma la decisión de no vender un hotel en el centro de la ciudad propiedad de la Iglesia Ortodoxa, que los judíos están muy interesados en comprar como un paso más en la invasión subrepticia de Jerusalén, lo que se convierte en la trama principal de la serie.
Aunque puede parecer una situación algo increíble, la historia está basada en acontecimientos reales, y de hecho uno de los personajes principales, un padre de familia palestino llamado Issam (Jameel Khoury) que en el episodio Momi (T1E1) vende su casa y a lo largo de la serie es perseguido por la Autoridad Palestina, tiene el mismo nombre que Issam Akel, una persona real detenida en 2018 bajo sospecha de vender casas a los judíos en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Al mismo tiempo, en junio de 2022 se reconoció la legalidad de un contrato de arrendamiento de dos hoteles propiedad de la Iglesia Ortodoxa, que abría el camino al desalojo de sus inquilinos árabes en favor de los judíos. En los primeros episodios, la serie muestra de forma clara cómo el gobierno de Israel utiliza su capacidad de ejercer el reconocimiento oficial del nuevo patriarca de la Iglesia Ortodoxa como chantaje para obligar a Theodorus a vender algunas de las propiedades. Pero éste mantiene su decisión con firmeza, lo que provoca una situación que se va haciendo cada vez más tensa. A lo largo de los diez episodios, que toman cada uno el nombre de uno de los personajes principales, comprobamos que Momi ejerce todo tipo de sobornos y engaños para conseguir llegar a acuerdos basados en un estado general de corrupción que parece institucionalizado. Momi es un personaje con ambigüedades que sin embargo los creadores de la serie tratan de retratar como algo más que un villano, especialmente a través de la relación que tiene con su hija Maya (Gefen Kaminer), una joven autista que tiene dificultades para integrarse dentro de su entorno. Pero cuando en el episodio Alice (T1E3) le dice a Maya que “el mundo está lleno de monstruos”, de alguna manera parece que la está advirtiendo de personas como él mismo. La descripción de esta relación padre-hija se hace quizás demasiado extensa en la narración, acercando a la serie en algunos momentos a un drama familiar menos interesante que la trama de corrupción.
Pero al mismo tiempo hay episodios muy interesantes, como Theodorus (T1E4), que se centra en el personaje del patriarca cuando regresa al pequeño pueblo griego del que es originario para acompañar a su madre enferma. Es un episodio de desarrollo del personaje que introduce elementos familiares y le enfrenta a la verdad sobre su padre, cuya identidad nunca le ha sido revelada. La historia se construye a través de otros personajes secundarios que tienen cierto trasfondo social y político: Meira (Sarit Vino-Elad), líder del grupo de colonos judíos que compra los inmuebles, es viuda de un hombre que murió en un ataque terrorista; el ayudante del patriarca, Sophronius (Manos Gavras), mantiene una relación con una mujer casada, y se encuentra en una constante ambivalencia entre su deseo y su devoción religiosa. De manera que East Side se va conformando a través de las pequeñas historias de diferentes personajes, que a veces la puede acercar a un tono de drama demasiado jabonoso, pero que en general consigue un entramado de relaciones que desembocan en un interesante drama con un trasfondo político muy complejo. La compra de inmuebles es una de las estrategias que lleva ejerciendo Israel para introducir habitantes judíos en la zona oriental de Jerusalén desde 1967, como la construcción de viviendas en barrios palestinos o la revocación de los derechos de residencia.
Porque juega constantemente con una cierta ambigüedad en ambos personajes que provoca que se mantenga siempre la sospecha de que la verdad podría estar del lado de cualquiera de ellos. June vive con su marido Leo (Stephen Campbell Moore), su hijo Jacob (Jordan A. Nash) y su madre Maureen (Zoë Wanamaker), quien comienza a sufrir cierta decadencia mental. En el momento en el que las decisiones que toma June resultan cada vez más obsesivas, Leo le recuerda que su familia tiene antecedentes de trastornos mentales, y ciertamente la insistencia de la inspectora en perseguir la supuesta corrupción de los policías implicados en la detención de Errol Mathis parece casi paranoica. Por su parte, el personaje de Daniel Hegarty es al principio el retrato de un policía que lleva tanto tiempo en su posición que prefiere tomar atajos para resolver determinados casos, aunque tenga que presionar más de lo que está permitido. Y asoma la sombra del racismo frente a una relación entre una mujer blanca y un hombre negro que le convierten a él en el principal sospechoso desde el principio, después de que sufre un accidente de tráfico en un coche en el que supuestamente parece estar escapando del escenario del crimen junto a su hijo Patrick (Kaylen Luke). El episodio retrospectivo The Sixty-Twos (T1E7) resuelve parte del enigma regresando al pasado para contar los hechos tal como ocurrieron. Pero hasta llegar ahí, hay tantos intentos de June por desenmascarar a Hegarty como los de éste por desacreditarla a ella, tendiéndole algunas trampas en otras de sus investigaciones. Sin embargo, Daniel Hegarty no se dibuja con trazos gruesos de villano corrupto, sino que hay también un reflejo de su papel como padre de una hija rebelde y de mentor de un Patrick adolescente (Rasaq Kukoyi) que intenta encontrar su camino alejado del estigma de su padre encarcelado.
Si bien a veces la historia mantiene un ritmo que puede parecer demasiado lento, y algunas subtramas no terminan de ser tan consistentes como quisieran, Historial delictivo (Apple tv+, 2024) es plenamente consciente de que su fortaleza está en el conflicto entre los dos personajes principales. Pero el título de la serie tiene una doble interpretación, porque el historial delictivo al que hace referencia también amplifica su mirada para adoptar una perspectiva más crítica en torno a las continuas sombras de corrupción, racismo y violencia que se ciernen sobre la policía inglesa. Un informe histórico que se publicó en marzo de 2023 indicaba que "la policía metropolitana está podrida, sufre el colapso de la confianza pública y es culpable de racismo institucional, misoginia y homofobia". El informe de 363 páginas fue realizado por el investigador independiente Louise Casey, quien inició sus investigaciones a instancias de la MET (Policía Metropolitana de Londres) después de que uno de sus agentes secuestrara, violara y asesinara a Sarah Everard en 2021. En este informe se recogían pruebas de agresiones sexuales encubiertas o minimizadas por los superiores, mientras el 12% de las mujeres que componen el cuerpo policial reconocía haber sufrido alguna vez acoso o abusos, y se relataban bromas racistas contra agentes de origen musulmán o de raza negra. El trasfondo del alto nivel de violencia en las calles de Londres está presente en episodios como Kid in the park (T1E3), en el que un niño de 12 años es alcanzado por una bala perdida: "Necesitamos una policía moderna digna de los valores de nuestra ciudad", afirma en los medios la Comisionada Claudia Mathew (Georgina Rich). Al principio de la serie, Daniel Hegarty aparece trabajando como conductor de limusinas (un trabajo adicional que es más normal de lo que parece). Los pasajeros a los que traslada le preguntan en el episodio Emergency caller (T1E1): "Debe tener algunos cuentos macabros que contarnos", a lo que él responde: "Tengo millones".Basada en la experiencia real de Shira Hadad, una de las creadoras de la serie, quien tuvo su hijo mediante gestación subrogada, la serie no plantea dudas sobre este procedimiento, que en España está prohibido como práctica de reproducción asistida, siendo expresamente nulo cualquier contrato que se lleve a cabo entre una mujer y una madre sustituta. Pero sí explora las complicaciones que para una pareja puede tener la conexión con otra mujer que gesta a su futuro hijo. Eli, cuyo dolor como ese "cuerpo que no funciona" es interpretado con profundidad por Rotem Sela, a la que hemos visto en series como Jerusalén: Ciudad de furia y esperanza (Movistar+, 2021), tiene una actitud demasiado controladora con respecto a los comportamientos de Hen, incluso en detalles como dónde colocarse el móvil para que las radiaciones no afecten al feto. Esta actitud provoca un alejamiento de la madre sustituta, que al mismo tiempo se acerca cada vez más a Ido, quien se muestra mucho más comprensivo. Eli se siente progresivamente desplazada de la gestación de su propio hijo, y la relación con su pareja comienza a deteriorarse. La idea de que esta tercera persona que durante nueve meses pasa a formar parte del entorno familiar puede provocar el resquebrajamiento de las relaciones personales es uno de los elementos principales de la historia, aunque algunas actitudes pueden resultar algo exageradas. Pero la serie tiene la solvencia de los buenos dramas israelíes, centrándose en los tres personajes, casi los únicos protagonistas, aunque influenciados por entornos familiares que no siempre parecen comprender sus decisiones.
Dirigida por Shay Capon, que consiguió varios premios de la Academia de Televisión de Israel por la serie Arab labor (Keshet, 2007-2013), este drama se construye lentamente conformando a los personajes, aunque consigue desarrollar mejor a las dos madres que al personaje masculino, que se siente algo desatendido. Incluso cuando la separación emocional entre Ido y Eli es más palpable, la conexión entre ésta última y Hen es mucho más íntima en el momento del parto. Al mismo tiempo, esta separación de la pareja se subraya con la entrada en escena de un cuarto jugador, un escritor llamado Tomer (Lior Raz), al que Eli ayuda a escribir su última novela y con el que comienza a tener una relación íntima. Se podría decir que el alejamiento que sufre respecto a la creación de una nueva vida lo sustituye por la implicación en la creación artística de una novela. La tercera persona es una serie bien escrita que se apoya en situaciones extremas para construir los conflictos, pero que funciona adecuadamente como una reflexión sobre la paternidad y la maternidad, y lo difícil que resulta permitir la gestación de un hijo en el cuerpo de otra persona.
La historia del asesino en serie que sembró el pánico en el condado de Yorkshire entre 1975 y 1980 se extiende como un reflejo de una policía misógina que categorizó a las víctimas, mujeres solas en calles nocturnas, como prostitutas y por tanto delimitó su búsqueda a un perfil de asesino incorrecto, lo que provocó que el caso no se resolviera hasta cinco años después del primer asesinato, debido sobre todo a una casualidad, como se reflejaba en la docuserie El destripador de Yorkshire (Netflix, 2020). Esta serie ofrecía una disección muy inteligente sobre cómo un punto de vista machista enturbió las investigaciones, y en este sentido se alejaba de los tradicionales documentales true crime de una manera sobresaliente. Algo parecido ocurre con The long shadow (ITV, 2023), que rehuye presentar al asesino (solo aparece brevemente), para enfocarse en sus víctimas, lo que es una virtud dentro del contexto habitual de romantización del crimen. Esto se revela en los dos primeros episodios, centrados en la segunda víctima, Emily Jackson (Katherine Kelley) y las circunstancias que la llevaron, en este caso sí, a ejercer la prostitución ante la impotencia de su marido Sydney (Daniel Mays). Por entonces, en 1975, las investigaciones están a cargo del oficial Dennis Hoban (Toby Jones), pero a lo largo de la serie veremos a otros investigadores tomar las riendas ante los fracasos de sus antecesores, entre ellos George Oldfield (David Morrissey), que ocupa la última parte de la historia. Conforme se desarrolla la historia, da la impresión de que estamos más ante una crónica social que ante un true crime propiamente dicho, sobre todo cuando las mujeres salen a las calles, cansadas de la incompetencia de la policía, "reclamando las noches" frente a la orden de permanecer en sus casas, en un montaje emocionante mientras suena la versión de Peggy Lee de la canción de Paul Simon "Bridge over the troubled water" (1970), una de las favoritas de Jacqueline Hill (Daisy Waterstone), la última víctima del asesino, al final del Episodio 6.
En este sentido, podemos decir que The long shadow es la mejor serie dirigida por Lewis Arnold, y eso que ha sido el responsable de lo mejor que se ha hecho en Gran Bretaña en los últimos años, dirigiendo producciones destacadas como Des (ITV, 2020), Condena (BBC, 2021) o Sherwood (Filmin, 2022-). Pero hay un estilo reflexivo que impregna toda la serie y que transforma un thriller policial en un profundo estudio de las consecuencias de una sociedad limitada por los prejuicios. Y consigue algunas escenas sobrecogedoras, como cuando en el Episodio 2 muestra la llamada a la policía de una de las víctimas solo a través del rostro de la oficial que ha cogido el teléfono, manteniendo el suspense con eficacia, o en el montaje paralelo en el que tres jóvenes mujeres caminan solas por las calles durante la noche, sin que el espectador sepa exactamente cuál de ellas será la próxima víctima del asesino. Pero quizás lo más sorprendente es que esta historia narrada con los resortes del cine clásico, está escrita por George Kay, responsable de algunos éxitos que tienen una textura completamente diferente, como Secuestro en el aire (Apple tv+, 2023-) y Lupin (Netflix, 2021-). Alejado de los cliffhangers y giros de guión algo absurdos de sus series anteriores, la escritura de George Kay es mucho más sutil y elaborada, evitando caer en el sensacionalismo para centrarse en la descripción del entorno social y las consecuencias del pánico provocado por la sucesión de trece asesinatos a lo largo de cinco años.
La serie está basada en el libro Wicked beyond belief: The hunt of the Yorkshire Ripper (2003), escrito por Michael Bilton, pero también se apunta en los créditos que se ha realizado una investigación extensa que ha permitido elaborar una historia interesada en los detalles. La sombra a la que hace referencia el título no es la del asesino, sino la que dejan atrás sus víctimas, porque la historia no abandona a las familias que quedan azotadas por el impacto de la violencia, y se detiene también en el sufrimiento de unos padres o de unos hijos. Esta mirada amplifica el interés más allá del retrato del culpable, la hace mucho más profunda y absolutamente más relevante que la mayor parte de las series basadas en crímenes reales. Pero también describe el trauma que rodea a las pocas víctimas que lograron sobrevivir, como Marcella Claxton (Jasmine Lee-Jones), a la que la policía descartó rápidamente como una víctima del destripador de Yorkshire, en parte por cierta actitud racista. En el Episodio 2, cuando llega a su casa y se mira en el espejo la cicatriz de su cabeza (el asesino actuaba golpeando a sus víctimas con un martillo), se refleja de una manera extraordinaria cómo la larga sombra psicológica que ha dejado el trauma será la que quede inevitablemente sin cerrar.
Así que El turista regresa con un episodio inicial que está a la altura de la primera temporada, porque nada más llegar a Irlanda, Elliot se enfrenta a una de las persecuciones más divertidas de la serie, un poco a lo Buster Keaton, mientras los perseguidores escuchan "Don't get me wrong" de Pretenders en la furgoneta que conducen. Tras comprobar que su novio ha desaparecido, Helen colabora con el policía local Ruairi Slater (Conor MacNeill), un personaje que parece una parodia de los típicos agentes de pequeños pueblos que suelen encontrarse en los dramas irlandeses, y que por su parte esconde también un cierto lado oscuro. Uno de los aciertos de los guiones de Henry Williams y Jack Williams son sus continuas referencias a películas y series que utilizan como herramientas que alimentan el humor negro. El primer encierro de Elliott en un sótano recuerda a las películas de la saga Saw (James Wan, 2004), y a partir del segundo episodio se da cuenta de que está metido en medio de una guerra familiar al estilo de Peaky blinders (Netflix, 2019--2022), con la matriarca Niamh Cassidy (Olwen Fouéré) y el patriarca Donal MacDonnell (Diarmaid Murtagh) como los principales líderes de cada uno de los bandos, en un duelo que en los diálogos hace referencia directa al histórico enfrentamiento entre familias que fue llevado a la pantalla en la miniserie Hatfields & McCoys (History Channel, 2012). Entre toques de humor absurdo, y siendo continuamente perseguido, atrapado, perseguido de nuevo y atrapado de nuevo, Elliott debe averiguar de qué forma encaja él dentro de este conflicto. Pero conforme se desarrolla la historia, también se revelan algunas de las principales debilidades de esta segunda temporada. Especialmente cuando se recuperan personajes de la anterior de una forma algo gratuita, como el exmarido de Helen, Greg Larsen (Ethan Krum) quien, aunque aporta cierto humor a través de su verborrea, no se sabe muy bien qué hace dentro de esta historia.
Con la mayor parte del tiempo separados, las subtramas que acompañan a Helen son bastante absurdas, ni siquiera especialmente divertidas, y resultan tan alejadas de la historia principal que tampoco encajan dentro del conjunto. Helen se convierte en un personaje prescindible dentro de la serie, utilizada solo como una especie de peón que aparece y desaparece solo para ser utilizado en los momentos que los guionistas lo necesitan para terminar el Episodio 4 en un cliffhanger que, por cierto, es spoileado en las fotos de promoción de esta segunda parte. Cuando la serie recupera su tono es en los momentos en los que Elliott comienza a resolver algunos de los enigmas que le rodean, sobre todo porque Jamie Dornan tiene tomado el tono sarcástico de su personaje. las escenas que quedan en la memoria son las que protagoniza él, como la interacción que tiene con el joven Fergal McDonnell (Mark McKenna) en el Episodio 2, quien también parece desubicado dentro de esa guerra entre familias mafiosas. Hay un acierto en utilizar directores principalmente irlandeses como Fergus O'Brien, nominado al BAFTA TV por el drama Against the law (2017), o Kate Dolan, directora de la película de terror You are not my mother (2021), porque aportan esa mirada peculiar que proporciona el carácter local. El uso de los paisajes escarpados y duros de los acantilados aporta un entorno oscuro que contrasta con la apertura soleada del desierto australiano, y la introducción de referencias a las fábulas celtas incorpora una dimensión mitológica al enfrentamiento familiar. Pero la segunda parte de El turista se desarrolla en un terreno mucho menos apasionante que la primera, incluso rozando cierta monotonía conforme se revelan los secretos que rodean a Elliott, aunque el cliffhanger del final es uno de esos toques tan característicos de los hermanos Williams que compensan algunas de sus debilidades.
Los dos sacerdotes acuden a la llamada del arzobispo de Santiago de Compostela, Martín Cañola (Pepón Nieto), para averiguar qué hay de cierto en una supuesta visión de Corina (Charo Zapardiel), una monja ciega, sobre el paradero de una niña que fue secuestrada en 1968. Ella vive junto a sus dos hermanas también ciegas, Franca (Susi Sánchez) y Anabel (Cristina Marcos), en un convento situado en el pequeño pueblo ficticio de Porto da Lua, que será el escenario de la trama principal de la temporada. "Este es un pequeño pueblo marinero y a veces sentimos que nos miran por encima del hombro", les dice Joaquín Bustamante (Francis Lorenzo), componente de una Hermandad católica y dueño de la principal empresa pesquera de la zona: "Así que las gentes de este pueblo pueden parecerle un poco secas, algunos incluso ariscos. Pero son de buena madera, fuerte y noble". Los sacerdotes comprueban que en Porto da Lua hay tensiones claras entre la nueva alcaldesa Pilar (Marta Etura) y los componentes de la Hermandad, porque ella pretende organizar unas fiestas populares para atraer inversores extranjeros y aprovechar las posibilidades turísticas del entorno natural, olvidado por las instituciones, lo que molesta a los miembros de este grupo religioso, que prefiere mantener las tradiciones locales, especialmente el Hermano Mayor Sebastián (Carlos Olalla) y su colaborador Gaitán (Luis Iglesia). La investigación sobre las visiones de Corina da un giro cuando se encuentra a una víctima asesinada y crucificada boca abajo, como la crucifixión de San Pedro, lo que indica algún tipo de venganza. De manera que Los enviados se convierte en una historia detectivesca que aborda temas como el fundamentalismo religioso y la gentrificación, mucho más terrenales que los aspectos sobrenaturales que predominaban en la primera temporada. Esto aporta otra dimensión a la historia, en la que también hay referencias al consabido narcotráfico en las zonas pesqueras de Galicia, y la hace más apegada a la actualidad. En algunos aspectos, la serie mejora con un plantel de actores reconocidos y solventes, especialmente brillante en el caso de Marta Etura, que tiene la oportunidad de interpretar a un personaje fuerte capaz de enfrentarse a los sectores más reaccionarios de Porto da Lua. Y aunque ciertamente la representación de los conflictos religiosos y sociales es bastante simple, funciona como un elemento principal que acabará resolviendo algunas de las preguntas planteadas.
La temporada está dirigida en su primer episodio por Juan José Campanella, mientras que el resto cuenta con directores como Martino Zaidelis, que recientemente estrenó la película La extorsión (2023). Uno de los problemas de la serie es su formato de ocho episodios que a veces se sienten como demasiado extenso para una historia que no resulta muy compleja, y que se rodea de algunas subtramas que no alimentan el desarrollo, sino que lo ralentizan. En el episodio 6, por ejemplo, se dedica demasiado tiempo a una trama al estilo de Hermano mayor (La Sexta, 2009-) en la que Simón trata de evitar que Alfonso (Martí Cordero), el hijo de Pilar, acabe atrapado en el consumo de drogas, una situación que él mismo ha vivido en primera persona. Aunque mejora en muchos aspectos, la segunda temporada sigue adoleciendo de una trama que a veces se dispersa demasiado, y los guionistas toman una decisión que la perjudica, quizás para no hacerla repetitiva, que es la de mantener separados durante la mayor parte del tiempo a Simón y Pedro, cada uno entregado a una investigación diferente, porque precisamente es la química y el sentido del humor entre ambos personajes una de las principales fortalezas de una serie que a nivel de guión es bastante mejorable. Aunque por otro lado no es mala decisión hacer que la hermana Emilia (Assira Abbate), que en la primera temporada colaboraba desde la distancia en el Vaticano, se desplace a Porto da Lua para formar parte del equipo que investiga las visiones, lo que permite algunas interacciones divertidas y un punto de vista femenino. Los enviados mantiene cierto nivel, se beneficia del cambio de escenario y sigue siendo una propuesta entretenida sin ser demasiado brillante, cuyo desenlace despierta dudas sobre su continuidad, también perjudicada por una agenda cada vez más complicada tanto de Miguel Ángel Silvestre como de Luis Gerardo Méndez.
En realidad, ambos personajes son completamente diferentes y el pobre Colin, que debe llevar para el resto de su vida un soporte con ruedas para sostener sus patas traseras, se mantiene en un segundo plano pero establece la conexión necesaria para que a su alrededor la pareja se conozca y se sienta cada vez más cercana. Gordon es un cuarentón que tiene un negocio de cervezas artesanas, que se ha repuesto de un cáncer y que parece haber estado soltero demasiado tiempo, mientras que Ashley está cerca de los treinta terminando su carrera de medicina realizando prácticas en un hospital donde tiene que lidiar con James (Tai Hara), el típico doctor sexy que tiene relaciones esporádicas con las enfermeras, y en cierta manera cada uno tiene una vida un poco desastrosa que se representa en los dos encuentros de Gordon con el entorno familiar y de amistades de Ashley: la presentación a su madre Lynelle (Helen Thomson), con la que mantiene una relación materno-filial tóxica, y su nuevo novio Lee (Darren Gilshenan), un personaje divertidamente "cringe", en el episodio The good room (T1E6), termina en una acalorada discusión. Y el encuentro con su pandilla de amigos en Bandit (T1E3), tampoco es precisamente un camino fácil. Ambos episodios están dirigidos por Matthew Moore, que ha trabajado en series como The Great (MGM+, 2020-2023).
Si se describe el desarrollo de la historia, podría parecer la comedia típica de parejas, pero Colin de cuentas recuerda en su espléndida dinámica de personajes a grandes series de relaciones personales, especialmente Catastrophe (Channel 4, 2015-2019), porque los diálogos y las conexiones entre Patrick Brammall y Harriet Dyer funcionan tan bien como las que se establecían entre Sharon Horgan y Rob Delaney. Y aunque es cierto que no puede evitar caer en algunos chistes de pedos y situaciones extravagantes que sitúan a los personajes en momentos vergonzosos, un recurso que puede ser algo fácil para extraer la comicidad, el humor está construido con el suficiente ingenio como para funcionar sin ser ridículo y, sobre todo, ambos actores elaboran sus personajes de una manera tan personal (se intuye que algunos de sus comportamientos son exageraciones de la propia relación de pareja que tienen en la vida real), que resultan siempre atractivos, aunque tomen decisiones equivocadas. Incluso aquellos momentos que pueden ser más predecibles, como el episodio final High needs people (T1E8) se acaban resolviendo con astucia, usando el elemento de la responsabilidad con una mascota como el vehículo para estar obligados a afrontar y resolver los problemas. La serie aporta asimismo personajes secundarios lo suficientemente sólidos como para alimentar el entorno de los protagonistas, centrándose en Megan (Ema Harvier), la amiga fiestera de Ashley, y los socios de Gordon en la cervecería, Chiara (Genevieve Hegney), que vive una crisis sentimental, y Brett (Michael Logo), demasiado obsesionado con las mujeres. Mientras que la relación principal acaba estando siempre ligada a Colin, como le dice Gordon a Ashley: "Creo que accidentalmente le abrí mi corazón a un perro paralítico y tú te colaste al mismo tiempo".
Efectivamente, Nina, su hermana y su hija vuelven a Ivalo tras haberse trasladado a la ciudad de Rovaniemi para acompañar a su madre enferma, lo que propone para la tercera temporada un regreso a los paisajes blancos y a la personalidad característica de la serie. También supone el regreso de algunos personajes que estuvieron en la primera temporada, y que tendrán importancia en el desarrollo de una nueva investigación que en esta ocasión se relaciona con las pruebas secretas de prototipos de coches que realizan las multinacionales de la industria automovilística en esta región desde hace treinta años. De hecho, Ivalo está considerado como uno de los más importantes centros de pruebas para neumáticos y nuevos diseños por sus características especiales, con 200 días al año con temperaturas de congelación que le han dado el nombre de "el infierno blanco". Aunque para la serie se ha utilizado una marca ficticia, Pharada, y un coche eléctrico de conducción automática que fue diseñado por Muodonmuutos, una de las empresas de diseño más importantes de Finlandia, que en su página web hace una descripción muy minuciosa del trabajo realizado para crear el automóvil ficticio Pharada VX06, utilizando como referencia el Audi A6 2011. La historia comienza con una secuencia de acción en la que un coche de diseño futurista es atacado por un grupo de hombres armados, mientras el robo de unos vehículos de pruebas ponen en peligro la continuidad de las inversiones de empresas norteamericanas en la zona. A través de un caso que se hace progresivamente más complicado, la serie escrita por Iiro Küttner (1966, Finlandia), uno de los guionistas más reconocidos de su país, plantea algunos temas relevantes en torno al impacto de este tipo de pruebas automovilísticas en el entorno natural, especialmente en las poblaciones de renos, pero al mismo tiempo la necesidad de las inversiones extranjeras en una zona tan aislada. Mientras Nina comienza a investigar, su hermana Marita tiene un proyecto de hotel turístico aprovechando la implantación de multinacionales en Ivalo, pero las averiguaciones de la agente de policía comienzan a tener una influencia negativa en las posibilidades de desarrollo económico de la zona, especialmente cuando comienza a investigar a la empresa Pharada, que tiene previsto invertir en uno de los centros de pruebas más grandes de la región. Como es habitual en Ártico, la trama policial se mezcla con otras subtramas que en esta ocasión se centran en el acoso escolar que sufre Perttu Hamari (Lumo Levy), un adolescente al que un grupo de compañeros hace todo tipo de bromas pesadas, que tengan algunas consecuencias impredecibles. La tercera temporada recupera las características que hicieron a la primera un nordic noir lo suficientemente atractivo como para despertar la atención internacional, y logra equilibrar la mezcla de géneros con una especial habilidad. Mientras mantiene cierto suspense en torno a la investigación policial, profundiza en el carácter del personaje principal de Nina, que experimenta el vértigo de un posible nuevo embarazo, lo que le provoca ansiedad. Pero se puede decir que, tras un intento de elaborar una trama mucho más espectacular en la segunda temporada, con algunas escenas jamesbondianas que resultaban poco creíbles, la serie regresa a sus mayores fortalezas para construir personajes mucho más sólidos, siempre dentro de ese carácter a veces extravagante que tienen las producciones finlandesas. También es cierto que vuelve a caer en la tendencia de querer tener un perfil más internacional introduciendo personajes anglosajones, lo que quizás es un problema de exigencia de las productoras más que de necesidad del guión, pero Ártico encuentra sus mejores momentos en las escenas familiares y en los momentos íntimos, pero también en la utilización del espectacular paisaje como un rasgo de personalidad, como cuando Nina recorre la zona en un trineo tirado por huskies siberianos bajo un cielo de auroras boreales: "¿Quién necesita coches? Todo el mundo debería ser transportado por perros". En Finlandia, la tercera temporada de Ártico fue la primera de las series de la empresa de telecomunicaciones Elisa Viihde que se estrenó en la plataforma Ruutu+, tras romperse el acuerdo con la sueca Viaplay, sumida en una profunda crisis económica, mientras en España todas las temporadas se pueden ver en Cosmo.
Sangre y dinero tiene una estructura y un ritmo espléndidos, y podemos decir que es uno de los primeros grandes títulos de 2024 que estrena Filmin en España. Bajo la dirección de Xavier Giannoli y Frédéric Planchon, la serie consigue evitar las complejidades de los temas económicos para mostrar una narrativa muy clara, incluso repitiendo más de una vez en cada episodio cómo se llevó a cabo la estafa, lo que no resulta reiterativo, sino clarificador. El episodio #4 Alya (T1E4), que se sitúa en Tel-Aviv en septiembre de 2009, el momento en el que comenzó la operación de compra-venta en los mercados financieros y el desvío hacia las cuentas en paraísos fiscales, tiene un ritmo de thriller absolutamente intenso, a pesar de que todo transcurre de una manera remota, a través de transacciones digitales. Pero la construcción fragmentada ayuda a mantener la tensión en todo momento, mientras Simon Weynachter ve cómo se está produciendo un robo en sus propias narices sin poder actuar debido a la lentitud administrativa. Uno de los aspectos más relevantes de la historia es su implicación social, lo que Grégory Zaoui describe en el documental Los reyes de la estafa como "La inteligencia de la calle jodiendo a la inteligencia de las grandes escuelas". Lo que también se manifiesta en la serie, cuando Weynachter se reúne con la Ministra de Economía: "Es una estafa inteligente", comenta uno de sus asesores. A lo que el magistrado responde: "Sí, pero ellos no son expertos economistas como usted. Ellos apenas saben leer y escribir. Me imagino la reacción de la prensa cuando sepa que las mentes más preclaras de la tecnocracia francesa han sido desplumadas por estos tipos". Otro de los aspectos más misteriosos es cómo un joven que tenía la vida resuelta decidió involucrarse en un fraude multimillonario como éste. Jérôme Attias está bien interpretado en su complejidad y sus inseguridades por Niels Schneider, quien sustituyó a su amigo Gaspard Ulliel, el actor que ya había empezado a rodar algunas escenas, pero que falleció inesperadamente en enero de 2022 en un accidente de esquí. Algunos medios franceses han comparado la pulcritud narrativa de Sangre y dinero con la gran serie Oficina de infiltrados (Canal+, 2015-), pero sin llegar a tal extremo, por lo menos podemos considerarla como una de las mejores producciones criminales que veremos este año. ______________________________________Películas mencionadas: Pobres criaturas se estrena el 26 de enero en cines.Barbie se puede ver en HBO Max.La vida de Michael J. Fox se puede ver en Apple tv+.The Queen (La reina) se puede ver en Acontra+ y Prime Video. Los traductores y Atrapado en el tiempo se pueden ver en Movistar+. Devotion. Una historia de héroes y Las ilusiones perdidas se pueden ver en Prime Video. Ninjababy y La aparición se pueden ver en Filmin. Regreso al futuro se puede ver en Filmin, Movistar+ y Prime Video. Parque Jurásico se puede ver en Movistar+, Netflix y SkyShowtime.En busca del arca perdida se puede ver en Disney+, Movistar+ y SkyShowtime. Crónica de una mentira se puede ver en Acontra+ y Filmin. Los reyes de la estafa se puede ver en Netflix.