Hace ya unos años, escudriñando en las estanterías de la casa del pueblo, encontré, entre muchos libros, un pequeño librito que llamó mi atención. Lo firmaba ni más ni menos que Ramón J. Sender, y su título me era conocido por haberlo estudiado en aquellas pinceladas que se daban en bachiller, cuando ya la literatura había pasado a un plano casi testimonial por no ser importante para la selectividad (actual EVAU).
Un libro que pese a datar de 1953, retrata con fidelidad la realidad que aún hoy nos podemos volver a encontrar en la vida cotidiana.
Esa obligación que se nos quiere imponer en muchas ocasiones de resignación, de humildad, de tener que poner la otra mejilla cuando todo va bien, porque si no, nos puede pasar como a Paco: que maten nuestros ideales y nuestra lucha por prosperar.
Una lectura cómoda y rápida para este verano, que no te dejará indiferente, así que si tienes un rato en estas calurosas tardes que van a llegar, te la recomiendo de verdad, aún a pesar de la dureza en la descripción de los hechos de alguno de sus pasajes, dureza que no es más que el reflejo de la dureza de la propia vida en algunas ocasiones.