No se entiende con qué vara se mide un desastre de esta envergadura, cuyos daños han sido evaluados en más de 4.000 millones de euros, sin que el Gobierno muestre el más mínimo interés en endurecer las leyes contra cualquier agresión derivada de la actividad humana que afecte al medio ambiente, de manera que se puedan exigir responsabilidades a los causantes de la misma. Antes al contrario, el Gobierno se muestra "contento" con el fallo de esta sentencia absolutoria. Sin embargo, la vara se torna inflexible a la hora de reclamar sanciones más duras en el Código Penal para castigar los escraches a cargos públicos y otros actos tipificados como atentados contra la seguridad pública y las fuerzas de seguridad. Al parecer, es más peligroso manifestarse que contaminar miles de kilómetros de naturaleza. También la vivienda de un político o el edificio que alberga una institución debe estar más protegido que el medio ambiente. Son varas de distinto calibre, por lo que se ve. Pero hay más.
Es tan completa su ceguera, que la Justicia (como el resto de los apéndices del Poder) se vuelve injusta... y sorda para no oír las críticas que provoca a menudo con su proceder. Y es que, aunque formalmente todos somos iguales ante la ley, las varas con las que nos miden no lo son.