II. Ayuda material
Después de la transformación personal tiene que llegar la ayuda material. Negar que existen personas verdaderamente menesterosas, materialmente hablando, es ceguera y demuestra una absurda ignorancia sobre los tiempos que corren. En uno de los múltiples estudios, encontraron que entre las hembras de raza blanca con menos de 12 años educativos a sus espaldas, la esperanza de vida media había decaído bastante desde el año 1990. Solo ese dato ha provocado mucha sensación entre la derecha, aunque nos debería preocupar que cualquier persona, de cualquier raza, no tenga oportunidades. Un negro en el paro es igual de terrible que un blanco – el paro es terrible, es un terrible lastre social y como decía Margaret Thatcher, “una realidad que ningún gobierno debe aceptar alegremente porque es una tragedia para el ser humano”.
Sería estupendo si los países pudiésen resolver todos sus problemas de pobreza mediante la caridad privada. Aún en un país como EEUU, uno de los más generosos del mundo a la vista de las estadísticas de caridad privada (supera el PIB de Israel y Chile), la caridad privada no puede garantizar ni la mitad de la asistencia que la gran mayoría de occidentales piensa (independientemente de su ideología política) que es nuestro deber.
El colchón
La diferencia entonces la tiene que cubrir el Estado. ¿Una red limitada de bienestar social? ¿Es compatible eso con el liberalismo? ¿O es un paso más en el camino hacia “la servidumbre”, como decía Hayek?
Antes de contestar, te hago una pregunta sorpresa. ¿Cuál “estatista peligroso” escribió lo siguiente?
“En una sociedad que ha alcanzado el nivel general de la riqueza que tenemos, no hay motivo para no garantizar para todo el mundo un mínimo de comida, vivienda y ropa, suficiente para mantener la salud. Tampoco hay razones para impedir que el Estado no pueda ayudar organizar un sistema de seguridad social para proteger a los ciudadanos contra los peligros comunes de la viida en los que muy pocos pueden organizar una defensa adecuada”.
¿Fue Franklin Roosevelt, quizá? ¿Fue Carlos Marx, posiblemente? ¿Son palabras de Zapatero en España? Uy, no, ni de lejos. No. Estas palabras corresponden a…atención, HAYEK, en su gran libro “El camino a la servidumbre”.
Hayek acepta, como prácticamente todos nosotros los liberales, un mínimo de asistencia social — ropa, comida, alojamiento de algún tipo. Un colchón de protección para los más pobres. Y sí, algunos van a tener que pagar más para que otros paguen menos.
Pero, yo no quiero que caigamos de nuevo en el grave error de Europa hace 10 años. Mirad lo que hicieron los gobiernos griegos o los españoles: gastaron muchísimo dinero financiando salarios y “beneficios sociales” que en realidad solo ayudaba a sus “clases medias” y desde siempre se ha ido ignorando a los “pobres” de verdad. Ahora, los que más sufren en España o Grecia son los más pobres, los que nunca tuvieron nada para empezar.
¿Quiénes son los que más han sufrido el brutal azote del paro en España? Los más pobres — los que estaban en situación de precariedad para empezar: jóvenes, inmigrantes de color y las mujeres.
Lo mismo puede pasar en EEUU si tuviera que sufrir lo mismo. Es más, ya han aprobado hace dos días un nuevo presupuesto que va a afectar especialmente a los pobres que reciben “cupones de comida” (food stamps) porque la ley da mas dinero o subsidios a las granjas y recorta el gasto social en las urbes. Los que más van a sufrir este recorte para subvencionar a zonas rurales ultraconservadoras del “Tea Party” son los negros y latinos de las urbes americanas.
PD: Vuestro “amigo de los pobres” Obama ya firmó el presupuesto ayer sin problemas.
Reconozco que la austeridad siempre hace más daños a los pobres, porque debilita la economía y despedaza el colchón de protección social.
La reforma necesaria
Reconocer que las ayudas del Estado son importantes es una cosa; otra es cómo sostenerlo y construirlo. ¿Qué programas deberíamos apoyar? El principio de la respuesta lo tenemos en el movimiento reformista que se dio en EEUU durante los años 90.
Después de la IIª Guerra Mundial, la política social creció de forma brutal en EEUU, principalmente dirigida en un principio a familias sin padre viviendo en la pobreza. En la derecha, vimos como generaciones enteras de personas estaban alienadas del mundo laboral, clases enteras chupando del bote estatal, millones fueron relegados a viviendas de protección oficial — viviendas inmundas, peligrosas, llenas de problemas sociales.
Hay un libro que tuvo una influencia profunda en mi punto de vista sobre las ayudas sociales. Se trata del libro de 1984 titulado “Losing Ground del autor famosamente derechista liberal “neocon” Charles Murray. En este libro, se argumenta con fuerza retórica y con los datos en la mano que el problema del sistema no era tanto económico sino ético. Las políticas de dependencia permanente hacian mucho daño a quienes de verdad necesitaban ayuda.
En los años 80, este libro era considerado algo radical. En los 90, estas ideas ya eran habitual y lo normal – la idea de reformar el sistema fue aceptada hasta por Bill Clinton. Clinton impuso límites de tiempo a las personas que recibian ayudas, exigiendo que busquen un empleo permanentemente o se arriesgaban a perder las ayudas. Los que rechazaban una oferta laboral también perdían sus ayudas, como debe ser.
Uno de los mejores momentos para mí de los años 90 fue (y lo recuerdo bien) cuando en 1996 EEUU, su presidente firmó la “Welfare Reform”. Fue un éxito sin precedentes. Por primera vez desde la Guerra Mundial, la gente que recibia ayudas iba a tener que acreditar su necesidad y buscar empleo constantemente. Millones de americanos pasaron a engrosar las filas laborales, fuera de los guetos. Ya para el 2004, el número de personas dependientes se había reducido en un 54%.
Tres lecciones para hoy. Primero, la existencia de programas de ayuda social NO tienen nada de malo solo por serlo — me refiero a programas como la seguridad social, ayudas a la vivienda, etc.
Segundo, estos programas deben ser diseñados de tal manera que se evite a toda costa la dependencia permanente.
Tercero, el objetivo final de estos programas no debe ser la beneficencia permanente de personas pobres viviendo vidas casi intolerables. No podemos aceptar nada menos que el desarrollo completo del ser humano.
Por ello, debemos centrarnos principalmente en el fallido modelo laboral, el mercado laboral fracasado que sufre casi todo Occidente.
Antes de ayer, hablamos de cómo cada vez más hay menos fuerza laboral participativa.
Los más “acomodados” rápidamente se recuperaron después de la crisis. Casi todos tienen empleo. Eso no es asi para los pobres, que siguen sufriendo un paro brutal equiparable a épocas de la depresión en los años 20.
En respuesta a esto, Obama y once estados han decidido optar por un viejo truco (fallido) — subir el salario mínimo. Esto simplemente va a provocar más gastos para contratar a estos trabajadores pobres a cambio de mantener también un alto nivel de vida para los que ya tienen empleos de calidad.
Los que más sufren esto de las subidas de sueldo mínimo son los más pobres y menos educados. Imagínatelo de otra forma: una política social que reduzca la oportunidad entre los jóvenes más pobres o marginales para poder pagar aumentos salariales para mis hijos (en caso de una persona de mi nivel tenerlos). Ya existe: se llama subir el salario mínimo. Es una de las prioridades de la izquierda. Todo esto a pesar de que no nos demuestran ningún estudio serio de que esta subida reduzca la inseguridad financiera, de vivienda o sanitaria de los pobres.
Los pobres necesitan más subsidios salariales que puedan suplementar sus ingresos, sin tener muchos efectos sobre los impuestos ni tener que subir el salario mínimo. Esto reforzaria el incentivo para trabajar. Por eso Thatcher eliminó el salario mínimo durante los años 80 pero a la vez les daba a los trabajadores más pobres que ganaran debajo de mínimo el famoso “supplemental income” del gobierno. De esta manera, las empresas podían pagar lo que quisieran y el gobierno cubría cierta diferencia cuando procedente.
Otra propuesta que ha ido circulando en círculos “neoliberales” (uso la palabra positivamente) es la de emplear una mezcla entre pagos directos y préstamos con bajísimos tipos de interés para incentivar que la gente parada y pobre pueda mudarse e instalarse en sitios con más oportunidades. Obviamente no todo el mundo se va a mudar, pero vivimos en una época en la que vemos una disparidad económica notable entre las regiones.
Miles de familias pobres preferirían buscar la esperanza o la prosperidad en sitios que van muy bien ahora mismo, antes que morir de la tristeza recibiendo las subvenciones del estado mientras se quedan aplatanados en algún salón de mala muerte de las grandes ciudades.
Las oportunidades
Para mí, una de las cuestiones claves que todo liberal debe defender para los pobres es la OPORTUNIDAD.
¿A quién no le gusta oír sobre casos como los de un muerto de hambre, que nace en un sitio peligroso y pobre para luego convertirse, de la nada, en millonario? Tengo que decirlo: nada nos debería inquietar mas que el hecho de que estas oportunidades socioeconómicas cada vez son menos, cada vez son más anecdóticas. Lo que está ocurriendo es una gran tragedia social en Occidente. Bill de Blasio, el alcalde progre de NY dijo algo que comparto el otro día — “no se trata para nada de ir en contra de los ricos. Al contrario, simplemente queremos más casos de éxito en NY en vez de todo para el 1%”.
Yo quiero que NY, por poner un ejemplo, siga siendo una ciudad donde el millonario se sienta cómodo, pero también donde un chaval negro se sienta que tenga una oportunidad para por lo menos intentar también ser millonario. Estamos fallando a millones de jóvenes negros y latinos en esta ciudad con nuestra actitud pasiva e indiferente. Nuestra riqueza no será sostenible a largo plazo si los que nos sirven ahora no sienten que tienen igualdad de oportunidades. Lo mismo está ocurriendo en España – la clase política, peligrosísimamente está ignorando a los jóvenes de otras razas, de procedencia musulmana o sudamericana – esto va a crear muchísimos problemas de violencia porque no se sienten respetados en España. El sistema español, anclado en un pasado aislacionista, no es apto para estos jóvenes pobres e inquietos. Bueno, ¿qué? Ni eso oigan. En España se está ignorando a TODOS los jóvenes realmente. Para el gobierno, todos sois unos gitanos indeseables.
Hace poco salió un estudio que hablaba sobre cómo en estos momentos, hay más oportunidades en los países escandinavos para ascender de la nada que en la América del 2014. Cada vez más se hace evidente, no solo en Europa sino ahora también en USA, que hay que “conocer gente” para los mejores puestos que antes estaban abiertos a los “pobres”. Porque no nos engañemos: conocer gente importante que te pueda enchufar también suele ser habitual entre los que ya tienen dinero o están acomodados.
¿Cómo podemos cambiar esas tendencias y ampliar las oportunidades para todos? Una sociedad de oportunidades tiene dos cimientos claves: la educación universal para generar una base de capital humano en un sistema económico que premie la productividad, el mérito, la inovación y la responsabilidad individual. Hay que defender, al menos en el caso español, la existencia de nuestras universidades públicas y gratuitas o al menos MUY baratas para todos los alumnos.
Esto de la educación ha sido uno de los logros anti-pobreza más importantes en la historia del mundo. Pero no, no ha sido el resultado de la filantropía ni de actitudes “estatistas” o de ayudas al exterior. El “milagro” actual ha sido gracias a la globalización, la libertad de comercio, la defensa de los derechos razonables a la propiedad privada, el imperio de la ley y la defensa del emprendedor.
En resumen, de manera que el mundo se ha ido “americanizando”, millones de almas han salido de su pobreza extrema anterior. Este ha sido el regalo de América al mundo entero. Los de la derecha liberal en todos los países tenemos que defender esta verdad sin pedir disculpas o ceder nada. Nadie que sea respetable puede decir que América ha sido una influencia negativa en el mundo. En la derecha liberal debemos entender que nuestro punto de referencia siempre ha sido EEUU. Los comunistas tenían la URSS, nosotros tenemos América y a diferencia de la URSS, no es un estado fallido. No se trata de un nacionalismo absurdo ni mucho menos. Se trata simplemente de reconocer que América tiene una “energía” especial que no tiene ningún otro rincón del mundo. Por eso las aulas aquí se llenan a tope de rusos, españoles, turcos, árabes, africanos…todos nos llevamos relatiivamente bien porque EEUU es un país liberal, un país que respeta al “diferente”, al “excéntrico” y también te reconoce el mérito (más que en otros países) si lo tienes. ¿Paraíso? NI SOÑARLO. EEUU es muy duro para empezar pero…también mucho más abierto y los demás países tienen que mirar al modelo americano para abrirnos más. En Europa seguimos anclados en el pasado, somos cerrados y no estamos generando oportunidades. Nadie sueña con irse a vivir a Europa para trabajar y ganar dinero porque Europa no tiene nada que ofrecerle al mundo más que su historia.
¿Cuál es el reto? Hacer que la igualdad de oportunidades y las libertades fundamentales del ser humano sean universalmente aceptadas en el mundo entero, poco a poco pero irremediablemente sin pausa hacia ese destino.
La justicia social liberal
Estas ideas buscan la transformación social, la igualdad de oportunidades y ayuda a los más pobres. Defiendo una cultura de trabajo, de fe personal, de comunidades. Hay que luchar por la educación y la libre empresa legal como si fueran deberes morales.
Este tipo de actitudes, de mentalidad, provocará que se genere una derecha, una nueva derecha razonable, moderna, moderada y liberal. Durante mucho tiempo, demasiado diría yo, la derecha se ha caracterizado por luchar contra muchas cosas, de “declararle la guerra a la izquierda”. Lucha contra los impuestos excesivos, el exceso de regulaciones, el derroche en el gasto público, las deudas nacionales y una cultura demasiado permisiva.
Yo no condeno necesariamente ese camino. Pero son batallitas personales que no se traducen en mejorar todo un país. Son instrumentales. El propósito central que debería motivarnos a los de la derecha liberal no son estas cosas para nada. Lo que me motiva realmente es la lucha por la gente.
La lucha por la gente no significa tener una lista entera de programas estatistas. Significa pensar con mucho cuidado sobre quién tiene necesidades y cómo mejor podemos satisfacer esas necesidades. En algunos casos, como ayudar a los verdaderamente pobres y defender nuestros aliados en el planeta, la única solución tendrá que ser estatista. En otras, como el caso de los emprendedores intentando salir adelante o gente que depende permanentemente del Estado, la respuesta adecuada es que el gobierno deje de hacer daño y se quite del medio. En ambos casos, los liberales en la derecha deberíamos abogar por la gente más necesitada. Durante muchos años, sólo nos centramos en nuestros amigos exitosos. Eso está muy bien, pero no podemos ignorar a los demás tampoco si pretendemos salvaguardar nuestra riqueza a largo plazo.
Esta es nuestra lucha y es una lucha importantísima. Es una lucha que nos dará felicidad. Ya lo dice Proverbios 14:21: “Peca el que menosprecia á su prójimo: Mas el que tiene misericordia de los pobres, es bienaventurado”.