Una vez, Daniel acabó en un foso de leones por negarse a obedecer el decreto del rey. El rey exigía que todas las personas oraran exclusivamente a él por treinta días. Como Daniel adoraba y servía a Dios, el desafió la orden del rey y fue echado a los leones como consecuencia de su desobediencia.
Dios preservó su vida cerrando las bocas de los leones, y Daniel vivió para servir a su rey por muchos años más. Cuando el rey sobrepasó su autoridad y demandó de Daniel una lealtad que solamente se le debía a Dios, entonces Daniel silenciosa pero deliberadamente se negó. Mediante sus acciones,-estaba diciéndole al Rey: “Tú mandas sobre mi tiempo, mi dinero, mi trabajo y, en asuntos de estado, pero tú no mandas sobre mi alma. Mi alma está estampada con una imagen superior, la imagen de Aquel que me demanda la mayor de las lealtades”.
Tres Judíos y el Reino
Daniel también escribió sobre otros tres judíos exiliados quienes, al igual que él, eran oficiales del gobierno y también entendían y obedecían los principios del Reino. Sadrac, Mesac y Abednego rehusaron directamente obedecer las órdenes del rey de inclinarse y adorar un ídolo que él había erigido. Como resultado, fueron echados en un horno ardiendo, tan caliente que mató a los hombres que los habían arrojado adentro de él. Dios los protegió y los liberó sanos y salvos de las llamas, y ellos continuaron sirviéndolo a Él y a su rey por muchos años más (vea Daniel 3). Su testimonio era el mismo que el de Daniel: en cuestiones del espíritu, Dios nos demanda una lealtad indivisible.
Usted y el Reino
Usted puede trabajar en una oficina, y tal vez su jefe venga pidiéndole que haga algo que usted sabe que no es lo correcto. Puede ser algo poco ético o incluso ilegal. ¿Qué debe hacer? Si usted está comprometido con los principios del Reino, debería con todo respeto, pero también firmeza, recordarle a su jefe que aunque él pueda hacer demandas de su tiempo y labor mientras que usted está en el trabajo, no puede hacer demandas que afecten su carácter. Él puede ser el dueño de los papales, las lapiceras, los clips, la computadora y aun la empresa, pero no es el dueño de su vida. Levántese y defienda lo que es justo, aun si eso pone su puesto de trabajo en riesgo. Una vez que usted negocie su carácter e integridad por un simple empleo, entonces su jefe pasará a ser su dueño. Recuerde que tiene una imagen más profunda grabada en usted y que responde a una autoridad más alta porque pertenece a otro Reino.
Tal es el desafío de vivir en dos reinos. Cada uno hace sus demandas sobre nosotros todos los días, y esas demandas exigen elecciones de nuestra parte. Siempre que estas no entren en conflicto mutuamente, está todo bien. Durante el tiempo en que el conflicto asoma, mostramos lo que realmente creemos y dónde está nuestra verdadera lealtad.
Bendiciones !!!