Es más que probable que estas de 2025 sean las últimas Navidades de Pedro Sánchez en el poder. La oposición al sanchismo ha crecido tanto que ya asfixia al polémico y tramposo presidente socialista. Derrotarle y expulsarle del poder es ya una obsesión para millones de españoles, que han logrado que el final de su poder sea una tendencia invencible, que se manifestará en todas las próximas elecciones. El sanchismo está de despedida y su partido ya se prepara para la sucesión. Sánchez se está muriendo de fallo multiorgánico, víctima de la corrupción que le envuelve, sus alianzas con indeseables, sus ataques a la Justicia independiente, sus mentiras, sus regalos a los nacionalistas que odian a España, su sumisión a Marruecos, sus negocios oscuros con Venezuela, sus amistades con tiranos de todo el planeta, su apoyo a los ladrones de vivienda (okupas) y a los inmigrantes ilegales, su voracidad fiscal y el maltrato que ha dispensado a los jóvenes, a los autónomos y a las clases medias. La inmensa mayoría de los españoles ya no le quieren, como ha quedado demostrado en las recientes elecciones de Extremadura, que era un caladero socialista y hoy es tierra de las derechas españolas. De Sánchez depende ahora que su muerte sea rápida o que sea lenta y cruel. Si convoca elecciones anticipadas y hace mutis por el foro, quizás le dejen tranquilo el resto de sus días para disfrutar de lo que haya acumulado, pero si se resiste a la muerte política que merece, como parece probable, su fin será durísimo y quizás hasta trágico, como lo ha sido en el pasado para muchos malos gobernantes y tiranos. El escándalo de corrupción que envuelve al PSOE ha sido el clavo final en el ataúd de Sánchez. Con acusaciones de malversación y tráfico de influencias en los niveles más altos del partido, incluyendo figuras cercanas al presidente, las protestas en las calles de Madrid y otras ciudades han reunido a decenas de miles de ciudadanos exigiendo su dimisión inmediata. Incluso dentro de su propio partido, voces disidentes claman por un relevo urgente, reconociendo que el desgaste acumulado por años de polémicas ha erosionado la base electoral socialista, dejando al gobierno en minoría y expuesto a una moción de censura inminente. Además, las alianzas tóxicas con independentistas y la gestión fallida de la inmigración han alimentado un resurgimiento de la derecha y la extrema derecha, como se vio en el auge de Vox en las elecciones extremeñas de diciembre de 2025, donde duplicaron sus escaños y sellaron el fin del control socialista en la región. Sánchez, acorralado por investigaciones judiciales y una economía que, pese a algunos indicadores positivos, no ha aliviado el malestar de las clases medias y pobres, parece aferrarse al poder con uñas y dientes, ignorando las señales de un colapso inevitable que podría arrastrar al PSOE a su peor crisis en décadas. Francisco Rubiales