«La historia de un hombre que soñó un país unido por la música y enloqueció queriendo escribir un libro perfecto que lo contara.»
Cuatro años después de Tiempos recios, Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, regresa a la novela con Le dedico mi silencio, publicada por Alfaguara. La ficción y el ensayo se entremezclan en una obra en la que el autor peruano vuelve sobre un tema que le obsesiona desde hace años: el de la utopía, pero, en este caso, de una utopía cultural con la música peruana como núcleo y pretexto
Toño Azpilcueta pasa sus días entre su trabajo en un colegio, su familia y su gran pasión, la música criolla, sobre la que lleva investigando desde su juventud. Un día, una llamada le cambia la vida. Una invitación para ir a escuchar a un guitarrista desconocido, Lalo Molfino, personaje del que nadie sabe demasiado pero de gran talento, parece confirmar todas sus intuiciones: el amor profundo que siente por los valses, marineras, polkas y huainos peruanos tiene una razón más allá del placer de escucharlos (o bailarlos).
Tal vez lo que ocurra es que la música criolla sea, en realidad, no sólo una seña de identidad de todo un país y expresión de esa actitud tan peruana de la huachafería, [Aunque no tiene una traducción precisa al español de otros países, este término se asocia a la cursilería y se parece a la horterada española y a la pava venezolana, aunque con matices] («la mayor contribución de Perú a la cultural universal», según Toño Azpilcueta), sino algo mucho más importante: un elemento capaz de provocar una revolución social, de derribar prejuicios y barreras raciales para unir al país entero en un abrazo fraterno y mestizo. En un país fracturado y asolado por la violencia de Sendero Luminoso, la música podría ser aquello que recuerde a todos los que conforman la sociedad que, por encima de cualquier otra cosa, son hermanos y compatriotas. Y en esto, es posible que el virtuosismo de la guitarra de Lalo Molfino tenga mucho que ver.
«Para Toño, su orgulloso defensor, la huachafería es la mayor
contribución del Perú a la cultural universal.»
Toño Azpilcueta decide investigar más sobre Molfino, viajar a su lugar de origen, conocer a este personaje esquivo, saber de su historia, de su familia y amores, de cómo llegó a convertirse en un guitarrista tan excelso. Y se propone también escribir un libro donde contar la historia de la música criolla y desarrollar esa idea que ha inoculado en su mente el descubrimiento de este músico extraordinario. La ficción y el ensayo se entremezclan así, de forma magistral, en esta novela en la que el premio nobel peruano vuelve sobre un tema que le obsesiona desde hace años: las utopías. Eso es lo que persigue Toño Azpilcueta en última instancia: la utopía de generar, a través del arte, una idea de país.
Estos elementos huachafos que asoman en la cultura popular peruana y latinoamericana han sido una materia fértil para Vargas Llosa. No es la primera vez que el escritor elabora una ficción aprovechando productos culturales en apariencia menores. La tía Julia y el escribidor, por ejemplo, gira en torno a los melodramas y culebrones radiofónicos, otro producto cultural netamente latinoamericano, recargado, truculento y huachafo, con el que Vargas Llosa ha hecho gran literatura. Si hay una novela con la que Le dedico mi silencio guarda parecidos es precisamente con ésta. Las dos tienen como tema la cultura popular, la huachafería, el fervor de la escritura, el delirio y la locura. Y además tienen una estructura similar.
En Le dedico mi silencio los capítulos impares se narra la vida cotidiana de Toño Azpilcueta, su descubrimiento de Lalo Molfino, sus pesquisas tratando de dar con él, y en los pares van apareciendo distintos apartes del libro que Toño está escribiendo.
Lee y disfruta de un fragmento de la novela.
Francesca Mantovani/copyright Gallimard
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Mario Vargas Llosa Premio Nobel de Literatura 2010, nació en Arequipa, Perú, en 1936. Aunque había estrenado un drama en Piura y publicado un libro de relatos, Los jefes, Premio Leopoldo Alas, su carrera literaria cobró notoriedad con La ciudad y los perros, Premio Biblioteca Breve (1962) y Premio de la Crítica (1963). En 1965 apareció su segunda novela, La casa verde, Premio de la Crítica y Premio Rómulo Gallegos. Ha publicado piezas teatrales —La señorita de Tacna, Kathie y el hipopótamo, La Chunga, El loco de los balcones, Ojos bonitos, cuadros feos, Las mil noches y una noche y Los cuentos de la peste—, estudios y ensayos —García Márquez: Historia de un deicidio, Carta de batalla por Tirant lo Blanc, La orgía perpetua, La utopía arcaica, La verdad de las mentiras, La tentación de lo imposible, El viaje a la ficción, La civilización del espectáculo, La llamada de la tribu y La mirada quieta (de Pérez Galdós)—, memorias —El pez en el agua—, relatos —Los cachorros—, Conversación en Princeton, con Rubén Gallo, Medio siglo con Borges, Dos soledades, Obra periodística I. El fuego de la imaginación, Un bárbaro en París: Textos sobre la cultura francesa y, sobre todo, novelas: Conversación en La Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo, Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El hablador, Elogio de la madrastra, Lituma en los Andes, Los cuadernos de don Rigoberto, La Fiesta del Chivo, El Paraíso en la otra esquina, Travesuras de la niña mala, El sueño del celta, El héroe discreto, Cinco Esquinas y Tiempos recios. Ha obtenido los más importantes galardones literarios, desde los ya mencionados hasta el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias, el PEN/Nabokov y el Grinzane Cavour.
El libro:
Le dedico mi silencio ha sido publicado por la Editorial Alfaguara en su Colección Hispánica. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 312 páginas.
Como complemento pongo un vídeo realizado por Canal 26 titulado Mario Vargas Llosa anuncia su retiro: “Le dedico mi silencio” será la última novela que escriba.
Para saber más:
Mario Vargas Llosa en Wikipedia.