Lecciones de Detroit

Publicado el 23 julio 2013 por Cronicasbarbaras

Un trabajador de Ford en Valencia o de Opel en Zaragoza quizás se sorprendan con las noticias sobre la deuda de 18.500 millones de dólares (14.078 millones de euros) que ha llevado a la quiebra a Detroit, la ciudad de Michigan donde hace cien años nacía la civilización que cambió la forma de moverse, de producir y de vivir la humanidad.

Donde llegaron a vivir dos millones de personas quedan sólo 701.000, cuya mayoría, 82 por ciento negros, no paga impuestos porque vive de la beneficencia pública.

Allí empezó la fabricación en cadena, la jornada de ocho horas y cinco días a la semana y el salario de cinco dólares diarios, el doble que hasta entonces, iniciativas de Henry Ford para mejorar la producción de su modelo T, entre 1908 y 1927.

Quedan magníficos rascacielos abandonados, sistemas públicos de transporte ultramodernos hace un siglo, y los sindicatos que, corrompidos, facilitaron la deslocalización industrial y huida de Detroit a partir de los 1970.

Ahora Ford tiene 34 factorías por todo el mundo, y las diferentes marcas de General Motors, 98.

En 1914 Henry Ford contrataba a 50.000 trabajadores para producir 275.000 coches, algo que hoy hacen pocos obreros y unos cuantos robots.

La decadencia coincidió con la crisis del petróleo de 1973. Los fabricantes no previeron que los estadounidenses querían coches robustos de poco consumo, como los japoneses, producidos bajo el toyotismo, técnica más flexible que el fordismo.

Detroit es un ejemplo para las ciudades e industrias aún vivas que esperan mantenerse bajo las antiguas normas, tanto sindicales como productivas.

La industria naval española seguramente desaparecerá acelerada por un sindicalismo que ayudó a hundirla en los buenos tiempos destruyendo su competitividad y, ahora, por el dumping social de los astilleros asiáticos.

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