Le Tableau, Francia 2011

Publicado el 26 diciembre 2011 por Cineinvisible @cineinvisib

Quien entre en este cuadro no querrá salir jamás, justo lo contrario de sus personajes que se escapan para intentar encontrar al autor de esta pintura no finalizada. Un bosque oscuro, inexplorado, repleto de secretos y legendas, un jardín maravilloso, florido para el resto de la eternidad, con un río que lo atraviesa y da frescor a las sombras de sus árboles, y un magnífico castillo en lo alto de una colina, lo más trabajado por el pintor, con todas las comodidades de un palacio y la belleza de un museo.

Este es el marco en el que ha instalado el prodigioso realizador, Jean-François Laguionie, su última película (sólo 4 en 32 años de actividad, es el Terrence Malick del género): una obra maestra del cine de animación que sabe combinar a la perfección un mensaje social, crítico, político y, al mismo, poético, que raramente se ve en la pantalla. Sobre todo cuando consigue el mismo placer estético e intelectual tanto para un niño de 6 años como para un experto en física cuántica.

Este paisaje idílico lo habitan tres categorías de individuos: los “completamente pintados” que, disfrutando a sus anchas de su condición, impiden el disfrute del castillo al resto de los habitantes del cuadro, los “acabados a medias” se tienen que conformar con malvivir escondidos en el jardín y los “garabatos”, simples esbozos, odiados por los inquilinos del castillo que los detestan porque ensucian las vistas del palacio y, quizás, también les recuerdan que de haber tenido menos suerte hubiesen podido acabar como ellos. La metáfora no necesita ningún tipo de explicación.

Pero el amor, motor de la humanidad, no entiende de categorías y un “completamente pintado” se enamora de una “acabada a medias”, lo que produce un rechazo generalizado no sólo por los de su clase sino también por los de su enamorada. Hartos de esta injusta situación deciden abandonar al cuadro en busca del pintor para que lo finalice y acabe con esta injusta situación.

Si la primera parte ya es un completo éxtasis cinematográfico y visual, la búsqueda del creador desaparecido es aún más palpitante. Salir del cuadro, inhóspito lugar pero al fin y al cabo conocido, y aventurarse en tierra incógnita, como en los buenos road-movies, implica siempre un doble cambio, exterior, por la intrusión de un elemento extranjero que aporta una nueva visión, e interior, lo vivido repercute en nuestra estructura de pensamiento.

Y por si fuera poco, en medio de esta palpitante historia el autor se lanza a un juego de referencias visuales que abarcan una buena parte de la pintura moderna, pasan por la película los universos de Gaudí, Picasso, Matisse, Derain, Bonnard, Modigliani y tantos otros que es imposible citarlos a todos.

Un film de animación que ya es un clásico de este tipo de cine y que confirma que este género no está destinado en exclusiva a un público infantil. Stanley Kubrick lo expresó mucho mejor: Sólo conozco un género, el de las buenas películas”. Obra maestra de visión indispensable.