Lección vital del terremoto de Nepal

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22

Hace tan sólo unas horas la vida en Nepal se ha visto resquebrajada.

En sólo unos minutos miles de personas han perdido su hogar, familiares y los más desafortunados, la vida.

Se contabilizan ya más de 3.000 fallecidos, cientos de desaparecidos y millares de personas lo han perdido absolutamente todo.

Los más pobres son siempre los más desfavorecidos: personas que apenas tienen recursos para subsistir en el día a día, hoy sufren aún más el desamparo de la carencia de oportunidades que supone pertenecer a las clases más bajas de la sociedad.

De cualquier modo, ricos, pobres, visitantes... hace tan sólo 3 días paseaban, trabajaban, comían, hablaban... vivían ausentes a lo que ocurriría tan sólo unos minutos más tarde.

La impredecible, incontrolable e implacable sacudida de la naturaleza en menos de 5 minutos ha cambiado de golpe el destino de miles personas, convirtiendo un país entero en un foco de dolor permanente.

Un dolor del que a través de los medios de comunicación nos hacemos participes, pero que cuando se pulsa el botón del mando queda entre los desafortunados que están sufriendo ese drama.

No es criticable.

De nada sirve recrearse en el dolor ajeno: ni para el que lo sufre, ni para el que lo observa.

Desde la distancia, a parte de una donación económica, lo único que se puede hacer es tener compasión sincera con esas personas, entender su sufrimiento y comprender profundamente su dolor.

Cuando alguien se queda desnudo de todo lo que posee y sobrevivir se convierte en la única misión personal, no existe consuelo alguno y sólo se puede desear humildemente que ese dolor se extinga en el menor tiempo posible..

Vivo en Estambul, una ciudad con un elevado riesgo sísmico, por lo que en esta ciudad somos más sensibles a este tipo de tragedias.

Es algo natural: cuando ocurrió el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York todos nos estremecimos porque lo atentado era el "Estado del bienestar" occidental en el que estamos asentados.

Por mucho que queramos, no nos afecta del mismo modo esas muertes, que las que se producen por hambre todos los días en África.

Lamentablemente no tenemos la capacidad de empatizar del mismo modo.

Esa sensibilidad extra que tenemos en Estambul en relación a los terremotos, me ha hecho reflexionar sobre algo evidente e indiscutible: la vida de cualquier persona puede cambiar en cuestión de horas sin poder hacer absolutamente nada.

Por eso esta tragedia debe servirnos para valorar este momento que tenemos, para disfrutarlo, amarlo, vivirlo y en definitiva experimentarlo de una manera positiva, alejándonos del sufrimiento auto-infringido por quejas, culpa y victimismo que nada bueno nos proporciona.

En la cuna del budismo, de la filosofía de vivir aquí y ahora, el momento presente ha temblado para cambiarlo todo.

Sin embargo, para los que estamos al otro lado de la pantalla del televisor, para los que seguimos gozando de numerosas oportunidades, esa filosofía ha de ser una invitación a dejar a un lado todos los miedos que nos impiden disfrutar de una forma plena nuestra vida.

Entender que puede que no haya un mañana, o que de un plumazo podemos perder todas las oportunidades de vivir como deseamos, debe empujarnos a materializar los cambios que llevamos tiempo procrastinando en esta vida.

Sin duda, esta es una lección vital que debemos aprender tras esta tragedia.

Por eso, si no aguantas tu trabajo, a tu pareja, tu ciudad... y tienes oportunidad de cambiarlo, deberías plantearte por qué no lo estás haciendo y considerar que esa oportunidad no va a estar ahí eternamente.

Este es el único momento que posees para vivir la vida como deseas.

Sólo este.

Por eso deberías de vivir tu vida desde hoy de forma plena:

Aquí y ahora.
¿Vas a esperar a que sea demasiado tarde?

C. Marco