Las vidas que inventamos - Fernando J. López

Publicado el 04 marzo 2013 por Rusta @RustaDevoradora

No sé qué es lo que no funciona. Y tampoco tengo demasiado tiempo para averiguarlo. ¿Cómo coño voy a plantearme mi vida desde todos los frentes que, ahora mismo, no tengo muy claro si funcionan? Como profesional. Como pareja. Como madre. Como mujer, así, a secas. Cuánta etiqueta, joder, cuánta etiqueta encima y cuánto tiempo exige desarrollar -aunque sea de manera cutre e insuficiente- cada una de ellas (pág. 45).

Son tantas las novedades ambientadas en otras épocas que a veces puede resultar difícil encontrar una novela situada en el presente de nuestra sociedad, que hable de sus temas característicos y se exprese en un lenguaje próximo al de la calle. Las vidas que inventamos, el nuevo libro de Fernando J. López (Barcelona, 1977) después deLa edad de la ira, con el que fue finalista del Premio Nadal 2010, nos habla de las mentiras que día tras día disfrazan nuestras vidas a partir del caso de un matrimonio que no pasa por su mejor momento. El autor, que es profesor de secundaria y dramaturgo, siempre ha manifestado su interés por recrear el mundo real y sus problemas, como explica en su blog: "A la hora de escribir, intento crear un mundo que refleje, desde la ficción, nuestra realidad. Me interesa hablar del aquí y del ahora [...] reflexionar sobre qué motores mueven a nuestra sociedad y tratar de dibujar los cambios que estamos experimentando en lo que está siendo un principio de siglo difícil y convulso". Con esta declaración de intenciones revela muchas de sus claves como novelista.

Sin embargo, no sería apropiado encasillar a Fernando J. López como un escritor de género realista en exclusiva, puesto que las dos novelas que he leído destacan precisamente por narrar una historia actual (e invitar a la reflexión) mediante un marco propio de un thriller, con todo el gancho y la adrenalina que eso supone. EnLa edad de la ira, el componente de intriga era el suceso de un hijo que había matado a su padre, lo que conllevaba una investigación en el centro de secundaria a cargo de un periodista y a través de él se hacía una crítica valiente al sistema de enseñanza. En Las vidas que inventamos, la acción arranca cuando Leo atropella a una chica y se da a la fuga. A partir de aquí, comienza su tormento: oculta lo ocurrido a su familia, intenta deshacerse de las pruebas, se interesa por el estado de la joven... Pero Leo no es el único que se pone una máscara: Gaby, su esposa, pasa por un momento de insatisfacción, tanto en lo personal como en lo profesional, y charla con desconocidos por el chat en busca de encuentros sexuales que le aporten la diversión (y quizá la libertad) que ahora le falta.

Con este planteamiento, el autor construye una novela narrada a dos voces -las de Leo y Gaby- en la que las grandes protagonistas son las mentiras o, mejor dicho, cómo el ser humano se convierte en esclavo de sus engaños y deja que su vida esté condicionada por falsedades que a la larga derivan en el momento de profunda tensión que atraviesa esta pareja. Fernando J. López no solo cuenta una historia de ficción, sino que hace pensar (de una forma asequible) y plasma un pensamiento muy claro detrás de la trama. Detalles como la elección de dos nombres ambiguos para los personajes, la "dificultad" de Leo para entender a un amigo homosexual o las abundantes referencias a todas las etiquetas de Gaby (madre, esposa, profesional) reflejan una mirada crítica y sin tapujos que ya me conquistó enLa edad de la ira y que es, con gran probabilidad, uno de los rasgos que más me gustan de este autor.

No obstante, tal vez por mostrar su posicionamiento de forma tan clara, me ha parecido que el personaje de Leo está demasiado encasillado en su papel de banquero sin escrúpulos y hombre capaz de llevar a cabo mil argucias con tal de no confesar que él atropelló a la chica; he echado de menos algunos matices que lo hicieran más "humano". Por otro lado, también he pensado que la crítica que lanza a las discográficas es bastante llana; después de haberme sorprendido tanto con La edad de la ira, tenía las expectativas altas y quizá esperaba que arriesgara más, que no se limitara a analizar el tema como lo puede hacer cualquiera. Las otras cuestiones relativas a Gaby, en cambio, me han convencido de pleno: su evolución me resultó muy interesante y me divertí con sus conversaciones en el chat (y sus exigencias). Admiro el atrevimiento del autor al hablar con total sinceridad sobre una mujer de cuarenta y tantos a la que ya no le divierte su vida y busca sexo por sexo con desconocidos, un perfil que, además de ser poco habitual en la literatura, sigue despertando mucha reprobación en nuestra sociedad.

Por otro lado, Las vidas que inventamos es una novela entretenida, escrita con un estilo directo y ágil que no rehúye las palabras malsonantes ni el lenguaje propio de los chats, con lo que consigue un tono muy cercano y actual. Se divide en capítulos muy breves que, unidos al contenido intrigante, empujan a devorar las páginas en tiempo récord. Las tramas personales mantienen el interés en todo momento y no caen en las soluciones fáciles (al contrario, Gaby toma conciencia de que no es tan fácil encontrar lo que busca por Internet y Leo experimenta giros inesperados en su particular silencio). Es importante aclarar que el autor no pretende adoctrinar al lector sobre los perjuicios de las mentiras, sino tan solo mostrar la realidad -la de los personajes, la nuestra- con naturalidad, sin eludir los asuntos escabrosos ni buscar un clímax lleno de pirotecnia.

Cambiando de tercio, aunque me lo he pasado muy bien con Las vidas que inventamos, en mi opinión no supera su anterior novela,La edad de la ira. Ambas tienen mucho en común (la narración en clave de thriller, el realismo y la crítica atrevida -en la primera al sistema educativo y la discriminación; en la segunda, al autoengaño en las relaciones-), pero el proyecto deLa edad de la ira me parece más ambicioso (entre otras cosas, por la estructura y la profundidad de todos los personajes) y me impactó mucho más, incluso me obsesionó por ese brutal comienzo y porque da una imagen de los centros de secundaria muy diferente a la que a menudo se plasma en las creaciones culturales. De todas formas, también pienso que quien no haya leído de forma previa al autor es probable que se sorprenda más que yo con Las vidas que inventamos, dado que lo he leído con plena conciencia de cuál es su tono, sin la novedad de la primera vez.

Me gusta leer a Fernando J. López porque tengo la sensación de estar ante un escritor que piensa, que se interesa por los problemas actuales e impregna sus historias de este punto de vista (con el que, lo reconozco, tengo mucha afinidad), en lugar de ir a lo fácil y limitarse a narrar un relato de amor o de intriga ignorando el contexto sociocultural (cosa que, por suerte o por desgracia, ocurre con bastante frecuencia). A sus virtudes hay que añadir, por supuesto, sus habilidades para la narración, la capacidad para construir una trama bien definida y el uso de recursos eficaces para captar la atención del lector. ¿Buscáis una novela fácil de leer y de ritmo trepidante que hace un retrato realista de las contradicciones de nuestro mundo? No os perdáis Las vidas que inventamos (ni La edad de la ira).