Desde hace ya bastante tiempo que asocio el verano a la inactividad y a la lectura, a partes iguales; y afortunadamente sin ningún atisbo de culpa. El verano es calor, tardes soporíferas, donde el tiempo lentamente se evade de la habitación en penumbra. De un modo u otro, el tiempo siempre se relaja en verano, y como si de una especie de reflejo condicionado se tratara es el momento en el que más nos apetece la literatura de evasión. Novelas más intrincadas y de cientos de páginas; novelas largas y enrevesadas, siempre intrigantes; novelas que nos inviten a vivir en ellas y a experimentar otras vidas que nos son ajenas pero que paradójicamente se nos vuelven totalmente familiares. Para mí el verano siempre es tiempo de lectura.
Desde hace ya bastante tiempo que asocio el verano a la inactividad y a la lectura, a partes iguales; y afortunadamente sin ningún atisbo de culpa. El verano es calor, tardes soporíferas, donde el tiempo lentamente se evade de la habitación en penumbra. De un modo u otro, el tiempo siempre se relaja en verano, y como si de una especie de reflejo condicionado se tratara es el momento en el que más nos apetece la literatura de evasión. Novelas más intrincadas y de cientos de páginas; novelas largas y enrevesadas, siempre intrigantes; novelas que nos inviten a vivir en ellas y a experimentar otras vidas que nos son ajenas pero que paradójicamente se nos vuelven totalmente familiares. Para mí el verano siempre es tiempo de lectura.