Cuestatrabajo escribir sobre films como éste; no por el hecho de que no lahaya visto (al fin y al cabo, esta sección se dedica a eso, apelículas no vistas...), sino por la circunstancia de que todas lasreferencias disponibles apuntan al mismo cripticismo desolado queparece desprender la película; un territorio (ése mismo quetransitan gentes como Albert Serra o Kim-Ki Duk, por nombrar a dosdirectores cuyos modos cinematográficos tampoco son aptos para todoslos —amplios— públicos que suelen acudir a las sala oscura) enel que el celuloide exige un esfuerzo adicional de acercamiento alespectador que pretende disfrutarlo. Cuando lo consigue —e,insisto, no es fácil...—, la experiencia puede alcanzar el gradode lo sublime. Pero cuando falla esa conexión emocional, quizá laúnica alternativa válida es la huida (y no la de Steve McQueen,precisamente...). En cualquiera de los dos casos, solo hay una víade comprobación, y ésa es la del visionado directo. ¿Lo demás?Pues, como esto que acaban de leer, vueltas y vueltas. No se me mareen, amigos lectores...
* APUNTE DEL DÍA: nota de preestreno en La Butaca sobre Conan el bárbaro, aquí. * Apuntes sobre el cine que viene LXVII.-