“La vida es más agradable cuando ya comienza a decaer pero aún no ha parado en decrepitud, y también cuando está a punto de perecer creo que tiene sus placeres, o, cuando menos, en esta sazón, en lugar de tales placeres nos gozamos de no precisar de ninguno de ellos. ¡Cuán dulce es haber fatigado y abandonado los deseos! ‘¡Es molesto’, me dices, ‘tener la muerte ante los ojos!’ En primer lugar, tanto la tiene delante el joven como el viejo: no es según la cuenta de la edad como somos llamados. En segundo lugar, nadie es tan viejo que no pueda aguardar un día más. Y un día es un peldaño más de la vida” (Séneca[1]).
[1] Séneca: “Cartas morales a Lucilio”, 2 vols., Barcelona, Orbis, 1984, Vol. I, p. 32.