Hoy me han vuelto a recordar que esta modélica democracia está montada sobre un per-fec-to castillo de naipes basado en la ilusión ficticia de que alguna vez pueda cambiar algo. Me han dicho, a la jeta, que soy un ciudadano de segunda ya que puedo ir a votar, faltaría más, pero mi voto no va a valer lo mismo que el de un votante socialista o popular, que ya se han encargado ellos de secuestrar la ley electoral.
No es que tuviera mucha esperanza en la subcomisión de reforma de la ley electoral. Ni siquiera aunque un órgano tan poco sospechoso de izquierdismo como el consejo de estado dijera que la actual ley perjudica seriamente la salud democrática y recomendara fórmulas para corregir algo esta situación. No se crean.
Hoy me han dado una lección de democracia. De su democracia. La que embuten con ricino y amnesia. La que lleva al summun de la perfección canovista, con sus alternancias sin cambiar nada. Con sus perfectos repartos fifty-fifty de todo el pastel. La que exportan sus medios de incomunicación.
El país de don ping-pong donde ahora mangas tú, mañana yo.
La democracia perfecta: el esKaparate nacional.
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