El festival Bilbao Seriesland celebró ayer la ceremonia de clausura con la entrega de los premios de su X edición 2024, que han elegido a las siguientes series como las mejores de este año: Mejor Serie Larga para la producción argentina El método. Principio de identidad (TEC, 2023); el premio al Mejor Drama ha sido compartido entre la italiana L'ora alternativa (YouTube, 2024) y la canadiense Les méteorites (ICI Tou.tv, 2024); Mejor Comedia para la producción suiza House of Switzerland (YouTube, 2024); el británico Kirk Flash consiguió el premio al Mejor Presentador por This is Spain (YouTube, 2024), mientras que Kate Madison
logró el premio Artemis a Mujeres Creadoras por Ren. The girl with the mark (YouTube, 2016-). La producción alemana Becoming Charlie (ZDFNeo, 2022) consiguió los premios a Mejor Showrunner para Lion H. Lau y el Premio Especial a la Diversidad. De la mayor parte de las series premiadas podéis encontrar nuestras reseñas en las dos crónicas que hemos dedicado a esta edición de Bilbao Seriesland. Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas de las series que destacamos y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.Ahora que los estadounidenses se han retratado en las urnas de cara a la comunidad internacional, es interesante ver esta comedia sobre profesores en un instituto de secundaria como un reflejo bastante acertado del tipo de sociedad que puede elegir a un presidente como Donald Trump dos veces. Y lo hace de una manera mucho más incisiva que otras series más inofensivas a la hora de abordar temas relacionados con la educación en Estados Unidos, como Colegio Abbott (Disney+, 2021-). Que el protagonista sea de origen latino y homosexual le coloca en una posición de vulnerabilidad frente a un sistema que parece pasar como una apisonadora por encima de los valores éticos y morales, o que los retuerce, al considerar que el beso de dos hombres delante de uno de sus alumnos resulta escandaloso (y puede haber sido la causa de que el joven se haya convertido en homosexual), como ocurre en el episodio de apertura. Pero resulta interesante mirar la serie desde una perspectiva amplia que reconoce los defectos de la sociedad norteamericana, incluso a través de los ojos de un profesor como Evan Márquez (Brian Jordan Álvarez), que algunas veces puede llegar a ser demasiado excesivo en sus reivindicaciones. En Seguridad escolar (T1E4) la serie aborda un tema tan complicado como el de la violencia de los tiroteos en los institutos, que han provocado que los simulacros de ataques o los detectores de metales se conviertan en una realidad habitual. Y es un episodio que detecta bien la falta de movilización de los sectores contrarios a las políticas del miedo como una de las razones principales de la ventaja de los extremistas: "Cuando yo tenía vuestra edad si queríamos cambiar algo, hacíamos algo. Le decíamos la verdad al poder. Protestamos contra la reelección de George Bush. Queríamos a John Kerry en la presidencia", le dice el profesor a sus alumnos cuando trata de movilizarles para que protesten en contra de un programa de entrenamiento con armas para los estudiantes. Aunque uno de ellos le pregunta si funcionó esa movilización y evidentemente la respuesta es negativa: George W. Bush fue reelegido en 2004 incluso con más votos que en las anteriores elecciones, más o menos como ha ocurrido ahora con Donald Trump.
English teacher (Disney+, 2024) es una serie destacada porque ocupa el lugar de algunas de las representaciones LGBTQ+ que han ido desapareciendo progresivamente de las plataformas de streaming. Este año Amazon ha cancelado dos de las mejores producciones que abordaban esta representación en el entorno de la juventud, y que había estrenado con notable repercusión en su plataforma gratuita con publicidad Freevee: Primo (Freevee, 2023), que también tenía protagonistas latinos, y sobre todo High school (Freevee, 2022), una de las mejores reflexiones sobre la identidad. El estudio Where we are on TV que elabora cada año la asociación GLAAD ha detectado una progresiva disminución de los personajes LGTBQ+ en las plataformas de streaming, y de hecho Disney+ solo contaba en el período 2023-2024 con 10 personajes LGBTQ en sus series de ficción, de manera que esta nueva propuesta ocupa un lugar más relevante del que se podría pensar en principio. Pero lo acertado de English teacher es que no es un programa moralizante que pretenda dar lecciones de ética, sino que plantea temas importantes y trata de ofrecer las diferentes perspectivas. El club de tiro de Seguridad escolar está organizado por Markie (Sean Patton), uno de los profesores amigos de Evan, que tiene sus propios argumentos como una forma de enseñar a los jóvenes a defenderse, y de hecho, el resultado de las protestas que encabeza el protagonista acaba incluso empeorando las medidas de seguridad en el instituto. En este sentido, la serie tiene la capacidad de construir personajes con trazos sutiles, como la presentación de Evan Márquez en el primer episodio, que ya le define como una persona cuyas buenas intenciones a veces tienen conclusiones desastrosas. Mientras en su primera conversación con una de sus principales colegas, la profesora de Historia Gwen Sanders (Stephanie Koenig) ya define cómo se enfrentan a una juventud cuyos valores están muy lejos de los de su generación, incluso de una manera ridícula: "¿Te acuerdas de ese alumno que decía que tenía que ofrecer las dos versiones cuando hablaba de la Inquisición?".
El hecho de dedicar cada episodio a un tema conflictivo dentro del microcosmos del instituto puede hacer pensar que la historia podría acabar atrapada por su propio planteamiento, y hacerse repetitiva o simplemente agotar la lista de problemas por abordar, pero lo que vemos en esta primera temporada es lo suficientemente ágil e inteligente, y sobre todo divertido, como para ser una de las más atractivas series sobre educación que hemos visto recientemente. Aunque no le faltan algunos defectos, como ese personaje del profesor sustituto de Física, Harry (Langston Kerman), al que está dedicado el episodio El síndrome de Kayla (T1E3), en el que Evan trata de resistirse a la posibilidad de una relación entre profesores porque se ha empeñado en pensar que Harry se siente atraído por él. Harry sin embargo acaba desapareciendo durante buena parte de la temporada, desaprovechando las posibilidades que ofrecía el personaje. Pero hay momentos brillantes y sobre todo una narrativa que sabe abordar temas complejos con cierta capacidad reflexiva. Y quizás lo más difícil es que English teacher no se queda en el retrato del grupo de profesores, sino que construye también un entorno con personajes bien definidos en el lado de los alumnos, lo que permite que las interacciones sean mucho más profundas en la confrontación entre generaciones. De hecho, hay episodios como el mencionado El síndrome de Kayla o el episodio final, Cumpleaños (T1E8), que demuestran las posibilidades que tiene la serie de ser simplemente una comedia divertida y encantadora cuando no intenta abordar cuestiones más actuales. Lo que es una buena señal si finalmente tiene la oportunidad de continuar en un entorno que tras las últimas elecciones va a ser mucho más hostil para este tipo de historias.
El mismo día que en el resto de mundo finaliza la última temporada de esta coproducción entre RAI y HBO, en la televisión pública italiana se estrena el primero de los diez episodios de esta cuarta entrega, un acuerdo de distribución particularmente curioso teniendo en cuenta que la serie La amiga estupenda (Max, 2018-2024) es en Italia lo que nunca ha conseguido ser a nivel internacional: un éxito masivo. Alcanzando datos de audiencia de más de seis millones de espectadores, este retrato de la amistad entre dos amigas desde su infancia hasta la edad adulta ha sido también el reflejo de la historia de Italia desde la posguerra en un barrio deprimido de Nápoles hasta los años noventa, y sobre todo la descripción de un mundo herméticamente patriarcal en el que las mujeres siempre ocupaban un lugar secundario y sufrían las consecuencias de la violencia y los abusos. En algunos momentos, como en los episodios de la segunda temporada dirigidos por el creador de la serie, Saverio Costanzo, la descripción de esa claustrofobia en la que vive el personaje de Lila (Gaia Girace) adopta una tonalidad casi de película de terror. Y a lo largo de sus cuatro temporadas, La amiga estupenda ha mantenido una coherencia admirable, siendo Alba Rohrwacher la narradora en primera persona de la historia desde el principio, y lógicamente la encargada de interpretar a Elena Greco adulta en esta última temporada. Aunque es difícil de olvidar el trabajo realizado por Margherita Mazucco como Elena y Gaia Girace como Lila en las tres temporadas anteriores, encarnando desde la adolescencia hasta la juventud de sus personajes. Pero La amiga estupenda nunca ha sido fuera de Italia una serie de éxito, incluso aunque tenga auténticos apasionados entre la crítica norteamericana, que habitualmente no suele prestar demasiada atención a las producciones extranjeras: estos días se han publicado artículos especiales en The New York Times y The Rolling Stones en los que se la compara con Los Soprano (Max, 1999-2007), como uno de los grandes hitos en la trayectoria de HBO. De hecho, fue la primera serie en un idioma extranjero que estrenó HBO en Estados Unidos (dado que los personajes hablan un dialecto napolitano, también se transmite subtitulada en Italia). El final de la historia ya estaba anticipada en el comienzo de la serie, en el episodio Las muñecas (T1E1), cuando una anciana Elena Greco (Elisabetta De Palo) recibe la llamada telefónica del hijo de Lila avisándole de que su madre ha desaparecido sin dejar rastro: "No la busques. No tiene sentido. Aprende a vivir tu vida y no me llames más", le contesta ella. Esta última temporada se centra precisamente en el camino que recorren ambas en su edad adulta, desde el rechazo de Immacolata (una estupenda Anna Rita Vitolo), la madre de Elena (Alba Rohrwacher), cuando ella toma la decisión de abandonar a su marido Pietro (Pier Giorgio Bellocchio) para irse a vivir con Nino (Fabrizio Gifuni). Mientras Lila Cerullo (Irene Maiorino) ha alcanzado cierta tranquilidad familiar, pero dentro de ese barrio de Nápoles que está siempre controlado por la familia Solara, los mafiosos que han provocado algunos de los momentos más terribles a lo largo de esta historia: Michele Solara (Edoardo Pesce) y Marcello Solara (Lino Musella), cuñado de Lenù.
Pero a pesar del éxito como escritora y de una cierta independencia, Elena Greco acaba metida en una relación compartida con la esposa de Nino, quien se revela finalmente como parte de la monstruosa dinámica machista que la rodea, y regresando al barrio en el que creció, ese lugar acogedor que al mismo tiempo puede resultar aterrador. Y hay algunas subtramas secundarias en esta temporada que recuperan la capacidad de transmitir tensión, como la historia de Alfonso Carracci (Fabrizio Cottone) quien durante su juventud mantuvo una amistad cercana a Lenù, y ahora ya adulto (Renato De Simone) sufre la violencia que provoca asumir y exteriorizar su identidad transexual: en El regreso (T4E7) se produce uno de los momentos más tensos de toda la temporada, reflejo de la crueldad que el machismo impone a la diversidad sexual. A pesar de la inteligencia y la independencia de Elena, incluso sacrificando parte de su condición de madre, ésta acaba cayendo ineludiblemente en una relación que está marcada por los celos, la desconfianza y la decepción, conformándose con ser otra más en la doble vida de Nino. Pocas series han reflejado de una manera tan precisa las contradicciones de la amistad y los sentimientos, especialmente desde la perspectiva femenina, y la participación de la escritora Elena Ferrante (1943, Nápoles) en los guiones sin duda contribuye no solo a la fidelidad al texto original de su tetralogía Dos amigas (2012-2014, Ed. Lumen), sino también a mantener esta mirada tan perspicaz sobre la intrahistoria en el contexto de la Historia. Uno de los episodios, Terremoto (T4E4), se desarrolla durante el Terremoto de Irpinia en 1980 que afectó a toda Italia, dejando más de 5.000 muertos y casi 250.000 personas sin hogar. Pero la fractura que describe el episodio no es solo la que provoca el temblor de tierra, sino que es mucho más profunda desde el punto de vista personal.
Como en Pachinko (Apple tv+, 2022-), la escritura es tan precisa y el trabajo de dirección llega a niveles de tanta excelencia que la serie adopta una personalidad propia e incomparable, consiguiendo que se sienta unitaria a pesar de los diferentes realizadores que se han ocupado de las temporadas: Saverio Costanzo dirigió las dos primeras, Alice Rohrwacher introdujo la luminosidad en los episodios veraniegos de la segunda temporada, Daniele Luchetti aportó el clasicismo a la narración de la tercera, y la directora Laura Bispuri, que ha dirigido toda esta temporada, se centra en los rostros, en los primeros planos y los silencios que expresan la incertidumbre que a veces atenaza a Lenù. Como espectadores, hemos asistido a los vaivenes de la amistad de las protagonistas, plagada de celos, de envidia, de incomprensión y de traiciones, pero también llena de complicidad, de una profunda intimidad y de una dependencia mutua, aun cuando haya habido largos periodos de separación (no solo física). Producida por Paolo Sorrentino, uno de los grandes nombres del reciente cine italiano, que este año estrenará la película Parthenope (2024), la serie también tiene el sello sonoro de Max Richter incorporando a la banda sonora muchas de sus composiciones autónomas pero creando una envoltura musical que impregna toda la historia de una manera emocionante. Saverio Costanzo abandonó la idea de adaptar como largometraje la novela de Elena Ferrante La hija oscura (2006, Ed. Lumen), que posteriormente sería llevada al cine en la película La hija oscura (Maggie Gyllenhaal, 2021). Y cuando recibió el encargo de adaptar las novelas de la saga Dos amigas a una serie de televisión, encontró un material innegablemente poderoso. En una época de auge de la televisión de prestigio, se construyó uno de los decorados más grandes de Europa, que ambientaba el barrio de Nápoles en el que crecen Lenù y Lila, con casi 20.000 metros cuadrados de construcción en una antigua fábrica de vidrio. La amiga estupenda es una serie que refleja la amistad, pero siempre con el trasfondo de los cambios políticos y la sombra del crimen organizado, una historia profundamente íntima que al mismo tiempo es el reflejo de una forma de producir series que ya forma parte del pasado.
Las trayectorias de Gael García Bernal (1975, México) y Diego Luna (1979, México) se han desarrollado de forma paralela, uniéndose solo en contadas ocasiones, cuando eran niños en la telenovela El abuelo y yo (Televisa, 1992) y ya adultos en las películas Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001), Rudo y Cursi (Carlos Cuarón, 2008) y Casa de mi padre (Matt Piedmont, 2012), pero manteniendo una amistad y una colaboración profesional como socios en las productoras Canana Films, que ha producido largometrajes como No (Pablo Larraín, 2012), Mr. Pig (Diego Luna, 2016) o Miss Bala (Catherine Hardwicke, 2019), y La Corriente del Golfo, que ha desarrollado películas como Chicuarotes (Gael García Bernal, 2019) y Cassandro (Roger Ross Williams, 2023), series como Todo va a estar bien (Netflix, 2021) y pódcast como el muy interesante Encuentros (Mubi, 2021-2024), conversaciones a dos entre cineastas latinoamericanos para la plataforma de streaming MUBI, que acaba de estrenar su séptima temporada. Ambos han desarrollado ahora una idea que seguramente está inspirada en los descubrimientos que hizo Diego Luna como director del documental sobre la trayectoria del boxeador Julio César Chávez, J.C. Chávez (2007), acercándose en esta serie que les reúne de nuevo a la relación entre dos amigos que también han compartido su vida profesional: el boxeador Esteban Osuna "La Máquina" (Gael García Bernal) y su agente Andy Luján (Diego Luna), que se encuentran ya casi al final de sus carreras. Mientras Esteban se siente cada vez menos capaz de enfrentarse a los jóvenes boxeadores que llegan con la misma ambición que él tenía hace años, sufriendo las consecuencias de los golpes que ha recibido durante muchos combates en su cabeza, Andy también ve acercarse el final de una trayectoria que solo ha estado ligada a la de su amigo. Que Gael García Bernal interprete a un boxeador de peso ligero y que Diego Luna aparezca con un maquillaje que hace grotesco su rostro son indicativos de un cierto tono de irrealidad en la historia. Porque La Máquina (Disney+, 2024), que es la primera producción original de habla hispana de Hulu, no es exactamente una serie sobre el mundo del boxeo (de hecho, no hay apenas combates) sino que utiliza ese entorno rodeado de apuestas mafiosas para reflejar una relación de amistad que ha estado marcada a veces por mentiras y traiciones, y para reflexionar sobre los vaivenes del éxito. Escrita por Fernanda Coppel, que ha participado en los guiones de Reina del Sur (Netflix, 2016-2021) y Marco Ramírez, showrunner de Daredevil (Disney+, 2015-2018) y The Defenders (Disney+, 2017), esta serie mantiene un equilibrio difícil entre el drama telenovelesco, el thriller sobre oscuras corporaciones corruptas que manejan el mundo del boxeo, y que se mantienen fuera de campo, y la comedia amable sobre una amistad que ha perdurado a lo largo de los años.
Los dos protagonistas no solo tienen en común sus trayectorias sino también sus adicciones: Esteban es un drogadicto que a veces acude a sus combates después de haber trasnochado el día anterior, mientras que Andy es tan adicto al botox como su madre Josefina (la estrella de las telenovelas mexicanas Lucía Méndez), que tiene una relación algo ambigua con su hijo: "Solo dos hombres me han sabido tocar en la vida: tú y tu padre". Esta necesidad de retocarse continuamente la cara para mantener una juventud que todavía no ha perdido y someterse a largas sesiones de bronceado con rayos UVA le ha acabado proporcionando un color de piel anaranjado y una cara deformada, pero la estética se ha convertido en tan adictiva como las fiestas para Esteban. Después de perder una pelea con Protasio (el boxeador filipino Mercito Gesta), se plantea la posibilidad de una revancha que podría colocar a Esteban de nuevo en la posición que tuvo hace tiempo, o que podría acabar con su carrera. Pero la mafia que proporcionó a Andy la posibilidad de ganar algunos combates amañados, a espaldas de su amigo y representado, quiere cobrarse la ayuda que le prestaron exigiendo que pierda la pelea que se está organizando. La investigación que en paralelo está realizando Irasema (Eiza González), ex-esposa de Esteban, sobre la corrupción en el mundo del boxeo se siente una subtrama algo forzada, quizás como consecuencia de que el proyecto nació como una idea para un largometraje pero para conseguir apoyo financiero tuvo que replantearse como una serie. Hay algunos episodios notables como el retrospectivo Viaje de última hora (T1E5) en el que los personajes se enfrentan a su pasado sobre el ring a través de combates verbales.
Si La Máquina puede tener algunos problemas en su narrativa no es porque se haya convertido en una serie, porque esto le proporciona la posibilidad de profundizar más en la psicología de Esteban y las consecuencias de la mezcla entre sustancias tóxicas y golpes en la cabeza que le provocan alucinaciones, o en la relación casi paternal que tiene con su entrenador Sixto (un espléndido Jorge Perugorría). De hecho, pocos creen que pueda ganar el combate contra Protasio, un boxeador ocho años más joven que él: "La máquina fue la máquina hace tiempo, hasta que se convirtió en la máquina aspiradora de cuanta cochinada antideportiva se le puso enfrente", dice el comentarista deportivo Samy Salgado, interpretado por el siempre magnífico Roberto Duarte, brillante también en la interesante serie ¿Quién lo mató? (Prime Video, 2024). La historia habla con inteligencia sobre el miedo al fracaso y al final de una carrera, pero también sobre las consecuencias de las decisiones tomadas, especialmente si se toman "cuando estaba morro". A pesar del maquillaje, Diego Luna consigue extraer un cierto patetismo de su personaje, destinado a asumir el sentimiento de culpa por dejar entrar la corrupción en la carrera de Esteban, y las consecuencias trágicas que eso provoca al final del episodio Con los peces (T1E3). Resulta significativa la diferencia de duración entre los episodios, pero son los más cortos, como In Memoriam (T1E4) los que aportan más ritmo y enfoque, gracias a un buen trabajo de Gabriel Ripstein, también uno de los directores de Familia de medianoche (Apple tv+, 2024). La Máquina tiene éxito en introducir temas como las diferencias de clases ("sin mi tú serías un pinche loquito de semáforo, no te hagas pendejo", le dice Andy a Esteban durante una discusión) en medio de referencias a la corrupción, la salud mental y el miedo al fracaso. Es una destacada colaboración entre Gael García Bernal y Diego Luna, que pronto estrenarán también, solo como productores, el documental Estado de silencio (Santiago Maza, 2024), sobre el peligro que viven los periodistas que se enfrentan a la narcopolítica y la corrupción en México.
La mitomanía es un trastorno psicológico que provoca que una persona sea adicta a la mentira, convirtiendo su relación con los demás en una constante invención que se distancia cada vez más de su propia realidad. Es lo que comúnmente se denomina como un mentiroso compulsivo, incapaz de evitar decir mentiras, en muchas ocasiones para llamar la atención. Lo que ofrece la primera serie producida por Max en Francia es un estudio psicológico apasionante sobre una persona mitómana, inspirada libremente en el libro de Alexandre Kauffmann La Mythomane du Bataclan (2021), que a su vez estaba basado en hechos reales. La historia contada en el libro y la serie es la de Florence Monjault, alias Flo Kitty, una mujer que se hizo pasar por amiga de una víctima de los atentados de París de 2015, entre ellos el ataque a la sala Bataclan, y llegó a ser un miembro destacado de la asociación de víctimas Life for Paris. En la adaptación en formato miniserie, cuyo título original Une Amie Dévouée (Una amiga devota) tiene más trasfondo que el título internacional con el que se ha estrenado en España, la mitómana es Christelle (Laure Calamy), una aficionada a la música que no ha podido asistir al concierto de Eagles of Death Metal en la sala Bataclan el 13 de noviembre de 2015. Ella vive en casa de su madre y comienza a contactar con las víctimas del ataque terrorista desde la misma noche del atentado, identificándose tanto con ellas que se inventa a un supuesto amigo que fue herido en la sala Bataclan, y posteriormente se hace pasar por una superviviente para recibir las ayudas económicas del gobierno. Con una especial capacidad para empatizar con sus interlocutores, Chris irá descubriendo cada vez más información que le permite construir a su personaje, incluso formando parte de la fundación de la asociación de víctimas Stand Up Paris. Los creadores de La confidente (Max, 2024), Jean-Baptiste Delafon, que está detrás de series como Baron Noir (Canal+, 2016-2020) y Sangre y dinero (Filmin, 2023), y Fanny Burdino han creado a la protagonista como alguien que siente que está ayudando a las víctimas y que su apoyo moral solo puede producirse a través de la mentira: "No les importa la verdad. Solo quieren que les ayudemos", le dice a su madre (Anne Benoit) cuando ésta la expulsa de su casa por haber reincidido en un pasado que ya ha tenido consecuencias. Pero el guión también deja claro que a pesar de ser inteligente en la forma en que teje las mentiras y las conexiones que no permitan descubrir la farsa, también levanta sospechas. Cada episodio está dedicado a un nombre, como Vincent (T1E1), el amigo ficticio que se inventa Chris, a través del cual incluso mantiene contacto con otras víctimas por las redes sociales. El segundo, Émilie (T1E2), se centra en la relación de amistad que mantiene con Émilie (Annabelle Lengronne), una joven madre cuyo novio Nicolas (Alexis Manenti) piensa que hay algo turbio en este personaje. Aunque ya lo ha hecho en algunas películas, este año Francia ha dedicado otras series a los atentados de 2015, como el interesante thriller Les Espions de la terreur (M6+, 2024), sobre la persecución durante varios años a los responsables de los ataques terroristas, y se preparan otras producciones relacionadas con esa fatídica noche. Pero al mismo tiempo se han estrenado recientemente algunas reflexiones destacadas en torno a la influencia de las redes sociales y la transformación de los medios de comunicación, bien en la estupenda Culte (Prime Video, 2024), que comentamos en esta misma crónica, o en la más irregular Los reyes de la casa (Disney+, 2024). En La confidente se unen estos dos temas, porque la habilidad para manejar las redes sociales y el anonimato que éstas proporcionan se convierte en uno de las principales herramientas para construir la mentira, de manera que incide nuevamente en la difícil distinción entre lo verdadero de lo falso. Pero el trabajo del director Just Philippot (1982, Francia) consigue mantener siempre un suspense constante, y en cierto modo recuerda a la película El adversario (Nicole García, 2002), en la que Daniel Auteuil interpretaba a un hombre que vivió en una mentira constante durante 20 años, también basada en hechos reales. En la estructura episódica dedicada a los nombres de las víctimas que son doblemente víctimas de una farsa, Myriam (T1E3) explora la relación con la joven Myriam (Ava Baya), con la que Chris llega a compartir piso durante unos meses. Sus mentiras tienen siempre que apoyarse en otras personas que sirvan como refuerzo y como confirmación, aunque las sospechas de Léon (Arieh Worthalter), el presidente de Stand Up Paris, le llevan a una investigación sobre el pasado de la protagonista. Arieh Worthalter ganó este año el premio César como Mejor Actor principal por su espléndido trabajo en la película El caso Goldman (Cédric Kahn, 2023). Pero La confidente no se limita a reflejar los hechos reales sino que trata de profundizar en la psicología y la permanencia de los traumas que de alguna manera convierten a las víctimas en más sensibles para sucumbir a la manipulación. Lo que supone una aproximación interesante a esta historia, sin contarla solo desde el punto de Chris, sino siempre desde los vínculos emocionales que establece en su camino de falsedades. El último episodio está dedicado a Chris (T1E4) y de alguna forma es el más conmovedor de todos, porque la serie no trata en ningún momento de construir un juicio moral hacia el personaje, sino que lo desarrolla desde un punto de vista humano, pero también negándole la posibilidad de compartir con las verdaderas víctimas el momento de auténtica comunidad. Y en este sentido Laure Calamy despliega todas sus cualidades como gran actriz, posiblemente la que mejor sabe extraer la humanidad de un personaje complejo, que a veces parece insensible pero al mismo tiempo siente una profunda cercanía emocional con aquellos con los que se rodea, aunque sea a través de la mentira. Laure Calamy ha conseguido cinco nominaciones al César en seis años, lo que demuestra la relevancia de su trabajo, aunque solo ha logrado el premio por su papel de comedia en Vacaciones contigo... y tu mujer (Caroline Vigna, 2020). Su capacidad para crear la ambivalencia de un personaje que es perturbador pero también vulnerable, que casi provoca cercanía en su manera de vivir en una habitación desordenada solo centrada en su telaraña de mentiras alrededor de los atentados y sus víctimas, permite que la serie tenga un trasfondo humano mucho más complejo. En enero protagonizará la versión musical del cómic Peau d'homme (La piel del hombre) (2020) en el Teatro Montparnasse de París.
Mientras otras plataformas han reducido la producción de ficción local, Disney+ parece encabezar la inversión en series originales, entre otras cosas para cumplir la exigencia de la Unión Europea de mantener un 30% de contenido producido en Europa dentro de la programación de las plataformas audiovisuales. Pero si Max o Netflix iniciaron hace tiempo una tendencia hacia los programas de telerrealidad, más baratos y con mayor audiencia, Walt Disney se resiste a que en su plataforma predomine este tipo de formatos, por lo que tiene una necesidad de invertir en ficción local, aunque después apenas las promocione porque solo sirven para cubrir la cuota. En octubre se ha estrenado el primer original de Disney+ producido en los Países Bajos, y se trata de un entretenido thriller financiero que tiene una perspectiva interesante sobre la imagen de paraíso fiscal que se transmite hacia el exterior. El creador Willem Bosch (1986, Holanda), que hace un mes estrenó en Holanda el true crime Een van ons (Uno de nosotros) (Canal+, 2024), sobre la búsqueda del violador y asesino de una joven de dieciséis años que conmocionó al país y en España le conocemos por la miniserie The Spectacular (VPRO, 2021), se adentra en esta nueva serie en los entresijos del distrito financiero Zuidas, situado en Amsterdam. Y a pesar de que aborda temas como los delitos económicos y la evasión fiscal, ofrece una historia de investigación que comienza con bastante fuerza aunque quizás en la parte final, cuando abandona estos temas para adentrarse en una road movie de persecución que trata de sentar las bases de una posible segunda temporada, puede resultar menos apasionante. Sylvia van Maele (Lies Visschedijk), fiscal de La Haya, y Lars van Deurnen (Romana Vrede), inspectora del Servicio Investigación financiera (FIOD), trabajan en colaboración para seguir el rastro de posibles delitos fiscales, y una de sus líneas de investigación las conduce hasta el nombre de Martin Heezink (Chris Peters), quien parece haber penetrado en el interior de la fiscalía con acuerdos secretos en los que puede estar involucrado el fiscal jefe Ed Koppers (Peter Blok), ex-pareja de Sylvia y padre de su hijo Julius (Florian Regtien). De forma paralela, Nina Jacobs (Jade Olieberg) es una joven que practica cierto tipo de periodismo de investigación amateur, pero sus conexiones le permiten desvelar algunas informaciones relevantes sobre la corrupción fiscal en su pódcast de información financiera: "¿Cómo es posible que un país tan pequeño como Países Bajos aliente este tipo de malas prácticas? ¿Acaso llevamos el oportunismo en las venas y dejamos de hacer preguntas cuando no nos conviene?". El personaje parece a veces demasiado errático porque sirve principalmente para plantear cuestiones sobre la opacidad bancaria que ha permitido una estabilidad económica basada en su condición de paraíso fiscal dentro de Europa: "Somos un país sin escrúpulos que se ha dejado engañar por contables y agitadores".
La serie está basada libremente en el libro Nemesis (2016), del escritor Simon De Waal (1961, Holanda), aunque básicamente toma al personaje principal, pero cambiando completamente su dinámica familiar. Sobre todo en la primera parte de la temporada se construyen con acierto las relaciones de poder dentro de la oficina fiscal, con la llegada de un nuevo director, Markus Frederiks (Bram Suijker), que parece dispuesto a ocultar algunas investigaciones incómodas para las élites, de manera que se muestra una estructura judicial y política que está sometida al poder económico de las grandes inversiones mediante la corrupción. Ante esta situación, en un momento de la historia Sylvia necesita acudir a otros países como Alemania para poder garantizar la inviolabilidad de su investigación. Hay una interesante perspectiva sobre cómo la corrupción ha conseguido introducirse dentro de los despachos más influyentes del sistema, de manera que algunos acuerdos secretos permiten el éxito en la detección de malversaciones, pero siempre que éstas no afecten a determinados grupos financieros. Aunque Némesis (Disney+, 2024) no pretende profundizar demasiado sino sobre todo ofrecer un thriller entretenido, plantea cuestiones interesantes. La Red para la Justicia Fiscal (Tax Justice Network) coloca a los Países Bajos en el puesto número 4 de los mayores paraísos fiscales del mundo, destacando que el daño económico que supone para otros países la permisividad de los abusos alcanza los 59 billones de dólares.
La segunda parte de la temporada es menos interesante, pero mantiene la tensión a partir de una revelación importante que se encuentra en un disco duro, convirtiéndose en una persecución que quizás abusa de sacarse demasiados conejos de la chistera, con algunas situaciones poco creíbles y la aparición de un asesino a sueldo que amenaza a Sylvia y su familia. Pero Némesis no es menos inverosímil que muchos thrillers convencionales, y aunque pueda perder algo de la fuerza que tenía al principio, sigue manteniendo en los últimos episodios el pulso suficientemente vivo como para resultar entretenida. Y funciona bien la dinámica familiar que enfrenta sobre todo a Sylvia a la pregunta sobre qué es lo que está dispuesta a sacrificar para llegar a la verdad, o que ésta sea revelada, especialmente en cuanto a la frontera cada vez más difusa entre su vida profesional y su vida personal. De forma que la historia pasa de enfocarse en las grandes finanzas para establecer una mirada más personal, lo que permite a la actriz Lies Visschedijk ofrecer un perfil dramático que se aleja de su habitual encasillamiento en la comedia, premiada por la película Love is the word (Pieter Kuijpers, 2013), y que este año ha estrenado la comedia romántica Schitterend (Maurice Trouwborst, 2024). También es destacable el trabajo de Peter Blok, con un personaje ambiguo como un fiscal jefe corrupto que no se siente tan corrupto. Némesis es un destacado thriller que mantiene la atención sin perder su personalidad, y es una buena apuesta de Disney+ en la producción de series originales locales que se adaptan bien a las audiencias internacionales.
No es habitual encontrar series en el catálogo de la plataforma Mubi, más enfocada a la programación de largometrajes independientes, en algunas ocasiones distribuidos por ellos dentro de los mercados anglosajones. De hecho, es mucho más interesante el contenido de esta plataforma en países como Gran Bretaña o Estados Unidos, donde desde hace unas semanas está disponible la película La sustancia (Coralie Fargeat, 2024) o la versión restaurada en 4K de The fall: El sueño de Alejandría (Tarsem Singh, 2006), que la que tienen en mercados como España. Pero a nivel mundial se ha estrenado una creación dividida en nueve episodios del artista William Kentridge (1955, Sudáfrica), conocido por sus grabados y dibujos que a partir de finales de los años ochenta derivaron hacia cortometrajes de animación y posteriormente la puesta en escena teatral y la dirección de óperas estrenadas en escenarios como la Metropolitan Opera de Nueva York. Su educación en medio del apartheid, pero como un blanco de ascendencia judía lituana, le ha permitido ofrecer una perspectiva política en tercera persona de la historia reciente de Sudáfrica, y en la representación de esta visión hay una influencia notable de los grabados de Francisco de Goya. Autorretrato como una cafetera (Mubi, 2023) se estrenó en el Festival de Toronto y el Festival de Cine de Londres y posteriormente se presentó como una instalación en la Bienal de Arte de Venecia antes de estrenarse en streaming como una obra personal que coloca al artista dentro de su estudio en el entorno de los diferentes confinamientos que se produjeron en Johannesburgo durante la pandemia de la Covid-19. Rodada en un período entre 2020 y 2022, la serie propone reflexiones sobre el arte y el ser humano que tienen conexión con la historia de Sudáfrica, mientras su arco narrativo se expande progresivamente reflejando la gradual apertura desde el aislamiento absoluto de los primeros episodios hasta un progresivo regreso a la normalidad con la interacción con otros artistas. De hecho, si al principio la acción transcurre solo en un estudio cerrado, en el último episodio, En defensa del optimismo (T1E9), se muestran ventanas que ofrecen una imagen del exterior y el propio artista sale por primera vez a las calles de Johannesburgo, acompañado por una banda de músicos. El propio William Kentridge define su lugar de trabajo en el episodio Una historia natural del estudio (T1E1) como "un espacio físico y a la vez metafórico. Es un lugar de creación y de creación de significado". Y a lo largo de estas nueve partes elabora viñetas distintas que están interconectadas, de manera humorística, filosófica y política como un homenaje a la libertad artística y al poder de la imaginación. Pero estableciendo una confrontación a través de una especie de doppelgänger que conversa consigo mismo, en muchas ocasiones contradiciéndose: "Prefiero el acto solitario de dibujar", dice uno. "Yo prefiero la compañía de la colaboración artística", le responde el otro. A lo largo de la serie acabamos acostumbrándonos a estas dos versiones de William Kentridge casi como si fueran dos hermanos, que recuerdan de manera distinta su infancia y su relación con su padre, un abogado que llevaba casos de personas marginadas durante el apartheid. En un encuentro con el público en la galería Hauser & Wirth de Nueva York, William Kentridge mencionaba que utilizó esta representación doble de sí mismo como una forma de dar voz a la mirada crítica y humorística de su padre.
La serie cuenta con la producción del actor Danny Glover y la colaboración en la edición de sonido del maestro Walter Murch, ganador del Oscar por el sonido de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1980) y el montaje de El paciente inglés (Anthony Minghella, 1997), de manera que es una producción cuidada al detalle. A lo largo de sus episodios, los dibujos que parece improvisar William Kentridge sobre papeles o sobre murales van adquiriendo movimiento en animaciones que hacen referencia a los cortometrajes de Tex Avery, del que se confiesa admirador, mientras él mismo adopta las maneras de Buster Keaton en su propia forma de moverse e interactuar con el tiempo. En el episodio Self-portrait as a coffee pot (T1E2) recuerda que "tendría que haber comprado uno de esos libros sobre cómo dibujar el rostro humano. Así no tendría que esconderme detrás de una cafetera". Las reflexiones del artista tienen el interés que cada espectador quiera darle a un creador hablando sobre su obra y su manera de entender el mundo. En Encontrar el propio destino (T1E4) hace referencia a la forma en que nos enfrentamos a una existencia programada, recordando el mito de Perseo que le contaba su padre cuando tenía siete años. "A mi no me contó eso", le responde su doppelgänger. La profecía del oráculo anunció a Acrisio que moriría a manos de su nieto, así que decidió encerrar a su hija para evitar que tuviera contacto con ningún hombre. Pero Zeus la dejó embarazada y nació Perseo. A pesar de los esfuerzos de Acrisio por mantenerse alejado de su nieto, casualmente fue espectador en unos juegos deportivos en los que Perseo participó como lanzador de disco, con tan mala fortuna que al lanzarlo acabó golpeando en la cabeza de su abuelo y matándolo. Pero Autorretrato como una cafetera adquiere más interés cuando aborda a través de la obra de William Kentridge la historia del colonialismo, especialmente en Una cosecha de devoción (T1E6), en la que se hace referencia a la participación de soldados africanos en la 1ª Guerra Mundial, más relacionada con el mantenimiento de los estados coloniales que con el control de Europa. La falta de comunicación entre los colonos europeos y los colonizados se refleja en una serie de poemas sonoros de lenguaje dadaísta que es una reimaginación de la obra teatral The head & the load (2018) y la instalación KABOOM! (2018).
William Kentridge regresa a los mitos antiguos en Metamorfosis (T1E7) haciendo referencia a la idea de la transformación, representando a Ícaro y Filomela, de la obra de Ovidio Las metamorfosis (8 a.d.C) a través de las voces de Joanna Dudley y Ann Masina cuyos sonidos son visualizados en forma de dibujos, una puesta en escena que recuerda a la exposición Triumphs and laments (2016), formada por grandes sombras extraídas mediante lavado a presión de unas paredes, que representaban las grandes victorias y derrotas de Roma. Mientras que en ¡Oh, creer en otro mundo! (T1E8) William Kentridge utiliza la recreación de su instalación Oh to believe in another world (2022), como respuesta a la Sinfonía nº 10 del compositor Dmitri Shostakóvich, en la que marionetas de tamaño humano representan a los padres de la revolución soviética, Stalin, Lenin, Trotsky y Mayakovski, a través de una puesta en escena en forma de diorama que reflexiona sobre la construcción de la historia. En Autorretrato como una cafetera, William Kentridge ofrece una visión del arte respecto a su entorno, haciendo referencia a las muertes provocadas por el Covid-19, jugando con los conceptos y las ideas que ha ido desplegando a lo largo de su obra artística, en un ejercicio tan imaginativo como autocomplaciente, pero que extrae ideas filosóficas y humanistas a través de la concepción del estudio de un artista como un espacio metafórico que representa el mundo y la forma en que la historia ha construido nuestro presente.
Cuando surgió en Holanda la primera edición de Gran Hermano en 1999, una franquicia creada por John De Mol, jr. a través de la productora Endemol, no parecía claro hasta qué punto cambiaría la historia de la televisión, introduciendo un concepto nuevo (que en esta serie parecen sugerir que inventaron los franceses), denominado "telerrealidad". La idea de observar durante 24 horas a un grupo de personas encerradas varios meses en una casa era diferente a lo que se había hecho hasta entonces, aunque en Gran Bretaña ya se había desarrollado otro formato que también se convertiría en un éxito, Supervivientes (Banijay, 1997-), aunque su carácter competitivo le hacía ser menos invasivo. En el episodio Les insiders (T1E6), el productor Raphäel Dumas (César Domboy) afirma: "Hace dos semanas, tuvimos un problema técnico en la sala de control. Tuvimos que transmitir una hora en directo desde la casa. ¿Sabes lo que estaban haciendo los concursantes? Nada. Alcanzamos un 47% de audiencia. Rompimos nuestro récord ofreciendo nada". Este es el concepto de una forma de hacer televisión que se sostiene en el carácter voyeurista del espectador, y Culte (Prime Video, 2024) analiza con especial precisión cómo el desembarco en Francia de la franquicia de Gran Hermano (Endemol, 1999-) removió los cimientos del negocio televisivo. En España la gestión de Paolo Vasile para Telecinco nos convirtió en uno de los primeros países que produjo este formato, pero en Francia hubo algunas particularidades que se reflejan en esta interesante serie. De hecho, las reticencias de los dueños de las grandes cadenas de televisión impidieron que la primera edición tuviera el formato original, convirtiendo Big Brother en un concepto distinto titulado Loft Story (M6, 2001-2002), en realidad copiado de la versión canadiense, que introducía a once solteros en una casa, lo que le acercaba más al formato de búsqueda de parejas. El programa, que pretendía ser vendido a un gran canal como TF1, acabó en el más pequeño M6, después de un pacto por el que teóricamente Francia se iba a mantener al margen de la llamada televisión basura, pero que traicionó TF1 al comenzar a producir una versión de Supervivientes. En respuesta a la ruptura del acuerdo, M6 dio luz verde a la primera edición de Loft Story, que se convirtió en un acontecimiento televisivo con altos índices de audiencia, especialmente cuando se transmitió durante varios segundos un acto sexual de dos concursantes en una piscina. La serie sin embargo no se centra en los participantes del programa, excepto Loana Petrucciani (Marie Colomb), que fue la ganadora del concurso y que ha colaborado con los guionistas para relatar su experiencia, sino en las negociaciones de despacho y los entresijos de la producción.
De esta forma, asistimos a acontecimientos que los creadores afirman que están totalmente basados en la realidad, aunque se han ficcionado principalmente las vidas privadas de los protagonistas, encabezados por la ambiciosa productora Isabelle de Rochechouart (Anaïde Rozam), que es capaz de traicionarse a sí misma para llevar a cabo el proyecto, y el joven editor Karim Chedira (Sami Outalbali), que acaba demasiado obsesionado con Loana, en una representación inquietante del tipo de adicción que creó el programa y la identificación con los concursantes que acabó provocando en los espectadores, rompiendo la línea entre la realidad creada dentro de la casa y la propia realidad de los participantes. Cuando sale de trabajar, Karim se dirige a un Peep Show donde de alguna manera puede seguir ejerciendo como voyeur en las cabinas en las que observa a través de un cristal a las bailarinas, de forma que su obsesión acaba siendo enfermiza. También se introduce el personaje de Elena Valente (Jacqueline Corado), una productora española que se convirtió en una pieza clave durante el proceso de casting y el posterior desarrollo del programa, y que es una representación ficticia de la periodista Angela Lorente, que continúa trabajando en la televisión francesa, y que recientemente declaró que la serie "está bien hecha y es eficaz, pero no refleja lo que yo viví" (Puremédias, 28/10/2024). Afirmando que no fue la encargada de casting como se dice en la serie, sino la redactora jefe a cargo de los guionistas, y que no fue despedida, sino que se marchó voluntariamente porque recibió una oferta de TF1. En todo caso, la serie refleja hechos conocidos por los espectadores franceses y sobre todo es una excelente representación del poder en el mundo de la televisión y cómo se forjó un cambio radical en el panorama televisivo, que posteriormente ha acabado formando parte también de las plataformas de streaming, las que nacieron promulgando que eran un concepto diferente a la televisión tradicional.
La serie comienza con los productores Raphaël Dumas (César Domboy) y Philippe Palazzo (Nicolas Briançon) tratando de vender este concepto innovador a TF1, aunque finalmente se conforman con un canal más modesto como M6, cuyo presidente Christian de Chaunac (Philippe Lefebvre) acepta siempre que se hagan modificaciones. A pesar de sus reticencias iniciales, en una rueda de prensa declara que en pocas semanas estará listo el nuevo programa, de manera que comienza la maquinaria para la producción, con la ambiciosa y oportunista Isabelle como impulsora principal. Los creadores de la serie, Matthieu Rumani y Nicolas Slomka, guionistas de la película Les barbares (Julie Delpy, 2024), están más interesados en los entresijos de los despachos que en trasladar la historia de los concursantes, porque ya estaba contada a través del programa. Pero sí ocupa una parte importante Loana Petrucciani, cuyo personaje mantiene su nombre real, porque se vio envuelta en algunos de los momentos más destacados del programa: su relación sexual con Jean-Edouard Lipa (Victor Poirier) en la piscina de la casa, que fue transmitida por televisión durante unos segundos y que está contada en la serie con un toque de suspense sobre la decisión de cortar la emisión o mantenerla, y una inquietante incursión en su vida privada a través de la controvertida publicación en la revista Paris Match de una fotografía de Loana con su hija pequeña. Isabelle se convierte en la principal responsable del programa, y ella representa a la productora real, Alexia Laroche-Joubert, que es también quien produce Culte. Pero el personaje está retratado con cierta ambigüedad, se muestra su enfrentamiento con su familia, a la que no le gusta que su hija esté involucrada en la telebasura, y se la retrata como una productora ambiciosa capaz de manipular los votos del público para aumentar la audiencia. La serie por tanto no es un relato local sino que es una apasionante historia sobre el mundo de la televisión, las traiciones, las negociaciones y sobre todo las cuestiones éticas que provocó un programa que convertía a una representación de la sociedad francesa en objeto de observación. Posteriormente a los responsables de M6 se les acusó de racistas porque los primeros concursantes eliminados fueron un chico y una chica árabe, un joven homosexual y una joven de raza negra. Culte (Prime Video, 2024) es una de esas series estrenadas sin apenas promoción pero que en Francia está despertando una gran repercusión, y que se beneficia de una visión bastante despiadada de los entresijos de un programa que cambió la forma de ver la televisión. En la actualidad, según se indica en la serie, se producen aproximadamente 11.000 horas de programas de telerrealidad cada año.
El primer episodio de esta serie basada en las novelas de Jilly Cooper (1937, Reino Unido) comienza con un primer plano de un culo y termina con un montaje de escenas de sexo de los protagonistas, generalmente con parejas que no son las suyas. Esto que podría parecer un recurso superficial y provocativo, especialmente en una plataforma como Disney+, en realidad es una referencia bastante acertada a la serie de novelas denominadas Las crónicas de Rutshie en las que se inspira esta historia, en concreto el segundo libro, Rivals (1988). Porque en las portadas de las novelas de Jilly Cooper suele haber culos femeninos, paquetes masculinos y tacones, siendo como fueron una representación muy irónica de la alta sociedad británica de los años ochenta, la época en la que se publicaron, aunque se cuenta que la primera novela, Riders (1985), que fue llevada al cine en la tv movie Riders (Gabrielle Beaumont, 1993), fue escrita en 1970, pero Jilly Cooper olvidó el manuscrito en un autobús y nunca fue encontrado, tardando diez años en reescribirla. Las novelas románticas de las crónicas Rutshie están formadas por once libros, con apariciones habituales de los mismos personajes, sobre todo el mujeriego y antiguo campeón olímpico de hípica Rupert Campbell-Black (Alex Hassell), cuya mansión cuentan que está inspirada en la propia mansión de Jilly Cooper. De hecho, es un alivio que la serie no tenga pudor en mostrar desnudos porque las infidelidades y el sexo son una parte esencial del entorno de lujo y lujuria que describe la escritora, cuyos libros no se han publicado en España. Y la mirada desde la actualidad a la aristocracia que se muestra en las novelas permite la distancia de la perspectiva y por tanto la reinterpretación de los modelos utilizados, generalmente sexistas, clasistas y también racistas. Porque hay que reconocer que Jilly Cooper nunca ha sido el prototipo de autora feminista, aceptando la posición del hombre dominante con algunas declaraciones respecto al movimiento #Metoo en las que afirmaba que "ha provocado que los hombres sean menospreciados en todas partes" (Independent, 30/1/2019). Pero la serie acepta esta premisa y la rodea de un punto de vista aún más irónico, como si el comportamiento de los hombres y las mujeres perteneciera a un pasado muy lejano, y la liberación sexual (de puertas para adentro) fuera una característica intrínseca de la alta sociedad. Algo así como la descripción que hace del mundo de la televisión y las rivalidades entre los hombres que las administran: El presentador Declan O'Hara (Aidan Turner) acepta el trabajo que le propone el magnate de la comunicación Tony Baddingham (David Tennant), dueño de la franquicia de la televisión británica Corinium, especialmente después de haber sido reprobado por la BBC, tras haber destapado en su programa de entrevistas las infidelidades cometidas por el viceprimer ministro Paul Stratton (Rufus Jones).
El nuevo trabajo como presentador en un canal privado y supuestamente no sometido a las censuras políticas de la BBC, viene acompañado del traslado de toda su familia desde Londres hasta una mansión en Rutshire: su esposa Maud (Victoria Smurfit) y sus hijas Taggie (Bella Maclean, de Sex education (Netflix, 2019-2023)) y Caitlin (Catriona Chandler). Lo que ya provoca cierto malestar en un grupo de mujeres que no están acostumbradas a vivir en el campo, por muy lujoso que sea, de manera que Maud se dedica a organizar fiestas a cada cual más extravagante para pasar el tiempo, que generalmente son bien recibidas porque son los momentos en los que se pueden encontrar los amantes con sus amantes. Declan se enfrenta sin embargo a dos decepciones: tener que trabajar con una mujer productora, la norteamericana arribista Cameron Cook (Nafessa Williams), que tiene muy claro lo que necesita para ascender en la escala de poder. Y por otro lado que, aunque no hay censura política, cuando surge un caso de violación protagonizado por un benefactor de la cadena de televisión, la postura de Tony Baddingham es la de silenciar a la víctima en vez de acusar al culpable. De manera que éste se convierte en el antagonista en una guerra por conseguir la licencia de televisión de la región sudoeste de Gran Bretaña, que ha sido lanzada de nuevo a concurso público. Y ésta es la parte más destacable de una serie que se siente cómoda en los episodios casi exclusivamente dedicados a las actividades festivas, como el Episodio 3, pero que adquiere mayor sentido de la ironía desde el Episodio 5, cuando comienza a manejar con mayor firmeza las intrigas que describen las rivalidades en el mundo de la televisión en los años ochenta, los favores que se necesitan para conseguir licencias y las traiciones (pero también las sorprendentes alianzas) que la competitividad acaba provocando.
El hecho de que cada episodio de los ocho esté firmado por un guionista diferente aporta una cierta cualidad particular a cada uno de ellos, manteniendo el equilibrio entre un tono de culebrón divertido (al fin y al cabo los dramas familiares más conocidos se popularizaron a principios de los años ochenta y la acción de esta historia transcurre en 1986), y una aproximación a una época en la que los estereotipos de la representación masculina y femenina estaban claramente definidos. Rivales (Disney+, 2024) es una comedia que siempre tiene algo de excesivo, pero precisamente en este exceso es donde encuentra su principal brillantez. La serie además tiene una estructura clara en la que presenta el mundo liberal, pero al mismo tiempo profundamente hipócrita de la alta sociedad en los primeros cuatro episodios, para dedicarse a partir del quinto a elaborar una trama de rivalidad en un sentido muy diferente, más de altas esferas que de bajos instintos. Y al adaptar solo la mitad del libro, permite desarrollar más a los personajes, incluso darle una mayor profundidad a la parte femenina como Sarah Stratton (Emily Atack), la nueva pareja del magnate de la electrónica Freddie Jones (Danny Dyer), que utiliza su sexualidad para conseguir lo que desea, pero siendo consciente de la realidad: "Me he pasado toda mi vida detrás de hombres de los que no te puedes fiar. Ellos tienen el poder". Ella mantiene un affair con el presentador James Vereker (Oliver Chris), una de las estrellas de Corinium, del que es consciente su esposa Lizzie (Katherine Parkinson), un personaje secundario pero muy interesante dentro de ese mundo de infidelidades: "¿Soy la única que se está reprimiendo y eso me convierte en una persona más simple? ¿Debería tener a más de un hombre en la mente?", se pregunta en el Episodio 8. Rivales es entretenida y folletinesca, pero en realidad es menos superficial de lo que parece.
Max, 1 de noviembre-6 de diciembreFrancia, 2024 - 6x50'Creada por Yan England, André GulluniDirigida por Yan EnglandSéries Mania '24: Gran Premio
Uno de los hitos de la confrontación entre la mente humana y la mente artificial, en sentido literal, fueron los enfrentamientos entre el ajedrecista Garry Kasparov (Rusia, 1963),
campeón del mundo, y la Inteligencia Artificial del ordenador Deep Blue, programado para analizar millones de movimientos de ajedrez y seleccionar el más adecuado en una partida. El primer enfrentamiento entre ambos se produjo en Filadelfia en el año 1996, que ganó el campeón ruso, pero esta serie se centra en la revancha de 1997, porque fue la que tuvo mayor repercusión internacional al convertirse en una representación del auge de la tecnología a finales de los noventa, con la primera aparición de la red global Internet, una circunstancia esencial para el desarrollo de los acontecimientos. Y porque la compañía norteamericana IBM puso todos los medios al alcance del programador de Deep Blue para crear una versión más actualizada en pocos meses, convirtiendo la competición en una prueba de fuerza de la capacidad de la empresa para hacer frente al futuro. Impulsada por Bruno Nahon (1974, Francia) productor de series biográficas como Tapie(Netflix, 2023), esta ambiciosa producción ha sido rodada en Montreal para los exteriores que simulan Nueva York, y Budapest para las secuencias interiores, bajo la dirección de Yan England (1981, Canadá), nominado al Oscar por el cortometrajeHenry(2013) y responsable de la versión canadiense dePulseras rojas(3Cat, 2011-2013). Pero el proyecto viene desarrollándose desde hace tiempo, incluso antes de que se estrenara la popular miniserie Gambito de dama (Netflix, 2020), que según el co-creador Yan England fue una sorpresa para ellos, por abordar el ajedrez desde un enfoque casi de thriller. Revancha (Max, 2024) se ha estrenado en Francia a través de Arte France, pero su distribución internacional está repartida entre Disney+ para Gran Bretaña como primera ventana y segunda ventana en Francia, mientras que en Europa la ha estrenado Max. El primer episodio introduce la victoria de Garry Kasparov en 1996, pero se centra muy pronto en la insistencia de la ejecutiva de IBM Helen Brock (Sarah Bolger) para que el campeón del mundo acepte un nuevo enfrentamiento con un Deep Blue mejorado. Los seis episodios se estructuran en base a las seis partidas que conformaron la competición de 1997 en Nueva York, rodeada de una gran expectación por parte de la prensa y la televisión.Los dos primeros episodios los pudimos ver en el festival Séries Mania, donde detectamos algunos elementos algo básicos para crear suspense durante las partidas, como la utilización de la voz en off que recrea los pensamientos de Garry Kasparov (Christian Cooke) y las posibilidades de movimientos que tiene frente al ordenador. Afortunadamente, es un recurso que solo se utiliza en algunas ocasiones, y la serie se eleva hacia planteamientos mucho más interesantes a lo largo de los episodios restantes. En este sentido, Revancha consigue ser una especie de thriller tecnológico en el que las obsesiones del ajedrecista provocadas por las sospechas de que IBM no está jugando limpio construyen un interesante enfoque psicológico que dosifica la información para mantener la atención del espectador. El trabajo de dirección enfoca al ordenador como una especie de antagonista misterioso, envolviéndolo en colores negros y azules que resultan casi amenazantes, sobre todo cuando se introducen resquicios de cierta independencia. En el Episodio 3 (T1E3) el programador del ordenador, PC (Orion Lee) descubre que Deep Blue utiliza la conexión de internet para seguir desarrollando su inteligencia generativa, de forma que no solo aprende de las partidas que juega, sino que es capaz de modificar sus propios códigos de programación para hacerse más inteligente. La serie traslada este aspecto de thriller principalmente a la compañía IBM, con asesores como Paul Nelson (Tom Austen) y Xavier Valens (Luke Pasqualino) tratando de introducir códigos que permitan al ordenador manipular la psicología de Kasparov. En este sentido, uno de los aspectos más controvertidos de Revancha es que defiende una teoría sobre las malas prácticas de IBM que en realidad nunca ha sido demostrada y el propio Garry Kasparov negó en su libro Deep thinking (2017), en el que admitió que, al contrario de lo que había defendido durante muchos años, IBM no había hecho trampas. Aunque también es cierto que las modificaciones en la programación del ordenador estaban rodeadas de un equipo de grandes ajedrecistas que asesoraban al programador, lo que en cierta manera se puede considerar como una práctica ventajista, contraria al fair play para el lado humano. Puede que Revancha no consiga evitar las comparaciones con Gambito de dama, especialmente en el tratamiento visual de las partidas de ajedrez, pero logra abordar los aspectos psicológicos con especial acierto, estableciendo la sensación de amenaza que la IA de Deep Blue transmitía para los seres humanos (de hecho, el resultado final acabó cambiando la historia del ajedrez en el mundo). La serie tiene un enfoque más humanista, y quizás hace un retrato demasiado intrigante de los ejecutivos de IBM, hasta el punto que roza la misoginia cuando presenta a Helen Brock como una ejecutiva tan atrapada por la tensión de su responsabilidad profesional que ni siquiera es capaz de ejercer como madre responsable con su bebé, lo que contrasta con la imagen de buen padre que se representa en Garry Kasparov, un recurso algo manipulador. Pero lo que hace bien la serie es construir la personalidad del ajedrecista a partir de la competición, introduciendo breves flashbacks que completan pinceladas de su biografía, o dedicando la cuarta ronda en el Episodio 4 (T1E4) al enfrentamiento en el que un joven Garry Kasparov arrebató el título de Campeón del Mundo a su compatriota Anatoli Karpov en 1985. Revancha es minuciosa en la recreación de las partidas ejecutadas durante la competición, y ofrece algunos apuntes de determinadas estrategias como la "tortura española", una apertura conocida en el mundo del ajedrez por ser muy agresiva para provocar temor en el oponente. Aunque algunos personajes secundarios no están tan desarrollados, como la madre del protagonista, Klara Kasparova (Trine Dyrholm) o el asesor Roger Laver (un irreconocible Aidan Quinn), contribuyen a crear un perfil más humano del protagonista, un excelente Christian Cooke al que hemos visto en el interesante spaghetti western That dirty black bag (AMC+, 2022). La temporada completa de Revancha construye un destacado thriller psicológico que va siendo cada vez más tenso y que plantea interesantes reflexiones sobre la relación del hombre y la tecnología en una época donde comenzaba a cambiar el mundo a través de la llegada de internet.Una de las aspiraciones confesadas del actor Aksel Hennie (1976, Noruega), uno de los más populares en su país no solo por su aparición en películas y series sino por su participación en programas de telerrealidad, era interpretar a un cantante de rock, lo que al final ha podido conseguir en la serie Stayer (Pr1meran, 2023), que finalmente se ha visto condenada a ese extraño limbo en el que se han situado las producciones del grupo audiovisual Viaplay tras el colapso económico y la caída de más de un 70% en la Bolsa de Estocolmo que sufrió el año pasado, lo que le obligó a deshacerse de buena parte de su producción propia de ficción. Actualmente Viaplay trata de equilibrar sus cuentas mediante la realización de realities y documentales, y la retransmisión de eventos deportivos, entre ellos la polémica Saudi Pro League, que le ha valido fuertes críticas acusándoles de ser cómplices del sportswashing que lleva a cabo el gobierno de Arabia Saudí a través del fútbol. La circunstancia curiosa de Stayer es que, aunque permanece inédita en los países nórdicos, ya ha estrenado sus dos temporadas en algunos mercados internacionales como Australia, aunque también forma parte del paquete de 15 series que Viaplay ha llevado al MIPCOM, el prestigioso mercado de televisión que se celebra en Cannes. Después de participar en la sección Panorama del Serielizados Fest, en España se ha estrenado la primera temporada de esta serie a través de la plataforma de streaming de EITB. Aksel Hennie es conocido internacionalmente por su papel protagonista en series como Nobel (NRK, 2016) y su participación en películas como Marte (The martian) (Ridley Scott, 2015) y Sisu (Jalmari Helander, 2022), y actualmente interpreta en el Folketeateret de Oslo el papel de Jesucristo en la obra musical Jesucristo Superstar (1970). Stayer comienza en Wild cat (T1E1) con un concierto de Even Elstad (Aksel Hennie), un cantante que conoció mejores épocas pero sigue manteniendo el ego de una estrella de la música, y que está harto de que le pidan constantemente en sus conciertos su gran éxito "Villkatt", en parte porque desde hace tiempo decidió dejar de cantar en noruego y porque considera esta canción una parte de su pasado, el de su ex-pareja Lena (Ane Dahl Torp), madre de su hija Annie (Hannah Elise Adolfsen Fjeldbraaten), a las que abandonó de la misma forma que huyó de su ciudad natal, Eidsvoll, cerca de Oslo.
Cuando Lena muere en un accidente, Annie supuestamente debería ser acogida por su padre Even, pero éste sigue demasiado ocupado en la gira de conciertos en locales de aforo mínimo con la que intenta recuperar el prestigio perdido. De alguna manera, siempre ha sido demasiado egoísta para colocar a su familia por delante de su carrera musical, y cuando ha llegado a la mediana edad piensa que se encuentra ante su última oportunidad para recuperar el éxito. Aunque su ego provoca que acabe enfrentándose a un espectador durante un concierto y sufra la cancelación por otros hechos violentos protagonizados en el pasado. Annie, que a sus dieciséis años no necesita a su padre, se siente más cómoda con Petter (Jeppe Beck Laursen), el hermano de Even, que permaneció en Eidsvoll como director de una escuela y en la segunda temporada se sugiere que pudo haber sido realmente el autor de "Villkatt", el gran éxito del cantante. Pero él vive su propia crisis matrimonial cuando su esposa Monica (Marian Saastad Ottesen) le pide el divorcio. La serie ha sido creada por Pia Lykke (1975, Noruega), responsable del éxito Livstid (NRK, 2020), y se desarrolla en la localidad en la que ella nació, Eidsvoll, una ciudad de poco más de 20.000 habitantes. Con las dos temporadas rodadas al mismo tiempo, el propio actor Aksel Hennie se ha encargado de dirigir los seis episodios de la primera temporada y el episodio Brothers (T2E5) de la segunda, y es precisamente la relación entre Even y Petter la que funciona mejor en un drama familiar que aborda temas como las consecuencias de las decisiones tomadas en el pasado, la búsqueda de una identidad propia y el sentido de pertenencia. Mientras Even huyó de sus orígenes durante su carrera, incluso negándose a cantar en noruego, Petter decidió quedarse, pero en realidad no está claro cuál de los dos hizo más sacrificios. Es algo más convencional la trama de Annie, una adolescente que también trata de buscar su personalidad entre el abandono de su padre y la ausencia de su madre. No hay nada especialmente novedoso en esta historia, pero construye adecuadamente unos personajes solventes para un drama quizás demasiado cómodo. Stayer está producida por Hege Skjerven Clausen, que fue productora de Exit (NRK, 2019-2023) y como responsable de Viaplay Group, de series como Perni (Filmin, 2021-) y Wisting (AMC+, 2019) y películas como Sex (Dag Johan Haugerud, 2024). Las canciones han sido compuestas por Aksel Hennie y Jørn Dahl, y en la banda sonora participa el cantante noruego Thomas Dybdahl, que ha publicado este año su espléndido album Teenage astronauts (2024, Petroleum Records).
El director Thomas Vinterberg (1969, Dinamarca) comentaba en el encuentro profesional Seriedagene 2024 que no es la primera vez que se plantea el formato de serie y que cuando dirigió Celebración (1998) se sintió frustrado por no tener la posibilidad de adentrarse con más tiempo en los personajes y sus historias. Su primer trabajo en formato de serie, Familias como la nuestra (Movistar Plus+, 2024), está financiado principalmente por TV2 (Dinamarca) y Studiocanal (Francia), evitando deliberadamente las plataformas de streaming convencionales para no perder la propiedad intelectual de la serie, según su director. Tras pasar por festivales de cine como Venecia y Toronto, se estrenó en Dinamarca el pasado 20 de octubre, con episodios semanales, por lo que el estreno en España es casi simultáneo. Pero aunque la historia toma la premisa de una amenaza de inundación en Dinamarca que provoca la evacuación completa de todos sus habitantes (y su desaparición como país), está lejos de los tópicos de las películas de desastres y plantea una mirada hacia el individuo y su relación con la comunidad, que hemos visto en otras películas de Thomas Vinterberg como La caza (2012) y Otra ronda (2020), que le valió el Oscar. Como es habitual en su cine, los protagonistas pertenecen a una clase media alta, lo que en este contexto permite que sea más drástica la pérdida de sus privilegios. Incluso cuando alguien les dice que "sois personas demasiado mimadas", se lo están diciendo desde una posición de superioridad. Pocos días antes de que el gobierno establezca el comienzo de una evacuación forzosa, Jacob (Nikolaj Lie Kaas), un arquitecto de éxito, recibe el aviso de su cuñado Nikolaj (Esben Smed), que trabaja como diplomático, lo que le permite tratar de vender su casa en pocos días, ante el inminente colapso del sistema bancario. A pesar de todo, el proceso es tan civilizado como se podría esperar de un país escandinavo que se enfrenta a una amenaza invisible, solo percibida en los primeros episodios a través de grandes charcos de agua en el suelo en días soleados. Los daneses se enfrentan, no solo a un nuevo estatus como refugiados en otros países, sino a la pérdida de su nacionalidad e identidad, lo que es un drama subyacente que resulta impactante. Jacob está divorciado de Fanny (Paprika Steen), una periodista con la que tuvo a su hija Laura (Amaryllis August), y lleva una vida feliz con su segunda esposa, Amalie (Helene Reingaard Neumann). Pero en el episodio Separar el grano de la paja (T1E2), los nuevos reglamentos de concesión de visados, ahora obligatoriamente necesarios, establecen que Fanny no tiene los recursos económicos y la estabilidad laboral que le permitan trasladarse a países como Francia o Inglaterra, y es asignada a un piso comunitario en Rumanía (la primera opción del guión fue Ucrania, lo que se descartó por razones obvias). Thomas Vinterberg mostró hace años su rechazo a las políticas de inmigración que comenzó a adoptar Dinamarca, protagonizando un enfrentamiento público con ciertos sectores de la prensa. De manera que Familias como la nuestra también refleja algo de la insolidaridad que se produce en algunos países europeos cuando tienen que acoger a refugiados daneses, aunque no incluye a sus vecinos escandinavos, Noruega y Suecia, como posibles receptores, lo que resulta algo sorprendente. Como hemos visto recientemente en The way (Filmin, 2024), los miembros de una familia normal, en aquella ocasión de clase trabajadora, se convierten en desplazados teniendo que renunciar a sus vidas. Nikolaj y su marido Henrik (Magnus Millang) experimentan el grado de violencia al que puede llevar una situación extrema, sobre todo cuando se plantean la posibilidad de ayudar al hermano de éste, Peter (David Dencik), que siempre ha tenido una actitud de homofobia respecto a su hermano menor. Mientras, Laura (que se convertirá en la principal protagonista) se debate entre acompañar a su padre a Francia o permanecer con su madre en Rumanía. La serie se plantea como un drama familiar que tiene más puntos de conexión con películas sobre la gran emigración europea de épocas pasadas como Brooklyn (John Crowley, 2015) o el clásico sueco Los emigrantes (Jan Troell, 1971), que abordaba la masiva emigración escandinava a Estados Unidos. De hecho, el director establece en el último episodio un paralelismo con la liberación de Dinamarca en 1945 después de cinco años de ocupación nazi, el otro momento en el que hubo una emigración masiva de daneses. A partir de Adiós, Dinamarca (T1E4), Laura y su novio Elias (Albert Rudbeck Lindhardt) adquieren mayor protagonismo, porque representan la esperanza de un futuro que se apoya en la juventud, pero su historia acaba resultando demasiado cursi y la debutante Amaryllis August, hija del director Bille August, no consigue trasladar de manera expresiva la transformación que sufre su personaje. Sin embargo, Familias como la nuestra es un drama intenso, profundamente conmovedor en algunos momentos, que plantea reflexiones relevantes sobre una sociedad que no parece preparada para las grandes crisis. No hay referencias a la pandemia del Covid-19, aunque la historia comenzó a gestarse desde algunos años antes (las hubo en el guión pero se eliminaron finalmente), aunque las calles vacías de Copenhague al principio de Más allá de todos los límites (T1E5) inmediatamente recuerdan al confinamiento. Contando en el guión con la colaboración de Bo Hr. Hansen (1961, Dinamarca), con el que Thomas Vinterberg había escrito hace 25 años la película The biggest heroes (1996), la historia introduce algunas tramas paralelas que se sienten algo aisladas, como la de Lucas (Max Kaysen Høyrup), un niño con actitud rebelde que es seleccionado, antes de la evacuación forzosa, por la Academia del Liverpool Football Club, pero cuando se produce el llamamiento del gobierno danés, su madre Christel (Asta Kamma August) debe elegir entre dejar que su hijo vaya solo a Inglaterra o llevárselo a Polonia, donde se le ha asignado una vivienda. Lucas parece tener ciertas habilidades psíquicas, pero esta subtrama no se siente lo suficientemente desarrollada. Lo que sí resulta evidente es la presencia en la serie de algunas constantes habituales en el cine del director: las fiestas, como la celebración del Año Nuevo, o la espiritualidad, que funcionan ambas como refuerzo del sentido de comunidad, especialmente en los últimos episodios. La esposa del director, Helene Reingaard Neumann, que interpreta a una de las protagonistas, también es sacerdote de la Iglesia Luterana. A pesar de tratarse de una serie que aborda un desastre provocado por el cambio climático (Dinamarca viene sufriendo en los últimos años numerosas inundaciones), hay un tono esperanzador sobre la resiliencia y la capacidad del ser humano para adaptarse a los cambios, más allá de la decisiones de los gobiernos. De manera que Familias como la nuestra tiene la capacidad de mirar una crisis de repercusión mundial desde una perspectiva humanista, reivindicando la necesidad de la solidaridad con otras sociedades cuando se enfrentan a grandes desastres.
Desde hace años hay un debate candente en el sector audiovisual en Gran Bretaña respecto a cómo se ha convertido progresivamente en un espacio elitista en el que los aspirantes a creadores o actores que provienen de clase trabajadora cada vez tienen menos oportunidades para desarrollar sus cualidades. El guionista James Graham, responsable de series como Sherwood (Filmin, 2022-) y The way (Filmin, 2024), hacía referencia en el pasado Festival de Edimburgo a un informe demoledor que indicaba que solo el 8% de las personas que forman parte de la industria cinematográfica británica proviene de entornos de clase trabajadora. Esto también se transmite a las historias que se cuentan, y de hecho el mayor grupo demográfico de espectadores está cada vez menos representado en la pantalla, un dato curioso viniendo de una industria audiovisual como la británica que se ha caracterizado precisamente por ser un reflejo de historias del entorno social laboral desde que surgiera el movimiento Free Cinema en los años sesenta. La cuestión de clase se debatió en Edimburgo en una mesa redonda en la que James Graham consideraba que había que tratar la representación de las clases sociales trabajadoras como un problema de desigualdad, al igual que se hace con las cuestiones de raza y sexo. En este contexto es interesante la aparición de una serie como Los Hardacre (Movistar Plus+, 2024), que tiene como protagonistas precisamente a una familia de trabajadores del arenque que acaban formando parte de la alta clase social de Yorkshire. Producida por la misma productora de Todas las criaturas grandes y pequeñas (Filmin, 2020-), de la que se estrena su quinta temporada también en noviembre, esta historia está basada en una serie de novelas del escritor C.L. Skelton que tienen como protagonistas a esta familia de trabajadores del pescado. Pero en realidad ya al final de primer episodio la familia ha conseguido amasar una fortuna, después de que Sam (Liam McMahon), capataz en el puerto de la ficticia ciudad de Bradley, haya sufrido un accidente que le afecta a la mano, y su esposa Mary (Claire Cooper) le haya dado una respuesta contundente al patrón Mr. Shaw (David Pearse) cuando éste le sugiere que podría ayudarles económicamente a cambio de favores sexuales. Sin trabajo, Mary, su madre (Julie Graham) y su hija Liza (Shannon Lavelle) ponen en marcha un negocio de limpieza y venta de arenques que funciona sorprendentemente bien, aunque con la ayuda del contrabando de alcohol. Una inteligente inversión del asesor bancario más honesto del mundo les hace ricos, y al final del primer episodio ya ocupan una mansión.
Porque Los Hardacre se centra sobre todo en cómo esta familia de origen trabajador intenta encajar dentro de una alta sociedad que tiene más apariencia que recursos económicos, de manera que ellos son aceptados dentro de su nuevo status social porque tienen más fortuna que algunas de las familias que lo forman. Entre ellos, Lord George Fitzherbert (Owen Roe), que tiene más títulos que dinero, se ofrece a ayudarles a esta adaptación, sobre todo porque necesita un inversor para su nuevo negocio, mientras que su esposa Lady Emma (Cathy Belton) y su hija Adella (Holly Sturton) les introducen en ese mundo de apariencias y meriendas a la hora del té. La historia no está tratada con sentido del humor y tampoco tiene el carácter de confrontación entre los nuevos ricos y las familias tradicionales como en el Nueva York de La edad dorada (Max, 2022-), sino que se desarrolla más a ras de tierra, reflejando las dificultades de la clase trabajadora en el puerto (Sam Hardacre acaba comprando el negocio de Mr. Shaw y tratando de hacerlo más rentable) y la prepotencia con la que incluso el servicio, a cargo de Mrs. Dryden (Ingrid Craigie) trata a los nuevos dueños de la casa. Los Hardacre está escrita por Amy Roberts y Loren McLaughlin, guionistas de Llama a la comadrona (BBC, 2012-), así que mantiene un poco el tono de telenovela que la hace menos encantadora que Todas las criaturas grandes y pequeñas, aunque se utilice ésta como el principal reclamo para atraer a los espectadores que son fieles al popular drama veterinario. Y tiene la particularidad de que está realizada por un equipo mayoritariamente femenino en los puestos creativos y artísticos de mayor responsabilidad. De hecho, una de las modificaciones respecto a las novelas originales es que se ha reforzado el personaje de Mary, que en la serie ocupa un lugar de igualdad junto a su marido Sam dentro del entorno familiar.
Los Hardacre tiene el estilo de los dramas clásicos producidos por la televisión británica y se distancia al menos de las casposas series que suele producir Channel 5, un canal que se promociona como una televisión moderna pero que está todavía demasiado enfocado a un tipo de espectador tradicional, con un target principalmente femenino. Es cierto que la puesta en escena se siente demasiado acartonada en algunas ocasiones, especialmente la representación del puerto y la ambientación en las calles de Bradley, incluso en comparación con Todas las criaturas grandes y pequeñas. Pero dentro de esa tonalidad que a veces recuerda a los dramas diarios de decorados demasiado lavados y barro demasiado limpio, los seis episodios de la primera temporada son lo suficientemente entretenidos, aunque esta serie no puede aspirar a ser la sustituta del mayor éxito reciente de Channel 5.
En el proceso de traspaso de la producción de Ryan Murphy desde la plataforma Netflix hasta su regreso a FX, el productor y creador de algunas de las franquicias más exitosas de los últimos años ha ido intercambiando historias para adaptarlas a nuevas sagas. Pero en realidad la primera entrega de American Sports Story (Disney+, 2024), basada en la historia del deportista y asesino Aaron Hernández, podría haber sido perfectamente una temporada de American Crime Story (Disney+, 2016-), y Grotesquerie (Disney+, 2024) encajaría como una de las mejores temporadas de American Horror Story (Disney+, 2011-). Pero la estrategia pasa por crear estos universos en los que puede construirse una biblioteca de relatos que son intercambiables según las necesidades de producción. En el caso de la serie que nos ocupa parece nacer con vocación de miniserie, pero tratándose de Ryan Murphy eso es bastante relativo. Eso sí, Grotesquerie se postula como una de las más bizarras, extrañas y retorcidas historias que el productor ha llevado a la pantalla hasta la fecha, y se mueve con bastante soltura entre diferentes géneros: comienza presentándose como una investigación sobre asesinatos especialmente retorcidos, con escenas del crimen particularmente desagradables, pero va derivando hacia el thriller psicológico, aunque con algunos apuntes de drama familiar. Y durante buena parte de la temporada no tenemos claro lo que estamos viendo, aunque se dejan pistas que poco a poco nos acercan a la realidad. Por supuesto, siempre hay espectadores que adivinan el desarrollo desde el primer minuto, pero para los que nos gusta disfrutar de un viaje narrativo, acaba siendo un recorrido bastante satisfactorio que tiene paradas muy edificantes. No es casual que el director de buena parte de la temporada sea Max Winkler (1983, Los Angeles), que comenzó a colaborar con Ryan Murphy en algunos episodios de American horror stories (Disney+, 2021-2024) y tomó el testigo de Gus Van Sant cuando éste se sintió incapaz de dirigir todos los episodios de Feud: Capote vs. The Swans (Max, 2024). Pero sobre todo se encargó del episodio más recordado de Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez (Netflix, 2024), el excelente Heridas del pasado (T1E5), rodado en tiempo real en un plano secuencia. En Grotesquerie, Max Winkler también dirige Neblina roja (T1E5), que comienza con un plano secuencia de 15 minutos que parece un homenaje a la primera temporada de True detective (Max, 2014-).
En general, hay algo de aquella clásica serie de HBO en el tono que adopta ésta, a través de la investigación que lleva a cabo la detective Lois Tryon (una magnífica Niecy Nash), cansada de toda una vida resolviendo crímenes atroces que lleva anotados cuidadosamente, y tratando de mantener cierta estabilidad familiar en una familia que precisamente no pasa por un período muy estable: su marido Marshall (Courtney B. Vance) fue profesor de filosofía y ahora se encuentra en estado de coma tras un accidente y su hija Merritt (Raven Goodwin) es adicta a la comida a pesar de los riesgos que supone para su salud. Pero la propia Lois también tiene sus adicciones, especialmente a las botellas que contengan cualquier tipo de alcohol, la única escapatoria a una existencia marcada por la desesperación, que además es constantemente juzgada por la enfermera Redd (Lesley Manville), demasiado controladora con los cuidados que requiere Marshall, como si sintiera celos de su esposa. En la investigación de los horribles asesinatos se incorpora la hermana Megan Duval (Micaela Diamond), una monja aficionada al periodismo que escribe para un periódico religioso y se siente atraída, en el sentido más carnal posible, por el padre Charlie Mayhew, interpretado por Nicholas Alexander Chávez, uno de los protagonistas de Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez, que es la tentación hecha carne, sobre todo cuando se desprende de la sotana. Lo que diferencia a Grotesquerie de cualquier entrega de una temporada convencional de American Horror Story es su estructura: hasta el episodio Coordenadas (T1E4) podría ser una historia de detectives con tono siniestro que puede recordar no solo a series como las que hemos mencionado sino también a películas como Seven (David Fincher, 1995). Pero cuando en este episodio Lois y Megan se dirigen al desierto, la imagen adopta un tono rojizo que le da a la historia un sentido de irrealidad que nos hace preguntarnos si se dirigen al desierto o al infierno. Como afirma Megan: "Es como una película de terror que la gente está sentada mirando en la oscuridad. Y la estúpida heroína se arrastra hacia abajo, al sótano oscuro, mientras todo el mundo entre el público grita: "¡No entres en el sótano!".
Mientras que Neblina roja (T1E5) se desarrolla en parte a través de un falso plano secuencia de 15 minutos que recorre buena parte de un motel de carretera, la serie vuelve a cambiar a partir del episodio Desconectado (T1E7), de manera que la historia siempre incorpora resquicios nuevos que modifican la perspectiva. En este sentido, Grotesquerie ofrece una narrativa compleja que sin embargo sabe cómo avanzar sin que queden flecos sueltos, especialmente respecto a la investigación principal. Pero la serie toma tantos atajos y se adentra por caminos tan tortuosos que siempre mantiene la atención, aunque sea por descubrir cuál será la próxima invención extraña que podremos ver. Hay monólogos sobre la naturaleza del mal a través de pasajes bíblicos que suelen ser muy del gusto de uno de sus creadores, Jon Robin Baitz, especialmente en las escenas entre la hermana Megan y el padre Charlie, en una de las cuales intercambian opiniones sobre sus asesinos en serie preferidos. Hay un homenaje al origen de la actriz Micaela Diamond como estrella de Broadway cuando canta una de las canciones del musical Jesucristo Superstar (1970), del que ella interpretó a María Magdalena en un special de televisión, y por supuesto está la incorporación de personajes famosos que no saben actuar como el deportista Travis Kelce. De manera que Grotesquerie acaba siendo un producto que tiene la firma indiscutible de Ryan Murphy, pero al mismo tiempo se aleja lo suficiente como para ser particularmente interesante.
Una de las figuras más clásicas de las series policíacas es la del detective que está a punto de jubilarse, cansado de haber resuelto decenas de casos y haber dedicado toda su vida a un trabajo que le ha proporcionado pocas satisfacciones realmente y en muchos casos le ha exigido sacrificios sin recompensas ni reconocimientos auténticos de sus éxitos. Sin ir más lejos, el lánguido thriller nórdico The darkness (SkyShowtime, 2024) ofrece todos los estereotipos de este género, con Lena Olin como la detective de vuelta de todo y a punto de acogerse a una jubilación que no necesita. Diego San José (1978, Irún) ha tomado este perfil clásico para asignarlo a Sara Santano (Carmen Machi), una inspectora de Hacienda que ha dedicado tanto tiempo a recaudar impuestos que se ha olvidado de tener una vida propia, y que está a punto de prejubilarse con el único reconocimiento de una triste fiesta de despedida en la oficina. Pero Carmelo (Antonio Durán Morris), compañero de estudios de Sara que al menos ha conseguido escalar posiciones en la Agencia Tributaria sin perder sus principios, le propone que se encargue de un último trabajo para poder marcharse "por la puerta grande": demostrar que la estrella de la música latina Celeste (Andrea Bayardo) ha residido en España seis meses y un día durante el ejercicio anterior para recuperar los impuestos que no ha tributado en nuestro país, unos 20 millones de euros. Esa oportunidad puede servir también para hacer olvidar otra inspección de Hacienda que llevó a cabo en el pasado y que acabó perdiendo en los tribunales. De esta forma, se inicia lo que la promoción publicitaria de Celeste (Movistar Plus+, 2024) califica como un "thriller tributario" y lo que Diego San José y el co-guionista Oriol Puig vendían en una sola frase como "Zodiac pero con el IRPF". Sara Santano comienza una investigación que la llevará a peluquerías, tiendas y restaurantes donde la cantante solía acudir, a interrogatorios y allanamientos, y a encontrar una inesperada colaboración en el paparazzo Tony (Manolo Solo), que lleva años vendiendo fotografías de Celeste al mejor postor. Como el detective de Colombo (SkyShowtime, 1971-1978), Sara Santano suele vestir con gabardina y tiene un carácter agrio que se ha ido dibujando en su rostro con el paso de los años. Por supuesto, esta investigación recuerda a la inspección real que la Agencia Tributaria hizo a la cantante colombiana Shakira, acusándola de un fraude de 14,5 millones de euros que se quedó en un acuerdo firmado en 2023, y el reconocimiento del delito fiscal con una multa de 7 millones de euros. De hecho, Celeste también es aficionada a exponer sin rubor sus intimidades sentimentales a través de canciones en las que describe su relación con un empresario, como su último éxito "Eres lo peor", con la que Sara Santano acaba sintiéndose identificada en una magnífica escena del Episodio 4.
Porque Celeste es un personaje secundario a pesar del título de una serie que se centra en una inspectora de Hacienda cuya investigación deriva hacia el conocimiento de su propia vida, o la ausencia de ella, una existencia gris casada con otro inspector de Hacienda y con una estabilidad económica que sin embargo no refleja demasiadas satisfacciones personales. Mientras al mismo tiempo sus encuentros con personajes que rodean al entorno de la cantante, como un joven fan demasiado obsesionado que tiene una orden de alejamiento, acaban descubriendo para la inspectora a la persona que está detrás de Celeste, la joven mexicana Karen Albarrán, que nació en una familia humilde hasta conseguir un éxito que se ha convertido en una cárcel para ella, atrapada en su propia imagen de éxito. No hay blancos y negros en esta historia, aunque sí hay contribuyentes y no contribuyentes, e incluso donaciones supuestamente generosas que en realidad sirven para lavar la imagen y de camino desgravar los impuestos. Diego San José ofrece otro de esos retratos de España a través de sus contradicciones, ya sean los conflictos territoriales en Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez-Läzaro, 2014) o la política ridícula en la trilogía que comenzó con Vota Juan (Max, 2019), y próximamente la realeza en Su Majestad (Prime Video, 2024). Pero en este caso la comedia es abordada como el thriller, adoptándola sin los elementos tradicionales, con momentos que dibujan una sonrisa pero que los personajes viven con seriedad. Lo que permite que Carmen Machi componga uno de esos personajes complejos que demuestran su variedad de recursos, menos desarrollada en cine y televisión que en teatro, donde ha interpretado papeles como Lady Macbeth en Los Mácbez (2014).
Celeste consigue un excelente equilibrio entre el estudio de personaje y la investigación minuciosa, como si Sara Santano fuera una especie de Sherlock Holmes que debe deducir dónde puede rascar un día más para ir completando los 184 días de estancia en España que le permitan iniciar el expediente sancionador. Bajo la dirección de Elena Trapé (1976, Barcelona), que este año también ha dirigido los últimos episodios de Yo, adicto (Disney+, 2024), la serie mantiene cierto grado de suspense (nunca estamos seguros de cómo se va a resolver la investigación), al mismo tiempo que ofrece una descripción algo melancólica de la incertidumbre de la jubilación, con un personaje principal de sesenta años que se da cuenta de que ha malgastado parte de su vida. Celeste es difícil de clasificar, y posiblemente acabará siendo malinterpretada en las categorías tradicionales de comedia y drama, pero ese es su principal mérito: ser una propuesta inclasificable, una historia sobre dos mujeres que se convierten en némesis debido a las circunstancias, pero que acaban entendiéndose cuando hablan a solas, sin las interferencias que las rodean.
Esta reseña contiene spoilers de la primera temporada
A poco que crezca la confianza en las posibilidades de esta serie, puede convertirse en la mejor historia de ciencia-ficción producida en los últimos años. Porque los creadores ya han confirmado que no tienen la intención de alargar la historia y que se mantendrán fieles al carácter de trilogía de las Crónicas del Silo (2011-2013, Ed. Minotauro) escritas por Hugh Howey, lo que no quiere decir que se limite a tres temporadas, ya que de hecho la primera solo adaptaba la mitad de Espejismo (2011, Ed. Minotauro). Y algunos cambios con respecto a las novelas que se introducen en esta segunda temporada indican que hay una intención de avanzar en un camino paralelo, pero no exactamente igual, al del relato literario. Los primeros avances de la serie y el propio cartel ya indican hacia dónde se dirige parte de la historia, estructurándola en esta ocasión en dos tramas paralelas: el descubrimiento de Juliette Nichols (Sarah Ferguson) de ese mundo exterior compuesto por numerosos silos/sociedades, y el desarrollo de los acontecimientos, después de su salida forzosa, en el silo que ella había habitado. En realidad, no está claro para los que se han quedado si Juliette está viva, pero esa trasposición del mito de la caverna en la que los habitantes del silo han descubierto que hay algo más allá de la sociedad en la que viven, despierta las primeras rebeliones (la segunda temporada comienza con un prólogo que indica lo que ocurrió en otra sociedad). De manera que hay personajes como Shirley (Remmie Milner) y Knox (Shane McRae) que adquieren mayor importancia en la trama que se desarrolla en el primer silo, siempre manejado por las intrigas del alcalde Bernard Holland (Tim Robbins, cada vez más cómodo en su papel) y Robert Simms (Common), quienes tratan de preservar la confianza de la jueza Meadows (Tanya Moodie) en su intento de controlar el malestar que ha provocado en sus habitantes descubrir que han vivido rodeados de una mentira. En la trama paralela que se desarrolla durante la temporada, Juliette se introduce en otro silo donde se encuentra con Solo (Steve Zahn), un personaje muy importante en las novelas, y que permanece encerrado en un búnker negándose a salir de él después de la tragedia ocurrida fuera. Es un personaje esquizofrénico e infantil, un hombre solitario que ha permanecido aislado tanto tiempo que ha establecido unas reglas precisas para su supervivencia, y cuya relación con Juliette ofrece los mejores momentos de esta temporada. La serie modifica algunos aspectos de la forma en que Juliette descubre a Solo, pero mantiene la ambigüedad de este personaje, y también la incertidumbre sobre si el lugar ha sido completamente abandonado. Porque Silo (Apple tv+, 2023-) no es ciencia-ficción de escenarios espectaculares o de escenas de acción, aunque sí mantiene una tensión constante, especialmente en episodios como El Harmonium (T2E4) y Barricadas (T2E6). Sin embargo, la serie es más interesante cuando eleva el nivel de claustrofobia de su diseño visual, bien construido por el nuevo director Michael Dinner, responsable entre otras del regreso de Justified: Ciudad salvaje (Disney+, 2023), que se une a los habituales Aric Avelino y Amber Templemore.
Es cierto que el protagonismo de Juliette se ve disminuido porque tiene que convivir con los acontecimientos que ocurren en el silo que ha dejado atrás, y en este sentido la segunda temporada juega más en el terreno de las intrigas políticas y la forma en que la sociedad se divide entre quienes quieren permanecer como estaban, aunque sepan que su realidad está basada en una mentira, y aquellos que quieren arriesgarse a saber la verdad. Silo no es exactamente una historia política, pero sí es cierto que la idea original de las novelas surgió cuando en un viaje a Cuba, Hugh Howey se dio cuenta de que el país no tenía nada que ver con la imagen que había imaginado a raíz de las informaciones que se daban en Estados Unidos. Es por tanto una reflexión sobre las falsas realidades que se crean a través de la manipulación de la información, lo que se refleja especialmente en el segundo libro. A lo largo de la temporada, y teniendo en cuenta el prólogo con el que se abre, surge la pregunta de si el Silo 17 que está explorando Juliette podría ser un reflejo de algo en lo que se podría convertir el Silo 18 del que proviene. Pero el objetivo del personaje principal es en todo momento regresar al lugar del que volvió, la única manera de demostrar a los que se quedaron que es posible la supervivencia más allá de los oscuros pasillos conectados por la escalera en espiral. Mientras, los habitantes de la zona de maquinarias, Deep Down, utilizan el control que les proporciona estar en las entrañas del funcionamiento del silo para enviar mensajes de rebeldía a los pisos más altos. El sheriff Paul Billings (Chinaza Uche) se encuentra en medio del conflicto, tratando de mantener un difícil equilibrio entre las normas que establece el Pacto y la exigencia de una mayor transparencia por parte de los rebeldes. Y las intrigas funcionan con la efectividad de la primera temporada, incluso recuperando a personajes como el informático Lukas Kyle (Avi Nash), que todavía adquiere una mayor relevancia en esta nueva entrega. Pero si Silo no necesita demasiados alardes audiovisuales, aunque la construcción de todo el entorno que rodea a los personajes ya es espectacular, es porque se apoya en un guión sólido y en notables interpretaciones, de manera que una conversación entre la jueza Meadows y el alcalde Bernard Holland puede estar cargada de tanto suspense como cualquier escena de acción.
La segunda temporada no solo mantiene el nivel sino que va construyendo con mayor solidez una realidad distópica que también se conecta con cierta realidad actual, relacionada con las falsas promesas y la manipulación de la información. Y plantea al final de la temporada una posibilidad tan intrigante que puede acabar cambiando el desarrollo de la historia de una manera radical.
Los protagonistas de esta producción británica se encuentran en esa tercera edad en la que coinciden más en los funerales de sus otros amigos o conocidos que en los partidos de fútbol, pero en este caso una reunión posterior al sepelio de Dennis en un bar que acaba en una borrachera recordando viejos tiempos, también termina con una idea propuesta por Tom (Karl Johnson), quien ha recibido un diagnóstico de cáncer y no está dispuesto a pasar sus últimos meses de vida entre el sufrimiento y los medicamentos. De manera que propone al grupo de amigos un pacto de "amor verdadero" (truelove) por el que se comprometen a servirse como ayuda mutua cuando alguno de ellos decida dejar este mundo en plenas facultades antes de que se lo lleve una enfermedad degenerativa. Los otros cuatro aceptan, quizás más motivados por el alcohol, sin esperar que ese momento llegue alguna vez. El funeral ha reunido entre otros a Phil (Lindsay Duncan), una detective de policía que lleva trece años jubilada, y Ken (Clarke Peters), un ex-soldado norteamericano que se enamoró de Phil, con la que mantuvo una breve relación juvenil hasta que un malentendido les separó, y ella acabó casándose con Nigel (Phil Davis), con el que ha tenido un matrimonio tranquilo y estable, pero no muy apasionado. El reencuentro despierta viejos sentimientos que parecen imposibles de reavivar plenamente, hasta que Tom se pone en contacto con ellos poco después para que cumplan el pacto al que se comprometieron. Es un planteamiento interesante que no intenta reflexionar sobre la eutanasia desde una perspectiva emocional, como hacía Mayflies (Filmin, 2022), sino que la utiliza para ir construyendo una especie de thriller con personajes maduros que va cambiando de tono conforme se desarrolla, sobre todo a partir de la aparición de Ayesha (Kiran Sonia Samar, a la que hemos visto recientemente en Slow horses (Apple tv+, 2022-), una novata agente de policía que comienza a sospechar que se están produciendo demasiadas muertes alrededor de este grupo de amigos.Creada por Charlie Covell (1984, Reino Unido), que fue responsable de la comedia juvenil The end of the fucking world (Netflix, 2017-2019) y escrita por Iain Weatherby, la historia se construye lentamente equilibrando bien la trama criminal con el retrato de los dos personajes principales, que luchan con los sentimientos recuperados mientras deciden si convertirse en cómplices de la muerte de su amigo. Y se apoya especialmente en dos veteranos intérpretes que consiguen establecer una relación creíble, la siempre espléndida Lindsay Duncan, a la que hemos visto en El descubrimiento de las brujas (SkyShowtime, 2018-2022) y fue nominada al BAFTA por la miniserie Perfect strangers (BBC, 2001), y el reconocido Clarke Peters, al que los guionistas confiesan que eligieron entre otras cosas por ser grandes admiradores de The wire (Max, 2002-2008). Sin caer en la sensiblería, True love (Filmin, 2024) consigue momentos especialmente logrados en el reflejo del matrimonio entre Phil y Nigel que comienza a perder estabilidad, no solo por el reencuentro con Ken, sino por la distancia cada vez mayor entre la pareja. Mientras Nigel acepta con agrado mudarse a un pequeño apartamento para permitir que su hija Kate (Fiona Button) viva en la casa familiar, Phil no entiende por qué deben sentirse obligados como padres a hacer una concesión tan importante. Y hay una descripción sutilmente emotiva en las declaraciones de Tom cuando trata de explicar por qué quiere acabar con su vida o en la de Marion (Sue Johnston) y David (Peter Egan) cuando son conscientes de que el alzheimer se está apoderando de la mente de ella. Los cambios de tono en la serie a veces pueden desequilibrar la historia, especialmente alrededor de la agente Ayesha, cuya especial intuición de detective, aunque no tenga el rango de investigadora, la involucra cada vez más en los acontecimientos. Porque a través de ella se introducen unas reflexiones algo innecesarias sobre si es moralmente lícito practicar la eutanasia aunque no sea legalmente ético. Y acorde con esta tendencia a convertir a policías de calle en investigadores criminales a contracorriente, como ocurría en la mediocre After the flood (ITV, 2024), estrenada también a principios de año en Gran Bretaña, la verosimilitud de las acciones de Ayesha y su acceso a determinada información siendo una policía de rango inferior, resultan a veces inverosímiles. Pero True love se eleva cuando pone su atención en los personajes maduros, y cuando aborda planteamientos sobre cómo tratar de recuperar una vida perdida debido a decisiones equivocadas tomadas en un momento determinado. Y aunque algún giro de guión a partir de la mitad de temporada puede parecer demasiado conveniente para cambiar hacia un tono más sombrío, la serie tiene una gran capacidad para mantener cierto sentido del humor incluso en las situaciones más aparentemente dramáticas.
Francia ha encontrado en el género de la comedia policíaca una cómoda representación de algunas de sus peculiaridades y contradicciones, como en la exitosa ACI: Alta Capacidad Intelectual (atresplayer, 2021-), que contrarresta el thriller oscuro y melancólico con la luminosidad de la diversión que supone un personaje que no encaja en su entorno. Un planteamiento parecido es el que tiene la nueva propuesta de los productores de aquella, Anthony Lancret y Pierre Laugier, de nuevo para TF1, que se ha especializado en este tipo de procedimentales, incluyendo en su programación series como Master crimes (TF1, 2023-2024) o Mademoiselle Holmes (Cosmo, 2024-). Titulada originalmente Mercato (que es una referencia futbolística a los traspasos de jugadores), en España ha sido traducida como Ley y desorden (Cosmo, 2024), jugando con la referencia a los procedimentales clásicos. La serie superó los 4 millones de espectadores (24,1% de share) en la emisión de sus dos primeros episodios en lineal el pasado mes de marzo, aunque perdió 900.000 espectadores a partir del tercer episodio, pero manteniendo durante la primera temporada una media del 20% de share. Comparada con el mayor éxito en prime time de TF1 este año, Rivière perdue (TF1, 2024), remake francés de la española La caza (Movistar Plus+, 2019-), se quedó en un millón de espectadores por debajo pero se mantuvo firme a pesar de su principal competidor, el formato de supervivencia Pékin Express (M6, 2006-). El planteamiento de nuevo es el del pez fuera del agua, colocando a un policía de la brigada financiera de París, no demasiado talentoso con el manejo de un arma, en el entorno de una ciudad como Marsella, con sus particularidades y sobre todo su alto nivel de delincuencia. Pero además con un problema adicional, porque el "traspaso" de Thomas Chevallier (Arnaud Ducret) es una especie de castigo después de que disparara accidentalmente a Brandaninho, el reciente fichaje estrella del Olympic de Marsella, recién llegado al aeropuerto Charles de Gaulle. No obstante, Chevallier se hará cargo de un grupo de la PJ (Policía Judicial) que está formado por la teniente Nora Kader (Manon Azem) y los agentes Julio Abdelaoui (Ilies Kadri) y Ange Colona (interpretado por el rapero Foued Nabba (Kofs), quien precisamente nació en Marsella). Frente a los métodos poco ortodoxos de la policía marsellesa, Thomas Chevallier pretende seguir los protocolos oficiales, algo que pronto se dará cuenta que no funciona bien en la ciudad. La serie tiene personajes algo caricaturescos y describe a Marsella con trazo grueso, utilizando algunos tópicos sobre el control de las mafias y el carácter de sus habitantes que ha molestado a algunos sectores, como cuando un taxista saluda a unos amigos sin detener el taxímetro en mitad de un trayecto con Thomas Chevallier como pasajero. Con un estilo que recuerda a veces al éxito Bienvenidos al Norte (Danny Boon, 2008), maneja los contrastes como su principal herramienta de diversión, caricaturizando a los parisiens y los marseillais. La relación entre los personajes interpretados por Arnaud Ducret, al que hemos visto en películas como En su punto (Christopher Hampton, 2021), y Manon Azem funciona de una manera menos convencional de lo habitual. Ella no es el reflejo femenino de él, sino que son completamente diferentes y el guión evita inteligentemente introducir una trama sentimental.
Creada por Jérémie Marcus, que también fue responsable de la serie policiaca Tandem (France tv, 2021) y escribió el guión de la película Asesinato en Normandía (Gabriel Aghion, 2023), la comedia planteada en esta serie toma elementos de los policíacos norteamericanos de los ochenta como Superdetective en Hollywood (Martin Brest, 1984) y Arma letal (Richard Donner, 1987), mezclados con las comedias francesas de los noventa escritas por Jean-Marie Poiré y Christian Clavier como "Papy" en la resistencia (1983) y Los visitantes (1993). De manera que se sostiene en el humor un poco tontorrón, pero también desarrollando escenas de acción espectaculares, con referencias a películas como la saga de Taxi (Gérard Pirès, 1998) en el episodio Llegada (T1E1), a través una persecución de coches en una Marsella nocturna, que está muy bien rodada, o con una escena en el episodio El Códice (T1E2) que incluye el intento de los protagonistas de subirse a un avión en marcha (en cuyo rodaje la actriz Manon Azem estuvo a punto de sufrir un accidente) y un salto en paracaídas. De manera que Ley y desorden combina con habilidad el sentido del humor y sobre todo la acción, que generalmente suele ser bastante básica en los procedimentales policíacos. Hay una constante referencia a las películas populares de los ochenta como cuando en Búsqueda del tesoro (T1E3) el grupo de agentes de la policía marsellesa se embarca en una investigación al estilo En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981), cuando aparece el cadáver de Mathias Castel, un joven buzo que estaba especializado en la búsqueda de tesoros en el mar. La serie también parodia algunos elementos habituales en los procedimentales norteamericanos, como la costumbre de que algún personaje siempre haga referencia a citas literarias. En este caso, el comisario Brancheraud (Pierre-François Martin-Laval) siempre saca alguna cita para reforzar sus discursos, pero nunca se acuerda de cómo termina. Es uno de los personajes secundarios que funcionan bien en cuanto al humor, al igual que el policía Cyril (Simon Astier), que suele estar envuelto en algún tipo de investigación interna un poco absurda. El actor Simon Astier, que escribió, dirigió y protagonizó la comedia de ciencia-ficción Visitantes (Max, 2022), también ha participado en el guión y ha dirigido varios episodios, mientras que su padre en la vida real, el actor y director Lionel Astier, interpreta a un personaje invitado en el episodio Un mundo mejor (T1E6).
Ley y desorden funcionó particularmente bien dentro del canal TF1 en el target de audiencia denominado FRDA-50, acrónimo de la categoría femme responsable des achats de moins de 50 ans (mujer responsable de compras menor de 50 años), porque se trata de una comedia ligera, entretenida y con un ritmo constante. Es un tipo de entretenimiento que está siendo muy popular en Francia, con altos índices de audiencia y generalmente muy exportables a otros mercados. A pesar del éxito y cerrarse con un final que podría dar paso a una segunda temporada, TF1 decidió no renovarla, aunque desde el mes de junio se puede ver en Francia a través de Disney+, lo que ha despertado las teorías de que podría continuar como una producción francesa de la multinacional.
El título original de esta miniserie dramática, Best interests, hace referencia a un término legal que trata de garantizar los derechos de los menores de edad que no pueden tomar decisiones por sí mismos. Conocido en España como "Interés superior", deriva del artículo 3 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, que sostiene que en todas las acciones y decisiones que se tomen debe prevalecer el "interés superior del niño". Sin embargo, lo que plantea Querida Marnie (Movistar Plus+, 2023), el titulo español algo más melodramático, es la confrontación entre dos percepciones diferentes que tienen unos padres sobre cuál es el interés superior de su hija. Marnie (Niamh Moriarty) es una alegre niña de 13 años que padece una distrofia muscular congénita que la hace especialmente sensible a las infecciones, y es una de estas afecciones en el pecho lo que la lleva a un estado de coma del que su pediatra Samantha (Noma Dumezweni) concluye que no volverá a despertar. Diversos paros cardíacos comienzan a afectar de forma grave a sus órganos vitales y a su cerebro, por lo que la doctora recomienda detener el soporte vital artificial. Pero sus padres Nicci (Sharon Horgan) y Andrew (Michael Sheen) no pueden concebir la idea de dejar morir a su hija, lo que acaba en una batalla legal en los tribunales en la que se dilucida cuál es el interés superior de Marnie. La serie no está basada en un hecho real como podría parecer, pero existen algunos referentes en Inglaterra como el caso de la familia del joven Archie Battersbee, de 12 años, cuyos padres perdieron ante los tribunales británicos la batalla por tratar de mantener a su hijo con vida en el año 2022.
A partir de una idea de la productora Sophie Gardiner, el guionista Jack Thorne (1978, Reino Unido) ha elaborado un drama en cuatro partes perfectamente estructuradas que aborda una mirada reflexiva sobre la difícil decisión a la que se enfrentan los padres, construyendo unos personajes sólidos que tienen como soportes dos excelentes y sobrecogedoras interpretaciones de Michael Sheen y Sharon Horgan, en un papel que estuvo a punto de rechazar porque afirmaba sentirse insegura. No hay que negar que Querida Marnie es una serie dolorosa, pero evita el melodrama para presentarse como una propuesta más reflexiva en la que se plantean los diferentes puntos de vista sin hacer juicios de valor, con argumentos sólidos para ambas partes, lo que invita al espectador a posicionarse en base a sus propias convicciones, no a las que sugiera la serie. Pero además propone otras perspectivas, como la de Katie (Alison Oliver), la otra hija de la pareja que siente cierto grado de abandono por parte de sus padres, dedicados a cuidar a Marnie, más protagonista en el Episodio 3, o ese grado de hipocresía que la sociedad mantiene respecto a las personas con discapacidad, relegadas a un segundo plano cuando se producen pandemias como la del coronavirus: "Tuve amigos a los que les dijeron que sus hijos no iban a tener acceso a ventiladores artificiales", afirma Nicci. "Y siempre supe que tenía que mantener a Marnie a salvo porque si ella se contagiaba de esa maldita cosa, no sabía si podría conseguir ayuda".
Jack Thorne es uno de los guionistas más reconocidos de Gran Bretaña, ganador de cinco Premios BAFTA y encargado de la compleja adaptación de La materia oscura (HBO Max, 2019-2022), y del que este mes se estrenará en Netflix el largometraje Joy (Ben Taylor, 2024), sobre la investigación que dio lugar a la primera bebé probeta en 1978. Pero ha dedicado parte de su trabajo a la discapacidad en series como CripTales (BBC, 2020), formada por monólogos cómicos de actores como Mat Fraser, que interpreta un papel secundario en Querida Marnie, y la tv movie Then Barbara met Alan (Bruce Goodison, Amit Sharma, 2022). Michael Keillor, director de la miniserie Roadkill (BBC, 2020), sostiene la historia apoyándose en el trabajo de los actores e introduciendo algunos elementos de humor que rompen acertadamente el peso dramático de algunas escenas, especialmente en el duro episodio final. Querida Marnie fue una de las grandes series de 2023, seleccionada en el festival Serielizados, donde consiguió el premio del Jurado Joven, aunque ha llegado a España con cierto retraso.