Le pido prestado al filósofo judío Martin Buber (1878-196...

Publicado el 28 mayo 2010 por Eugenioolivares
Le pido prestado al filósofo judío Martin Buber (1878-1965) la siguiente historia, a la que añado algunas pinceladas mías.
Un sabio racionalista gustaba de disputar con el rabí Levi Jizchakun, un Zaddik ("justo", según la religión hebrea), a quien conocía desde niño. Solían conversar, siempre al atardecer, sobre la existencia de Dios.

Un día, el ateo (¿o quizás era agnóstico?) se encaminó a casa de su compañero con el firme propósito de destruir sus viejas pruebas en favor de la verdad de su fe; se veía con la responsabilidad de sacar al Zaddik de su credulidad. Cuando entró en el aposento de éste, lo encontró paseando por la habitación con un libro en las manos y sumido en profunda meditación. "Otra vez rezando", se dijo para sí el recién llegado, pues no era la primera vez que esto sucedía. Pero aquella tarde, el rabí parecía no reparar en la llegada de su amigo. No quiso interrumpirle y se sentó junto a un amplio ventanal que había en la habitación. El sol terminaba su periplo diario, y en la calle unas mujeres hablaban ruidosamente; un niño se empeñaba, inútilmente, porque una de ellas le hiciera caso. Por fin, el Zaddik miró ligeramente a su amigo y le dijo: - "Quizá sea verdad". El erudito no esperaba aquello. Intentaba en vano conservar la serenidad. El rabí Jizchakun le parecía ahora una imponente presencia, alguien que había abierto un abismo luminoso bajo sus pies. El Zaddik se volvió hacia él, le miró con afecto y le dijo:
- "Amigo mío, los grandes de la Torá, con los que has disputado, se han prodigado en palabras; tú te has echado a reír. Ni ellos ni yo podemos poner a Dios y a su reino sobre el tapete de la mesa. Pero piensa en esto: quizá sea verdad".
El racionalista hizo acopio de todas sus fuerzas para defenderse, pero aquel “quizá” era tan demoledor, tan inabarcable, tan evasivo, que no pudo pronunciar palabra alguna.