Estas tablas han existido desde hace tiempo, aunque con la llegada la televisiva “Super Nanny” se ha popularizado algo más, ya que es una de las soluciones mas frecuentes que suele dar a los padres que tienen problemas con sus pequeños. Por cierto, muchas tablas acaban hechas trizas por los propios “afectados” aunque como en todo lo que sale en televisión… no te creas la mitad y duda de la otra media.
La base de estas tablas radica en una corriente psicológica denominada conductismo y que tiene dos modalidades: el conductismo positivo por el que la persona obtiene una recompensa o beneficio por un comportamiento determinado (el perro al que le damos una galleta si nos da la patita) y el conductismo negativo en el que la persona obtiene una recompensa negativa (castigo) sj no hace aquello que se espera (quien roba algo siempre tiene su castigo…siempre que no sea político o banquero, claro). El conductimo negativo, de hecho, es la base de todos los sistemas legales en los que por tal de evitar delitos, se prevee todo un código penal con “castigos” y condenas en función de lo mala o perjudicial que se estime la conducta.
En el caso de la tabla de recompensas estaríamos hablando de un claro condicionamiento positivo. Si tu cumples tus tareas de la semana al final de la misma vas a obtener un premio. No estamos descubriendo nada nuevo con estas tablas pues el conductismo positivo los hemos utilizado todos por tal de frenar una rabieta sin fin, por ejemplo. Pero si es cierto que con la instrumentalización de este conductismo estamos cayendo en algunos riesgos mayores a los de ese mero “te doy algo si te calmas…”
El primero de los problemas de esta instrumentalización es que al basarse en tablas y demás corremos el riesgo de perder parte de la perspectiva, limitándonos únicamente a logros que nos permitan “poner la estrellita” y no seamos capaces de reconocer aquellos logros parciales que nuestro hijo pueda lograr, y que también resulta importante reforzar como pasos previos a este paso final. Problema que también puede aparecer en nuestros hijos, que se sientan incapaces de lograr aquello que la tabla les pide y que se frustren por no ser capaces de lograr la recompensa que había preparado para ellos. Es uno de los problemas de este conductismo y de esta forma de gestionarlo.
Relacionado con lo anterior nos surge el problema de los objetivos, de las conductas que queremos inculcar a nuestros hijos. Y es que muchas veces esos objetivos van contra la propia naturaleza y condición de los niños. En algunas de las tablas que se venden en comercios se encuentran objetivos como “no llorar”, “obedecer a la primera”, “no protestar” o “no hacerse pipi”. Resulta mas que evidente que una de las cuestiones que caracterizan al ser humano es la de expresar sentimientos, y por ello las lagrimas forman parte de nuestra propia condición, y aun mas en las primeras etapas de la vida en que carecemos de medios para poder expresar nuestros sentimientos. Así que si cerramos la puerta al llanto, estamos atentando contra la propia integridad del niño. En el caso del “pipi” el problema es similar. Es habitual en los niños, hasta que son capaces de controlar su cuerpo, que tengan accidentes. Y aun más, es algo que no es cuestión de conducta sino que es algo a nivel más físico en lo que resulta muy complicado llegar a entrar. Si el niño no cumple con este objetivo nos encontraremos que no solo no hemos resuelto el problema, sino que se genera una alta frustración por no poder lograr esa recompensa prometida, y aun peor, sin que tenga muchas posibilidades de actuar, con lo que lejos de resolver el problema lo estamos agravando aun mas.
Hay un tercer problema que debemos tener en cuenta. Un excesivo condicionamiento, especialmente el positivo, puede tener consecuencias adicionales sobre el comportamiento de nuestro hijo. Si lo acostumbramos a esa relación causa efecto, a que toda actitud tiene recompensa, o que todo tiene un “algo” mas resulta evidente que puede llegar un momento en que nuestro hijo no sea capaz de hacer absolutamente nada si no es con la promesa de un premio, regalo o recompensa. Es uno de los efectos secundarios de este condicionamiento.
Como siempre, los extremos son malos y por tanto, adecuando la tabla de forma oportuna o creando nuestra propia tabla de "logros", llamémosle mejor así, podremos animar a nuestros pequeños a hacer habitualmente cosas que ya saben (dependiendo de la edad, siempre) como lavarse los dientes, comer solo o ponerse los zapatos, pero n olvideis que cosas como estas las tendrán que hacer a diario y premiar estas actividades cotidianas cada vez que las realiza puede ser igual de perjudicial para ellos.
Así las cosas sin entrar en consideraciones ni recomendaciones, es recomendable que quienes deseen probar estas tablas de recompensas lo hagan desde una perspectiva abierta y alejada de extremos, ya que no es adecuado mantener una actitud estricta para con el nivel de cumplimiento de los objetivos de nuestros hijos. Tampoco es recomendable incluir en los objetivos aquellos que vayan en contra de la propia condición de nuestros hijos (no llorar, no hablar, no protestar..) ya que estamos limitando las posibilidades de desarrollo futuro de nuestro hijo. Y por ultimo conviene que las recompensas sean ajustadas a la edad del niño y, especialmente, que sean cuestiones cuanto menos materiales mejor y que no sean aquellas cuestiones que de ordinario deberíamos hacer con nuestros hijos.
Condicionar el juego, por ejemplo, a un cierto comportamiento puede resultar algo problemático puesto que condiciona el juego al hecho de cumplir una cierta conducta cuando siempre deberíamos guardar un tiempo del día a jugar con nuestros pequeños.
Por cierto, si algun@ de vosotr@s habéis probado estas tablas, nos encantará conocer vuestras experiencias con ella, vuestros pros y vuestros contras.