- No vas a…
- Voy.
- Y si yo grito, por ejemplo?
- Prueba.
No era la primera vez que Ángela se encontraba en esa disyuntiva. Nunca, hasta ese momento, quiso probar el límite. Al menos, ese límite.
- Sabes que nos pueden oír.
- Mejor.
Clara cogió el látigo. El mismo que había puesto sobre la cama, así, como sin querer. El mismo que había atrapado ya la curiosidad de Ángela, desde el momento en que entró en la habitación.
- Me gustan los juegos.
Decía Clara en su perfil. También fue la primera frase que dijo, cuando la conoció.
Quizás otra chica hubiera empezado por “hola”. Clara tenía una curiosa forma de ahorrar palabras.
- Hasta dónde quieres llegar?
Esa fue la segunda frase de Clara.
Ángela la miró, sopesando su respuesta. Los ojos verdes de clara, le retaban. Toda ella, era un reto.
Ángela pensó en las razones por las que había querido llamar a alguien como Clara.
“Si lo que buscas es sentirte viva, llámame”.
El mensaje se completaba con un teléfono. Curioso mensaje para colgarlo de una red de contactos.
No me puedo creer que deje su teléfono, esta chica debe estar loca. Por otro lado, quizás sea un poco de locura lo que necesito para mi vida. Un poco de vida, al fin y al cabo.
- Lo dejo en tus manos.
Fue la respuesta de Ángela a la pregunta de Clara. Le gustó, pensó Ángela. Porque sus ojos sonrieron, igual que su boca. Después de todo, debe estar acostumbrada a esto, digo yo.
…..
Queridos fantasmas, he decidido escribiros un relato. A ver cómo va saliendo, vale? Un gran beso de fantasma.Sigue leyendo