Le abrirás la mano a tu hermano (I)

Publicado el 06 febrero 2014 por Liberal

Durante años, se me ha acusado de no interesarme por los pobres, de nunca tratar el tema de la pobreza. La verdad es que sí tengo planes, muchas ideas para mejorar la pobreza. Hoy ofreceré algunas soluciones. Ayer, en el camino al trabajo, cuando veía montones de personas con aspecto mediocre, confundida o simplemente sin rumbo en la vida, me puse a pensar en este versículo bíblico del libro de Deuteronomio, 15:11: “Porque no faltarán menesterosos de en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano á tu hermano, á tu pobre, y á tu menesteroso en tu tierra.”

Las elecciones del 2008 supuestamente iniciaron otra época progresista en América. Por primera vez en 16 años, los demócratas ganaron la presidencia a la vez que ganaron el Congreso. Empezaron a decir que ellos iban a ayudar a los pobres, reducir las desigualdades y luchar contra la disparidad de ingresos en este país.

Han pasado ya 6 años. ¿Qué resultados ha tenido este proyecto o experimento progresista?

Lo cierto es que los “ricos” nunca han sido tan ricos como ahora en este país. Según los economistas, el 10% de los que más ganan son dueños del 81% de las acciones, del 95% de los instrumentos financieros y el 80% de bienes inmobiliarios secundarios y terceros.

Mientras tanto, los pobres están cada vez más desesperados. El número de americanos que dependen de los famosos “cupones de comida” (food stamps) ha subido casi un 50% desde enero del 2009. Uno de cada seis ciudadanos en el país más rico del mundo dependen de estas ayudas del Gobierno.

Hoy, un porcentaje inferior de americanos participa en la fuerza laboral – solamente el 63% — una cifra más baja incluso que en la época infame de Jimmy Carter. O sea, estamos “recuperándonos” de la recesión reduciendo el número de personas que participan en el empleo. ¡Estupendo, señor Obama! Magnífico.

¿Y qué ha pasado con la desigualdad de ingresos? Si los más igualitaristas se centran en el famoso “coeficiente de Gini”, verán que ha subido del 0.47 al 0.48 desde enero del 2009. Para que tengáis una idea, el “1″ significa desigualdad total, con todos los ingresos en manos de una sola persona.

En resumen, esta presidencia, supuestamente “pro pobre”, “duro contra los millonarios” ha producido en realidad una época de desgualdad masiva que no se había visto en este país desde el siglo XIX.

Pero este fracaso no nos da ningún motivo para celebrar. Ninguno, señores. Los liberales no criticamos a los que tienen millones en el banco, y de hecho no creemos necesariamente que la desigualdad salarial sea negativa sin otros factores para analizar.

Sí nos preocupan las personas: y muchas personas siguen sufriendo en esta brutal economía global. Los patéticos resultados de Obama exigen respuestas de su parte. Y nosotros, en la derecha liberal, necesitamos plantearnos una estrategia de victoria para ganar elecciones y desarrollar un ideario de justicia social con nuestra visión.

Cada vez que los progresistas hablan de subir los impuestos, nuestros compañeros en la derecha se ponen histéricos. “¡¡Ya estamos con las subidas sociatas de impuestos!!”, gritan en los bares y donde puedan. “Eso, para pagar a todos esos inmigrantes que invaden nuestro país”, gimen otros.

Nosotros en la derecha liberal no podemos pasar por alto ese tipo de comentarios reaccionarios y debemos condenarlos altísimamente y con valentía.

Nosotros le debemos a nuestros lectores y seguidores articular un plan de justicia social positivo y, por supuesto, derechista. Debe empezar a partir de esta pregunta: ¿Qué es lo que necesitan los miembros más pobres y vulnerables de nuestros países? Hay que preguntarle a los pobres.

Lo cierto es que la mayoría de los estudios sobre la pobreza están totalmente divorciados de cualquier contacto con gente de verdad pobre. La mayoría de nosotros, como primer instinto al ver una persona “pobre” realmente en nuestro campus, llamariamos a la seguridad. No, no te engañes: es así.

En mi experiencia con “los pobres”, la mayoría expresa cierto odio o desdén contra los políticos, o dicen ser “apolíticos”. Denuncian a los progres que ellos perciben como condescendientes con ellos y rechazan a la derecha liberal porque dicen que somos poco realistas cuando les decimos que deberian abrir su propia empresa.

Hace unos días tuve esta conversación con una chica de la raza negra, pobre y que cobra 10 dólares por hora (teniendo DOS HIJOS). “Ustedes los blanquitos republicanos viven en otro planeta. ¿¿Qué diablos voy a abrir yo una empresa si no tengo capital que me deje llegar ni a fin de la semana”?

¿Qué necesitan entonces los pobres para llevar vidas prósperas y aceptables? Necesitan transformación, ayuda y oportunidad — en ese orden. De estos tres pilares, los que defendemos la libre empresa dentro de las leyes y regulaciones podemos construir la base de la justicia social que un país se merece. Hablemos hoy de la transformación y mañana hablaremos de los otros dos pilares. De esta forma, la entrada no será demasiado larga y pesada, porque ya sé que tenéis muchas “novias” que atender y chorradas por el estílo.

La transformación

El primer pilar es una transformación moral personal. A estas alturas, todos reconocen que al menos en Occidente, a menudo la pobreza está ligada a patologías sociales. A finales de los 90, académicos investigadores en el Instituto Urbano estimaron que el 37% de individuos pidiendo ayudas para familias con niños menores abusaban de las drogas y el alcohol.

Estudios similares enlazan la pobreza con la criminalidad, la violencia en el hogar y otros problemas.

Toda la evidencia disponible sobre la felicidad en la vida, llevar una vida con éxito y propósito contribuye a la paz social e individual. La fe, la comunidad y el empleo — la red social de amigos y también, cuando vale de algo, la familiar. Todas estas redes informales contribuyen a llevar una vida centrada en el orden.

En la América pobre, lo que falta precisamente son esas redes sociales informales pero sólidas que mantienen la presión sobre el individuo para que éste se anime a trabajar y ser “productivo”. Por eso el “marginado” o el que se “auto-margina” en el colegio siempre ha estado tan mal visto en los colegios de calidad, especialmente en el caso de los varones — me refiero a ejemplos que todos conocemos: los que se niegan a participar en cualquier actividad escolar, no habla con nadie, va a lo suyo como si no formara parte de una comunidad. Esos casos se ven mucho más entre los pobres. En resumen, los “pobres” llevan vidas desordenadas en no pocos casos y así lo avalan los estudios académicos disponibles. El desorden y la anarquía son rasgos característicos de las comunidades pobres en nuestras urbes.

Esto no es un “puritanismo” mío o una actitud condescendiente aburguesada. Estas son las razones por las cual debemos defender ayudar a los pobres donde más lo necesitan: en sus vidas diarias.

Suponer que la gente más pobre en nuestras sociedades son “menos” aptos para disfrutar de las mismas exigencias culturales que nos imponemos a nosotros mismos es, sencillamente, repugnante.

La aspiración moral real, no una actitud políticamente correcta condescendiente con los males de los seres humanos será la punta de lanza en este plan liberal de justicia social y lucha real contra la pobreza.