Charles Gilbert Marriott "Watson", el campeón australiano, fue el rival de Alexander Alexandrovich Alekhine en la 2ª ronda del Gran Torneo Internacional de Londres de 1922.
La partida Watson-Alekhine (2), 0-1 en 27 movimientos, fue analizada por Geza Maroczy, por Alexander Khalifman y también por Oldrich Duras en la revista ajedrecística de su país denominada Ceské Slovo (Una Palabra Checa) y que fue rescatada para el libro de Fiala y Kalendovsky sobre Alekhine.
Ni Capablanca, que indicaba en sus crónicas que no podía opinar de todas las partidas diarias debido al poco espacio de tiempo existente entre la finalización de las partidas y la urgente elaboración del correspondiente artículo para que entrara urgentemente en la linotipia del periódico, ni tampoco el corresponsal de Ajedrez del The Times, comentaron esta partida.
Se dijo entonces que Watson había utilizado un fianchetto antinatural en el flanco de dama (pues no se conocían bien todavía las ideas hipermodernistas-!?) y debilitó seriamente las casillas negras. Ya en la 15ª jugada, el príncipe ruso ganó un peón y poco después la calidad. Ante las inminentes nuevas pérdidas de material, el maestro australiano, casi miniaturizado, abandonó en el 27º movimiento.
Veamos cómo analizó el cotejo el módulo informático neuronal "Fat Fritz 2.0" en ¡180 segundos de media por jugada!, en una partida en donde se le daba la oportunidad de jugar al campeón de Australia contra uno de los mejores ajedrecistas del mundo, algo que también sucedía antes en los famosos torneos zonales e interzonales de la F.I.D.E. (Federación Internacional de Ajedrez) que de buenas a primeras, estimados lectores, esta aburrida "organización mundial" ha olvidado, pasando directamente a un torneo de candidatos para terminar luego en un "vulgar" mundialito:
Reproduzca la partida en pantalla haciendo "click" sobre el siguiente enlace:
Watson-Alekhine, Londres (2) 1922
Descargue la partida en formato "cbv" de Chessbase:
Formato cbv
O bien en formato universal "pgn":
Formato pgn
Queridos amigos, tras ocho años frenéticos, el mundo todavía giraba y aprendía de cada error cometido; pero mientras, mucha gente seguía aún llorando. Lloraban y lloraban...
Angel Jiménez Arteagaaarteaga61@gmail.com