Leamos algo superficial (por Arantxa)

Publicado el 03 mayo 2010 por Imperfectas
En mi mesilla de noche, junto a “Brooklyn Follies” (el primer libro que he leído de Paul Auster, una inyección de literatura que he devorado a golpe de suburbano), se amontonan ejemplares de revistas que nada tienen de literarias, revistas sin sustancia, que dice mi madre. Femeninas, se llaman, de las que soy devotacompradora y lectora compulsiva.

El número de mayo de una de ellas reza así “El Gran Especial Cuerpo”. Dentro sólo veo cuerpos danone, esculpidos a la perfección, aburridamente impecables (esto me lo digo para que mi autoestima no decaiga). Quiero pensar que las féminas de las fotos sólo son fruto de la genética y del "estar-en-paz-contigo misma", que repiten machaconamente modelos, celebrities y actrices, como una letanía.

Aunque, siendo más realista, no puede ser que todo se lo deban estas chicas a los cromosomas. Ellas mismas confiesan que una dieta equilibrada, dos litros y medio de agua diarios y unos mimos básicos a la piel ayudan. Y así, en las páginas siguientes me encuentro con la dieta definitiva… para morirse de hambre.

En otra revista me topo con las lista de los 20 cosméticos (algunos de precios prohibitivos) más in para atenuar arrugas, matificar el tono de tu piel o domar a la rebelde celulitis. Creo que voy a hacerme con el tercero de la lista, fijándome en los precios de menor a mayor.

En la tercera aparece una relación de los centros estéticos con los tratamientos más innovadores. Con lo que me ha costado la depilación láser, al menos me permito el lujo de decirle a mi hermana que a uno de ellos voy yo, cada tres meses, y que, realmente, el vello se bate en retirada y te tratan como a una marquesa.

Os preguntaréis por qué, si mi discurso es el de una escéptica, me confieso adicta a estas revistas. Porque me hacen soñar. Gracias a ellas me visto con vestidos de noche extremadamente seductores. Me he enamorado de uno, obra de unos italianos geniales que hace justicia a las tan denostadas, por otros diseñadores, curvas femeninas. Me subo a tacones de 12 centímetros sin pagar el peaje del dolor de pies. Me imagino bañándome en alguna playa de arena blanca, muy lejos de las costas patrias, apenas vestida por uno de esos bikinis mínimos. Incluso, yo, que soy nívea y evito a Helios a golpe de crema, sombrerito, gafas de sol y demás piezas del uniforme playero, luzco un ligero bronceado sin riesgos para mi piel. Saco el sexy que llevo dentro, y que es difícil combinar con mi ajetreado día a día.

Sin duda, el más superficial, frívolo e inocuo de mis vicios.