Hace unos días mi hijo mayor llego a casa desde el colegio con una fantástica historia que le había contado un compañero de clase. Supuestamente este chico iba a participar en un competición de skate en un parque cerca de nuestra casa.
Todo parecía bastante probable pero había detalles que me hacían sospechar que no era todo oro lo que relucía. Mi hijo se mostraba escéptico a la posibilidad que su padre y yo le dejara ir solo a ver la competición, planteaba que no le dejaríamos ir ni ser espectador del evento.
Realmente el problema no venia con el hecho que pudiera o no ir. Para mi marido y yo la preocupación venia que toda esta ventura fuera cierta. No queríamos que se sintiera engañado.
Pero aqui empezo nuestro dilema como padres. ¿Confiamos y dejamos que vaya? O le negamos el permiso e intentamos convencerle que toda esta situación parece una patraña.
Finalmente accedimos que fuera solo al 'skate-park' al lado de casa. Le dijimos que si al pasar media hora, tras llegar, no veía a su amigo que volviera a casa.
Se fue felizmente de casa y veinte minutos después estaba llamando a la puerta con una cara de decepción y disgusto. Fue muy escueto cuando nos confirmo nuestras suposiciones.
Me planteo una serie de preguntas y dudas si lo habíamos hecho bien. ¿Hicimos bien en dejarlo experimentar la desilusión de ser engañado por un amigo? ¿Deberíamos haber evitado toda la situación? ¿Le habrá servido de algo?
Me sentía mal por mi hijo y me hubiera gustado que no tuviera que vivir de primera mano un engaño pero luego pensé que son lecciones de la vida, experiencias que iran haciéndolo un adulto. Pero la madre que hay en mi me gustaría evitar este tipo de situaciones.
Feliz semana.
Rebecca