Conocida muy brevemente la historia, es momento de señalar que lo importante de esta no es lo que cuenta, sino el cómo es contada.
Las trillizas de Belleville, ha sido concebida como una obra visual. Superada una sorpresiva introducción (que no es sino un homenaje a los dibujos animados de principios del siglo XX), el espectador se va a encontrar ante un mundo de bellísimos escenarios cargados de detalles y guiños complacientes.
Por ellos irán apareciendo variados y pintorescos personajes que se comunicarán mediante gestos, ruidos y sonidos. De esta manera, el diálogo está reducido a momentos muy puntuales.
La imagen es, por sí sola, capaz de transmitir toda la información que el espectador debe conocer y esto, a su vez, permite dar a “Belleville” una personalidad propia.
La desbordante imaginación, genialidad y originalidad de Las trillizas de Belleville, me dejo rendido ante una rareza francesa del cine de animación...