Aunque estemos durmiendo, nuestra mente no para. Durante el sueño, continuamos asimilando información e imágenes, recuerdos y pensamientos en nuestra memoria.
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Por eso es necesario que creemos unos hábitos y horarios para ir a dormir. El niño tiene que asociar las rutinas que les ponemos con que empieza a llegar el momento de irse a la cama.
Tiene que asimilarlo como algo bueno, porque va a ser el momento donde papá o mamá le contarán su cuento preferido o una historia nueva…o donde escucharemos lo que le ha sucedido ese día…..y donde podremos escuchar sus miedos para ir a dormir…y será aquí donde tendremos que tranquilizarlo para que pueda dormir mejor.
Tenemos que estar pendientes de la programación que ven en televisión, que no sean dibujos agresivos ni donde salgan monstruos. Mantener al niño calmado, no jugar a juegos muy activos antes de irse a la cama.
¿Cómo distinguir las pesadillas de los terrores nocturnos?
En las pesadillas, el niño recuerda a la mañana siguiente el contenido del sueño, en los terrores nocturnos no recuerda nada de lo que ha soñado.
En las pesadillas el niño se suele despertar y se deja calmar por los padres. En los terrores nocturnos no suele despertarse y los intentos de calmarlo suelen se inútiles, el niño está agitado, llora, grita, suda y se percibe que está angustiado.
Los terrores nocturnos suelen ocurrir en la primera mitad de la noche, en la fase más profunda del sueño.
Las pesadillas, son más frecuentes en la segunda mitad de la noche.
¿En qué se diferencian?
Las pesadillas se tratan de un sueño largo y elaborado que provoca una intensa ansiedad o terror, que termina despertando al niño.
Cuando se despierta, es capaz de describir la secuencia de lo estaba soñando con detalle.
La presencia de pesadillas, en ocasiones, puede estar relacionado con algo que ha causado inquietud en el niño: programa de televisión, historias de miedo, angustias de los padres….
En los terrores nocturnos, el niño comienza a gritar y llorar angustiosamente en medio de un sueño, manifestando miedo intenso, como si viese algo terrorífico, siendo muy difícil despertarlo o calmarlo.
En ocasiones, el niño se despierta bruscamente, no suele reconocer a los que le rodean, no recuerda nada del contenido del terror o sólo imágenes fragmentadas.
En todo caso, a la mañana siguiente, no recuerda nada de lo sucedido. Duran de uno a diez minutos.
La presencia de terrores nocturnos, pueden ser debidos a que al llegar la noche el niño llegue demasiado cansado y puede provocarle un sueño muy profundo, donde se suelen producir.
También suele haber antecedentes familiares de terrores nocturnos o sonambulismo.
Y sólo en algunos casos muy poco probables, están relacionados con problemas psicológicos del niño.
¿Cómo tratarlos?
Cuando se produce una pesadilla los padres deben de intentar tranquilizar al niño y darle seguridad si se despierta.
NO debemos llevarlo a nuestra cama porque los acostumbramos y estropeamos el buen hábito del sueño.
También evitaremos hablar del sueño en ese momento, es mejor dejarlo para el día siguiente.
Si el contenido del sueño se repite con frecuencia, habría que investigar qué le provoca la ansiedad, tratar de hablar con ellos y tranquilizarlos.
Cuando lo que se produzcan sean los terreros nocturnos, los padres al igual que en las pesadillas deben centrarse e estar junto al niño para intentar calmarlo (aunque suele ser inútil) y dejarlo dormir al terminar el episodio.
Hay que intentar seguirles unas pautas de sueño: evitar que llegue excesivamente cansado a la noche, con lo que una pequeña siesta suele ser beneficiosa.
Suelen desaparecer en la adolescencia.
De todas maneras si observáis que perduran en el tiempo, siempre es bueno que lo consultéis con un especialista.
También podéis consultar con la homeopatía donde hay remedios que verdaderamente dan muy buenos resultados.
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