Lecciones que nos da la Vida: Inteligencia Emocional Vs. Coeficiente Intelectual

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22

El término Coeficiente de Inteligencia o Cociente Intelectual (CI) nace de la mano del psicólogo Lewis Terman en la Universidad de Stanford durante la I Guerra Mundial. Su objetivo era clasificar la inteligencia de las personas a partir de un examen escrito. En dicho examen se califica los conocimientos matemáticos, lingüísticos y de razonamiento. Lo más sorprendente es que desde entonces vivimos divididos entre las personas que sí son inteligentes y las que no lo son. Se habla de un único tipo de inteligencia casi innata, que no se puede modificar; o la tienes o no la tienes.
Es común encontrar personas con capacidades muy limitadas que comentan con gran orgullo su número de Coeficiente de Inteligencia para hacer ver a priori que estás hablando con personas sumamente inteligentes, “por encima de la media”. Años después, esas mismas personas y sus coeficientes han fracasado tanto en sus negocios como en sus vidas sociales.
Ese dato es como si nos dijeran que la persona que más corra de una determinada forma por un camino es la más inteligente. Todos pensaríamos: “qué tontería, no es el más inteligente sino el más preparado para este tipo de forma de correr y para este tipo de camino. Si lo llevamos a otro ambiente, con más horas de carrera y con otra forma de correr seguramente ganarían otros”. Lo mismo ocurre con los test de CI. Sacan mayor nota los más preparados para ese tipo de test. Por si la vida no nos demostrara a cada paso que damos que el número de CI no significa nada, hay estudios realizados por la Universidad de Illinois donde han seguido la trayectoria de los estudiantes con mejores calificaciones. Al cabo de 10 años de haber terminado la Universidad, estos alumnos brillantes no tenían más éxito laboral ni social que sus compañeros que habían quedado por detrás de ellos en las listas de exámenes. Por el contrario, en un 90%, sus éxitos laborales y personales estaban por debajo de la media comparados con el resto de alumnos de sus clases.
Howard Gardner, psicólogo de la Facultad de pedagogía de Harward escribió un libro que trataremos de resumir, donde refuta claramente el concepto de CI y habla con absoluta claridad de nuevos tipos de inteligencias. Gardner divide en siete las variedades de inteligencia. Número que irá variando conforme el ser humano siga evolucionando y que él mismo a subdividido y multiplicado varias veces hasta llegar a veinte. Dentro de las siete primeras que hemos mencionado encontramos:
  • Inteligencia verbal es lo que conocemos como inteligencia académica
  • Inteligencia lógico-matemática ( asociada con la inteligencia académica )
  • Inteligencia espacial asociada con escultores , artistas .
  • Inteligencia kinéstesica ( desarrollada en deportistas de élite , bailarines etc )
  • Inteligencia musical ( asociada con artistas como Beethoven , Mozart etc)
  • Inteligencia personal ( inteligencia que podemos encontrar en muchos líderes
  • Inteligencia intrapsíquica ( lo que conocemos como intuición )
A todos nos pasa que sentimos internamente que somos “buenos” para algo y que no lo hemos desarrollado .
 
María es una mujer de 70 años cuya pasión desde pequeña ha sido el baile. Jamás ha tomado clases de baile, sin embargo ella siente que si desde pequeña hubiera trabajado esta capacidad hubiera podido ser bailarina, o por lo menos, hubiera desarrollado una parte que está frustrada en su interior. Al marido de María nunca le gustó bailar, así que tampoco pudo compartir esta pasión con él. Cuando hace unos meses murió su marido se apuntó a clases de baile, no quería dejar pasar más tiempo sin dedicase a desarrollar un potencial que ella sentía que poseía desde siempre. Su clase de baile se ha convertido en el momento del día en que se siente bien.
Si en nuestra educación no se tuviera en cuenta el CI sino que se trabajaran todas nuestras capacidades conseguiríamos, en primer lugar, niños mucho más felices y futuras personas más plenas. Se erradicaría el fracaso escolar y podríamos tener más conocimiento sobre las capacidades en las que necesitamos trabajar más. En resumen, nos enseñarían a mejorarnos a nosotros mismos.
Este artículo publicado por la Organización de Inteligencia Emocional en España, explica de forma clara y contundente el tema del que estamos hablando: “Está científicamente probado -por diversos estudios y estadísticas- que las cualidades personales son dos veces más importantes que los conocimientos técnicos, en lo que respecta al progreso nómico". Otros estudios serios y cabales han puesto de manifiesto, también, y de manera indudable, que, a igual preparación técnica, las características de la personalidad son de una importancia capital para alcanzar y mantener posiciones que impliquen continua superación.

Hoy en día, cualquier responsable de recursos humanos o ejecutivo, concede suma importancia al carácter personal del individuo cuando selecciona a un empleado o colaborador.
Han aprendido, por propia iniciativa o a la fuerza, cuánto perjudica o favorece para el buen funcionamiento de un equipo de trabajo una persona emocionalmente sana.
La Secretaría de Orientación Vocacional de la Universidad de Harvard estudió las razones de la pérdida de empleo por parte de cuatro mil trescientos hombres y mujeres de diversas empresas, y descubrió que, por cada dos casos en que esa pérdida se debía a defectos de la personalidad, sólo uno correspondía a ignorancia de cuestiones técnicas o ausencia de la debida pericia. La mayor parte de las bajas se había originado por la falta de cooperación, por no inspirar confianza, carecer de iniciativa, etc.
El Instituto Carnegie de Tecnología, en otro estudio, y analizando el caso de diez mil personas, informaba que el 15 por ciento del éxito se debe a la experiencia técnica, y el 85 por ciento a las cualidades personales: conducta, integridad, observación, imaginación creadora, decisión, adaptabilidad, dirección, habilidad organizativa, expresión, conocimiento. Tales cualidades no sólo son deseables en una oficina, en un comercio o en una fábrica; siempre son necesarias para el buen éxito de hombres y mujeres en cualquier actividad o área de la vida.
Aun en la ingeniería, una materia que a priori parece fundamentalmente técnica, es más necesario para triunfar el componente emocional que el académico. Un estudio donde las clasificaciones de los caracteres e inteligencia de graduados de la escuela de ingeniería de la Universidad de Purdue han sido cuidadosamente estudiados. Durante cinco años y medio, los ingenieros más capaces de Purdue desempeñaron sus respectivos trabajos y ganaron un sueldo anual promedio de $31.536. Durante el mismo período de tiempo, los técnicos clasificados como de menor capacidad intelectual en el grupo, aquellos que apenas lograron graduarse, obtuvieron un sueldo promedio de $29.736. Esto revela una ventaja de $1.800 anuales en favor de los mejores cerebros. Pero el poder del carácter personal también fue objeto de estudio, y después de cinco años y medio de trabajo, los técnicos mejor clasificados por su personalidad, obtenían un promedio de $ 36.000 al año, frente al de $24.696 que lograban los que no eran tan estimados bajo este concepto. Lo cual indica una ventaja de $11.304 anuales, que debía atribuirse a las virtudes del carácter. Los mejores intelectos, comparados con los más modestos, rendían un beneficio no superior a $1.800 por año. El mejor carácter, respecto al menos estimado, aportaba una ventaja personal menos $11.304 por año. La bonificación obtenida por la mejor personalidad era seis veces superior a la que lograba la mejor formación técnica.
Los elementos específicos aportados por este informe de Purdue difieren en algo de los que ponen de manifiesto otros estudios, pero en lo básico, las cualidades requeridas son similares: entusiasmo, tacto, confianza en sí mismo, memoria, energía, corrección, espíritu cooperativo, lealtad, sinceridad, originalidad, simpatía, interés social y… buen humor.
Ciertamente, las ganancias no constituyen una medida completa del éxito de una persona. Ellas, sin embargo, son una definida manifestación de mérito e indudablemente, un resultado apetecible; y cuando se considera que aquellas cualidades de la personalidad que traen el buen éxito en los negocios y profesiones, son las mismas que también enriquecen y valorizan la vida considerada en todas sus actividades, entonces ese criterio adquiere más significativa importancia.
Fuente: Observatorio de Empleo.
C. Marco