Las tablas bolcheviques

Publicado el 07 abril 2015 por Carlos Romero @CarlosRomeroSFC

Cuentan las crónicas que se trasladaron a unos terrenos en la avenida de la Palmera, llamada por aquellos años avenida de la Reina Victoria, propiedad de la marquesa de Esquivel, tras pedir infructuoso auxilio a las autoridades locales, y después de un fatigoso verano buscando solares apropiados. Mientras otros encontraban acomodo en terrenos de propiedad municipal, los sevillistas sacaban obligaciones para pagar el alquiler mensual y la adecuación del campo. Se reutilizaron las viejas tablas teñidas de rojo del campo del Mercantil y se levantó una pequeña grada de madera, una caseta a modo de vestuario y un ambigú. Corría el año de 1918. Tres años más tarde se remozó instalándose nuevas gradas e incluso se pusieron unas duchas, pocas, para los jugadores y un botiquín para el facultativo.

El presente encabezado de crónica alude a un partido disputado entre el Sevilla F.C. propietario del terreno, y el Nacional F.C., el tercer equipo de la ciudad durante un puñado de años y que estrenaría campo en Nervión allá por 1922.

La crónica aparece en el diario La Unión y está escrita por Gil Gómez Bajuelo, (Gilito para sus amigos) que durante un breve espacio de tiempo escribió con el pseudónimo de "Dribling" inmediatamente después de ser elegido como representante de la prensa en la Federación Regional Sur bajo el mandato de Carlos Alarcón de la Lastra, a la sazón presidente del Real Betis Balompié. La Unión era un diario tradicionalista y Gómez Bajuelo (que también adoptó el nombre de Discóbolo) encajaba como un guante en sus ideas y en su línea editorial.

¿Y a cuento de qué venía tildar de “bolcheviques” a las instalaciones del sevillano club decano, y por ende, a su titular, el Sevilla F.C.?

Los más inocentes podrán interpretar que simplemente se trataba de un recurso original con el que se pretendía aludir al color de las referidas tablas, y nada más.

A nosotros, sin embargo no nos gusta efectuar análisis simplistas sacando las cosas de contexto, preferimos plantearnos varias hipótesis de trabajo y desarrollarlas, partiendo en este caso de una premisa clara, Bajuelo (siempre hemos pensado en lo ilustrativo de su apellido, tanto en lo físico como en lo moral), personaje de marcado y escasamente disimulado antisevillismo, era un genio del lenguaje y la propaganda.

Debemos recordar que, entre sus invenciones, se encuentra la del carné que nunca vio nadie, “amorosamente” encontrado entre las páginas amarillentas de un libro, y en el que se podía leer con letras doradas “Sevilla Balompié” en enero de 1908, es decir, ocho meses antes de que se fundara su supuesto antecesor, “España Balompié” en el mes de agosto, y de que Mariano de Cavia, en el mismo mes y año, inventase la palabra balompié. Esa es la prueba que data la antigüedad bética en 1907, un dato más falso que el Rey Miguel que los “estudiosos” investigadores béticos se resisten a desmentir, con lo bien que ellos dominan esta materia.

Así pues, lo de llamar campo de "las tablas bolcheviques" al terreno sevillista tiene connotaciones ideológicas. No puede aceptarse como simple broma, la carga de profundidad de Discóbolo al usar el término es muy significativa.

En la España de 1922 la expresión “bolchevique” iba más allá que la simple denominación del grupo político encabezado por Lenin. Lo bolchevique era casi sinónimo de diablo con cuernos y rabo. ¡Se comían a los niños asados! decían los periódicos.

La investigadora Almudena Delgado nos informa:

 “Por otra parte, el calificativo de «bolchevique» establecía el nexo entre el movimiento español y la ola revolucionaria que sacudió a Europa al final de la Primera Guerra Mundial, tras el triunfo de la revolución rusa en 1917. Según esta interpretación el caso español sería pues un objetivo más del vasto proyecto del proletariado de implantar la revolución a escala internacional, y el golpe militar de septiembre de 1923 la respuesta defensiva de las clases dominantes españolas al peligro revolucionario. Pero se trataría únicamente de un aplazamiento momentáneo, ya que en 1931 se produciría el triunfo de la revolución”.

¿Cuáles eran las verdaderas pretensiones del autor de un alias tan proleninista? ¿Era casual que mientras usaba tal expresión en Rusia morían un millón de personas por una terrible hambruna y que achacaban en parte a sus gobernantes?

Este tipo de señalamientos, de etiquetados públicos, quedan en el ambiente, se perpetúan en la memoria de los maledicentes, estigmatizan.

Señalar públicamente al Sevilla F.C. con el de la “tablas Bolcheviques” era toda una declaración de intenciones, era trazar la línea que separaba y aclaraba en qué parte de las dos Españas estaba cada uno.

Como ya abordamos en otra ocasión, otras cuestiones pasaban por los terrenos de juego. Así nos encontramos a un Real Betis Balompié con un alquiler a bajo coste que debía aportar al mantenimiento y alquiler del estadio cedido por el Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, el Patronato Obrero, por el que pagaba 500 pesetas anuales, una auténtica ganga. El tiempo sucedido entre 1918 y 1924, es un período muy delicado en la Historia del Real Betis.  Según Gil Gómez Bajuelo: "Los jugadores tenían por cielo el techo del Patronato"...."las tablas se venían al suelo cuando llovía o hacia fuerte viento", es decir, estaban en la más absoluta ruina.

Sin embargo, a partir de 1924, bajo el mandato del Capitán del Regimiento Soria, Ramón Navarro Cáceres, la entidad empezará a despegar.

Y de la noche a la mañana…

En el anuncio publicado el 5 de septiembre de 1924 por el Correo de Andalucía, se dice textualmente:

“Hace varios días comenzaron las importantes reformas que el Real Betis Balompié tiene proyectadas para su Campo de Sport del Patronato, que consistirán, según dos dicen elementos del Club bien informados, en circundar el Campo con vallas de material e instalar tribunas y gradas de madera”.

¿Quién y cómo se pagó eso si estaban en la ruina?

Transcurridos 15 días al anuncio anterior, el 20 de septiembre de 1924, El Correo de Andalucía informa en su sección de deportes:

“El R.Betis Balompié da los últimos toques a su amplio y hermoso Campo. Dicho campo, operará tal metamorfosis, que de la nada –porque aquello daba pena de verlo- quedará transformado en uno de los mejores de España, haciéndose con tal solidez las obras, bajo la dirección de hombres expertos, que no habrá temor a temporales ni a nada”.

¿Quiénes eran los hombres expertos que hacen las obras? ¿Pusieron quizá a todos en el cuartel, mano de obra y materiales incluidos, al servicio del club del Patronato?

En marzo de 1924 el Betis elige nueva junta directiva, repleta de militares de los tiempos fundacionales y todos ya con estrellas en la bocamanga. Recordemos el giro que da la entidad con importantes reformas en el campo. De la noche a la mañana y sin un duro dan alas al club.

Curiosamente unos meses antes, en septiembre de 1923 un tal Primo de Rivera, D. Miguel, da un golpe de estado e implanta una dictadura militar. ¿Casualidad? No podemos hacer juicios de valor pero sí reflejar el dato para conocer el contexto social y político español en aquellos años.

Pero hay más. ¿Cómo se definía la ideología bolchevique entonces? ¿Cuáles eran sus valores? ¿Qué propugnaban?

Ante todo suponía amplitud de miras, aire fresco, discrepancia, pluralidad, ruptura con el orden establecido y, en cierta manera, modernidad. Siguiendo con la investigadora Almudena Delgado, comprobamos que el bolchevismo en España, y en Andalucía y Sevilla en particular, al hilo de los conflictos sobre la tierra, el latifundismo, las rentas abusivas, el hambre y la miseria de los jornaleros, plantea en la prensa del momento dos grandes bloques de pensamiento, el de quienes defienden el inmovilismo de un régimen oligárquico que apenas ha evolucionado desde lo medieval, basado en una tupida red caciquil, frente a quienes quieren romper con dicho régimen, y otear nuevos horizontes, seducidos por los avances que se producen en el extranjero, para sacar a España de su agujero negro.

Ya nos hemos referido en otras ocasiones al núcleo ideológico que da origen tanto al Sevilla F.C. como al Sevilla Balompié. Mientras el primero es tributario de su genética anglosajona, y cobija principalmente a jóvenes que se dedican a profesiones liberales (agentes, abogados, médicos, comerciantes, etc.), el segundo surge como vehículo del fervor patriótico de unos chavales que mayoritariamente proceden y pretenden integrarse en la vida militar, y que aborrecen precisamente lo que sus rivales representan. Tal vez más allá del simple color de las tablas del campo, ese “rojo” desprendía un tufillo desagradable para Bajuelo que sobrepasaba los límites de lo meramente futbolístico. Es como si aquello de “todos los hombres de cualquier condición social, ideas políticas y religiosas tendrán aquí cabida” (José Luis Gallegos, 1905), o aquello otro de en el seno de nuestra sociedad de “sport” caben por igual el pobre y el rico, hasta nuestra afición es reflejo de nuestra Sociedad de “sport”, pues en nuestro campo se codean personas de todas las clases sociales” (José Mª. Miró Trepat, 1913) a Bajuelo le sentara como un tiro.

Estas identidades de clubs, pese a que la pluralidad de sus miembros siempre puede dar ocasión para las excepciones, se mantuvo durante muchísimo tiempo, y es más, puede decirse que aún perdura en nuestros días. Ciertamente en determinados momentos de la historia, ha podido parecer lo contrario, pero basta recurrir al contexto para ayudar a comprender ciertos actos y su verdadero propósito.

Muchas veces, cuando tratamos de hacer ver lo que no es, de ocultar algo, demostrar lo que no somos o lo que no hemos hecho, nos esforzamos por enfatizar cosas que señalen lo contrario, de modo que creemos que así, nadie advertirá lo que tratamos de ocultar. Ejemplo fácil, el marido que nunca ha tenido detalles cariñosos con su mujer, empieza a engañarla, y cuando regresa a casa de estar con la amante se presenta con un ramo de flores diciéndole a su mujer que la quiere mucho. Aquí es cuando la señora se mosquea de verdad.

Este tipo de actos de énfasis que de pronto hacemos (y nunca habíamos hecho antes) es lo que hace sospechar que en realidad, se es o se hace lo contrario de lo que uno se afana en demostrar. Queremos demostrar que no somos traidores o buscamos la redención por el arrepentimiento.

A las víctimas de la Inquisición se les pedían pruebas de fe, confesiones, demostraciones evidentes (e imposibles).

A los rebeldes de la guerra civil que consiguieron sobrevivir se les depuraba, y se les hacía pasar por demostraciones públicas que acreditasen su adhesión al régimen, para limpiar su imagen (les pasó a muchos deportistas, sin ir más lejos, al gran Guillermo Campanal).

Las persecuciones de los Reyes Católicos dieron lugar a conversos (falsos conversos) que en el fondo buscaban sobrevivir y no tener que verse expulsados del lugar donde siempre habían vivido.

Ciertas cosas que pasaron en el Sevilla F.C., sobre todo a raíz del alzamiento del 36, más allá de lo que pudieran aparentar (el pajarito que enseña el fotógrafo y que los más simples se tragan), nos hacen pensar que quizás fueran gestos hechos desde un club conocido desde siempre por su escasa cercanía (por no decir, abierta oposición) a los móviles perseguidos por las autoridades de los nuevos tiempos que se instauraron tras la guerra, y que el verdadero y real objetivo era adaptarse a la nueva situación, y evitar o minimizar represalias.

En el segundo club de la ciudad en orden nacimiento (como en todo) no hacía falta, en el círculo donde importaba se conocía a la perfección su pedigrí, y quién era quién.

Pero el currículo ideológico sevillista era otro, y también se sabía, el club de las tablas “bolcheviques” necesitaba gestos que no levantaran sospechas de su adaptación al nuevo régimen, de su inquebrantable adhesión, sencillamente porque necesitaba sobrevivir.

Citamos algunos ejemplos:

-La publicación en prensa de una esquela con los caídos sevillistas (del bando nacional, claro).

-Los partidos organizados durante la guerra civil en beneficio del bando nacional.

-El artículo de Olmedo de los obreros, artesanos, etc., un artículo que llama la atención porque el autor, que ya sabemos quién era, parece sorprenderse con el comportamiento del club blanco, elevándolo a propaganda del régimen.

-La renuncia a recuperar a Guillermo Eizaguirre, soldado con la legión, cuando federativamente le correspondía jugar con el Sevilla y se le necesitaba.

-El cambio en la presidencia del Sevilla FC, con la salida de Ramón Sánchez-Pizjuán y la aparición del Marqués del Contadero, figura afín al régimen, que ya había sido presidente del Betis y sería luego Alcalde franquista de Sevilla, alguien que reunía los requisitos necesarios a satisfacción del gobierno para ser la cabeza visible del club.

-La organización del partido amistoso contra Portugal de 1939 y la celebración en Sevilla del partido contra la Francia ocupada en Nervión en el 42 o 43.

Cosas como éstas y cuatro chorradas más que desde la acera de enfrente siempre se tiran a la cara del Sevilla FC y sus aficionados para decir que fuimos el equipo del régimen quizás pudieron deberse a un esfuerzo o exceso de celo, a una sobreactuación sevillista para demostrar públicamente que no éramos lo que siempre habíamos sido, el equipo titular del campo de las tablas “bolcheviques”, sino un club redimido temeroso de las represalias. Sacrificios de pensamiento o ideas en pos de un bien superior, el propio Sevilla FC.

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*ALMUDENA DELGADO LARIOS ¿Problema agrario andaluz o cuestión nacional? El mito del Trienio Bolchevique en Andalucía (1918- 1920)

PD.- Gracias a Pepe Melero (@JMelero1) por su colaboración.

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