En estos días las personas que quiero han soportado mis cuitas y soy consciente de que a alguno, en especial, lo he preocupado más de lo debido, sin darme cuenta, pensando más en mí que en quienes me rodean, sin caer en la cuenta de que la tristeza es una gran blasfemia y creyendo, lleno de egoísmo, que mis oraciones no se escuchan.
Son tiempos de crisis difíciles, demasiado duros, pero he pasado por peores momentos en mi vida y me doy cuenta de que no tengo derecho a quejarme y la confianza que deposito en ciertos sueños la debo depositar en las realidades, en lo palpable, en lo certero. Sólo eso importa, el resto es demasiado prescindible, y sé, con firme convicción, que nada me faltará.
Decía que he rezado mucho estas semanas pidiendo y pensaba, con soberbia, no haber sido escuchado. Cierto es que no suelo pedir para mí, y mucho menos cosas materiales, pero era mi sustento lo que estaba en juego. Me está costando escribir esto, lo confieso, pero quiero y necesito hacerlo.
La respuesta a mis oraciones la he encontrado esta noche en un correo electrónico, podría decir que por casualidad, pero no creo en las casualidades. Una imagen que reproduzco al final del post y que indica las tres respuestas que Dios tiene ante nuestras peticiones. La primera es "sí", la segunda "todavía no" y la tercera "tengo algo mejor en mente". Si no ha sucedido lo que deseaba es porque Él tiene otros planes para mí, aunque no atine bien a entenderlos, pero es difícil entender la lógica ilógica de Dios y por eso esta noche me abandono en Sus manos, sabiendo que ha dispuesto los medios para que nada me falte y me ha dado todo cuanto se necesita para ser feliz en esta tierra: Pobreza, Alegría y Amor.