"Las voces de las hormigas", de Ramón Cerdá.

Publicado el 21 diciembre 2012 por Casoledo
La novela existe para ayudarnos a entender la realidad, la exterior que nos rodea y aquella que está dentro de nosotros y a la que no nos gusta demasiado mirar con sinceridad. También nos proporciona placer estético, como cualquier otro arte, derivado de la utilización del lenguaje con aquello que llamamos "estilo literario", y por último, pero no en último lugar, nos entretiene; nos hace pasar momentos de evasión enriquecedora, seguramente mejor que muchas otras ofertas de tiempo libre a nuestro alcance, porque la vida de los libros se prolonga mas allá de su estricta lectura, y nos permite un amplio margen de creatividad y aportación personal por vía de la imaginación y el recuerdo. Leer una buena novela, una de esas que deseamos retomar cuando debemos interrumpirla, con la que vivimos obsesionados durante días, es una experiencia sin parangón.De todo ello saben los lectores de Ramón Cerdá, autor que a base de esfuerzo y una admirable iniciativa va haciéndose hueco en la narrativa de suspense contemporánea. "Las voces de las hormigas", de reciente aparición, es una novela que bebe del género negro, con sus apuntes de sordidez, violencia y exacerbación de las emociones, aunque acompañada por un elemento sobrenatural que se torna fundamental en el argumento; pero también, y sobre todo, es la historia de la reparación de una injusticia, lo que dota al libro de un interés frecuentemente carente en los títulos anglosajones más previsibles que copan las mesas de novedades. El autor se muestra más interesado en la vida interior de los personajes que en la mera exposición de peripecias y giros de la trama, asistimos así al tormento personal del juez protagonista, y a las diversas motivaciones de los secundarios que se van imbricando en la misma, lo que en último término no deja de ser otra de las estrategias literarias con las que enganchar al lector por parte de un novelista eficaz. Y es que las buenas historias no sólo deben permitirnos asistir a su desarrollo, sino sentir con quienes lo llevan a cabo. Al mismo tiempo el libro nos sitúa en un tiempo y un lugar reconocibles, la España contemporánea y sus realidades ocultas bajo las alfombras. Por lo demás, la historia se nos presenta mediante un prosa directa donde abundan los diálogos extensos y los párrafos reflexivos, que se van alternando de forma que las cuatrocientas páginas se nos hacen cortas, a lo que también ayuda la distribución interna de los capítulos en pequeñas secuencias. Leer una novela como ésta nos devuelve al camino narrativo emprendido hace siglos por un Wilkie Collins, donde las líneas finales de cada sección nos dejan el aliento suspendido, y tenemos necesariamente que seguir pasando las páginas sin admitir interrupciones. Publicada en muy diversos formatos encaminados a complacer a cualquier lector -tomen nota los grandes sellos editoriales-, "Las voces de las hormigas" añade un nuevo peldaño a una escalera en construcción: la carrera literaria de un "currante de la escritura" cuyo final, en estricta justicia, tendrá que ser el éxito.