No es Hot sur una novela negra a la antigua usanza, con asesinatos e investigaciones, y tarda en mostrar sus cartas pese a que el episodio inicial nos sitúa en un ambiente inquietante, incluso apremiante. Sabe la autora llevarnos muy bien por la trama, que muestra y esconde con habilidad sus flecos y sus coyunturas mientras va dotando de fuerza y de serio ropaje literario a unos personajes vigorosos que son sin duda lo mejor del libro. Se alterna, así, el detalle de pasada con la exploración a fondo de temas que van situando a la novela en un paisaje híbrido, personal, nunca desfalleciente, aunque quizá en algunos momentos prolijo. La facilidad de Laura Restrepo para contar es a la vez el mayor aliciente y el peor exceso de la novela, que tiene más de quinientas páginas y parece apuntar que no habría mostrado problema alguno en sumar otras cien o doscientas. Se nos cuentan muchas cosas, bien es cierto, pero se tiene la sensación de que ha habido una tendencia a lo verboso que no siempre es justificable, no porque quiera yo sujetar a la novela a los postulados del género -a lo que soy contrario-, sino a lo que estimo que son desajustes internos al otorgarle mucho espacio, por ejemplo, a todo lo que ocurre en la cárcel y tan poco a suministrarnos información y sentido a la configuración del serial killer, uno de los cuatro personajes claves de la novela, cuya presencia la vertebra claramente, pues con él empieza y acaba. Hot sur cuenta con elementos suficientes como para no orillarla ni catalogarla en tres frases. La historia de una colombiana que va a parar a la cárcel tras un asesinato del que no tiene culpa está pensada para enganchar y engancha porque el personaje tiene una poderosa voz propia, es creíble y arroja tantos aciertos compositivos que sencillamente encadila. Bien secundada por el padre de un amante que la ayuda cuando sale de la cárcel, otro personaje de una pieza, brillante y sólido, basta seguir la historia de la colombiana en Estados Unidos para disfrutar de eso que definimos como buena literatura. Pero la apuesta de Restrepo por la historia policíaca no cuaja y hay dos espejos enfrentados, dos imágenes enfrentadas en la novela, no complementarias sino paralelas, en vías que no pueden encontrarse felizmente. Esto no lleva a Hot sur al límite del despeñadero, pero sí fuerza al lector a reconocer demasiadas referencias cinematográficas y literarias, nobles referencias en las que se apoya Restrepo como para justificar que no está bajando a la arena movediza de la novela de género y vuelve endeble el andamiaje, la verosimilitud de lo que se nos narra, lo que desemboca en un final apresurado, como impuesto para alumbrar un casi happy end imposible, increíble y que solo añade un aire deslustrado y demasiado literario, demasiado novelesco, donde se ve una vez más el conflicto interior de este proyecto fallido: la conjugación de alta y perdurable literatura con el destilado algo acomplejado de materiales de derribo que no renacen, no acompañan como es debido, muestran sus costuras aunque haya muchas justificaciones y referencias cultas. Le ocurre a Hot sur lo que a otras muchas novelas negras firmadas por grandes escritores -y que nadie dude de que Restrepo lo es; yo no-: hubieran sido mucho mejores alejadas del género, sin escenas planas que se diría sacadas de películas o de otras novelas, contadas pues sin convicción, usadas sin ánimo de renovación alguna, equivocadamente tocadas al desgaire como melodías ya demasiado conocidas y desgastadas, como viejos instrumentos en los que no hay convicción para sacar sonidos nuevos. El personaje femenino de esta novela, la caracterización casi magistral de los dos personajes principales empujaban a Restrepo a una historia más sencilla, nada negra, más atenta al sano e inmortal realismo, a un bien medido costumbrismo incluso, y habría sido sin duda una novela mejor, no sólo de absorbente lectura y de fácil y perdurable acomodo en la memoria, sino hasta excelente y vindicable en todo foro y todo espacio de crítica y estudio.
No es Hot sur una novela negra a la antigua usanza, con asesinatos e investigaciones, y tarda en mostrar sus cartas pese a que el episodio inicial nos sitúa en un ambiente inquietante, incluso apremiante. Sabe la autora llevarnos muy bien por la trama, que muestra y esconde con habilidad sus flecos y sus coyunturas mientras va dotando de fuerza y de serio ropaje literario a unos personajes vigorosos que son sin duda lo mejor del libro. Se alterna, así, el detalle de pasada con la exploración a fondo de temas que van situando a la novela en un paisaje híbrido, personal, nunca desfalleciente, aunque quizá en algunos momentos prolijo. La facilidad de Laura Restrepo para contar es a la vez el mayor aliciente y el peor exceso de la novela, que tiene más de quinientas páginas y parece apuntar que no habría mostrado problema alguno en sumar otras cien o doscientas. Se nos cuentan muchas cosas, bien es cierto, pero se tiene la sensación de que ha habido una tendencia a lo verboso que no siempre es justificable, no porque quiera yo sujetar a la novela a los postulados del género -a lo que soy contrario-, sino a lo que estimo que son desajustes internos al otorgarle mucho espacio, por ejemplo, a todo lo que ocurre en la cárcel y tan poco a suministrarnos información y sentido a la configuración del serial killer, uno de los cuatro personajes claves de la novela, cuya presencia la vertebra claramente, pues con él empieza y acaba. Hot sur cuenta con elementos suficientes como para no orillarla ni catalogarla en tres frases. La historia de una colombiana que va a parar a la cárcel tras un asesinato del que no tiene culpa está pensada para enganchar y engancha porque el personaje tiene una poderosa voz propia, es creíble y arroja tantos aciertos compositivos que sencillamente encadila. Bien secundada por el padre de un amante que la ayuda cuando sale de la cárcel, otro personaje de una pieza, brillante y sólido, basta seguir la historia de la colombiana en Estados Unidos para disfrutar de eso que definimos como buena literatura. Pero la apuesta de Restrepo por la historia policíaca no cuaja y hay dos espejos enfrentados, dos imágenes enfrentadas en la novela, no complementarias sino paralelas, en vías que no pueden encontrarse felizmente. Esto no lleva a Hot sur al límite del despeñadero, pero sí fuerza al lector a reconocer demasiadas referencias cinematográficas y literarias, nobles referencias en las que se apoya Restrepo como para justificar que no está bajando a la arena movediza de la novela de género y vuelve endeble el andamiaje, la verosimilitud de lo que se nos narra, lo que desemboca en un final apresurado, como impuesto para alumbrar un casi happy end imposible, increíble y que solo añade un aire deslustrado y demasiado literario, demasiado novelesco, donde se ve una vez más el conflicto interior de este proyecto fallido: la conjugación de alta y perdurable literatura con el destilado algo acomplejado de materiales de derribo que no renacen, no acompañan como es debido, muestran sus costuras aunque haya muchas justificaciones y referencias cultas. Le ocurre a Hot sur lo que a otras muchas novelas negras firmadas por grandes escritores -y que nadie dude de que Restrepo lo es; yo no-: hubieran sido mucho mejores alejadas del género, sin escenas planas que se diría sacadas de películas o de otras novelas, contadas pues sin convicción, usadas sin ánimo de renovación alguna, equivocadamente tocadas al desgaire como melodías ya demasiado conocidas y desgastadas, como viejos instrumentos en los que no hay convicción para sacar sonidos nuevos. El personaje femenino de esta novela, la caracterización casi magistral de los dos personajes principales empujaban a Restrepo a una historia más sencilla, nada negra, más atenta al sano e inmortal realismo, a un bien medido costumbrismo incluso, y habría sido sin duda una novela mejor, no sólo de absorbente lectura y de fácil y perdurable acomodo en la memoria, sino hasta excelente y vindicable en todo foro y todo espacio de crítica y estudio.