Las xanas, las hadas de la mitología asturiana y leonesa

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci
Sirenas parecen, nos cuenta la mitología. Y entre Asturias y León, derraman su belleza y bondad las hadas del agua: las xanas. 
Si te has aventurado en la oscuridad de la noche a atravesar algún bosque de Asturias o León por donde discurre alegremente algún río o brota de las rocas un manantial, es posible que te haya encandilado su cantar. Y escuchas esa dulce voz y la buscas más allá de los caminos que recorres...
Aunque no te preocupes si no te encuentras en alguna de estas dos comunidades porque también las puedes seguir viendo en Cantabria (anjanas), Euskadi (lamias), Cataluña (mujeres del agua) y ‘moras’ en el resto de España.Las xanas son descendientes de la diosa Diana, una mujer cazadora que recorría los bosques junto a su arco según nos cuenta la mitología.
Desde los tiempos más antiguos estas hadas del agua son seres que aman la naturaleza. No son personas normales y siempre están relacionadas con mundos que van más allá de nuestra realidad. No viven en un tiempo concreto de la Historia pero si en un lugar determinado.
Mujeres bondadosas que favorecen la socialización de los niños a través del cuento que les introduce en el mundo de los adultos. Mitos que se remontan al origen de los tiempos y del hombre.
Y en un mundo en el que el miedo y la soledad se adueñan del hombre, las xanas vienen a rescatarnos con su bondad y compañía para que seas capaz de diferenciar el bien y el mal. Fantasías muy necesarias para nuestra salud mental y en las que necesitamos creer.
¡Ay las xanas!  Espíritus de la naturaleza, hadas del agua. Mito de la bondad que regala valiosos tesoros a aquél que demuestra su valor o fuerza de voluntad.
Son muchachas pequeñas y hermosas. Tienen el cabello dorado y largo que cepillan con peines de oro. Sus ojos son verdes. Visten túnicas plateadas. Viven en las cuevas donde nacen los manantiales; en las riberas de los ríos o en las fuentes. Les encanta contemplar el amanecer y el atardecer. Mientras, son muy trabajadoras y no paran de hilar sus ovillos de oro para tenderlos en la fresca hierba y secarlos al sol. Pequeños tesoros dorados que regalarán al hombre que se atreva a liberarlas.
Aunque bondadosas para algunos, pueden ser implacables para otros que se acobarden en el último momento y no las libere. Les gusta sentarse al lado de un río durante las noches de primavera y verano y cantar dulces melodías.
¡Ay de aquél que se deje llevar por su canto embaucador! Recibirá un ovillo de oro si la libera; sanará, si se encuentra enfermo o se casará si está enamorado.
En algunas zonas de Asturias a los hijos de las xanas se les llama xanines. Como son mujeres que no pueden dar de mamar llevan a sus recién nacidos a las aldeas cercanas y los cambian por los bebés de las campesinas. Así, intentan que éstas los alimenten. Aunque… como ya nacen con dientes, las madres enseguida se dan cuenta del engaño y los devuelven a las xanas.
El día 24 de junio las xanas se hacen visibles para quienes las quieran contemplar con solo acudir a los lugares donde habitan. Suelen aparecer sentadas en una roca, al lado del agua. Cantan dulces melodías mientras muestran un ovillo de oro a aquél hombre que se acerca. Si éste es capaz de deshilar la madeja sin romper el hilo, entonces, la xana, es desencantada y ofrece todos sus tesoros al muchacho. Pero si el hombre no es capaz de hacerlo y rompe el hilo, es condenado al fondo del manantial.En algunas zonas, las xanas son dueñas de grandes rebaños de ganado que sacan a pastar durante la noche. Pueden convertirse en serpientes y son forjadoras de linajes de naturaleza divina como el apellido asturiano Miranda.
Dicen que en una cueva de Castiellu (Asturias) vivía una xana que había sido encantada por sus propios padres. Sus progenitores habían acordado que solo podía ser desencantada si encontraba a un hombre valiente que la bajara en brazos desde la cueva hasta la misma playa del Aguilar. No debía detenerse en el camino ni dejarla en el suelo. A cambio, ella le entregaría todas las riquezas que guardaba.
Un día, estando sentada en la entrada de la cueva, apareció un campesino que preguntó quién era y qué estaba haciendo. La xana le contó todo y le pidió que la llevara durante tan largo trayecto hasta la playa. El muchacho la cogió en brazos dispuesto a no parar ni un momento hasta llegar a la orilla.  De pronto se desató una terrible tormenta. Cada vez que tronaba, la xana se hacía el doble de pesada. Cuando quedaban pocos metros para llegar, el más aterrador de todos los estruendos asustó de tal forma al caballero que la soltó. La xana tuvo que regresar a la cueva y el hombre se quedó sin su premio.
En un valle de Léon brotaba un manantial de agua pura y fresca. Aquí vivía una xana a la que le encantaba cepillar sus largos cabellos al lado del agua con su peine de oro. Un día, pasó por el camino un pastor que no pudo quitar la mirada del reluciente peine. La muchacha, que quería ser desencantada, preguntó al hombre si la prefería a ella o al objeto dorado. El pastor, sin pensarlo en ningún momento, contestó que quería ese peine tan valioso. Y la muchacha recogió sus cosas y se internó en la cueva sin contestarle. Cuando el hombre regresó con su rebaño pudo ver espantado que los lobos habían matado a la mitad de sus ovejas.
En otra fuente de Asturias ocurrió lo contrario. Una muchacha de alegre canto se encontraba peinando su cabello dorado al sol. Atraído por la dulce melodía, un muchacho atravesó el bosque hasta que encontró al hada al lado de la fuente. Y la muchacha le preguntó si prefería el peine de oro o la quería a ella. Como el caballero no dudó en ningún momento y la escogió a ella, la xana pudo ser desencantada para irse con él y con todos los tesoros que protegía en su cueva.
Una de las referencias más bonitas a las xanas se encuentra en la historia del panecillo de los cuatro picos.Nos cuenta que una xana ofreció a un campesino inmensas riquezas a cambio de que la ayudara a romper el sortilegio que la mantenía al lado del manantial. Y para ello debía guardar durante un año un panecillo hecho por ella que tenía cuatro abultados picos. El hombre prometió hacerlo y se llevó el pan a su hogar rogando a su esposa que no lo tocara. Pero a pesar de las advertencias que el campesino hacía a su mujer, ésta no pudo resistir la tentación y se comió uno de los picos. Después, volvió a guardar el pan sin decir nada a su marido. Pero ocurrió que del alimento comenzó a manar abundante sangre que manchó la tela en la que estaba oculto.
Cumplido el año, el hombre al recuperar el pan para llevarlo a la xana, vio lo que había ocurrido. Muy enfadado increpó a la mujer y corrió a sumergir el alimento dentro de la fuente. Y de allí, milagrosamente, junto a un gran remolino de agua que brillaba al sol, surgió un bellísimo caballo blanco. Pero… al esbelto animal le faltaba una pata: la que la mujer se había comido. Sabiendo que su esposa había sido la culpable de la desgracia del animal, se alejó junto a él de su hogar para no regresar jamás.
En El Bierzo de León, concretamente en la Laguna de Carucedo, vivía una xana que estaba muy enfadada con los romanos. No paraban de destruir aquel paraje natural buscando oro para aumentar las arcas del Imperio Romano. Cansada de ver como estaba sufriendo la naturaleza que ella tanto amaba, supo atraer al general Carisio para castigarle e inundar aquel enclave dejándolo en el fondo de la laguna.
Cerca de las tierras astures y leonesas nos encontramos con las cántabras. Aquí, las hadas del agua son muy tranquilas y sociables. Son cristianas y bondadosas. Les gusta mantener conversaciones con los hombres.
Cuentan que, durante una terrible tormenta en uno de los bosques de Cantabria, un campesino fue sorprendido volviendo a su aldea. Cuando la noche hizo desaparecer todos los caminos, el hombre encontró una cueva en la que se refugió. Sorprendentemente, en su interior cálido se encontraba una anjana con una rueca de madera hilando bellísimos ovillos dorados.
Al calor de la hoguera pasaron los dos toda la noche hablando amistosamente. Al alba, la tormenta comenzó a amainar hasta que la luz descubrió todo el bosque de nuevo. Al despedirse, el campesino agradeció su hospitalidad a la muchacha. Entonces, la anjana, le regaló un trozo de carbón que se convirtió en oro puro nada más salir a la luz del sol.
Cuentan que en Cantabria hubo un leñador que mantuvo relaciones amorosas con una muchacha y que después de haberla dejado embarazada la abandonó por otra joven con la que se pensaba casar.Un día, el leñador estaba cortando un árbol. De pronto, escuchó unos terribles lamentos del interior del tronco que le pedían que parara de producirle dolor con su hacha. Y es que en su interior vivía una doncella encantada que era quien le habló.
La voz le contó su historia y le pidió que para desencantarla debía acudir a una de las fuentes del río Saja y golpear el agua con una vara de avellano. Después debía buscar en una de las cuevas una flor muy brillante que enseguida reconocería. Para desencantar a la muchacha debía cortar la flor y llevársela.
El leñador pasó la rama de avellano por el agua del río y comenzó a buscar aquella flor por todas las cuevas que veía. Pero no la encontraba. Pasaron días y noches y al leñador comenzó a crecerle la barba y el pelo. Tuvo que alimentarse de los frutos del bosque mientras sus ropas comenzaban a romperse.
No dejó de buscarla hasta que un día la encontró en una cueva muy escondida entre la vegetación. La cortó con sumo cuidado para llevarla al árbol que había cerca de su aldea. Pero cuando llegó todo estaba muy cambiado. Nadie le reconoció. Y además, los habitantes se asustaron mucho cuando le vieron aparecer con un largo cabello y barba y unas ropas sucias y rotas.
Acudió a su hogar pero su familia ya no vivía allí. Se asustó mucho y comenzó a correr hacia el bosque de nuevo. Cuando cruzaba la última calle, de pronto, una mujer con rostro marcado por las arrugas pero con una delicada sonrisa lo detuvo. El leñador perdió el conocimiento y cayó al suelo.
La buena mujer se lo llevó como pudo a su casa y durante días lo estuvo cuidando. Le quitó las ropas para curar las heridas y asearlo. Le cortó la larga barba y los enredados cabellos. Y le alimentó.
Cuando el leñador despertó reconoció a aquella mujer. Quien tenía a su lado y le había estado cuidando era aquella muchacha a la que había abandonado por otra mujer y que se había convertido en la anjana que vivía dentro del árbol.
Dicen que el leñador devolvió la flor y vivió muy feliz junto a la anciana y el hijo de ambos. 
Curiosamente y, personalmente, los cuentos que más me han gustado no tienen nada que ver con el metal tan preciado y valorado por muchos... ¿ y a vosotros?