Bienvenidos al Londres de Dorian Gray, visto por Enrique Corominas. La edición de Diábolo contiene una serie de ilustraciones complementarias de gran interés
“Todo arte es a la vez superficie y símbolo”
Así reza una de las máximas con las que Oscar Wilde prologó, en 1891, la que sería su única novela. El Retrato de Dorian Gray narra el debate interno entre la moralidad impuesta por la sociedad y el hedonismo que arrastra a las almas sensibles hacia el abismo de la belleza pura y desprovista de atavíos. Wilde volcó en esta obra sus más profundas inquietudes, aderezadas con maravillosos diálogos llenos de genio, un refinado catálogo de perversiones y un grito de terror proferido por el alma inocente del artista frente a su obra inmortal y diabólicamente perfecta. Esta visión pagana del Arte, la del decadentismo victoriano, sufrió la reprobación de la crítica más feroz y academicista, que arremetió contra su supuesta inmoralidad como había hecho antes en Francia con sus predecesores simbolistas (Baudelaire, Rimbaud o Lautremont).
El prólogo anuncia la paleta de tonos azules, verdes y rosas que acompañará la caída del protagonista en un abismo de la belleza y condenación
Una obra así, que ha preservado su aura de misterio a pesar de los diversos y desafortunados intentos de trasladarla a otros medios, como el cine, se merecía una versión en cómic planteada, en primer lugar, con un profundo amor por las palabras y el mensaje simbólico de Wilde; en segundo lugar, con una plasmación gráfica documentada, evocadora, que combinara los excesos del genio de Wilde con la oscura fantasía simbólica de los pintores de la época. Haciendo frente a un proyecto que merece el mayor de los respetos en su dimensión y dificultad, el ilustrador e historietista vallisoletano Enrique Corominas cumple los exigentes requisitos, creando su propio Dorian Gray sin perder un ápice de la personalidad “wildeana” del relato.
Planteado como una ópera en cinco actos, la obra se abre con un prólogo que nos sumerge desde el principio en cierta atmósfera irreal, mediante un uso del color que nos sugiere oscuros secretos y una tenebrosa fantasía. El acto primero, que narra el comienzo de la relación entre el talentoso pintor Basil Hallward, el libertino y ácido Lord Henry Wotton, y el hermoso e inocente Dorian Gray, modelo del pintor, desemboca en la finalización del cuadro, máximo ejemplo de belleza atrapada en su estado más puro, y en la perversión de esta a manos del hedonista Lord Henry.
Lord Henry ayudará a Dorian a desatar sus mas oscuras pasiones en un imparable camino hacia el hedonismo mas destructivo
Sin entrar a relatar la historia en mayor profundidad para no revelar sus misterios a quienes no conozcan la novela, podemos señalar como Corominas sigue el argumento original, publicado en 1890 en el Lippincot’s Monthly Magazine, eludiendo en lo posible los añadidos de la edición recopilada de la novela. La edición española, a cargo de la editorial Diábolo, recoge un epílogo donde el propio Corominas explica las diferentes decisiones que tuvo que tomar al plantearse la adaptación y los motivos de los cambios (principalmente estéticos) y supresiones. El argumento no solo no pierde intensidad, sino que gana ligereza para trasladarse a la narración gráfica.
Lord Henry y Basil acuden al teatro para conocer a la musa de Dorian, Sybil Vane. Los bocadillos se añadieron digitalmente en el proceso de maquetación
Pero Corominas añade a sus aciertos narrativos el despliegue todas las virtudes de su estilo refinado y personal, dibujando y pintando, mediante acuarelas y acrílicos, un álbum en el que cada página constituye en sí misma una hermosa obra de arte. No en vano, los originales de se venden como tales en la galería de arte que regenta en París Daniel Maghen, el editor que lo hizo posible.
“Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte”
Enrique Corominas (Valladolid, 1969), visitó su ciudad natal los días 25 y 26 de mayo, como invitado a las octavas jornadas sobre cómic “Los Diálogos del Sr. Boliche”, organizadas por la Asociación Cultural el Planeta de los Cómics. En el repaso a su carrera que precedió a la presentación de este trabajo, descubrimos su condición de autodidacta y antiguo chico prodigio de los cómics. Gran admirador de los autores de la revista Creepy, que a lo largo de los ochenta publicaba la desaparecida editorial Toutain, Corominas desarrolló un estilo cercano al de sus ídolos, Bernie Wrightson y Richard Corben que le llevó a ganar con sólo 17 años el premio de cómic organizado por el sello catalán. De la mano de Toutain, Corominas realiza varias historietas breves, imbuidas de una atmósfera opresiva y con oscuros argumentos, un sello de identidad que estará presente en la serie Tragaldabas, la obra más larga y compleja de Corominas en cómic hasta el momento, que fué publicada entre los años 1991 y 1992 y recopilada en tomo por Recerca en 2005.
En Tragaldabas, Enrique Corominas mostraba la influencia de Bernie Wrightson en una oscura historia de tintes sádicos
La crisis del cómic español en los años noventa, que supuso el cierre de numerosas revistas, impulsa al artista a centrarse en su carrera como ilustrador para diversas editoriales, entre las que destaca Gigamesh, donde se convertirá en portadista de muchas obras, pero especialmente de las de la saga Canción de Hielo y Fuego, uno de los fenómenos editoriales del momento, impulsado definitivamente por el éxito de su adaptación televisiva Juego de Tronos.
Corominas, como portadista de la editorial Gigamesh, ha ilustrado las ediciones españolas de la saga fantástica "Canción de Hielo y Fuego" de George R.R. Martin, desarrollando un estilo pictórico, generalmente mediante óleos sobre lienzo o empleando acuarelas
A pesar de ese éxito en su carrera como ilustrador, Corominas no se olvida del cómic, y se plantea el ambicioso proyecto de adaptar a este medio su obra literaria favorita. Para este proyecto contó con el inestimable apoyo del editor Daniel Maghen, quien respetó el ritmo de trabajo del autor. Tras más de seis años de trabajo, Dorian Gray vió la luz en Francia el año pasado.
“Es al espectador, y no a la vida, a quien de verdad refleja el arte”
El lector se queda atrapado por el dibujo plagado de detalles, brillante en su acabado pictórico, reforzado por el empleo de técnicas tradicionales en la aplicación del color, que varía sus registros desde el naíf del comienzo hacia atmósferas más irreales y sugerentes, con delirantes pasajes en los que el dibujo se asemeja a los grabados que acompañan al libro que lee Dorian o alucinados viajes al subconsciente propiciados por el opio.
A parte del uso narrativo del color, Corominas introduce fragmentos con otras técnicas en los pasajes donde la historia se aleja de la realidad
El conjunto atrapa al curioso que ojea las páginas de un álbum con una edición impecable. Corominas, que tras el éxito de la edición francesa tuvo la opción de publicar Dorian Gray en España con distintas editoriales, se decantó por la que se comprometía a respetar el formato, especialmente en cuanto al tamaño de las páginas. Diábolo respeta en eso y en todo lo demás a la edición de lujo francesa, que incluye el postfacio acompañado por una serie de ilustraciones que recogen con gran belleza los ambientes y localizaciones de ese Londres oscuro y mágico en el que habitan los personajes.
El propio Oscar Wilde nos saluda con el sombrero mientras pasea por el Picadilly Circus de finales del siglo XIX. en la última de las doce ilustraciones complementarias que incluye la edición de Diábolo
Un tomo de gran calidad, con lomo de tela y un excelente papel que, como comprobamos en la sesión de firmas que tuvo lugar en La Parada de los Cómics tras la presentación, aguanta bien la acuarela con la que el artista decoraba los hermosos dibujos que dedicó a quienes acudieron a la cita con un ejemplar. Corominas reveló también su intención de continuar haciendo lo que más le gusta, contar historias en cómic, cosa que esperamos con gran ilusión tras disfrutar de este afortunado reencuentro del artista con las viñetas. Entre tanto, seguiremos pendientes de su fantástico trabajo como ilustrador que, más allá de las portadas de Gigamesh, le llevará de nuevo a visitar la obra de Wilde, esta vez acompañando a una nueva edición de la novela.
“No podría entender un mundo sin Dorian Gray”
(Enrique Corominas)
Raúl A. Astruga