Lecciones que nos da la Vida: Coeficiente Intelectual Vs. Coeficiente Emocional

Publicado el 25 julio 2013 por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22
 
 En un suburbio de Detroit, dos muchachos que normalmente podrían estar golpeándose con los puños en el patio están sentados frente a una mesa en el fondo de su aula poniéndose de acuerdo para resolver sus problemas a través de la mediación de uno de sus pares, otro compañero de clase. Los tres niños tienen siete años. En un hospital de Florida, una niña de diez años se ríe histéricamente mientras espera su quimioterapia al haber sido sorprendida en medio de una batalla de pistolas de agua entre su enfermera y un médico residente vestido como un extraño payaso. En Los Ángeles, un padre juega a la mancha con sus tres hijos, un juego prescripto por su asesor psicopedagógico. En las dos semanas que han estado jugando juntos, las reyertas familiares han sido virtualmente eliminadas.
Estos niños se están beneficiando con lo que algunos ya denominan una revolución en la psicología infantil: la formación de capacidades emocionales y sociales.
Cientos de escuelas de todo el país están utilizando la capacitación en la mediación de padres y la misma está reduciendo considerablemente las llamadas a los padres, las expulsiones e incluso la violencia en las escuelas.
En los pabellones de los hospitales suelen verse con regularidad, payasos que blanden extraños cojines y pollos de goma, porque sabemos que el humor no sólo ayuda a los niños a enfrentar mejor el estrés que supone estar en el hospital, sino que puede realmente estimular su sistema inmunológico y acelerar su recuperación. Se ha demostrado que los juegos cooperativos, donde todos ganan o todos pierden, han logrado construir cierta cohesión familiar y disminuir significativamente la ira y la agresión entre los niños.
Aunque el término inteligencia emocional es relativamente nuevo, otros terapeutas infantiles de todo el país y yo, hemos recomendado estas actividades para ayudar a los niños a resolver sus problemas durante mas de veinte años. Ahora estamos comenzando a ver que todos los niños pueden beneficiarse con el aprendizaje de las capacidades de la inteligencia emocional, no sólo los niños derivados por mostrar problemas específicos.
Hemos llegado a la conclusión de que tener un CE (Coeficiente Emocional) elevado es por lo menos tan importante como tener un CI (Coeficiente Intelectual) elevado. Un estudio tras otro demuestra que los niños con capacidades en el campo de la inteligencia emocional son más felices, mas confiados y tienen más éxito en la escuela. Igualmente importante es el hecho de que estas capacidades se convierten en la base para que nuestros hijos se vuelvan adultos responsables, atentos y productivos.
Los escépticos se preguntan por qué es necesario enseñar a los niños capacidades relacionadas con las emociones. Preguntan: “¿Acaso las emociones no surgen en ellos de una manera natural?” La respuesta es “no”, ya no.
Muchos científicos creen que nuestras emociones humanas han evolucionado fundamentalmente como un mecanismo de supervivencia. El miedo nos ayuda a protegernos del daño y nos indica que debemos evitar el peligro. La ira nos ayuda a superar barreras para obtener lo que necesitamos. Encontramos alegría y felicidad en la compañía de otros. Al buscar el contacto humano encontramos protección dentro de un grupo así como la oportunidad de encontrar una pareja y asegurar la supervivencia de la especie. La tristeza respecto de la pérdida de una persona importante envía señales para que dicha persona regrese, o una actitud de desamparo puede ayudar a atraer una nueva persona que puede actuar como sustituto de la persona que se ha ido.
Pero mientras que para nuestros ancestros primitivos las emociones se adaptaban a las circunstancias, la vida industrial moderna nos ha enfrentado a desafíos emocionales que la naturaleza no ha anticipado. Por ejemplo, aunque la ira sigue desempeñando una función importante en nuestra estructura emocional, la naturaleza no anticipó que podía ser tan fácilmente provocada en medio de un embotellamiento de tránsito, mirando televisión, o jugando con videojuegos. Sin duda nuestro desarrollo evolutivo no pudo tomar en cuenta la facilidad con la que un niño de diez años podría encontrar un arma y dispararle a un compañero de clase frente a un insulto.
El psiquiatra Michael Norden, residente en Seattle, presenta una argumentación vehemente para que reconozcamos de qué manera los tiempos modernos han perjudicado nuestras emociones y en cierta medida han bloqueado su intento evolutivo. Escribe lo siguiente:
La mayoría de nosotros ya no vive en aldeas de unos pocos cientos de habitantes o menos, tal como lo hacían los hombres de la Edad de Piedra, sino más bien en ciudades atestadas que forman una aldea global de casi seis mil millones de personas. Estas tensiones acumulativas de la vida moderna han desatado una avalancha de depresión, angustia e insomnio. Otros problemas resultan menos obvios, como por ejemplo el sobrepeso y el cáncer. La mayoría (de nosotros) se automedica (para controlar nuestras emociones) usando cualquier cosa entre la cafeína y la cocaína; prácticamente nadie permanece ajeno a esta situación.
Las capacidades emocionales y sociales presentadas fueron concebidas para ayudarlo a proseguir aquello que la naturaleza ha dejado de hacer con relación a la educación de los niños para que sean más capaces de manejar el estrés emocional de los tiempos modernos. Si una vida agitada y apresurada ha vuelto a sus niños propensos a la irritabilidad y la ira, usted puede enseñarles a reconocer y controlar estos sentimientos. Si el temor al delito o a las mudanzas frecuentes ha alejado a sus hijos de los beneficios de vivir en una comunidad abierta y cohesiva, puede enseñarles las capacidades sociales para hacer y conservar amistades íntimas. Si su hijo se siente perturbado por un divorcio o un nuevo matrimonio, angustiado cuando enfrenta nuevas situaciones, o displicente respecto de sus tareas escolares, puede enseñarle capacidades específicas del CE para ayudarlo a enfrentar y superar estos problemas normales del crecimiento.
Tal vez lo más interesante del hecho de asumir un papel determinado en la educación emocional de sus hijos es que usted está cambiando literalmente la química de sus cerebros o, mas exactamente, les está enseñando formas de controlar ellos mismos el funcionamiento de sus cerebros. Tal como lo veremos mas adelante, las emociones no son ideas abstractas que los psicólogos nos ayudan a nombrar, sino que son muy reales. Adquieren la forma de elementos bioquímicos específicos producidos por el cerebro y ante los cuales el cuerpo reacciona.
Aunque la mayoría de nosotros no nos sentimos inclinados a pensar en las emociones como reacciones químicas, uno no tiene más que pensar en lo que ocurre cuando bebe una bebida alcohólica o varias tazas de café. Quizás uno no se dé cuenta de ello, pero los alimentos que come también interactúan químicamente con sus emociones. Los alimentos “que hacen sentirse bien” como el chocolate y el helado hacen que el cerebro libere serotonina y endorfinas, sustancias bioquímicas que el cerebro asocia al sentido de bienestar. Es por eso que solemos apetecer estos alimentos cuando nos sentimos tristes.
Pero no tenemos que ingerir nada para producir los equivalentes bioquímicos de las emociones. La premisa más importante de este libro es que uno puede enseñar a sus hijos formas de modificar la bioquímica de sus emociones, ayudándolos a adaptarse mejor, a mantener un mayor control y a ser simplemente más felices.
La serotonina es sólo una de las sustancias químicas, denominadas neurotransmisores, que producen nuestras reacciones emocionales, al transmitir mensajes emocionales del cerebro a las distintas partes del cuerpo. La serotonina ha concentrado una atención especial en los últimos diez años debido al papel que desempeña para enfrentar el estrés y su importancia (a través de la droga Prozac) en el tratamiento de la depresión, los trastornos obsesivo-compulsivos y otros desórdenes psiquiátricos.
Pero el psiquiatra Michael Norden sostiene en su libro Beyond Prozac (Más allá del Prozac) que podemos entrenar nuestros cerebros para producir naturalmente sorotonina a través de un medio tan simple como una dieta mas saludable, el ejercicio físico mas frecuente y la cantidad apropiada de sueño (se estima que la mitad de los adultos norteamericanos no duermen las ocho horas de sueño requeridas para que el cuerpo funcione en forma adecuada).
La serotonina es in duda importante para la vida emocional de un niño ya que influye en muchos sistemas corporales (temperatura corporal, presión sanguínea, digestión y sueño, sólo para nombrar algunos). Puede ayudar a los niños a enfrentar todo tipo de estrés inhibiendo una sobrecarga de energía para el cerebro. Los elevados niveles de serotonina se asocian a una disminución de la agresión y la impulsividad. Y sin embargo la producción de serotonina puede depender a veces de una simple sonrisa. Robert Zajonc y sus colegas señalan que cuando uno sonríe sus músculos faciales se contraen, disminuyendo el flujo sanguíneo de los vasos cercanos. Esto enfría la sangre, lo cual disminuye la temperatura de la corteza cerebral, provocando la producción de serotonina. Cuando decimos a nuestros niños “sonrían” y las cosas irán mejor, tenemos toda la razón. Las cosas pequeñas pueden ser realmente importantes.
Nuestra nueva comprensión de la neuroanatomía y la psicología del desarrollo brindan a los padres muchas oportunidades de ayudar a sus hijos a desarrollar un CE elevado; esperemos que descubran decenas de ideas útiles para ayudar a sus hijos a medida que lean estas páginas.
Algunas de las ideas que presento las he denominado “trucos”, maneras simples de producir un efecto instantáneo para cambiar el comportamiento de sus hijos. Por ejemplo, cuando trabajo con niños inclinados a pelearse con otros, les enseño la “técnica de la tortuga”.
Una vez trabajé con Sam, un niño de siete años que se peleaba diariamente en el patio de recreo. Le dije a Sam que cuando sintiera que estaba a punto de pelearse, debía imaginar que era una tortuga que se retiraba dentro de su caparazón. Debía mantener los brazos a los costados del cuerpo, los pies juntos, y bajar la barbilla hasta el cuello. Debía hacer esto mientras contaba lentamente hasta diez, respirando profundamente en cada número.
Una técnica como esta puede ser simple y divertida para que los niños pequeños la aprendan, pero en realidad se trata de un truco psicológico. Al mantener juntos los brazos y las piernas, Sam no podía ni golpear ni patear. Cuando contaba hasta diez respirando profundamente a medida que lo hacía, le estaba enviando un mensaje al cerebro para que moderara la producción de sustancias bioquímicas (denominadas catecolaminas) que hubiesen aumentado su excitación asociada a la agresión y la probabilidad de pelear. Al bajar la barbilla hasta el cuello, interrumpía el contacto visual con su presunto adversario. Al hacerlo, perdía la voluntad de pelear (es prácticamente imposible pelear con alguien a quien uno no ve).
Otras actividades que aprenderá en este libro son realmente capacidades emocionales y sociales que usted le puede enseñar a su niño. Las capacidades necesitan mayor tiempo de aprendizaje y comprenden cierto grado de práctica, pero una vez adquiridas, se vuelven una segunda naturaleza. Por ejemplo, la interpretación de señales no verbales – como las expresiones faciales, los gestos y las posturas – es una capacidad que los niños pueden adquirir con facilidad. Dado que los estudios nos indican que casi el 90 por ciento de la comunicación emocional se transmite en forma no verbal, esta aptitud puede mejorar mucho la capacidad de su hijo de comprender los sentimientos de los demás y reaccionar en forma apropiada.
También encontrará sugerencias para guiar a su hijo hacia el desarrollo de hábitos que aumentarán su inteligencia emocional. Por ejemplo, la enseñanza de técnicas de relajación y lenguaje figurado como una forma de manejar el dolor y el estrés psicológico es un hábito que puede producir efectos positivos para toda la vida. Estas técnicas no sólo distraen a los niños del dolor físico, sino que estimulan realmente sus cuerpos a producir un analgésico natural. También disminuyen la presión sanguínea y estimulan los centros cerebrales que activan el sistema inmunológico del organismo.
Muchos de los trucos, capacidades y hábitos que pueden encontrarse en este libro se presentan en forma de juegos y otras actividades divertidas. Anna Freud, hija de Sigmund Freud y célebre terapeuta infantil por derecho propio, fue la que explicó que “jugar es el trabajo de los niños”. A través de toda mi carrera, me he tomado particularmente a pecho este adagio, enseñándoles a los niños nuevas capacidades emocionales y sociales a través de la diversión y de juegos estimulantes.
Los juegos son una forma particularmente buena de enseñar capacidades relacionadas con el CE, porque a los niños les gusta jugarlos una y otra vez. A través de los juegos, podemos brindar a los niños las oportunidades de aprender y practicar nuevas formas de pensar, sentir y actuar, y al participar en estos juegos, podemos convertirnos en parte integral del proceso del aprendizaje emocional.
Cuando usted pruebe los juegos y las actividades con sus hijos, sólo necesitará tres cosas: tiempo, interés y deseo de disfrutar los desafíos de educar a los niños. Estos son los ingredientes esenciales para educar a un niño con un CE elevado.
!Adelante y buena suerte!
Fuente: Libro "La Inteligencia Emocional en los Niños". Shapiro, Lawrence E.C. Marco